Lo que queda claro tras escuchar las cifras y conocer ejemplos de lo que se vive en Ucrania, es que la guerra continúa siendo muy cruda y que las secuelas que ya está produciendo son profundas, extendidas y muy dolorosas. Mañana se cumplen dos años desde el inicio de la feroz invasión.

Foto de portada: cementerio en Ucrania ©Archivo ACN. Diez años después del inicio de la guerra en Ucrania, ACN dedicará su campaña de Cuaresma de 2024 a apoyar a la Iglesia que sufre en el país y ayudarla a llevar el amor sanador de Dios.

El Miércoles de Ceniza Humanitas fue invitada a una conferencia de prensa organizada por Ayuda a la Iglesia que Sufre bajo el título “2014-2024: diez años de guerra en Ucrania. Y cómo lo afronta la Iglesia dos años después de la invasión a gran escala”. Los expositores fueron el arzobispo mayor de la Iglesia greco-católica ucraniana, su beatitud Sviatoslav Shevchuk, y el Nuncio Apostólico para Ucrania, Mons. Visvaldas Kulbokas. Más de sesenta periodistas de distintas partes del mundo escucharon los testimonios y pudieron hacer preguntas a estas autoridades.

La conferencia organizada por Ayuda a la Iglesia que sufre (ACN) para conmemorar el aniversario del inicio del conflicto armado internacional y el lanzamiento de su campaña anual de Cuaresma, comenzó con el arzobispo mayor Sviatoslav Shevchuk diciendo “Les tengo buenas noticias: ¡estamos vivos”, una eficaz manera de introducir las cifras que ya arroja la guerra, y resaltar que no es evidente seguir con vida en Ucrania a estas alturas. El número de personas asesinadas, mutiladas o traumatizadas debido a este conflicto sigue aumentando, y los efectos a largo plazo en la sociedad también se están haciendo evidentes.

“El futuro de Ucrania y de la Iglesia depende de cómo seamos capaces de responder a esta necesidad de superar el trauma de la guerra, y este trauma ya ha afectado al corazón de la sociedad ucraniana: la familia”, añadió el jefe de la Iglesia greco-católica ucraniana (UGCC), quién se tomó el tiempo de explicar cómo el enfoque pastoral del trabajo de la Iglesia ha tenido que reenfocarse y adquirir y desarrollar nuevas herramientas para acompañar el dolor –físico y espiritual–, la incertidumbre, el duelo, la desesperanza:

Antes la Iglesia se encontraba especialmente con dos tipos de familia a las que dedicar atención: las que experimentaban situaciones disfuncionales y familias migrantes. Actualmente nos encontramos ante nuevos grupos de familias con las que debemos trabajar: las familias de aquellos que fueron asesinados, las familias de quienes sufrieron heridas graves y también las familias de los desaparecidos. Según Ucrania, 20 mil niños fueron secuestrados por Rusia, aunque Rusia habla de 800 mil deportados, pero también tenemos 35 mil personas desaparecidas en combate. La vida de sus familias es una tortura constante. Una mujer de 23 años y madre de dos hijos me preguntó: “¿Soy viuda? ¿Debo orar por mi esposo como si estuviera vivo o muerto?”. Cada vez que tenemos intercambios de prisioneros y sus esposos no regresan, su duelo se renueva, por lo que es una tortura física y psicológica constante para cada familia.

Antes la Iglesia se encontraba especialmente con dos tipos de familia a las que dedicar atención: las que experimentaban situaciones disfuncionales y familias migrantes. Actualmente nos encontramos ante nuevos grupos de familias con las que debemos trabajar: las familias de aquellos que fueron asesinados, las familias de quienes sufrieron heridas graves y también las familias de los desaparecidos. Según Ucrania, 20 mil niños fueron secuestrados por Rusia, aunque Rusia habla de 800 mil deportados, pero también tenemos 35 mil personas desaparecidas en combate. La vida de sus familias es una tortura constante. Una mujer de 23 años y madre de dos hijos me preguntó: “¿Soy viuda? ¿Debo orar por mi esposo como si estuviera vivo o muerto?”. Cada vez que tenemos intercambios de prisioneros y sus esposos no regresan, su duelo se renueva, por lo que es una tortura física y psicológica constante para cada familia.

Para aquellos que regresan, la liberación del cautiverio ruso también tiene sus desafíos, según el nuncio apostólico en Ucrania, el arzobispo Visvaldas Kulbokas. “Cuando hablamos con las personas que regresan a Ucrania y describen las condiciones en las que fueron mantenidas… son horribles, especialmente para los militares. Algunos de ellos no pueden hablar, están muy traumatizados”. Pero otras familias también sufren, según el arzobispo mayor Shevchuk. “Hoy la mayoría de las familias viven separadas, porque los hombres están en el ejército y las mujeres con hijos han abandonado sus propias ciudades o incluso el país”.

Las estadísticas provocadas por esta situación son desgarradoras. “En 2023 tuvimos 170 mil familias nuevas, pero hubo 120 mil divorcios. Estas son las cifras más altas de divorcios en la historia de la Ucrania independiente. Ayudar a estas personas es un gran desafío para la Iglesia. Muy a menudo no puedes hacer nada más que estar a su lado, llorar con ellos, tomar la mano de esa mujer o de ese soldado que está experimentando dolor. Este es el mayor desafío pastoral para mí y para la Iglesia de hoy”, dijo el jefe de la mayor Iglesia de rito oriental en comunión con Roma. Además, en ciertas zonas ocupadas los ataques son dirigidos a los cristianos. Contestar que sí eres católico al ser interrogado, puede significar castigos y hasta ejecución. El arzobispo señala que los invasores cuentan con listas donde se detallan los profesionales, deportistas, artistas, los nombres de todo ucraniano que, ya sea por su cargo u ocupación, encarna alguno de los valores asociados a Ucrania. Todos ellos están bajo alerta, en peligro. Muchos ya han sido tomados prisioneros o muertos. Mons. Shevchuk enfatizó que es muy importante decir las cosas por su nombre y condenar estos crímenes de guerra, son ataques dirigidos que apuntan a prácticas genocidas.

“El futuro de Ucrania y de la Iglesia depende de cómo seamos capaces de responder a esta necesidad de superar el trauma de la guerra, y este trauma ya ha afectado al corazón de la sociedad ucraniana: la familia”, Sviatoslav Shevchuk, máxima autoridad de la Iglesia Greco-católica.

¿Un conflicto olvidado?

Al comienzo de la conferencia la presidenta ejecutiva de ACN, Regina Lynch, presidenta ejecutiva de ACN Internacional, advirtió que “con tantos conflictos y disturbios en todo el mundo en la actualidad, corremos un peligro real de que Ucrania pueda ser olvidada, ya que la atención mundial se traslada a la próxima crisis. En ACN estamos decididos a que esto no suceda, y esta es una de las razones por las que dedicamos la campaña de Cuaresma de este año a enfatizar la situación en Ucrania”:

Ucrania está experimentando su propio vía crucis. El objetivo de la campaña es proporcionar el apoyo que tanto se necesita durante el conflicto, incluida la asistencia a seminaristas, sacerdotes y religiosas, que ayudan con el cuidado de las personas desplazadas y empobrecidas, así como la curación del trauma para los soldados y sus familias. También nos enfocamos en el ministerio juvenil y familiar. Instamos a todos nuestros amigos y benefactores a no olvidar a nuestros hermanos y hermanas en Ucrania y a rezar por ellos durante el período de Cuaresma.

El arzobispo Visvaldas Kulbokas también habló de este peligro: “Para la gente en el extranjero es difícil imaginar lo que está pasando aquí. Algunos piensan que todo ha terminado, pero estamos perdiendo cientos de vidas todos los días, tanto militares como civiles”.

Para quienes viven cerca de las líneas del frente, o en la Ucrania ocupada, la guerra es imposible de olvidar. “La situación en el frente es peor que el purgatorio, hay muchas personas a las que no tenemos posibilidad de llegar, ni siquiera de dar comida o agua”, añadió el nuncio. Al mismo tiempo, crece la desesperanza, quienes llevan prisioneros desde inicio del conflicto no entienden por qué siguen en esta condición. “Nadie hace nada”, es la sensación que se extiende al evidenciar que los crímenes continúan y no respuestas ni soluciones. En los territorios ocupados, la UGCC se ha visto obligada a pasar a la clandestinidad, explicó el arzobispo mayor Shevchuk:

Ya no hay sacerdotes católicos en esta parte de Ucrania. Recibimos información de que en Donetsk nuestros feligreses iban a la iglesia a rezar todos los domingos, incluso sin el sacerdote, pero la iglesia fue confiscada y cerrada. En las partes ocupadas de la región de Zaporiyia, las autoridades rusas emitieron un decreto especial que prohíbe la existencia de la UGCC y confiscaron nuestras propiedades, por lo que la gente está rezando en sus hogares y, si pueden, siguen nuestros servicios litúrgicos en línea.

Un triste recordatorio del peligro al que se enfrentan los católicos en la Ucrania ocupada es el paradero de los padres Ivan Levitskyi y Bohdan Heleta, que fueron detenidos en noviembre de 2022. “¿Están vivos o están muertos? Desde su arresto, no tenemos información”, dijo el arzobispo mayor Shevchuk.

“Gracias ACN por estar con nosotros”

Frente a estos enormes desafíos, la Iglesia católica en Ucrania sigue haciendo lo que le es posible. La UGCC está desarrollando un programa llamado “Curando las heridas de la Guerra” (“Healing the wounds of the war”) para proporcionar apoyo psicológico a las personas traumatizadas; a estas alturas, está ayudando a formar también a profesores, voluntarios, y a otros que a su vez trabajan directamente con personas, para que puedan ofrecer una contención preparada.

Por otra parte, ve la necesidad de proporcionar asistencia a unos siete millones de ucranianos que sufren escasez de alimentos, a los miles de desplazados internos, y especialmente a los que se encuentran a menos de 50 km de la línea del frente. También se necesita bencina, como bien señaló el nuncio, ya que muchas veces se hace complejo descentralizar las ayudas, y acceder a lugares más apartados.

El arzobispo también se refirió a temas que parecen puntuales, como la necesidad de prótesis para los niños, que necesitan ser cambiadas a medida que crecen. Podría parecer un ítem acotado, pero al poner en contexto que son más de 50.000 personas las que han perdido una o dos manos, por ejemplo, la realidad es abrumadora.

Hasta este punto, explicó el arzobispo mayor Shevchuk, la respuesta internacional coordinada ha permitido un milagro. “Durante el año pasado fuimos capaces de resistir la mayor crisis humanitaria después de la Segunda Guerra Mundial”. Ahora, sin embargo, la “primera euforia de asistencia humanitaria a Ucrania está disminuyendo, por lo que necesitamos desarrollar nuestra propia logística para ayudar a quienes lo necesitan”.

ACN ha desempeñado un papel crucial en este esfuerzo y en los últimos dos años Ucrania ha sido el país más beneficiado por la ayuda de la fundación. La organización ha apoyado más de 600 proyectos desde el 24 de febrero de 2022, incluida la financiación de la construcción de once centros para brindar apoyo psicológico y espiritual, así como el pago de campamentos de verano para los niños más afectados por los combates –hay que recordar también que los niños ucranianos ya suman cuatro años de colegio en modalidad online, si es que tienen ese privilegio–, la compra de vehículos para que sacerdotes y religiosos lleven a cabo su ministerio pastoral, e incluso el suministro de sistemas de calefacción a instituciones administradas por la Iglesia para ayudarles a superar los duros inviernos.

“Gracias a ACN por su valentía, por sus visitas en estos últimos años, por acompañarnos en estas dolorosas circunstancias. Gracias por estar con nosotros en estos momentos difíciles”, concluyó el arzobispo mayor Sviatoslav Shevchuk.

 

 

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