Eneas, el arquetipo
Eneas, el héroe de Virgilio, que parte hacia la nueva tierra cargando sobre la espalda a Anquises, su padre, y llevando firmemente de la mano a su hijo Julio, puede constituir el arquetipo literario1, universalmente reconocido, para expresar este precioso tema: «De generación en generación. La difícil construcción del futuro».
El cristianismo ha vinculado la verdad del fenómeno natural de la generación con el tema de la traditio, definido agudamente por Blondel como lugar de práctica y experiencia2.
Es difícil construir el futuro, por cuanto la capacidad de generación se ha visto seriamente afectada por la crisis de la traditio cristiana. Y el vínculo entre estos dos factores es especialmente relevante en la realidad nuestra. El arquetipo virgiliano no arroja luz –y contrariamente– tan sólo en la dimensión personal y familiar del paso entre las generaciones; además da cuenta, si se observa atentamente, de la parálisis generativa en todos los niveles (de la familia, en la sociedad, en las culturas) en los cuales opera Europa, que se manifiesta agudamente en la grave dificultad para enfrentar la delicada tarea de la integración de los hombres, las etnias, las culturas y las distintas religiones.
Atenas y Jerusalén
¿Cuál es de hecho el núcleo vital e irrenunciable de la identidad europea, aun en las mutaciones incontenibles y radicales a las cuales se encuentra actualmente sometida? El filósofo parisino Rémi Brague sostiene que el carácter fundamental de Europa, nacida de la actitud romana, es la secundariedad. Roma fue capaz de custodiar, recibir y transmitir como patrimonio propio la síntesis helenística entre Atenas y Jerusalén. Aun cuando lo recibió y no lo produjo directamente, el mundo romano lo consideraba de carácter principal. El propio cristianismo mantuvo substancialmente esta actitud romana, contribuyendo a perfilar la identidad europea. Lo hizo elevando «la secundariedad cultural al nivel de relación con lo Absoluto (...). El cristianismo de hecho sabe ser segundo con respecto a la Antigua Alianza (...). De este modo, la secundariedad religiosa impide a toda cultura que se adhiera al cristianismo, como la europea, considerarse a sí misma su propia fuente»3. En esta óptica, la identidad europea aparece como intrínsecamente dialógica. Así, inspirándonos nuevamente en el héroe de Virgilio, podemos decir que ser europeos significa «vivir la experiencia de lo antiguo como nuevo y como aquello que se renueva a través de su trasplante en un suelo nuevo, trasplante que hace de lo que era antiguo el principio de nuevos desarrollos»4. Así, sobre todo para nosotros, los europeos, generar significa proponer lo antiguo como principio de lo nuevo.
Traditio
La traditio christiana es un fenómeno de naturaleza sacramental, que en último término puede identificarse con la vida misma de la Iglesia. En el septenario sacramental, y de manera absolutamente especial en el sacramento eucarístico, el evento salvador de Jesucristo se ofrece a la libertad del hombre y le pide testimonio.
Como afirma la encíclica Fides et ratio, cada fiel es llamado permanentemente por obra de la ratio sacramentalis de la revelación cristiana5, que traduce la lógica de la encarnación6. El encuentro entre la libertad de Dios y la libertad del hombre se realiza así a partir de la Eucaristía. Ésta inviste toda la trama de circunstancias y relaciones que constituyen la existencia del cristiano, asegurando al hombre de todos los tiempos la contemporaneidad del evento de Cristo. De hecho, Franz Kafka, uno de los trágicos protagonistas del siglo XX, nos recuerda esto de manera sorprendente: «La vida no cesa de enseñar, a pesar suyo, que nunca se puede salvar a alguien sino con una presencia, y con nada más»7.
La traditio constituye por lo tanto la práctica innovadora concreta de la «antigua» fe del pueblo santo de Dios, que –articulado en comunidades claramente identificables como lugares de fuerte pertenencia– asegura una presencia capaz de memoria y esperanza auténtica. Es lo antiguo como principio de lo nuevo por el hecho de ser propuesto a comunidades fieles al pasado y abiertas al futuro, y por tanto capaces de generar. La raíz sacramental y la pasión educativa son las coordenadas irrenunciables en las cuales es llamada a ubicarse una comunidad cristiana deseosa de transmitir la fe de generación en generación. La construcción del futuro no es concebible al margen de semejantes comunidades. Las mismas familias cristianas necesitan ámbitos comunitarios más amplios donde ser permanentemente regeneradas y apoyadas en su tarea específica e irrenunciable.
El "Tiempo Vibrado"
Para terminar, quisiera sugerir una idea ciertamente de incidencia pastoral. Para favorecer el nacimiento de comunidades cristianas caracterizadas por una pertenencia fuerte en una sociedad que está perdiendo el sentido de la generación, es necesario educar a los sujetos comunitarios a vivir el tiempo y el espacio de acuerdo con la lógica sacramental. Es impresionante la lectura de un breve texto de Roland Barthes, que se refiere al arte de estar juntos enseñando en las comunidades monásticas8. Ahí se habla de tiempo vibrado en el cual dar espacio a todas las expresiones de la vida cotidiana: de la oración al trabajo, a la convivencia, al silencio, al descanso. ¿Por qué no orientar sistemáticamente a comunidades, parroquias, asociaciones, movimientos y grupos a vivir de este modo fragmentos del tiempo libre? Por ejemplo, reuniéndose el domingo. Este tiempo y este espacio se convertirían en paradigma elemental de la forma de vivir todo el tiempo y el espacio. El importante llamado a poner en el centro del dies Domini la celebración eucarística debe mostrar todo su «alcance» existencial. En realidad, en la acción litúrgica en que revive el sacrificio de Cristo, cada fiel es llamado a reconocer la fuente que da forma a cada uno de sus gestos, expresando de manera sensiblela unidad de la comunidad a la cual pertenece. La communio se convierte así en poderosa práctica de organización concreta de toda la existencia.
1 Ver Virgilio, Eneida, II, vv. 701-725.
2 Ver M. Blondel, Storia e dogma (Historia
y dogma), Queriniana, Brescia,
1992, pp. 103-137.
3 R. Brague, Il futuro dell’Occidente (El
futuro del Occidente), Rusconi, Milán,
1998, pp. 118-119.
4 Id., p. 43.
5 Fides et ratio, n. 13.
6 Id., n. 94.
7 F. Kafka, Lettere a Milena (Cartas a
Milena)
8 Ver R. Barthes, Sono le cerimonie che
ci rendono liberi (Son las ceremonias
las que nos hacen ser libres), en «Il
Sole 24 Ore» (El Sol 24 Horas), n. 88,
30 de marzo de 2003, p. 29.