En la actualidad, probablemente no existe un fiel que no haya escuchado hablar del misterioso icono milagroso de la Virgen de Kazan, que en las últimas décadas ha sido custodiado en los departamentos personales de Juan Pablo II. El destino de esta imagen sagrada y las intrigas vinculadas con su regreso a la patria han sido motivo de tensiones tanto para la Iglesia Católica como para la Rusia ortodoxa. ¿De qué se trata: de una réplica, objeto a su vez de plegarias, o del prototipo milagrosamente salvado en el apocalipsis de revoluciones ateas y violentas profanaciones?

En la actualidad, probablemente no existe un fiel que no haya escuchado hablar del misterioso icono milagroso de la Virgen de Kazan, que en las últimas décadas ha sido custodiado en los departamentos personales de Juan Pablo II. El destino de esta imagen sagrada y las intrigas vinculadas con su regreso a la patria han sido motivo de tensiones tanto para la Iglesia Católica como para la Rusia ortodoxa, como también para los musulmanes de Kazan, la ciudad en la cual hace algunos siglos la Madre de Dios dio a Matrona, una niña del lugar, su santísima efigie. Precisamente a partir del lugar de la aparición, el icono adquirió fama en todo el mundo como el icono de la Madre de Dios de Kazan.

Han surgido muchas discusiones en torno a este icono, que por voluntad de Dios entró en posesión del Santo Padre. ¿De qué se trata: de una réplica, objeto a su vez de plegarias, o del prototipo milagrosamente salvado en el apocalipsis de revoluciones ateas y violentas profanaciones? No quiero aburrir a los lectores con todos los detalles de este viejo altercado iconográfico, teológico y desdichadamente político. Por lo demás, una comisión mixta de expertos vaticanos y rusos en la cual he participado emitió de común acuerdo el siguiente juicio: «En el Vaticano, se conserva una réplica milagrosa del prototipo del icono de Kazan, cuya fecha se sitúa en un período no posterior al comienzo del siglo XVIII». Me limitaré a narrar la historia de este icono extraordinario y santo, exiliado y olvidado en su patria.

El icono deja Rusia

Nuestro icono aparece por primera vez, junto con otras obras de arte preciosas puestas en venta por los bolcheviques, en 1920 (en 1919, según algunas fuentes). La venta del icono no fue casual ni motivada por el deseo de obtener dinero para las necesidades de la revolución bolchevique, sino mas bien dictada por la coherente política del gobierno comunista, que entre 1917 y 1935 envió como contrabando al extranjero muchas obras preciosas de arte y antigüedades cuya historia y origen hoy son casi imposibles de determinar. Existía además una especial animosidad contra el icono de Kazan, el icono mariano más venerado en Rusia. Así, fueron profanadas las tres iglesias principales de Rusia donde se custodiaban los iconos más venerados de la Madre de Dios de Kazan. En Kazan, se hizo volar la iglesia, y en el mismo lugar se construyó una fábrica de tabaco; en San Petersburgo, la iglesia homónima se destinó a museo del ateísmo, y en Moscú se construyeron los gabinetes públicos en el lugar de la iglesia destruida. En cuanto a los iconos, éstos desaparecieron.

Entretanto, en 1920 llegó a Moscú Norman Weisz, el famoso joyero y mercader de diamantes londinense (que luego hizo conocido el caso), encargado de adquirir objetos antiguos puestos en venta por los bolcheviques. Entre las otras obras, según su relato, procuró comprar también este icono, pero la transacción no tuvo lugar porque la cifra pedida era exorbitante y no alcanzó ni su dinero ni el de los clientes para los cuales trabajaba. No se sabe exactamente dónde se custodió el icono en los años siguientes, si bien informaciones indirectas indicarían que en 1928 el icono fue exportado a Inglaterra por un polaco, posiblemente a través de Berlín. Ahí terminó en manos de varios comerciantes y no es fácil seguir su huella. No se excluye la posibilidad de que haya sido exportado ilegalmente por la Unión Soviética. El silencio de los intermediarios, de quienes provienen las escasas noticias que tenemos, podría deberse al temor a las consecuencias judiciales en que a menudo se veían implicados por exportación ilegal de objetos de valor. Por cuanto el mercado del icono era sumamente inestable (había una gran demanda en los años 20, que disminuyó en los años 30), el icono cambió por lo menos tres veces de propietario en el lapso de 22 años. Probablemente ninguno de ellos entendía algo de iconografía y orfebrería, y consideraban la obra una buena inversión, sobre todo por su revestimiento metálico. De hecho, se sacaron algunas piedras del revestimiento y se vendieron separadamente, pero afortunadamente no se verificaron pérdidas esenciales.

Finalmente, el destino quiso que el mismo Norman Weisz, al cual ya nos hemos referido, llegase a ser propietario de la imagen sagrada. Es un misterio la forma en que volvió el icono a sus manos, y es difícil creer en una mera coincidencia, si bien, como veremos, en la historia del icono estas coincidencias no constituyen un hecho poco común. Con todo, también podría ser que el icono de la Virgen de Kazan que Weisz vio en Rusia y el que adquirió en Inglaterra fuesen dos obras distintas, en cuyo caso la historia de la tabla vaticana comienza a partir de 1928.

Después de adquirir el icono, Weisz lo puso de inmediato en venta. Sin embargo, la empresa resultó cualquier cosa menos fácil y durante algunos años no se encontraron adquirentes, probablemente a causa de la considerable suma solicitada por el mercader. El objeto (para él, el icono era exclusivamente un objeto de lucro) era sumamente específico, y el experto comerciante estimaba desconsiderado venderlo al precio únicamente de las piedras preciosas, por lo cual esperaba pacientemente que se presentase algún extravagante muy rico o un coleccionista fanático.

Un romántico aventurero y coleccionista

La ocasión sólo se presentó en 1950, en que la obra fue adquirida por un personaje peculiar, Frederich Mitchell-Hedges, erudito, escritor, viajero incansable y amante de aventuras además de apasionado coleccionista, sobre todo de vajilla y cubiertos de plata. Puso el icono en Farley Castle, su residencia, donde vivió entre 1953 y 1958, y ahí se tiene noticia de los primeros milagros del icono. Así, el icono adquirió cierta fama en los ambientes de emigrados rusos ortodoxos, que algunas veces propusieron a Mitchell- Hedges adquirir la tabla pintada dejándole el revestimiento metálico precioso. Mientras la obra le pertenecía, se esparcieron los rumores más diversos: que se trataba del famoso icono milagroso custodiado un tiempo en la catedral de la Virgen de Kazan en Moscú, o del famoso icono de San Petersburgo, o incluso de uno falso. La primera tentativa seria de peritaje científico fue emprendida por Cyrill Bunt, el mejor experto en iconografía de Gran Bretaña, que examinó la obra en 1949 y 1956, [1] llegando a conclusiones casi opuestas en ambas ocasiones.

En realidad, en 1949 se limitó a poner una sencilla leyenda en la ilustración del icono, donde se lee que «fue pintado en el siglo XVII, mientras las piedras preciosas y el trabajo del metal son posteriores». En el texto de 1956 encontramos una evaluación totalmente distinta. Evidentemente, el autor había hecho un estudio serio y hay todo un capítulo dedicado a la obra. Leemos, entre otras cosas: «Los colores y la madera en la cual se pintó el icono se conservaron óptimamente, como lo han demostrado los exámenes con rayos X; los colores se han atenuado un poco con los años, confiriendo una belleza y un carácter sacro aún mayores a los rostros... Los peritos están de acuerdo en el hecho de que el icono proviene del pincel de un ilustre iconógrafo del siglo XVI y representa un extraordinario ejemplo de estilo greco-ruso del período. La suntuosidad que adorna al icono constituye una obra de orfebrería igualmente espléndida, atribuible al siglo XVII, decorada con miles de piedras preciosas. El riquísimo revestimiento del icono es suficiente para dar testimonio de que el icono gozaba de extraordinaria veneración y debía pertenecer a una de las iglesias más importantes de Rusia...».

Así, Bunt estaba convencido de que aunque fuese milagroso, el icono de propiedad de Mitchell-Hedges era con todo una réplica del prototipo. Precisamente a partir de este hecho, atribuyó al icono la fecha más antigua que pudiese tener una copia, es decir, fines del siglo XVI.

Mitchell-Hedges deseaba que el icono pudiese volver algún día al patriarcado de Moscú, evitando que cayese en manos de los comunistas. Cuando murió, en 1959, su hija Anne procuró cumplir con la voluntad paterna y al mismo tiempo llevar a cabo un pingüe negocio, vendiéndolo a la Iglesia ortodoxa rusa en Estados Unidos.

En cuanto objeto de profunda veneración, el icono tenía un valor inestimable según los especialistas, por lo cual su nueva propietaria propuso un precio que en opinión de los expertos sólo reflejaba el valor de las piedras preciosas del revestimiento, igual a 500.000 dólares. Cabe señalar que en 1954 el propio Mitchell- Hedges emprendió un paso análogo, al dirigirse al arzobispo ortodoxo Ioann Šachovskoj, de San Francisco, proponiéndole la adquisición por una cifra inferior (92.000 libras esterlinas). Si bien el arzobispo consideró «difícil, de hecho imposible adquirir por sí mismo o por la diócesis el icono.... quiso en todo caso aclarar su origen» [2] y se dirigió a uno de los principales especialistas del exterior, Nikolaj Andreev, director del Instituto Kondakov de Praga y profesor extraordinario de la Universidad de Cambridge. El peritaje hecho por él en 1954-1955, con consentimiento de Mitchell-Hedges, compartido además con una autoridad como Lazarev, fue entusiasta y equivalente en gran medida con el peritaje de Bunt: «La efigie de la Madre de Dios de Kazan que apareciera en Inglaterra coincide en muchos aspectos con las descripciones que quedaron del icono desaparecido en Kazan... Si no se trata del mismo icono, constituye indudablemente una excelente copia, de extraordinaria intensidad en los rostros y colores...» [3].

El icono en Estados Unidos de América

La adquisición del icono no pudo tener lugar por motivos económicos, pero en marzo de 1962 fue enviado a San Francisco y puesto en la caja fuerte del Banco de California, donde casi de inmediato comenzaron a concurrir fieles ortodoxos, y precisamente en ese lugar, en los subterráneos del banco, comenzaron a celebrarse oficios de oración. Nació así la decisión de hacer una colecta para adquirir el icono y construir una iglesia donde ponerlo. Para recolectar la suma necesaria se organizaron durante algunos meses verdaderos peregrinajes del icono entre los fieles de Estados Unidos de América y Canadá, que acudían en masa a venerarlo (en Washington se contaron más de 7.000 fieles); se imprimieron y difundieron miles de imágenes del mismo, y al cabo de muy poco tiempo se comenzó a hablar de milagros del icono, como señaló el mismo arzobispo Ioann: «Hubo casos de curaciones milagrosas de enfermos incurables con motivo de su fe, de las cuales me dieron testimonio nuestros sacerdotes en diversas localidades» [4]. Muchas curaciones estaban vinculadas con la recuperación de la vista.

Con todo, el dinero reunido no fue suficiente para la adquisición, tanto más que tuvo lugar también un ruidoso robo. Entretanto, en San Francisco se construía una iglesia dedicada a la Virgen de Kazan con intención de custodiar allí la imagen sacra hasta el día en que pudiese regresar a Moscú. Por cuanto el proyecto de adquisición del icono resultó irrealizable, la nueva iglesia se dedicó a Cristo Salvador, en memoria de la célebre iglesia volada en Moscú por los bolcheviques.

El icono permaneció expuesto por dos años más (1964-1965) en la Feria Internacional de Nueva York, en un pabellón escogido expresamente, donde la gente venía no sólo a admirarlo, sino también a rezar. Es por esto que actualmente en los Estados Unidos está tan difundida la devoción a la Madre de Dios de Kazan. No por azar el mismo arzobispo Ioann, que siempre conservó una intensa devoción por el icono, comentaba en una carta: «Es una posibilidad que Dios nos da de anunciar la Santa ortodoxia en estos dos años. La Iglesia ortodoxa estadounidense debe aprovecharla creativamente para gloria de Dios, en defensa de la Iglesia perseguida en Rusia, y para descubrir los caminos de la presencia ortodoxa en Estados Unidos».

La actividad del arzobispo Ioann y sus colaboradores no podía pasar desapercibida más allá de la «cortina de hierro». En los años 60 apareció en la prensa soviética, especialmente en las Izvestija, una serie de artículos que denigraban la campaña de recolección de fondos y ponían en duda la autenticidad del icono milagroso.

Si bien tanto la URSS como el patriarcado de Moscú declararon oficialmente que el icono era una vulgar falsificación, varios hombres de la Iglesia y también algunos miembros de la jerarquía expresaron pública y privadamente en diversas ocasiones su amor y veneración por el icono. En particular, el arzobispo metropolitano Nikodim Rotov se dirigió a orar ante el icono durante una sesión del Comité Central del Consejo Ecuménico de las Iglesias, en Rochester.

De Fátima a Roma, hacia Rusia

El icono fue finalmente restituido a su propietaria, que lo depositó en un banco, y a partir de ese momento se pierden sus huellas. Tanto es así que en 1994, durante la visita de Clinton a Moscú, el clero de la catedral de la Madre de Dios de Kazan le pidió averiguar qué había sido del icono, y el Presidente de Estados Unidos se vio obligado algunos meses después a responder que no había conseguido tener noticias precisas, salvo que el icono había estado algún tiempo en Portugal.

Personalmente, tuve más suerte que Clinton y logré averiguar las peripecias ocurridas en lo sucesivo con el icono. De hecho, durante los peregrinajes de la Madre de Dios de Kazan en el norte de Estados Unidos, ella fue hospedada varias veces en iglesias católicas o centros como Blue Army of Our Lady of Fatima, Nazareth House y San Rafael, que sentían especialmente la vocación de rezar por el retorno de la fe a la Unión Soviética. Hubo también iniciativas en común entre los ortodoxos estadounidenses y los católicos. Por ejemplo, el 11 de abril de 1964 se celebró una liturgia en la iglesia católica de San Bonifacio, en presencia del arzobispo Joseph McGucken, que pronunció la homilía. Al día siguiente hubo un concierto de coros ortodoxos y católicos en honor de la Virgen.

En 1970, el padre Carl Patzelt, rector del Centro Católico Ruso de la Virgen de Fátima en San Francisco, se enteró de que el icono fue sacado a pública subasta y solicitó a los responsables de la Blue Army organizar una colecta en todo el mundo y adquirirlo. De este modo, el icono, en vez de terminar en manos de algún coleccionista privado, sería accesible para la veneración de los fieles. Y así ocurrió: el icono fue finalmente comprado en 3 millones de dólares, y el 21 de julio de 1970, día de la fiesta de la Madre de Dios de Kazan, fue entregado a la iglesia de Fátima, donde fue custodiado en la Capilla bizantina (en realidad, al comienzo solamente se exponía con ocasión de las grandes fiestas y el resto del tiempo se conservaba en caja fuerte por razones de seguridad). Con todo, al cabo de muy poco tiempo se adoptaron medidas para asegurarle una mayor protección y una ubicación adecuada para su carácter sacro. A raíz de un sorprendente cúmulo de circunstancias, Pavel Bliznecov, primer capellán del Centro Bizantino de la Blue Army, en Fátima, que tenía la tutela del icono, era un ex oficial de la aviación soviética que algún tiempo atrás se había refugiado en Roma, donde se ordenó sacerdote católico. Lo sucedió el padre John Mowatt, sacerdote irlandés de rito bizantino, que favoreció la concurrencia de peregrinos a la sagrada efigie y de hecho hizo construir una capilla expresamente dedicada a la Virgen de Kazan. Él mismo había tenido ocasión de venerar el icono años atrás, cuando en 1963 lo acogiera en su parroquia católica de rito bizantino, en Boston, para ayudar a los ortodoxos en su colecta. Años después, Antonio Pereira asumiría la función de custodia del icono.

En la conciencia de todos, ortodoxos y católicos, como se desprende de los documentos de archivo, siempre estuvo claro que «la Iglesia católica, una vez adquirido el icono, lo custodiará como un tesoro sagrado en la iglesia de Fátima, hasta el momento en que aparezca una posibilidad real de entregarlo a la Iglesia rusa, a la cual pertenece. Ahora esto sería imposible incluso físicamente, y lo comprenden muy bien tanto los ortodoxos como muchos católicos, nuestros hermanos en Cristo». Así escribía el 2 de agosto de 1985, en una carta, el arzobispo Ioann Šachovskoj. Por su parte, en una entrevista en televisión transmitida en el año 2000, John Hoffert, ex dirigente de la Blue Army, recordando la colecta hecha en su momento para la adquisición del icono, subrayaba: «Llevamos el icono a Fátima sin saber cómo ni cuándo regresaría a Rusia. Sólo sabíamos que esto ocurriría, porque lo habíamos rescatado precisamente con este fin. No somos los dueños del icono, fuimos instrumentos en manos del Señor, rescatando este icono para restituirlo al pueblo ruso». Y agregaba el padre Mowatt: «Y yo siempre he creído que la Virgen misma desea que el momento de su regreso tenga lugar lo más pronto posible» [5].

El 26 de febrero de 1993, Theodore E. McCarrick, arzobispo de Newark en ese momento, comunicaba solemnemente en una carta al cardenal Edward Cassidy que había terminado su misión y ya podía entregar la documentación acreditando que el icono había pasado a ser propiedad de la Santa Sede en calidad de don de la Blue Army al Santo Padre. El icono partió de Fátima el primero de marzo, y a través de la Nunciatura de Lisboa fue entregado en el Vaticano, donde Juan Pablo II quiso tenerlo en sus departamentos personales, precisamente prosiguiendo en el cumplimiento del objetivo consistente en restituirlo a la Iglesia y al pueblo ruso en señal de la aspiración común a la unidad en Cristo.


NOTAS 

[1] C. Bunt, Russian Art from Scyths to Soviets, London 1949, ried. 1956
[2] O Svjatom Kazanskom Obraze Boziej Materi (El santo icono de la Madre de Dios de Kazan), Nueva York-San Francisco 1963, p.9
[3] Nicolaj Andreev, K voprosu o sud’be ikony Kazanskoj Bogomateri (Sobre el problema de la suerte del icono de la Madre de Dios de Kazan), Nueva York 1984, pp. 271-276.
[4] «Relación sobre el santo icono de la Madre de Dios de Kazan y sobrela construcción de la Iglesia de SanFrancisco», en Russko-Amerikanskij Pravoslavnyj vestnik, septiembre1966, p.140.
[5] Die Heilige und Wunderbare Ikone Unserer Lieben Frau von Kazan, Fatima s.d., p. 7.

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