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- Joaquín García-Huidobro
La curiositas, la pasión desordenada por el juego, y el desenfreno, no sólo destruyen la armonía personal, sino que desnaturalizan las actividades a las que se refieren. Al proteger al hombre, la templanza resguarda también todo lo que el hombre hace: el juego, el amor, el gobierno o el estudio.