Tanto la Primera Lectura (Cantar de los Cantares 2,8-14) como el Evangelio (San Lucas 1,39-45) hablan de esa alegría profunda que viene de dentro, no la alegría de una fiesta. Toda la liturgia da este mensaje de alegría: “sé alegre”.

Tres son los aspectos que podemos señalar en esta alegría. El primero, que se trata de una alegría que nace del perdón. El Señor ha revocado tu condena. Así pues, alegrarse y no llevar una vida tibia, precisamente porque sabemos que hemos sido perdonados. Esa es la raíz de la alegría cristiana. Basta pensar en la alegría de un preso cuando se le conmuta la pena, o en los enfermos y paralíticos curados en el Evangelio. Hay que ser conscientes de la redención que nos ha traído Jesús. Un filósofo criticaba a los cristianos –él se decía agnóstico o ateo, no estoy seguro, pero criticaba a los cristianos–, y decía: “Esos –los cristianos– dicen que tienen un Redentor; yo me lo creeré, creeré en el Redentor, cuando ellos tengan cara de redimidos, estén alegres por ser redimidos”. Pero si tú tienes cara de velorio fúnebre, ¿cómo pueden creer que eres un redimido, que tus pecados han sido perdonados? Este es el primer punto, el primer mensaje de la liturgia de hoy: tú eres un ser perdonado, cada uno de nosotros es un perdonado. Dios es el Dios del perdón. Recibamos ese perdón y sigamos adelante con alegría, porque el Señor perdonará hasta las cosas que, por debilidad, todos hacemos.

La segunda invitación es a estar contentos, porque el Señor camina con nosotros, desde el momento en que llamó a Abraham, está en medio de nosotros, en nuestras pruebas, dificultades, alegrías, en todo. Por eso, durante el día dirijamos alguna palabra al Señor que está junto a nosotros, en nuestra vida.

Finalmente, el tercer aspecto es no dejar caer los brazos en las desventuras. Ese pesimismo de la vida no es cristiano. Nace de una raíz que no sabe que ha sido perdonada, nace de una raíz que nunca ha sentido las caricias de Dios. Y el Evangelio, podemos decir, nos hace ver esa alegría: María se levantó y puso en camino de prisa…, porque la alegría nos lleva deprisa, siempre, ya que la gracia del Espíritu Santo no conoce la lentitud, no conoce… El Espíritu Santo siempre va deprisa, siempre nos empuja: adelante, adelante, adelante como el viento en la vela, en la barca…

Se trata, en definitiva, de esa alegría que hace saltar al niño en el seno de Isabel en el encuentro con María. Y esa es la alegría que la Iglesia nos pide: por favor, seamos cristianos alegres, hagamos todo el esfuerzo para hacer ver que creemos que hemos sido redimidos, que el Señor nos ha perdonado todo y si nos resbalamos, Él también nos perdonará porque es el Dios del perdón, el Señor está en medio de nosotros y que no dejará que bajemos los brazos. Este es el mensaje de hoy: “Levántate”. Ese levántate de Jesús a los enfermos: “Arriba, venga, grita de gozo, alégrate, exulta y aclama con todo el corazón”.

Fuente: almudi.org

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