La Primera Lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles (15,22-31), describe un momento difícil dentro de la comunidad de Antioquía. “Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos…”, escriben Pedro y los apóstoles a aquellos cristianos, decidiendo, junto al Espíritu Santo, reaccionar para recuperar la paz. En Antioquía, con la carta, envían a Bernabé, a Pablo y a otros hombres de confianza. “Al leerla, se alegraron mucho –continúa el relato de los Hechos– por aquellas palabras alentadoras”. Esos que se habían presentado a defender a la gente como ortodoxos de la verdadera doctrina, creyendo ser verdaderos teólogos del cristianismo, habían desorientado al pueblo: en cambio, los apóstoles –los obispos de hoy– los confirman en la fe.
El obispo es el que está en vela, el que vigila, el centinela, el que sabe mirar para defender la grey de los lobos que vienen. La vida del obispo está implicada en la vida de la grey. Pero el obispo hace algo más: como el pastor, está en vela. Una bonita palabra para describir la vocación del obispo. Hacer vela significa involucrarse en la vida de la grey. Jesús distingue bien al verdadero pastor del mercenario, del que va a cobrar y no le interesa si viene el lobo y se come una: no le importa. En cambio, el verdadero pastor que está en vela, que se implica en la vida de la grey, defiende no solo a todas las ovejas, las defiende a cada una, fortalece a cada una, y si una se va o se pierde, va a buscarla y la trae de vuelta. Está tan implicado que no deja que se le pierda ni una.
El verdadero obispo conoce el nombre de cada oveja, y esto nos hace comprender cómo Jesús concibió al obispo: cercano. El Espíritu Santo dio al pueblo cristiano el olfato, la capacidad de saber dónde hay un verdadero obispo. Cuántas veces hemos oído: “¡Oh, este obispo! Sí, es bueno, pero no cuida mucho de nosotros, siempre está tan ocupado”, o “este obispo se inmiscuye en los negocios, es un poco comerciante, y eso no va”, o “este obispo se ocupa de cosas que no van con su misión”, o “este obispo siempre está con la maleta en la mano, siempre de viaje por todas partes”, o “con la guitarra en la mano”, que cada uno piense… ¡Es así! El pueblo de Dios sabe cuándo el pastor es pastor, cuándo el pastor es cercano, cuándo el pastor sabe estar en vela y dar su vida por ellos. ¡La cercanía!
Así debe ser la vida de un obispo… y su muerte. Conocemos el ejemplo de Santo Toribio de Mogrovejo, muerto en una pequeña Aldea indígena, rodeado de sus cristianos que le tocaban la chirimía* para que muriese en paz. Pidamos al Señor que nos dé siempre buenos pastores, que no falte en la Iglesia la protección de los pastores: no podemos avanzar sin ellos. Que sean hombres así: trabajadores, de oración, cercanos, cercanos al pueblo de Dios… En una palabra: ¡hombres que sepan estar en vela!
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* Chirimía: Instrumento musical de viento, hecho de madera, a modo de clarinete, de unos 70 cm de largo, con diez agujeros y boquilla con lengüeta de caña (RAE) (ndt).
Fuente: Almudi.org