La conciencia sostenible permite que el hombre, en su propio actuar, tenga presente moralmente el origen y la finalidad de todo lo creado.

La tierra, “el primer don de Dios para el sustento de la vida humana” [1], ha sido dada al género humano para que ella sustente a todos sus habitantes [2]. Disponer de la tierra y de sus bienes tiene limitaciones y tiene responsabilidades, que hoy están muy bien resumidas en la palabra sostenibilidad. La sostenibilidad es un concepto ético que se encuentra íntimamente relacionado con al menos dos principios de la Doctrina Católica, el Destino Universal de los Bienes y el principio de Solidaridad, en su versión intergeneracional. El hombre ha sido invitado a disponer de los bienes presentes en la Creación, en la medida que ello no signifique poner en jaque las condiciones de vida de los hombres, de las especies vegetales, de los animales y del planeta en el futuro.

La conciencia sostenible permite que el hombre, en su propio actuar, tenga presente moralmente el origen y la finalidad de todo lo creado [3]. Esta noción, en parte debido a la urgencia actual, ha ido adquiriendo una creciente valoración. Las nuevas generaciones vienen marcadas, como nunca, por una conciencia medioambiental. Ello se percibe en el interés explosivo por la electromovilidad en las grandes ciudades, que reemplaza a los automóviles propulsados por petróleo; también en el interés y conciencia por el reciclaje y la reducción de la huella de carbono en el consumo cotidiano.

Como en la parábola de los talentos, tenemos una entrañable responsabilidad con lo que nos ha sido dado, para que nuestra forma de administrar los bienes de la naturaleza sea una fuente de creación de riqueza futura.

Hacia una ecología integral

Hay mucho que avanzar y que profundizar en esta creciente conciencia ambiental, para no caer en prejuicios, o en el ideologismo naturalista del que ya nos alertaba el Papa Juan Pablo II en Centesimus Annus. Decía el pontífice:

Además de la destrucción irracional del ambiente natural hay que recordar aquí la más grave aún del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos de prestar la necesaria atención. Mientras nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de lo necesario, de preservar los ‘hábitat’ naturales de las diversas especies animales amenazadas de extinción, porque nos damos cuenta de que cada una de ellas aporta su propia contribución al equilibrio general de la tierra, nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ‘ecología humana’ [4].

En efecto, la Iglesia nos invita a una “ecología del hombre bien entendida”, donde “el sistema ecológico se apoya en un proyecto que abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza” [5]. Esta misma preocupación la recogió en extenso el sociólogo Pedro Morandé en su trascendente discurso titulado “¿Es posible una ecología humana?”, donde valoraba a quienes comenzaban a hablar de desarrollo sustentable, más que del ecologismo por sí mismo. Dice Morandé refiriéndose a esa dicotomía entre la protección de las especies y los ecosistemas, y la “ecología humana”:

Quienes han acuñado el concepto de “desarrollo sustentable” para orientar las políticas de crecimiento impulsadas por los gobiernos; vinculan, evidentemente, ambos ambientes, en un loable intento de coherencia racional. Pero las contradicciones que a diario pueden percibirse entre los criterios de juicio que involucran las decisiones relativas al hábitat natural y al humano, obligan a analizar este problema con mayor detenimiento. (…) Es fácil constatar, por ejemplo, que muchos de los que claman por la necesidad de salvar la tierra protegiendo sus recursos naturales y su biodiversidad, simultáneamente se manifiestan a favor del control y reducción programada de la natalidad, e incluso, a favor de la legitimación jurídica del aborto o de la eutanasia. ¿Son consistentes ambas posiciones? [6]

El Papa Francisco actualiza y profundiza estos conceptos en la primera encíclica destinada por completo a tratar este tema: Laudato si’ (2015). Allí se refiere a la “cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura”. En la antípoda de esta está la cultura del reciclaje, que tiene su correlato en la capacidad del ser humano de reinventarse y de reconocer al otro en su diversidad y riqueza.

Román Guridi Ortúzar, jesuita y académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica, ha destacado en la misma línea tres dimensiones complementarias que pertenecen a un análisis ecológico de la existencia humana: la personal, la social y la ambiental. “Si la ecología se enfoca en la interacción y la interrelación, entonces debe tener en cuenta todas las dimensiones humanas de relacionalidad, sin limitarse solo a la relación entre el ser humano y la naturaleza [7].

La agricultura ¿degrada la tierra o es sostenible?

Entrando a la médula de nuestro análisis, he deseado profundizar más en el rol de la actividad agrícola dentro de la discusión actual y de qué manera podemos conseguir asociarla a la sostenibilidad y cuidado de la casa común.

Para el 2050 la humanidad rozará posiblemente los 10.000 millones de personas. En un escenario de crecimiento económico moderado, este aumento de población impulsará la demanda mundial de productos agrícolas en un 50% más sobre los niveles actuales, según viene pronosticando hace años la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).

Dado el escaso margen para expandir el uso agrícola de más tierras y recursos hídricos, los aumentos de la producción necesarios para satisfacer la creciente demanda de alimentos tendrán que venir principalmente de mejoras en la productividad y de la eficiencia en el uso de los recursos.

El Papa Francisco en su encíclica advierte sobre el cambio climático, una gestión responsable del agua y una agricultura que no siga deforestando ni degradando la tierra, como durante mucho tiempo lo hizo. ¿Puede la agricultura aportar en esta línea, impulsando adecuadamente la gestión del agua, el uso responsable y equilibrado de productos fitosanitarios, realizando esfuerzos por usar menos tierra y disminuir su degradación, y haciendo un adecuado manejo del “descarte” de sus frutos?

El principal reto es producir más con menos, preservando y mejorando los medios de subsistencia de los pequeños agricultores familiares y asegurando el acceso de los más vulnerables a los alimentos. Dice la FAO:

Producir más será inevitable, y el camino a seguir es hacerlo con menos. Las personas que trabajan en los sectores alimentario y agrícola deben aprender a satisfacer la creciente demanda en un contexto de mayores limitaciones en cuanto a recursos mediante la mejora en el uso de la tierra y el agua, la reducción de emisiones de GEI, un aumento de la eficiencia en la producción y el consumo de energía, y la restauración de suelos y bosques [8].

Utilización de la biotecnología en la producción agrícola

¿Cómo podemos producir más en menos tierra? La ciencia está aportando una solución a través de la biotecnología. Un ejemplo de ello se encuentra en el uso de los organismos genéticamente modificados (OGM).

biotecnologia agricola

El Papa Francisco en Laudato si’ se abstiene de calificar la biotecnología, y específicamente la transgenia, como positiva o negativa per se, más bien plantea que la biotecnología moderna debe regirse por las mismas consideraciones éticas que corresponden a toda la ciencia que actúa sobre las especies que son obra de la creación, o que se derivan de esta.

Es difícil emitir un juicio general sobre el desarrollo de organismos genéticamente modificados (OMG), vegetales o animales, médicos o agropecuarios, ya que pueden ser muy diversos entre sí y requerir distintas consideraciones. Por otra parte, los riesgos no siempre se atribuyen a la técnica misma sino a su aplicación inadecuada o excesiva […] en realidad, las mutaciones genéticas muchas veces fueron y son producidas por la misma naturaleza. Ni siquiera aquellas provocadas por la intervención humana son un fenómeno moderno. La domesticación de animales, el cruzamiento de especies y otras prácticas antiguas y universalmente aceptadas pueden incluirse en estas consideraciones [9].

La “equilibrada posición” expresada décadas antes por Juan Pablo II, es recogida por el Papa Francisco, haciendo referencia a las palabras de su predecesor en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz en 1990 y en la Pontificia Academia de Ciencias, en 1991, cuando recién comenzaban las primeras investigaciones no comerciales en esta área:

[Juan Pablo II] resaltaba los beneficios de los adelantos científicos y tecnológicos, que «manifiestan cuán noble es la vocación del hombre a participar responsablemente en la acción creadora de Dios», pero al mismo tiempo recordaba que «toda intervención en un área del ecosistema debe considerar sus consecuencias en otras áreas». Expresaba que la Iglesia valora el aporte «del estudio y de las aplicaciones de la biología molecular, completada con otras disciplinas, como la genética, y su aplicación tecnológica en la agricultura y en la industria», aunque también decía que esto no debe dar lugar a una «indiscriminada manipulación genética» que ignore los efectos negativos de estas intervenciones [10].

Un estudio de PG Economics de 2018 evaluó los efectos del uso de organismos genéticamente modificados desde 1996 y concluyó que el uso generalizado de la tecnología de cultivos OGM está cambiando el impacto ambiental de la agricultura. Gracias a su adopción, por ejemplo “en 2016, el ahorro de dióxido de carbono permanente del uso reducido de combustible fue el equivalente de sacar 1.82 millones de autos de la carretera” [11].

Por su parte, y en la misma línea, el Servicio Internacional de Adquisición de Aplicaciones de Agrobiotecnología (ISAAA, por su sigla en inglés) publicó el 26 de junio de 2018 un estudio sobre la situación mundial de los cultivos biotecnológicos y modificados genéticamente comercializados en 2017. En sus conclusiones afirma que

el inmenso y continuo crecimiento en la adopción de cultivos biotecnológicos a nivel global, demuestra el buen trabajo del agricultor y la satisfacción del consumidor, sus beneficios socioeconómicos y ambientales, así como la seguridad alimentaria y la mejora nutricional que han traído los cultivos biotecnológicos. […] Asegurar que estos beneficios continuarán en el futuro depende de la diligencia y los pasos regulatorios basados en la ciencia, mirando críticamente los beneficios y riesgos, la productividad agrícola con un sentido de conservación del medio ambiente y sostenibilidad, y lo más importante teniendo en cuenta los millones de hambrientos y empobrecidos que necesitan y esperan mejorar sus vidas [12].

Para el bioquímico chileno Rafael Vicuña, miembro de la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano, el interés creciente por los cultivos biotecnológicos es reflejo de sus beneficios: “un menor consumo de pesticidas, una reducción en los costos de producción y un mejor rendimiento de las cosechas” [13]. Por ello, a juicio del académico “parece razonable prever que la mejoría en el rendimiento de las cosechas permitirá liberar una mayor superficie de tierra para sembrar plantas dedicadas a la producción de biocombustibles, lo cual reportará beneficios ambientales adicionales” [14].

Ejemplos de sus usos y sus beneficios hay muchos. En la Pontificia Universidad Católica de Chile un equipo liderado por el doctor Patricio Arce ha desarrollado y está probando cítricos biotecnológicos tolerantes a la salinidad, con buenos resultados en el norte del país. El posible impacto de escalarse comercialmente es enorme, al poder producirse cítricos en el desierto de Atacama. En la misma línea, el equipo del doctor Simón Ruíz, de la Universidad de Talca, está desarrollando un maíz transgénico tolerante a la sequía [15].

En los últimos cinco años, además, se ha avanzado en nuevas técnicas de mejoramiento genético vegetal (New Breding Technics) las cuales permiten editar o “apagar genes”, con el fin de reducir, eliminar o incrementar que el organismo produzca proteínas, indeseadas o deseadas, según el caso.

De esta forma, científicos han logrado en España apagar los genes que producen las proteínas responsables de las gliadinas presentes en el trigo, y que son la causa de la enfermedad celíaca. Ya hay pruebas satisfactorias en humanos y se está a la espera de su aprobación comercial. Como este, se suman a la vez ejemplos que abordan la preocupación por la casa común. Por el aumento en las temperaturas medias del planeta debido al cambio climático y el calentamiento global, hay cultivos que se han vuelto inviables. Ante esta realidad, otro grupo de científicos ha logrado desarrollar una variedad de lechuga capaz de crecer y desarrollarse normalmente hasta a 37 grados de temperatura.

Agua: Primera prioridad

La biotecnología es solo una de las soluciones para hacer de la agricultura una actividad sostenible.

La agricultura sufre de una paradoja: los alimentos que produce se requieren para subsistir, pero al mismo tiempo es en nuestro país la actividad productiva que más agua utiliza. Sin agua, no crecen los vegetales, sin vegetales no hay alimentación, y sin alimentación, humanos y animales no viven. Nuevamente es un tema sobre el que el Papa Francisco, advierte en Laudato sí’:

Una mayor escasez de agua provocará el aumento del costo de los alimentos y de distintos productos que dependen de su uso. Algunos estudios han alertado sobre la posibilidad de sufrir una escasez aguda de agua dentro de pocas décadas si no se actúa con urgencia. Los impactos ambientales podrían afectar a miles de millones de personas, pero es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo [16].

Posiblemente no hay actividad más sostenible que producir alimentos, pero siempre que se haga con el cuidado de reducir y maximizar la eficiencia de esta huella hídrica y que se tenga la misma preocupación por no degradar el suelo. Hoy hay técnicas para lograrlo, pero se requiere implementarlas y priorizarlas como política del sector y del país.

agua primera prioridad

Por parte de los agricultores se requiere seguir avanzando en tecnificar el riego, donde aún hay una gran brecha, especialmente a nivel de pequeños predios. También se requiere medir, a través de la telemetría y el internet de las cosas. Lo que no se mide, no se controla y se desperdicia. El agua es quizá uno de los ejemplos más evidentes de esto. Se requiere a la vez impulsar las organizaciones de usuarios de aguas, que en Chile son quienes gestionan los canales y la infraestructura de riego. Y allí el Estado se ha dado cuenta que puede aportar subsidiando a través de la Comisión Nacional de Riego, iniciativas y recursos que ayuden a la profesionalización de estos grupos intermedios.

También son necesarios más embalses para retener el agua cuando llueve, y que cuenten con un compromiso y aporte público y privado; hacer un adecuado catastro de acuíferos para poder hacer un buen uso de las aguas subterráneas e incluso infiltrarlos para darles más potencial; evaluar con celeridad y dar curso a la Carretera Hídrica, proyecto que podrá llevar agua desde los ríos caudaloso del sur hacia las cuencas agrícolas del centro-norte y norte del país, hoy afectados por la sequía y el cambio climático. Con asegurar el agua, todos ganamos.

Hay un proyecto ingresado para evaluación al MOP para análisis de factibilidad, que promete llevar agua de sur a norte por vía marina a través de un tubo flexible con mínimos impactos ambientales. Otro proyecto pretende llevar agua de sur a norte a través de ductos cordilleranos. Habrá que ver cuál de los proyectos es más viable y conveniente.

Se ha emprendido ya la alternativa de las plantas desalinizadoras de agua, una opción válida, dado que en toda la extensión de Chile está el Océano Pacífico.

Adecuado manejo de agroquímicos y residuos

La contaminación que sobre la tierra y las napas subterráneas puede producir el uso no racional de productos fitosanitarios ha sido una preocupación permanente. En 2011 un informe del Banco Mundial, solicitado por la Dirección General de Aguas del Ministerio de Obras Públicas de Chile afirmó que

la contaminación química por los fertilizantes y pesticidas es preocupante, especialmente en los acuíferos. La reutilización de efluentes de aguas servidas para riego, puede transmitir, aun después del tratamiento secundario, y dependiendo de la capacidad de purificación de los suelos, una serie de organismos patógenos con riesgos para la salud pública y los ecosistemas. Esto es particularmente relevante dado que la persistencia de alguno de ellos puede llegar hasta un año. La práctica bastante frecuente del riego con aguas servidas tratadas en forma inadecuada en función de las características de los suelos subyacentes, en las zonas periurbanas puede generar la incorporación de nutrientes a las aguas subterráneas y/o superficiales [17].

El Papa Francisco se une a esta preocupación advirtiendo que:

Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras. Se enferman, por ejemplo, a causa de la inhalación de elevados niveles de humo que procede de los combustibles que utilizan para cocinar o para calentarse. A ello se suma la contaminación que afecta a todos, debida al transporte, al humo de la industria, a los depósitos de sustancias que contribuyen a la acidificación del suelo y del agua, a los fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agrotóxicos en general [18].

Entonces la pregunta que cabe hacerse es por qué se usan los agroquímicos. Desde lo agronómico, los vegetales que se cultivan deben enfrentar diversos desafíos. Dos de los principales son la competencia por los nutrientes por parte de las malezas, y otra es el ataque por parte de insectos plaga. Para abordar estos problemas agronómicos es que se utilizan los productos fitosanitarios o agroquímicos. La biotecnología, por su parte ha provisto variedades vegetales que enfrentan mejor estos desafíos y que permiten bajar la carga de estos productos, tema en el que ya hemos abundado.

Hoy los esfuerzos de la industria se enfocan en campañas para medir y disminuir la cantidad de aplicaciones de productos, utilizar las prácticas agrícolas como la rotación de cultivos y la cero labranza, y el complemento o reemplazo parcial con bioinsumos. Estos últimos, no por el hecho de tener origen biológico son per se inocuos para el medio ambiente. Sean químicos presentes en la naturaleza o de origen sintético los que se usen, siempre parece ser la dosis la que hace el peligro. Allí hay mucho mito que derribar.

Es por eso, que la receta es más bien medir y controlar las aplicaciones de productos, para de esta forma no sobrecargar la tierra, ni destruir el resto del medio ambiente, más allá de la plaga. Y, por supuesto, seguir las instrucciones del etiquetado y respetar los periodos de carencia.

Otra buena práctica es que los agricultores mantengan un contacto permanente con los apicultores cercanos, a los que necesitan, porque habitualmente con sus abejas les proveen el servicio de polinización. Es relevante que les avisen cuando les corresponda realizar aplicaciones de productos fitosanitarios, de tal forma que los apicultores vecinos trasladen sus colmenas hacia zonas seguras del predio, labor que es factible dado el carácter trashumante de las abejas.

En la misma línea, los esfuerzos deben estar también enfocados a la disminución y adecuado manejo de los residuos que genera la agricultura. En ese sentido, son valorables las campañas de triple lavado de envases, que hoy se realizan a nivel mundial y especialmente en Latinoamérica, donde esta cultura no estaba tan extendida. Así se disminuyen los riesgos de intoxicaciones, y efectos negativos sobre la salud, humana, animal y contaminación medioambiental.

Combatir la “cultura del descarte”

Un tema nuevo y que en Chile se ha dado a partir del auge exportador frutícola es la cantidad de alimentos que se descartan y que van a parar al basurero. Los mercados exigen productos de primera calidad, por lo cual la fruta que no está en condiciones de llegar a los puertos de destino se descarta. Simplemente botarla no es sostenible. El Papa en Laudato si´ hace un expreso llamado a combatir esa “cultura del descarte”.

Hoy se trabajan varias líneas de manejo de este “descarte”. Una es el aprovechamiento de este para generar bioenergía. Otra, mediante I+D+I, desarrollar ingredientes o aditivos saludables con nuevas funcionalidades a partir de este. Y, en tercer lugar, la derivación mediante empresas B, especialmente dedicadas a ello, hacia fundaciones o instituciones de beneficencia para la alimentación de quienes lo requieren.

Hay una tendencia cada vez mayor en estas tres dimensiones de trabajo, todas las cuales apuntan a atacar esa “cultura del descarte” que el Papa Francisco ha denunciado en su encíclica.

Conclusión

La tendencia generalizada hacia la valoración del medioambiente y la necesidad de dar un uso sostenible a los bienes que Dios ha puesto a nuestro cuidado, se manifiesta actualmente en muchos flancos, y la agricultura no es la excepción. Debido a que hay que acelerar el tranco en implementar medidas que aseguren la alimentación de cada vez más seres humanos, sin que ello signifique transformar bienes que hoy son renovables en no renovables, la agricultura debe seguir implementando múltiples medidas para cuidar la tierra y el agua, sin lo cual no hay alimentos.

Por otra parte, la academia y el propio sector agrícola (a través de sus asociaciones gremiales) tienen el deber de educar a la población urbana, de tal manera que entienda la forma en que se producen los alimentos, antes de emitir juicios apresurados respecto de la sostenibilidad del sector.

La “cuestión medioambiental”, que las encíclicas sociales habían venido tratando brevemente, a partir de Laudato si´ pasa a ser un tema clave para el mundo católico. Lo es para el mundo en general, qué duda cabe, pero el Papa Francisco lo eleva a categoría de responsabilidad grave e insoslayable para las mujeres y hombres de fe.

Para cerrar, nos quedamos con las palabras que el Cardenal Peter A. K. Turkson, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, usó para profundizar sobre este concepto en una conferencia realizada ante ejecutivos y empresarios en aulas chilenas en 2016:

El cuidado de nuestra casa común requiere, como dice el Papa Francisco, no solo una revolución económica y tecnológica, sino también una revolución espiritual cultural: una forma profundamente distinta de aproximarse a la relación entre personas y medio ambiente, una nueva forma de ordenar la economía mundial. Y esto, a su vez, pone una enorme responsabilidad en los hombros de los líderes empresariales como también en los líderes populares. ¡Pero confío en que ustedes son aptos para la tarea! [19]


Sobre el autor

Francisco José Contardo Morandé es periodista, MBA, diplomado en Economía y diplomado en Calidad y Responsabilidad Social en el Agro. Actualmente es director ejecutivo de ComunicAgro y conduce el programa El Agro, en Radio agricultura. Fue vicepresidente ejecutivo de la Fundación de Comunicaciones, Capacitación y Cultura del Agro (FUCOA) y es miembro fundador de la Red de Periodistas Agroalimentarios de Chile y de la Red Latinoamericana de Comunicadores Agropecuarios (CALC). Es miembro del Comité Editorial de Radio María Chile, y miembro del Consejo Directivo de Corporación CIEES Chile. 


Notas

[1] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 31.
[2] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n.171.
[3] Cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n.174.
[4] Papa Juan Pablo II, Centesimus Annus. Encíclica publicada en el centenario de la Encíclica Rerum Novarum, 1991, n°38.
[5] Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate, n.51.
[6] Morandé Court, Pedro, “¿Es posible una ecología humana?”, discurso al ser incorporado a la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile, 1999. Humanitas N° 14, otoño 1999, p. 244.
[7] Guridi Ortúzar S.J, Román, Ecoteología: Hacia un nuevo estilo de vida. Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2018, p.20.
[8] Estudio El futuro de la alimentación y la agricultura: Vías alternativas hacia el 2050. FAO. Capítulo 1: La preocupación principal y mensajes clave. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura Roma, 2018, p.14.
[9] Papa Francisco, “Innovación biológica a partir de la investigación”. En Laudato si´, 2015, n°130.
[10] Papa Francisco, “Innovación biológica a partir de la investigación”. Laudato si´, 2015, n°131.
[11] Brookes, Graham & Barfoot, Peter, “Farm income and production impacts of using GM crop technology 1996–2016”. Executive summary and conclusions. PG Economics Ltd, UK, 2018, p.16.
[12] ISAAA Briefs brief 53 Global Status of Commercialized Biotech/GM Crops in 2017: “Biotech Crop Adoption Surges as Economic Benefits Accumulate in 22 Years”. The International Service for the Acquisition of Agri-biotech Applications (ISAAA). 2017, p. 135.
[13] Vicuña, Rafael, “Biotecnología: mercados y bioética”. Revista Estudios Públicos 110, CEP, Santiago, otoño 2008, p. 14.
[14] Ídem.
[15] En la Universidad de Chile, equipos liderados por la doctora Claudia Stange, y en el Instituto de Investigación Agropecuaria INIA, equipos liderados por el doctor Humberto Prieto, trabajan intensamente en otros proyectos en esta misma línea, que sin duda son un aporte a la sostenibilidad de la agricultura.
[16]  Papa Francisco, “Lo que está pasando en nuestra casa”. Laudato si, 2015, n°31.
[17] Lajaunie, Marie-Laure; Scheierling, Susanne; Zuleta, Javier; Chinarro, Lara; Vazquez, Víctor, Chile - Diagnóstico de la gestión de los recursos hídricos. Banco Mundial, 2011.
[18] Papa Francisco. “Contaminación y cambio climático”. Laudato si´, 2015. n°20.
[19] Turkson, Cardenal Peter A. K., “Desafíos morales para la empresa y la sociedad”. Charla en conferencia “El futuro de la corporación: de lo mejor del mundo a lo mejor para el mundo”, ESE Business School. 2016. P.42. Pezoa, Álvaro y Mendoza, Cristián, Francisco y la empresa: repensando la economía y los negocios. Editado por el ESE Business School de la Universidad de los Andes, Santiago de Chile, julio 2018.

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