Holiness In A Secular Age: The Witness of Cardinal Newman
Autor: Juan Vélez
Scepter Publishers
Chicago, 2017
208 págs.


Son innumerable las biografías y textos que se han escrito sobre el beato inglés John Henry Newman, muy admirado por los papas recientes, San Juan Pablo II, Benedicto XVI y el mismo pontífice actual, Papa Francisco. Su canonización es esperada con gozo por el creciente círculo de sus admiradores, siendo, sin embargo, su honda doctrina aún poco conocida para la mayoría de los católicos.

El autor, Padre Juan Vélez, es un versado experto sobre Newman, quien ya nos ha favorecido con una biografía muy útil para quien quiera conocer más al beato inglés (Passion for Truth: the Life of John Henry Newman). Velez comprende la necesidad, e incluso el deber, de dar a conocer la vida y el pensamiento de Newman a una amplia audiencia católica. Esto mismo es lo que ha hecho, atendiendo ahora a las necesidades de conocimiento de estudiantes católicos, con su libro “Santidad en la era secularista – el testimonio del Cardenal Newman” (Holiness in a Secular Age: The Witness of Cardinal Newman). Un libro introductorio que uno hubiera querido como estudiante, un estudio manejable que llega a la esencia de Newman con poca dificultad.

En su libro señala las correcciones de Newman a los errores y desafíos de la era Victoriana con una sorprendente frescura de estilo, con respuestas a las destructivas fuerzas de esos días. El utilitarismo, materialismo, neopaganismo y la “religión de la humanidad” del siglo XIX anticipo del avance del secularismo de nuestro siglo que valoriza el subjetivismo extremo, la moral de la anarquía, y la experimentación “post-humana”. Así mismo, el Padre Vélez organiza su estudio en torno a un tema personal, omnipresente en la vida y obra de Newman, dándole especial contundencia. Se trata de sus amistades personales: emblemas vivientes de la amistad del hombre con Dios. Se ve la fuerza de esto en su conocido motu episcopal, Cor ad cor loquitor (“El corazón habla al corazón”); la colaboración de sus grandes compañeros de Oxford, Edward Pussey, John Keble y Hurrel Froude: y muchos otros que se convirtieron en amigos para toda la vida, y estuvieron al centro del Movimiento de Oxford. Esto también se dio con sus tutoriados del Oriel College, de la misma Universidad, a quienes les ofreció dirección académica y espiritual, así como también más tarde, ya converso y ordenado sacerdote católico, lo hizo con los niños del Birmingham Oratory School, quienes contribuyeron a su pensamiento sobre educación.

Con la unión de dos aspectos de la vida de Newman -lo público y lo privado- el autor nos explica cómo aprovechar la figura del Cardenal Newman como modelo. Por ejemplo, emplear sus argumentos al cuestionar sistemas educativos desprovistos de formación moral, o para combatir posturas que sostienen que la conciencia es un asunto de preferencias personales. O mirándolo desde otra perspectiva, moderar el temor generalizado, incluso entre católicos, de pensar que la fe es un obstáculo para el desarrollo científico. Newman combatió errores en estos y otros muchos temas desde una perspectiva católica como una manera de evangelización, pero por sobre todo, combatió con su buen ejemplo, sus muchas amistades y su santidad.

Los episodios de la vida del Bienaventurado John Henry Newman se despliegan a lo largo de los dieciséis cortos capítulos de este libro, acotando cada uno a aspectos particulares tales como: “Amistad”, “Santidad y vida cristiana”, “La vida moral en el Reino de Dios”, “El desarrollo de la doctrina”, “La educación universitaria”, “Fe, razón y ciencia”.

A través de la narrativa uno se sorprende de la resiliencia espiritual de Newman, quien se enfrentó con una sociedad Victoriana arrogante y materialista y, por otro lado, con numerosas dificultades en su propia vida sacerdotal, algunas bastante conmocionantes. En este contexto Newman sorprende por su profunda santidad y vida de devoción.

El autor explora esta santidad en diversos momentos de su vida, citando en un punto la observación del arzobispo John Honoré quien señala que, a pesar de los muchos roles que desempeñó a lo largo de su existencia, “Newman era por sobre todo un hombre de Dios, para quien lo único que importaba era el diálogo con el Creador”.

El Papa Juan Pablo II en una ocasión afirmó que Newman fue el gran apologista y guía espiritual de sus tiempos, y cuya contribución a la religión no fue solo relevante en su propio tiempo, sino que lo sería también en el futuro. El profundo estudio del Padre Velez sobre el beato inglés ofrece un argumento de gran convicción.


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