Bajo un fuerte sentimiento de esperanza, la ciudad se prepara para recibir al Santo Padre.

La decisión del Santo Padre de visitar Irak puede resultar vital para salvar a su antigua comunidad cristiana de la extinción, según Mons. Bashar Warda, uno de los obispos más influyentes del país. Esto, sobre todo después de la invasión de ISIS, que provocó la huida de decenas de miles de cristianos. "Ciertamente, esta visita proporcionará fuerza y coraje reales a los cristianos iraquíes para permanecer en nuestra patria y reconstruir aquí".

En su primer viaje luego de la aparición de la pandemia del Covid-19, el Papa Francisco estará en Irak entre el 5 y 8 de marzo: será la primera visita de un Pontífice a ese país de mayoría musulmana. 


El 6 de agosto de 2014 es una fecha que quedará grabada en la memoria de muchos iraquíes. Ese día, los yihadistas de ISIS tomaron Qaraqosh, ciudad que albergaba la mayor población de cristianos en aquel país de Medio Oriente. Por primera vez en más de 2.000 años, la ciudad se quedó sin creyentes.

La caída de Qaraqosh supuso un punto de inflexión. Quedaba claro que los yihadistas, que ya habían conquistado la ciudad de Mosul, la segunda más grande de Irak, no se detendrían. La Llanura de Nínive, en el norte de ese país, estaba bajo su control y 125.000 cristianos debieron huir de los territorios ocupados por el mal llamado Estado Islámico.

En Qaraqosh, el 6 de agosto se vivieron horas de pánico. Los terroristas ofrecían a los cristianos 3 alternativas: pagar un impuesto (una suma inalcanzable para la mayoría de las familias), convertirse al islam o morir. Cerca de 44.000 personas emprendieron la huida. Mujeres embarazadas, ancianos, niños… todos debían caminar soportando los 40°grados de calor del desierto, con el miedo constante de ser interceptados por militantes de ISIS.

“Yo estaba en mi casa, no sabía lo que había ocurrido. De pronto, sentí ruidos. Salí y me encontré con miles de personas cubiertas de polvo, pidiendo ayuda”. Así recordaba esos días Mons. Bashar Warda, arzobispo de la ciudad de Erbil. Lo conocí en marzo de 2015, 8 meses después de la toma de Qaraqosh, cuando tuve la oportunidad de viajar a Irak, junto a una delegación de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN). Queríamos conocer en terreno la situación de los cristianos en ese país. Lo que nos encontramos fue sobrecogedor: miles de familias vivían en improvisados campos de refugiados. Algunos en contenedores instalados en los patios de escuelas y parroquias, otros hacinados en un mall. Pero estaban agradecidos: habían logrado escapar.

Helda Khalid Jacob Hindi, de 10 años, había llegado desde Qaraqosh a Erbil, huyendo con su familia. “Las campanas de alarma sonaron en nuestra calle y tuvimos que escapar. Salí llorando, sin esperanza de volver a mi pueblo… Mi familia y amigos nunca sintieron que Dios nos había abandonado. Dios siempre ha estado con nosotros”.

El joven seminarista Martin Banni, hoy ordenado sacerdote, nos contaba su experiencia: había tenido que huir del pueblo de Batnaya. Pero no salió hasta confirmar que todos los cristianos habían escapado y rescatar el Santísimo de la iglesia. Decidió quedarse en Erbil, a pesar de que sus padres y hermanos habían pedido refugio en Estados Unidos. “Yo quiero estar con mi pueblo. No puedo abandonarlos”. Le preguntamos si temía por su vida, a lo cual nos respondió, con una sonrisa: “Estoy preparado para morir como mártir”.

Durante tres años sacerdotes, religiosas y laicos trabajaron incansablemente para acompañar y ayudar a quienes llegaban a Erbil, ciudad que recibió a la mayoría de los cristianos que escaparon de la Llanura de Nínive. El Padre Benoka Benham atendía un improvisado consultorio, las religiosas dominicas, que también habían huido de Qaraqosh, consolaban a las personas, el obispo Warda organizaba la ayuda para que a nadie le faltara comida o agua y para que los niños, que de un día para otro se habían quedado sin poder ir a la escuela, siguieran educándose. Existía un peligro considerable de que se convirtieran en una “generación perdida”. Fue así como se instalaron escuelas temporales. Los profesores eran desplazados internos, como sus alumnos.

El difícil regreso a casa

A mediados de 2017, las fuerzas iraquíes y sus aliados pudieron recuperar los territorios ocupados por ISIS y decenas de miles de cristianos desplazados regresaron a las ruinas que quedaban de sus ciudades natales. Se calcula que 15.000 casas de familias cristianas resultaron dañadas.

Otros cristianos decidieron quedarse en Erbil o emigrar del país, ya que sienten que aún no es seguro regresar. Todavía hay grupos extremistas que afirman que matar a cristianos y yazidíes ayuda a difundir el islam. Al adherirse estrictamente a las enseñanzas coránicas, prescriben la condición de dhimmi (ciudadanía de segunda clase) a las minorías, permitiendo la confiscación de propiedades y la aplicación de la yicia, el impuesto islámico. "Si los cristianos no regresan a sus hogares, el cristianismo en Irak desaparecerá", denuncia el sacerdote iraquí Salar Kajo.

En reconocimiento del derecho universal al retorno de toda persona desplazada o refugiada, las tres iglesias cristianas en la Llanura de Nínive (católica siríaca, ortodoxa siríaca y caldea), con la ayuda de ACN, crearon el Comité de Reconstrucción de Nínive en marzo de 2017 para incentivar el regreso de los cristianos a su tierra ancestral. La presencia cristiana, no solo en Irak sino en todo Medio Oriente, es vital para promover la paz y la reconciliación. En palabras del Cardenal Pietro Parolin: "Aquí en Irak, los cristianos tienen una vocación especial de ser artesanos de la paz, la reconciliación y el desarrollo".

El esfuerzo y el éxito de la operación retorno fueron enormes, aunque todavía está lejos de terminar. Para que los cristianos regresen a sus aldeas en un número aún mayor y para asegurar la continuidad del cristianismo en Irak, no basta con restaurar sus hogares. Las familias necesitan construir comunidad.
De ahí la importancia de reconstruir las instalaciones administradas por la Iglesia en las ciudades y pueblos cristianos de Nínive (363 edificios fueron dañados). El 87% de las propiedades eclesiales tienen una función de apoyo social, incluidos los salones parroquiales que sirven como centros comunitarios para actividades pastorales y sociales, instalaciones educativas, orfanatos, residencias, clínicas y conventos.

La reconstrucción es clave para el futuro del cristianismo en Medio Oriente y un signo de esperanza. Estos edificios, que a primera vista no parecen satisfacer una necesidad vital, son realmente cruciales para el tejido social de los cristianos que regresan y para la paz en la región.

0203 Irak Karakosh iglesia destruida

Hombre barre iglesia destruida en Qaraqosh, Irak.

Una visita de esperanza

Si bien la crueldad y brutalidad de ISIS hizo que el mundo reaccionara a la difícil situación de los cristianos en Irak, esta realidad no ha sido única, ya que, en distintos momentos de la historia, quienes siguen a Cristo en ese país han sido perseguidos y discriminados. Antes de 2003 había un millón y medio de creyentes: el 6% de la población iraquí. Hoy en día, solo hay 250.000, menos del 1% de la población. Y la emigración de cristianos continúa.

El 7 de diciembre pasado, el Papa Francisco sorprendió al mundo anunciando que viajaría a Irak en marzo próximo. Invitado por el gobierno iraquí y la Iglesia local, visitará Bagdad, además de la región de Ur, ciudad en la que según la tradición nació Abraham, y Mosul, Qaraqosh y Erbil, entre otros lugares.

En Qaraqosh los preparativos avanzan a toda velocidad. El Papa celebrará Misa en Al-Tahira, iglesia que fue destruida por los yihadistas y que hoy se encuentra restaurada. “Recuerdo muy bien lo destrozado que estaba el templo. Totalmente calcinado. Destruyeron todas las cruces, robaron lo que había dentro de la iglesia, las imágenes y todo lo demás. Los líderes del ISIS escribieron sus nombres en las columnas de la iglesia, y utilizaron el exterior como lugar de entrenamiento para nuevos combatientes”, recuerda su párroco Ammar Yako.

En distintas ocasiones Francisco había manifestado su deseo de viajar a Irak, pero motivos de seguridad y luego la pandemia, lo habían impedido. Ya en junio de 2019 había dicho: “Pienso constantemente en Irak, donde quiero ir el año que viene, en la esperanza de que pueda mirar hacia adelante a través de la participación pacífica y compartida en la construcción del bien común de todos los componentes religiosos de la sociedad, y no caer en tensiones que provienen de los interminables conflictos de las potencias regionales”.

La visita tiene un fuerte componente interreligioso. El 6 de marzo el Papa viajará a Najaf para reunirse con Al-Sistani, uno de los líderes chiíes más importantes del mundo. Ese mismo día también tendrá una reunión interreligiosa en la ciudad de Ur.

En un país marcado por las difíciles relaciones entre credos, la reunión de Francisco con Al-Sistani tendrá un enorme simbolismo para todos los iraquíes, no sólo los cristianos.

"Que Su Santidad venga a visitarnos ahora puede ser lo que nos salve", aclara Mons. Warda. Al destacar el impacto potencial del viaje del Papa en las relaciones interreligiosas, el arzobispo dijo: “La visita no solo será importante para los cristianos, sino para todas las minorías de Irak, incluidos los yazidíes con quienes hemos compartido tanto dolor en estos últimos años".

Por su parte, Mons. Nizar Semaan señaló a ACN que la visita del Papa "es simplemente una gran noticia, ya que tendrá un gran impacto en la vida de los cristianos en Irak". Porque, como dijo Francisco el 8 de febrero al Cuerpo Diplomático acreditado en la Santa Sede: “En nuestra época, el diálogo interreligioso es un componente importante en el encuentro entre pueblos y culturas. Cuando se entiende no como una renuncia a la propia identidad, sino como una oportunidad para un mayor conocimiento y enriquecimiento mutuo, este constituye una buena ocasión para los líderes religiosos y para los fieles de las diversas confesiones.”


Testimonio de Mons. Bashar Warda, arzobispo de Erbil, Irak:

“Somos un pueblo que ha soportado la persecución con paciencia y fe durante 1.400 años y que ahora afronta una lucha existencial, nuestra batalla definitiva en Irak. La causa más inmediata es el ataque de ISIS, que ocasionó el desplazamiento de más de 125.000 cristianos de tierras históricas y que nos dejó, en una sola noche, sin refugio, sin trabajo ni propiedades, sin iglesias ni conventos, sin la posibilidad de participar en ninguna de las cosas normales de la vida que otorgan dignidad: visitas familiares, celebración de bodas y nacimientos, compartir penas. Nuestros opresores confiscaron nuestro presente mientras intentaban borrar nuestra historia y destruir nuestro futuro. Esta fue una situación excepcional, pero no aislada, que pasa a formar parte del ciclo recurrente de violencia en Medio Oriente desde hace más de 1.400 años.”


Labor de ACN

Desde los ataques de ISIS en 2014, y durante todo el período de ocupación, ACN intensificó su ayuda a los cristianos en Irak, apoyando al gran número de refugiados en Erbil y sus alrededores. Nuestra ayuda permitió asegurar la sobrevivencia de 11.800 familias, apoyamos la educación de 7.200 niños cristianos en escuelas temporales y distribuimos 141.600 canastas de alimentos, entre otras actividades.

Tras la derrota de ISIS, hemos ayudado a las familias a regresar reparando casas, iglesias y centros comunitarios. Más información en www.acn-chile.org

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