"Navidad es mirar al Dios que lloró al nacer y nació para enjugar nuestras lágrimas; y pecados con su misericordia".

Mirar, deleitarse y caer en la cuenta de todo lo que afecta a la propia vida el hecho de que Dios se haya hecho hombre. No como una leyenda histórica, sino de verdad, es lo que santa Teresa de Jesús llamaba «contemplar la divina Humanidad de Cristo».

Hace 500 años, la Santa de Ávila lo proponía como un camino para ponderar mejor lo que se tiene, aprovechar la oración, sentir y entender que la misericordia de Dios tiene que ver con la vida, con el día a día, y querer responder al Amor con amor.

La Santa sabía que la Navidad es un tiempo excelente para esta contemplación que transforma, y por eso compuso villancicos que rezaba con las religiosas de sus monasterios. Navidad es mirar al Dios que lloró al nacer y nació para enjugar nuestras lágrimas; y pecados con su misericordia.


Sangre a la tierra

El Niño viene llorando;
Mira, Gil, que te está llamando.

Vino del cielo a la tierra
para quitar nuestra guerra;
ya comienza la pelea,
su Sangre está derramando.
Mira, Gil, que te está llamando.

Fue tan grande el amorío,
que no es mucho estar llorando,
que comienza a tener brío haviendo de estar mandando.
Mira, Gil, que te está llamando.

Caro nos ha de costar,
pues comienza tan temprano
a su sangre derramar,
havremos de estar llorando.
Mira, Gil, que te está llamando.

No viniera Él a morir,
pudiera estarse en su nido;
¿No ves, Gil, que si ha venido
es como león bramando?
Mira, Gil, que te está llamando.

Dime, Pascual, ¿qué me quieres,
que tantos gritos me das?
– Que le ames, pues te quiere y por ti está tiritando.
Mira, Gil, que te está llamando.


h80 santa teresa 2Con los Reyes

Pues la estrella
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.

Vamos todos juntos
a ver el Mesías,
pues vemos cumplidas
ya las profecías.
Pues en nuestros días,
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.

Llevémosle dones
de grande valor,
pues vienen los Reyes,
con tan gran hervor.
Alégrese hoy
nuestra gran Zagala,
vaya con los Reyes
la mi manada.

No cures, Llorente,
de buscar razón,
para ver que es Dios aqueste Garzón.
Dale el corazón,
y yo esté empeñada:
vaya con los Reyes
la mi manada.

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Durante doce años Francisco fue el pastor de la Iglesia, un Papa argentino que llevó hasta el Vaticano lo mejor de la Iglesia de Latinoamérica: su sencillez, su espiritualidad, su actitud en permanente salida y su opción por estar junto a los últimos. Un Papa con voz firme y fuerte, pero que supo comunicar con ternura y sin enfrentamientos, humilde y franco, lleno de gestos y de sorpresas, que se fue haciendo anciano, pero que condujo la barca de Pedro con la fuerza de quien se deja mover por el Espíritu Santo.
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