Sinodalidad, anticlericalismo, inculturación y poesía.

© Humanitas 93, año XXV, 2020, págs. 127 – 135.


Durante los primeros días de febrero el Papa Francisco dio a conocer la Exhortación postsinodal Querida Amazonía, relativa al Sínodo especial para la Amazonía que tuvo lugar en Roma del 6 al 27 de octubre de 2019. El texto contiene mensajes profundos que superan todas aquellas simplificaciones que, en nuestra pereza intelectual, esperábamos encontrar en el mismo. En cambio, Querida Amazonía nos habla en un idioma peculiar, en poesía, y rescata aquellos tesoros que esta zona del planeta, su historia y su cultura, tienen para darle al mundo, para ayudarnos a vivir de una manera más auténticamente humana y de cara al sentido último de nuestra vida.

A continuación entregaremos cuatro elementos que nos ayudan a comprender la Exhortación y a descubrir los regalos que ella nos tiene. Estos elementos son: el valor que rescata de la sinodalidad, su carácter anticlerical, el llamado a la inculturación y su invitación a la contemplación desinteresada de la obra de Dios.

Una Exhortación que afirma y asume la sinodalidad

El comienzo del texto llama ya la atención por su inédito reconocimiento a la sinodalidad de la Iglesia. Francisco enfatiza que no «reemplazará» ni «duplicará» el Documento Final del Sínodo de octubre de 2019, sino que «le gustaría presentarlo oficialmente» e invita a “leerlo íntegramente”. Esto convierte a Querida Amazonía en el primer documento papal en reconocer la enseñanza autoritaria inherente, es decir, la naturaleza magisterial, del proceso sinodal. Es la primera vez que un documento de semejante importancia magisterial se presenta explícitamente como un texto que “acompaña” a otro.

Con esto Francisco afirma asumir todo lo contenido en el Documento Final, pues reconoce su valor, los aportes de los padres sinodales y el proceso de escucha que se llevó a cabo para generarlo. Inserta entonces la Exhortación como un elemento complementario al itinerario sinodal que está en marcha.

Un marcado anticlericalismo

A pesar de las expectativas de muchos, Querida Amazonía no aborda la cuestión del celibato. Sin embargo, el documento sí da pasos para ampliar el alcance de los ministerios laicos en la región. “Una Iglesia con rostros amazónicos requiere la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad”, escribe Francisco, “que conozcan las lenguas, las culturas, la experiencia espiritual y el modo de vivir en comunidad de cada lugar, al mismo tiempo que dejan espacio a la multiplicidad de dones que el Espíritu Santo siembra en todos».

Este lenguaje recuerda las críticas del Papa al clericalismo, rasgo que ha rescatado como muy propio del continente latinoamericano y como factor que ha tendido a anular la personalidad de los cristianos [1]. El Papa se desmarca así, sin afirmarlas ni negarlas, de aquellas posturas que solo esperaban del Sínodo un avance de la Iglesia en temas como la eliminación de la obligación del celibato.

Este sesgo no ha hecho sino clericalizar aún más el debate y centrarlo en una lógica de poder que no asumía la vocación sacerdotal contenida en todo cristiano en cuanto bautizado. Llama así a una nueva actitud, a “dar lugar a la audacia del Espíritu, para confiar y concretamente para permitir el desarrollo de una cultura eclesial propia”, subrayando luego que esta debe ser “marcadamente laical”.

Esta mayor presencia y un papel más profundo de los laicos dentro de la misión amazónica también los extiende a las mujeres, reconociendo la participación clave de ellas dentro de la región, que han sostenido en la fe a comunidades que no cuentan con la presencia de sacerdotes, y también dentro del Sínodo, cuyas intervenciones con carácter propiamente femenino iluminaron las discusiones que allí se desarrollaron. Propone el texto “una Iglesia sinodal de mujeres”, esto es, una Iglesia donde ellas “desempeñan un papel central en las comunidades amazónicas”, pudiendo “acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y permitan expresar mejor su lugar propio”. Indica luego que estos servicios “implican una estabilidad, un reconocimiento público y el envío por parte del obispo”. Esto implica una imposición de manos en nombre de los obispos de la región, enviando mujeres laicas para servir aún más a la región y a la Iglesia amazónica de una manera reconocida institucionalmente.

Un llamado a la auténtica inculturación

Sin duda el corazón de la carta del Papa es su llamado a una mayor inculturación, tema que fue discutido ampliamente por los padres sinodales en octubre de 2019.

El mensaje de la Iglesia “debe resonar constantemente en la Amazonía”, “para que sea posible esta encarnación de la Iglesia y del Evangelio”. Retoma aquí la idea expresada en la Exhortación Evangelii gaudium acerca de la inculturación, donde “la gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe” (115). El Papa llama a no despreciar “nada de lo bueno que ya existe en las culturas amazónicas”, invitando a llevar la cultura amazónica a la plenitud, “a la luz del Evangelio”. Subraya la necesidad de escuchar la sabiduría ancestral, reconocer el camino de vida de las comunidades originarias y recuperar la historia de su gente.

Querida Amazonía coloca la inculturación y el deseo de la Iglesia en el centro de su papel misionero en la región. “La inculturación eleva y plenifica”, dice la carta, “hay que valorar esa mística indígena de la interconexión e interdependencia de todo lo creado, mística de gratuidad que ama la vida como don, mística de admiración sagrada ante la naturaleza que nos desborda con tanta vida”.

Durante el Sínodo para la Amazonía, muchos de los que participaron, y el Documento Final en sí, mencionaron la importancia de aprovechar el sensus fidei, el instinto de fe, ya presente dentro de las tradiciones de la región. En el Documento Final del Sínodo, se escribió que “debemos dar una respuesta auténticamente católica a la petición de las comunidades amazónicas de adaptar la liturgia valorando la cosmovisión, las tradiciones, los símbolos y los ritos originarios que incluyan dimensiones trascendentes, comunitarias y ecológicas” (116).

La comprensión del sensus fidei con el que trabajaban los padres sinodales se basa en el documento del Concilio Vaticano II, Lumen gentium, que lo define como un “sentido de fe y de la gracia de la palabra”, con que Cristo constituye a los laicos como testigos (35).

El llamado, llevado por el Concilio Vaticano II, es recogido por Francisco en Querida Amazonía cuando escribe: “Ya el Concilio Vaticano II había pedido este esfuerzo de inculturación de la liturgia en los pueblos indígenas, pero han pasado más de cincuenta años y hemos avanzado poco en esta línea”.

La inculturación implica también asumir la realidad social de la región, lo que para Francisco se logra con una actitud de sana indignación. “No es sano que nos habituemos al mal, no nos hace bien permitir que nos anestesien la conciencia social mientras ‘una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región […] pone en peligro la vida de millones de personas y en especial el hábitat de los campesinos e indígenas’”, señala el Papa haciendo referencia al Documento de Aparecida (473).

En esta línea, el Papa hace una crítica a los gobiernos y a las empresas nacionales e internacionales que no han sabido respetar el derecho de los pueblos a la tierra y sus límites, que han sido culpables de la deforestación de la región y que han fomentado actividades ilegales en el territorio. Acusa una cultura de “corrupción” que rodea la región y se lamenta por el sufrimiento de quienes son víctimas de ello.

El enfoque ecológico que contiene la Exhortación, en línea con Laudato si’, se encuentra atravesado por un marcado acento social y antropológico, lo que le da fundamento último al cuidado de la naturaleza. Recordemos que la propuesta ecológica de la Iglesia contiene una índole marcadamente moral, considera que es un fenómeno constituyente de lo humano y tiene importantes implicancias en torno al compromiso con el bien común.

La contemplación como paso previo al amor

Un cuarto elemento de interpretación de la Exhortación es su carácter poético, que se manifiesta en la multiplicidad de escritores y poetas a los que cita, pero sobre todo en la propuesta de contemplación que atraviesa todo el texto. En este sentido, Querida Amazonía tiene un rasgo marcadamente contracultural que nos invita a observar la región con una mirada que no pretende objetivar ni utilizar, sino que se deja maravillar.

Todo el texto se ve penetrado con esta retórica que se articula en cuatro sueños; no son cuatro puntos, cuatro temas, cuatro argumentos, sino cuatro sueños que guardan correspondencia con las cinco conversiones a las que nos invita el Documento Final.

Sueño con una Amazonía que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida.
Sueño con una Amazonía que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana.
Sueño con una Amazonía que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas.
Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonía, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos. (7)

La mirada poética de la Exhortación es una bofetada a todas las intenciones colonizantes de la región, incluso dentro de la Iglesia, que pretenden utilizarla con intereses económicos, políticos o ideológicos. Esta nos invita a un itinerario que va desde la clausura de nuestra razón a nuestros propios intereses hacia una razón que se abre a la contemplación desinteresada, larga y pausada, paso previo para el desarrollo de la espiritualidad, de pasar de un hablar de Dios a un hablar con Dios y reconocerlo presente en medio del mundo, de la naturaleza, de la cultura y de las distintas circunstancias de la vida.

Aprendiendo de los pueblos originarios podemos contemplar la Amazonía y no solo analizarla, para reconocer ese misterio precioso que nos supera. Podemos amarla y no solo utilizarla, para que el amor despierte un interés hondo y sincero. Es más, podemos sentirnos íntimamente unidos a ella y no solo defenderla, y entonces la Amazonía se volverá nuestra como una madre. Porque “el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres” [Laudato si’, 934].

 Voces poéticas en Querida Amazonía

Querida Amazonía nos invita a la contemplación, y en el texto esta contemplación se hace poesía. El Papa ha optado por darles voz a escritores y poetas y citar a casi una veintena, la mayoría populares, pues sus poesías manifiestan aquella mirada que contempla y descubre, alejada de la objetivación de la ciencia y la técnica. La poeta peruana Ana Varela junto con el poeta boliviano Jorge Vega expresan el “clamor que grita al cielo” de los pueblos que se han visto expulsados y acorralados por la expansión colonizadora de la industria maderera y minera:

Son muchos los árboles
donde habitó la tortura
y vastos los bosques
comprados entre mil muertes.

(Ana Varela Tafur “Timareo”, en Lo que no veo en visiones. Lima 1992)


Los madereros tienen parlamentarios
y nuestra Amazonia ni quién la defienda […]
Exilian a los loros y a los monos […]
Ya no será igual la cosecha de la castaña.

(Jorge Vega Márquez, “Amazonia solitaria”, en Poesía obrera. Cobija-Pando-Bolivia 2009, 39)


El escritor Ramón Iribertegui narra en el texto escogido los padecimientos de los indígenas de la época del caucho en la Amazonía venezolana:

A los indígenas no les daban plata, sólo mercancía y cara, y nunca terminaban de pagarla, […] pagaban pero le decían al indígena: “Ud. está debiendo tanto” y tenía que volver el indígena a trabajar […]. Más de veinte pueblos ye’kuana fueron enteramente arrasados. Las mujeres ye’kuana fueron violadas y ampu-tados sus pechos, las encintas desventradas. A los hombres se les cortaban los dedos de las manos o las muñecas a fin de que no pudieran navegar, […] junto con otras escenas del más absurdo sadismo.

(Ramón Iribertegui, Amazonas: El hombre y el caucho. Ed. Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho - Venezuela, Monografía, n. 4, Caracas 1987, 307ss)


La ecuatoriana Yana Lucila Lema expresa en su poesía quichua la forma en que la naturaleza impregna las relaciones sociales y culturales:

Aquel lucero se aproxima
aletean los colibríes
más que la cascada truena mi corazón
con esos tus labios regaré la tierra
que en nosotros juegue el viento.

(Yana Lucila Lema, Tamyahuan Shamakupani (Con la lluvia estoy viviendo), 1)


El Papa presenta dos poemas nacidos del corazón de la Amazonía para mostrar la identidad cultural de sus pueblos que se ha gestado en su estrecha relación con el entorno:

Una vez había un paisaje que salía con su río,
sus animales, sus nubes y sus árboles.
Pero a veces, cuando no se veía por ningún lado
el paisaje con su río y sus árboles,
a las cosas les tocaba salir en la mente de un muchacho.

(Juan Carlos Galeano, “Paisajes”, en Amazonia y otros poemas. Ed. Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2011, 31)


Del río haz tu sangre […].
Luego plántate,
germina y crece
que tu raíz
se aferre a la tierra
por siempre jamás
y por último
sé canoa,
bote, balsa,
pate, tinaja,
tambo y hombre.

(Javier Yglesias, “Llamado”, en Revista peruana de literatura, n. 6 (junio 2007), 31)


Mario Vargas Llosa retrata en El Hablador la forma de transmisión oral de la sabiduría cultural de los pueblos de la Amazonía:

Esos primitivos habladores que recorrían los bosques llevando historias de aldea en aldea, manteniendo viva a una comunidad a la que sin el cordón umbilical de esas historias, la distancia y la incomunicación hubieran fragmentado y disuelto.

(Mario Vargas Llosa, Prólogo de El Hablador. Madrid, 8 de octubre de 2007)


La belleza y el poder deslumbrante y vivificador del agua de la Amazonía han enamorado a distintos escritores que, en su poesía, han expresado lo que esta les ha hecho sentir y lamentan su fragilidad:

Allí, en la plenitud de los estíos ardientes, cuando se diluyen, muertas en los aires inmóviles, las últimas ráfagas del este, el termómetro está substituido por el higrómetro en la definición del clima. Las existencias derivan de una alternativa dolorosa de bajantes y crecientes de los grandes ríos. Estos se elevan siempre de una manera asombrosa. El Amazonas, repleto, sale de su lecho, levanta en pocos días el nivel de sus aguas […]. La creciente es una parada en la vida. Preso entre las mallas de los igarapíes, el hombre aguarda entonces, con raro estoicismo ante la fatalidad irrefrenable, el término de aquel invierno paradójico, de temperaturas elevadas. La bajante es el verano. Es la resurrección de la actividad rudimentaria de los que por allí se agitan, de la única forma de vida compatible con la naturaleza que se extrema en manifestaciones dispares, tornando imposible la continuación de cualquier esfuerzo.

(Euclides da Cunha, Los Sertones (Os Sertões). Buenos Aires 1946, 65-66)


Amazonas
capital de las sílabas del agua,
padre patriarca, eres
la eternidad secreta
de las fecundaciones,
te caen ríos como aves…

(Pablo Neruda, “Amazonas”, en Canto General (1938), I, IV)


De la altura extrema de la cordillera, donde las nieves son eternas, el agua se desprende y traza un esbozo trémulo en la piel antigua de la piedra: el Amazonas acaba de nacer. Nace a cada instante. Desciende lenta, sinuosa luz, para crecer en la tierra. Espantando verdes, inventa su camino y se acrecienta. Aguas subterráneas afloran para abrazarse con el agua que desciende de los Andes. De la barriga de las nubes blanquísimas, tocadas por el viento, cae el agua celeste. Reunidas avanzan, multiplicadas en infinitos caminos, bañando la inmensa planicie […]. Es la Gran Amazonía, toda en el trópico húmedo, con su selva compacta y atolondrante, donde todavía palpita, intocada y en vastos lugares jamás sorprendida por el hombre, la vida que se fue urdiendo en las intimidades del agua [...]. Desde que el hombre la habita, se yergue de las profundidades de sus aguas, y se escurre de los altos centros de su selva un terrible temor: de que esa vida esté, despacito, tomando el rumbo del fin.

(Amadeu Thiago de Mello, Amazonas, patria da agua. Traducción al español de Jorge Timossi)


El mundo sufre de la transformación de los pies en caucho, de las piernas en cuero, del cuerpo en paño y de la cabeza en acero […]. El mundo sufre la transformación de la pala en fusil, del arado en tanque de guerra, de la imagen del sembrador que siembra en la del autómata con su lanzallamas, de cuya sementera brotan desiertos. Solo la poesía, con la humildad de su voz, podrá salvar a este mundo.

(Vinicius de Moraes, Para vivir un gran amor. Buenos Aires 2013, 166)


La peruana de origen chino, Sui Yun, da cuenta del poder espiritual de la contemplación a la que nos invita la Exhortación:

Recostados a la sombra de un viejo eucalipto nuestra plegaria de luz se sumerge en el canto del follaje eterno.

(Sui Yun, Cantos para el mendigo y el rey. Wiesbaden, 2000)


El último poema es de Pedro Casaldáliga y da cuenta de una inculturación que eleva y plenifica, donde la interconexión con la naturaleza y con Dios en ella se va tornando en una “relación personal con un Tú que sostiene la propia realidad y quiere darle un sentido, un Tú que nos conoce y nos ama”:

Flotan sombras de mí, maderas muertas.
Pero la estrella nace sin reproche
sobre las manos de este niño, expertas,
que conquistan las aguas y la noche.
Me ha de bastar saber que Tú me sabes
entero, desde antes de mis días.

(Pedro Casaldáliga, «Carta de navegar (Por el Tocantins amazónico)», en El tiempo y la espera. Santander 1986)

El Papa también se refiere a otros autores, como Alberto César Araújo, autor de Amazonia real; al escritor brasileño Evaristo Eduardo de Miranda (Quando o Amazonas corria para o Pacífico) y al alemán Harald Sioli (A Amazônia). 


Notas

[1] Cfr. Carta del Papa Francisco al cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, marzo de 2016.

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