Una reflexión en torno al surgimiento de pseudo-religiones, prácticas mágicas y otras formas de relación con lo sobrenatural o numinoso que giran en torno a la salud física o psíquica, la enfermedad y el dolor.
Sin duda el dolor, la enfermedad y la muerte, realidades centrales en toda experiencia humana, han sido problemas que todas las religiones han tenido que abordar. Naturalmente, las respuestas han sido variadas y, con frecuencia, insatisfactorias. Muchas religiones, entre ellas el propio cristianismo, se han interesado además en el aspecto complementario de la enfermedad y el dolor: la sanación o recuperación de la salud, tanto física como psíquica -aparte, por cierto, de la espiritual-. Sin embargo, tanto en el cristianismo como en otras religiones, la cuestión no ha ocupado el centro de la atención. Por ello, el surgimiento de pseudo-religiones, prácticas mágicas y otras formas de relación con lo sobrenatural o numinoso que giran en torno a la salud física o psíquica requiere de una breve explicación.
La modernidad, con su intento de despojar la religión de toda referencia sobrenatural no susceptible de ser cabalmente comprendida por la razón humana, ha propuesto innumerables versiones de una “religión dentro de los límites de la razón”. Las “religiones” así concebidas, sea por Kant, por Rousseau o por muchos otros, han puesto el acento en los aspectos principalmente morales que se asocian a la vivencia religiosa. Más adelante, sobre todo en el siglo XX, al erigirse el cuerpo, la belleza del mismo y la salud corporal como el supremo bien de que puede gozar el hombre, según un ideal que trae a la memoria la mentalidad pagana de la antigua Grecia o de Roma, las modernas “religiones” racionales se han centrado cada vez menos en los elementos morales y cada vez más en la procura de la sanación corporal (soma y psiquis), hasta que algunas han hecho de ésta su centro y máximo objetivo. En el tránsito de la moral hacia la medicina se ha producido a menudo, sin embargo, una difuminación de la racionalidad y un reingreso de la emocionalidad religiosa o mágica y, al cabo de la superstición y el mito. Entre las “religiones” centradas en la salud destaca la cienciología. Es difícil incluir a ésta en lo que, en plenitud de sentido, es una religión, extrayéndola para ello del fondo común de otras variopintas técnicas destinadas a lograr objetivos tan intramundanos o terrenales como el bienestar psicológico, el éxito en las actividades profesionales, la superación de supuestos traumas infantiles que angustian al hombre adulto, el desarrollo o crecimiento interior de potencias o capacidades reales o imaginarias (poder mental, iluminación interna, etc.) y, en fin, la perfecta felicidad en esta vida. De un modo muy propio del siglo XX, estamos aquí frente a un conjunto de “tecnologías” aplicadas a realzar al máximo las posibilidades de felicidad y éxito terrenales, sin descuidar del todo, por cierto, algunos aspectos morales que en general van asociados a la “paz de la conciencia”, pero sin dejarse entrabar o entorpecer en esta empresa por sistemas morales demasiado exigentes o complejos. Si hubiéramos de encontrar otra de tales técnicas que persiguen análogos objetivos, aunque sin la pretensión de constituir propiamente una religión organizada, habría que mencionar el psicoanálisis de Freud como lo más cercano.
Para comenzar el análisis de la cienciología es necesario diferenciarla de una religión pseudo-cristiana que también ha incorporado a su mensaje, como elemento central, la ciencia -si es que se puede usar el término en este contexto- y la práctica de la sanación. Nos referimos a la “ciencia cristiana”.
La “ciencia cristiana”, conocida a menudo como “Iglesia Científica de Cristo”, “Iglesia del Cristo Científico” y, en sus orígenes, “Asociación de la Ciencia Cristiana” y “La primera Iglesia de Cristo Científico en Boston” (también “Iglesia de Cristo Científico en Santiago” o en el lugar de que se trate), es una asociación curativa fundada en 1866 -transformada en iglesia en 1879- por Mary Ann Baker Eddy (1821-1910), educada en Inglaterra que, trasladada a los Estados Unidos, es conocida como “iglesia Congregacional”. La fundadora de esta secta declaraba que “en 1866 descubrí la Ciencia de Cristo, es decir, las leyes divinas de la vida, la verdad y el amor. Llamé Ciencia Cristiana a este descubrimiento. Dios me ha venido preparando, por su gracia, durante muchos años para recibir esta Revelación final del principio absoluto de la sanidad mental científica”. Aunque retiene la creencia en un solo Dios y una vaga referencia a la Trinidad, la idea que de Cristo tiene esta secta hace imposible incluirla en el marco, incluso el más amplio posible, del cristianismo. Por otra parte, no tiene una clara teología del mal y del pecado, no cree en la resurrección del cuerpo y, finalmente, carece de todos los sacramentos en el sentido propiamente cristiano: su bautismo y su Cena son solamente medios de abismarse en Dios de conocer que todo es espíritu, conciencia. Se trata, pues, de una secta pseudo-cristiana que puede ser considerada como el epítome de una nueva religión de sanación.
Aunque, como veremos, la cienciología es una secta que, según algunos de sus estudiosos, sólo ha venido a presentarse como “religión” por motivos puramente fiscales -se aspiraba a disfrutar de las ventajas impositivas o de otro tipo que se reconoce en los Estados Unidos a las religiones- carece de toda referencia a Cristo, de modo que ni siquiera puede considerársela pseudo-cristiana, como es el caso de la institución fundada por Mrs. Eddy (el fundador de la cienciología sostenía que ésta está abierta a todas las religiones, y que Cristo era simplemente un invento. Cfr. Confidential Resistive Cases-Former Therapy, Class VIII Bulletin de 23 de septiembre de 1968). Mas si, igual que en el caso de la “ciencia cristiana”, no estuvo al parecer en el pensamiento de su fundador que la institución por él ideada fuera religión, no se opuso a que algunos de sus seguidores la presentaran como tal, y terminó argumentando a favor del carácter propiamente religioso de ella. El creador de la cienciología fue el estadounidense Lafayette Ronald Hubbard, nacido en Nebraska en 1911, hijo de un oficial de la marina del país del norte. Durante su adolescencia hizo un viaje breve por el oriente (China, Japón, Filipinas), el cual ha sido descrito posteriormente, por su biografía oficial, como una larga permanencia en esos y otros países dedicada al estudio de la sabiduría oriental (algunos críticos afirman que el viaje no se prolongó por más de tres semanas y no incluyó ni India ni Tibet). Según parece, de acuerdo con datos proporcionados por él mismo (todo lo relativo a la biografía del personaje ha sido puesto en duda por muchos historiadores que se han interesado en el tema), ya hacia la década de 1930 barruntó algunas de las ideas que luego habrían de configurar su pensamiento (no cabe, en rigor, hablar aquí de “credo”).
Luego de una exitosa carrera como novelista de ciencia ficción, Hubbard publicó en 1950 su libro “Dianética: la moderna ciencia de la salud mental”, conjunto de planteamiento sincréticos en que se mezclan concepciones de origen oriental con técnicas que fueron en su tiempo dejadas de lado por Sigmund Freud. En esta primera obra, lejana todavía de toda perspectiva religiosa, Hubbard plantea que el origen de todas las enfermedades psicosomáticas se encuentra en algunos recuerdos traumáticos de experiencias dolorosas vividas en el pasado, en la infancia e, incluso, en la vida intrauterina. A estos recuerdos, que han quedado como “inscritos” en la mente, Hubbard los denomina “engramas” o también “facsímiles”. De acuerdo con la idea de Freud, Hubbard dice que si se logra remontar la cadena que lleva al origen de estos fenómenos, se puede alcanzar la curación de los traumas que de ellos derivan. En “Dianética”, sin embargo, la oferta de curación abarca mucho más que traumas psicológicos, ampliándose también a enfermedades como artritis, bursitis, asma, alergias, sinusitus, problemas coronarios, hipertensión arterial, resfríos comunes, miopía, esquizofrenia, dipsomanía, deficiencias auditivas y visuales, dermatitis, migrañas, úlceras, tuberculosis, conjuntivitis, etc. Además, las técnicas sugeridas por Hubbard son, según él, capaces de hacer que la persona recuerde todo lo que le ha sucedido en el pasado y todo lo que ha estudiado hasta entonces, así como también que efectúe cálculos, en quince segundos, que a un hombre normal le tomarían media hora. En obras posteriores Hubbard afirmó poder curar la ceguera y el cáncer (“La cienciología. Historia del hombre”, edición de 1968), la leucemia (en un artículo aparecido en The Journal of Scientology en 1953) y aun que podía resucitar a un muerto (“El cienciólogo. Manual de material de difusión”, incluido en The Technical Bulletins of Dianetics and Scientology, vol. 2, pp. 151-171, edición de 1979).
El resultado final de las técnicas terapéuticas por él descubiertas o diseñadas es, según Hubbard, la trasformación de un hombre corriente en un clear, es decir, un “claro”. Un clear disfruta de las siguientes características, según el número 10 de la publicación Advance: “coeficiente intelectual sobre 135, personalidad vibrante, rozagante salud, buena memoria, sorprendente vitalidad, autocontrol, felicidad”. En otras publicaciones (The Auditor, nº 231) se agregan otras; “imaginación creativa, relajación profunda, gran fuerza de voluntad, personalidad magnética”. Todavía más: en Celebrity nº 247, otra publicación, se añade que el auditing de la Cieciología -una de las técnicas usadas- ayuda a alcanzar mayor energía para ganar más dinero, mejor salud, más años de vida”.
En 1952 Hubbard incorporó a sus puntos de vista la idea de que en el hombre hay un espíritu, llamado Thetan, que le permite reencarnare después de la muerte. Estos thetans explican que cada uno de nosotros haya existido durante trillones (hacia 1970 hablaba de cuatrillones) de años. El thetan, cuando alcanza el estado de “thetan operante”, se transforma en un espíritu -“exterior”- capaz de actuar independientemente del cuerpo humano. El objetivo final de los cienciólogos es llegar a ser “exteriores” dotados de una percepción total, aunque las características asociadas a este estado no han sido claras en el sistema de Hubbard. Actualmente existen ocho niveles de “thetan operantes” para los cienciólogos, que suponen el uso de algo así como exorcismos, que se venden por más o menos 500 dólares la hora. Si se quisiera rastrear muchas de estas ideas, uno se encontraría a poco andar con el pensamiento de Aleister Crowley (1875-1947), uno de los personajes claves de la magia contemporánea, depositario además de “revelaciones” del otro mundo, de quien Hubbard se declaraba amigo. Este dato tiene importancia, por cuanto la magia aspira permitir al hombre controlar el mundo -y a los demás hombres-, finalidad que también persigue la cienciología en su propia esfera.
La cuestión de la naturaleza “religiosa” de la cienciología comenzó a plantearse hacia 1953 por el propio Hubbard, que al parecer no tenía una opinión definida al respecto. Después de algunas consultas, el fundador hizo registrar como nueva religión, en diciembre de 1953, a la “Iglesia de la cienciología” y a una especie de institución central llamada “Iglesia de la ciencia americana” en Camdem, New Jersey. Desde ese momento Hubbard comenzó a escribir acerca del carácter propiamente religioso de la institución a que había dado origen. En 1976 afirmaba que “La cienciología es una religión por sus ideas básicas, por su práctica, por su historia y por la definición misma de la palabra “religión” (…) La cienciología es (…) una práctica religiosa debido a que la iglesia de la cienciología realiza servicios básicos tales como sermones en reuniones eclesiásticas, bautizos -esta iglesia no proclama vinculación alguna con el cristianismo-, matrimonios, funerales” (Cfr. Religious philosophy ad religious practice, en Boletín de 18 de abril de 1967, incluido en The Technical Bulletins of Dianetics and Scientology, volumen 2, pp. 72-75, edición de 1979). En otros lugares afirma derechamente que “la cienciología es una religión” (Cfr. The Technical Bulletins ya citados, vol. 8, pp. 107-111), aunque a veces habla de una “filosofía religiosa aplicada”. Sea ello como fuere, el caso es que la iglesia de la cienciología ofrece cursos para “ministros”, de modo que luego de dos semanas de entrenamientos éstos pueden ya usar cuello eclesiástico y la “cruz” de la cienciología (emblema que no tiene absolutamente nada que ver con la Cruz cristiana), y reciben autorización para celebrar servicios dominicales, matrimonios, etc. a fin de hacer más convincente la idea de que es una religión, la cienciología proclama la existencia de unas “escrituras”, que son el conjunto de los escritos (cientos de miles de páginas) de Hubbard, los cuales han de permanecer para siempre inalterados (Directiva Nº 19 de las Políticas de la Cienciología, The integrity of source, 7 de julio de 1982). Debido a estas alegaciones, la cienciología goza de exención de impuestos en los Estados Unidos y en Australia, aunque ella le fue negada en Inglaterra en 1970 “por no ser una religión”.
Las técnicas de reclutamiento o “conversión” de nuevos miembros -“pre-clears” o “pre-claros”- usadas por la cienciología incluyen métodos intensivos de acoso a los eventuales prosélitos y formas de hipnosis. Todos los miembros de la iglesia son considerados “Miembros del Equipo de Terreno”, y reciben sus instrucciones en un “Paquete para los Miembros del Equipo de Terreno” (impreso por la “Iglesia Internacional de la Cienciología” en 1993). La idea fundamental en los métodos ahí prescritos apunta a descubrir qué es lo que está “arruinando” la vida del eventual converso y a fomentar el temor a que ello empeore. Una vez que el “pre-clear” se ha convencido de cuál es la raíz de sus males, el cienciólogo lo hace “comprender” que la cienciología puede resolver cualquier problema que lo afecte. Se inicia entonces una serie de sesiones de conversación con el cienciólogo, denominadas auditing, durante las cuales no debe tenerse escrúpulo alguno en invadir la privacidad del “pre-clear”. La técnica usada aquí es averiguar el “nivel emocional” o “tono” de cada candidato, para seguir con la manipulación de las debilidades emocionales de la persona de modo de reducirla a una situación de depresión de la cual necesite desesperadamente salir. Suele usarse en este sentido el Oxford Capacity Analysis Personality Test, conocido como “OCA”, derivado de algunos tests diseñados por psicólogos estadounidenses hacia 1950. El test, por cierto, no tiene nada que ver con la Universidad de Oxford, y su propósito no es propiamente científico, sino servir de técnica de reclutamiento para a iglesia. Del mismo modo, los cienciólogos reciben un arduo y detallado entrenamiento para vender a sus candidatos los cursos, auditing, objetos y textos que la iglesia estima necesarios, y por los cuales se cobran importantes sumas (el costo de los cursos va desde los 8.000 a los 25.000 dólares). Para ello, el cienciólogo debe poder evaluar rápidamente la solvencia económica del candidato y su capacidad de endeudamiento. A menudo una forma de capturar a los nuevos reclutas es a través de las deudas que éstos contraen para pagar los servicios que reciben de la iglesia.
El carácter hipnótico de las técnicas usadas parece estar suficientemente acreditado. El propio Hubbard proclamaba tener una amplia experiencia en la materia, y en su libro Science of Survival (“La ciencia de la supervivencia”) de 1951 escribe que “Cuando un “auditor” considera a su “pre-clear” desacostumbradamente sugerente (sic), debe tener mucho cuidado con lo que le dice. Podrá advertir que el “pre-clear”, luego de cerrar los ojos, comenzará a parpadear. Esto es un síntoma de un trance hipnótico muy ligero”. Luego, en el primer libro del “Curso de dianética para auditores” (Bridge, LA, 1988) se dice: “Cuente lenta y suavemente de 1 a 7” hasta que “los ojos del pre-clear se cierren y se note que tiritan”. De acuerdo con esto, Hubbard escribre también que la dianética puede ser utilizada “para tocar en un individuo como un buen organista toca en un Wurlitzer. (…) Si se llega a conocer, mediante la observación, las techas de determinada persona -o, como en la Dianética Política, de una sociedad-, el organista puede tocar a su gusto cualquier pieza que desee” (Educational Dianetics, 1950, incluido en Research and Discovery Series, vol. 3, p. 241, Bridge, LA, primera edición, 1982). Quienes experimentan estas técnicas de la dianética tenderán a inventar “recuerdos” (por ejemplo, a creer que están reviviendo su nacimiento y concepción, o “vidas anteriores” en sociedades extraterrestres), y a caer en el “síndrome de la falsa memoria”. Las técnicas de la cienciología explotan este colapso de la distinción entre memoria e imaginación a fin de inducir euforia y dependencia en las personas. En el “ejercicio rutina cero” (Training Routine Zero), una práctica básica de la cienciología, se espera que las personas pasen durante horas sentadas, inmóviles, mirando a un igualmente inmóvil cienciólogo. Esto conduce a un estado en que el individuo experimenta alucinaciones y distorsiones espaciales. En la técnica llamada Opening Procedure y Duplication (“procedimiento inicial por duplicación”), el “auditor” ordena a la persona caminar entre dos mesas, tomar el libro que hay en una y la botella que está en la otra, y adivinar su peso y temperatura. Este ejercicio se practica en sesiones de dos horas, sesiones que pueden repetirse hasta dieciocho veces en pocos días, lo cual conduce a una disociación espacial que, según se explica, indica que el cienciólogo ha abandonado su cuerpo humano, aunque todavía sus percepciones se canalicen a través de él. Algunas prácticas sencillas y monótonas de que da cuenta una entrevista periodística a una ciencióloga en Santiago podrían pertenecer a este género de técnicas (Revista Paula, junio de 2001).
Hubbard denominó auditing o processing a estos procedimientos hipnóticos de conserjería de la dianética y de la cienciología. Los cienciólogos pasan a través de 27 niveles, cada uno de los cuales puede consistir de cientos de métodos de processing. Sin embargo, rara vez los practicantes de la cienciología han recibido entrenamiento como psicólogos o psicoterapeutas. Uno de los aspectos más llamativos, en relación con estos métodos, es el famoso “galvanómetro”, conocido también como “Emetro”, descrito por Hubbard como un detector de mentiras, tal como los que usa la policía. El individuo es conectado a este aparato, que asemeja un pequeño tambor con indicadores de diverso tipo, mediante un par de aparatos parecidos a latas de Coca-Cola, que funcionan como electrodos. El galvanómetro mide las variaciones de las pequeñas corrientes eléctricas que circulan a través del sujeto. Este procedimiento permite enterarse de cuáles son los problemas o situaciones que emocionan por algún motivo a la persona analizada, lo cual orienta la búsqueda y la consejería (counselling) destinadas a encontrar sus “teclas”. En el curso de este método, el individuo revela secretos que son cuidadosamente escritos y archivados. Los cienciólogos suelen pagar más de trescientos dólares la hora por estas sesiones de confesional. El origen de esta práctica estuvo ligado al deseo de chequear moralmente a los “pre-clears” como modo de evitar miembros peligrosos en la iglesia, y todavía se la usa con el mismo propósito. Se ha sabido de casos en que la información confidencial así obtenida es luego usada contra quienes abandonan la iglesia.
Esto da ocasión para referirnos aquí a los aspectos éticos de la cienciología. Entre ellos uno de los que más llaman la atención es la definición de ciertas conductas como suppresive acts y de ciertas personas como suppresive persons. En el caso de lso suppresive acts queda más o menos claro que se trata de comportamientos considerados por la cienciología como no éticos o delictuales. Entre ellos, por ejemplo, se encuentra el hacer declaraciones públicas contra la cienciología (se sostiene, al respecto, que todos los críticos de la iglesia ocultan algún delito en su pasado); testificar contra ella en juicio; ser miembro regular de otros grupos; continuar en contacto con personas o grupos considerados suppresive; abandonar públicamente la cienciología, pedir que sean devueltas las cantidades pagadas a la iglesia, etc. Todos estos actos son considerados criminales, con una gravedad análoga al asesinato. El punto más importante, con todo es el que se refiere a las suppresive persons, expresión de difícil traducción: en castellano es relativamente fácil entender qué es una persona “opresiva”, es decir, que oprime a otras; pero o lo es captar el importe de ser “supresiva”. En rigor, todo aquel que no acepte que la tecnología de la cienciología es correcta, es una “persona supresiva”. Quizá el significado de la expresión queda más claro cuando se toma en cuenta que posiblemente el tipo más grave de “persona supresiva” es el de quien ha sido expulsado de la iglesia. Tal individuo es declarado fair game, es decir, algo así como “animal de caza”, alguien “sin derecho a sí mismo, ni a posesiones ni a posiciones” (Ethics, Suppressive Acts, Suppression of Scientology and Scientologists, the Fair Game Law, Policy Letter de 1 de marzo de 1965, incluida en el Scientology Basic Staff Hat Book, número 1, pp. 40-44, Church of Scientology of California, East Grinstead, edición de 1968). Hubbard añade en el mismo lugar (Policy Letter de 18 de octubre de 1967) que una “persona supresiva” puede ser despojada de su propiedad o dañada por cualquier medio y por cualquier cienciólog (…). Está permitido engañarla, o demandarla, se le puede mentir y destruir”. Posteriormente, Hubbard decidió suprimir de sus escritos éticos la expresión fair game por cuanto causaba mala impresión y dañaba las relaciones públicas de la iglesia; pero en su Cancellation of Fair Game Policy Letter de 21 de octubre de 1968 declara que “Esto (…) no cancela política alguna para el tratamiento o manejo de una persona supresiva”. Ha habido posteriormente órdenes y contra-órdenes en esta materia; lo que parece claro es que la idea de fair game es parte de esas “escrituras” inalterables de esta iglesia.
Si lo anterior es alarmante por la agresividad que implica, no lo es menos la existencia y características de la Sea Organization, o Sea Org, creada por Hubbard en agosto de 1967. Esta institución es de carácter paramilitar, de tal modo que sus miembros usan un uniforme parecido al naval (hay que recordar que el padre de Hubbard fue marino, y él mismo poseía un inmenso yate), y ostentan grados parecidos a los de la marina. De acuerdo con las publicaciones, la Sea Org es la única garantía de la supervivencia de la tecnología de la cienciología en este planeta. Y sin que ella sobreviva, no hay esperanza de que sobreviva, no hay esperanza de que sobreviva el hombre. Los miembros de la Sea Org viven en común, dedican sus vidas a la religión, trabajan largas horas por poca paga, se someten a rigurosos cursos de entrenamiento y, como creen en la reencarnación, firman un contrato de afiliación por un billón de años (en algunos casos se habla de un “juramento de servicio eterno”). La relación del miembro de la Sea Org con ésta es de tal naturaleza que, según el fundador, “lo que un ser vale está enteramente en su relación con el grupo, sin que en sí mismo tenga ningún valor en absoluto” (folleto de promoción What is the Sea Organization and what does ite do?, de 1979). A juicio de Hubbard, la Sea Org es una institución “fabiana”, lo que significa que usa estratagemas y dilaciones para desgastar al oponente.
La disciplina para-militar de la Sea org se extiende, en cierto modo, a toda la iglesia. Los cienciólogos tienen prohibida toda crítica de Hubbard, de sus organizaciones, de sus técnicas y de otros cienciólogos, a menos que se las dirija por escrito a esas organizaciones. Por otra parte, los cienciólogos son bombardeados por literaturas de promoción y por revistas tales como Impact, Source, Advance!, The Auditor, Communication, Certainty, Freedom, Freewinds, Good News, Inroads, Celebrity, International Scientology News y Keeping Scientology Working Newa. En sus publicaciones la cienciología estimula el odio por toda crítica de sus planteamientos, y desincentiva la lectura de todo lo que se oponga a ellos. Del mismo modo, ordena no tener comunicación con los críticos.
El análisis de la estructura interna de la iglesia nos revela que ésta es piramidal y jerarquizada. La preside el Presidente Internacional con el Consejo Internacional de la Organización Cienciológica, que tiene su sede en el Hotal Fort Harrison de Clearwater, Estados Unidos de Norteamérica. Inmediatamente debajo se encuentra la Oficina de los Guardianes, encargados de velar por los secretos de la organización, entre otras cosas. Viene luego el Centro de Personalidades, el Departamento de Servicios de Inteligencia y, finalmente, en la base, los “auditores”, que son los encargados del adoctrinamiento de los aspirantes y del control de la formación de los miembros en sus diversos grados o niveles.
Son diversos los rasgos típicos de las sectas que caracterizan a la cienciología. Entre ellos, el acoso incansable a que somete a sus miembros, la destrucción de los lazos familiares o de amistad cuando las relaciones del clear o pre-clear son declaradas suppressive persons, la persecución y destrucción moral (difamación, calumnias, etc.) de quienes abandonan la secta, el uso de métodos de extremo rigor con los rebeldes al interior de ella, la extracción de grandes cantidades de dinero que pueden llegar hasta provocar la quiebra de quienes se dejan atrapar, etc. Además, la cienciología infiltra otros grupos o sectas y procura llevar un registro estricto de información, a menudo confidencial, de personas e instituciones (en eso consiste la labor de “inteligencia”, según Hubbard: en oír y registrar). Por estas y otras razones, la cienciología ha sido prohibida como religión en Dinamarca, en Alemania se la considera como un movimiento destructivo de la juventud, en Francia diversos miembros han sido condenados por estafa, en Gran Bretaña se han calificado sus métodos como “perjudiciales para la sociedad” y, en Grecia, se llegó hasta el punto de impedir que desembarcara el fundador en ese país, durante sus desplazamientos en yate por los mares aledaños. Desde 1986, en Francia, España e Italia se han allanado más de cinco centros de cienciología y se han presentado más de 100 cargos contra sus adeptos por delitos tales como fraude, chantaje, práctica ilegal de la medicina, etc. Asimismo, en 1997 en Italia fueron encarcelados 29 cienciólogos por asociación ilícita. La naturaleza de sus principios éticos, que pueden resumirse en “el fin justifica los medios” y “no temas dañar a alguien si la causa es justa”, explica la reticencia con que los legisladores y jueces de diversos países miran a esta institución. En Chile ha habido intervenciones en el Congreso para impedir que se le otorgue personalidad jurídica. La peligrosidad de la secta aparece especialmente clara en el testimonio de Jonathan Atack (ver su Report, citado al final de este artículo), ex cienciólogo, quien cita una conferencia de Hubbard (Philadelphia Doctorate Course, lectue 20, edición de 1982) en que éste expresa lo siguiente: “Del cuerpo de conocimientos que tienen Uds. al frente (la cienciología) surge una tecnología suficiente como para apoderarse, controlar y manejar cualquier gobierno sobre la superficie del planeta… Con tales técnicas Uds. pueden controlar a los hombres como si fueran robots… En los conocimientos operativos que tienen a su disposición hay tales métodos para controlar seres humanos y thetans como no han sido nunca soñados en el universo. Existen mecanismos de control de proporciones tan grandes y ominosas que, si no hubiera remedios fáciles de aplicar, uno quedaría abrumado por los peligros que la cienciología contiene para la existencia… Este universo hace mucho que busca nuevas formas de hacer esclavos. Pues bien, tenemos aquí nuevos métodos para hacer esclavos”. Como decíamos anteriormente, hay evidentes conexiones entre estos predicamentos y los de la magia practicada por personajes como Aleister Crowley.
Con todo, algunos estudiosos de la cienciología, como J. Gordon Melton, uno de los mejores expertos estadounidenses en “nuevos movimientos religiosos”, reconoce algunos puntos positivos a la cienciología, como sus campañas para la recuperación de drogadictos, o los programas de alfabetización que lleva a cabo. Los puntos negativos mencionados por Melton coinciden, en general, con los que hemos destacado en este texto. Algunos académicos estadounidenses, como Conway y Seligman (Information disease-Have cults created a new mental illness?, en Science Digest, enero de 1982), que han tratado a muchos ex miembros de “nuevos movimientos religiosos”, afirman que la cienciología tiene “el conjunto de ritos más debilitador entre todos los “cultos” existentes en América”, y estiman que un ex cienciólogo que no recurre a alguna forma a de ayuda, tarda alrededor de doce años y medio en recuperarse de los daños recibidos.
En conclusión, se puede decir que la cienciología constituye uno de los “nuevos movimientos religiosos” -término genérico que incluye también a las pseudo-religiones como ésta- potencialmente más peligrosos que se conocen en la actualidad. Prueba de ello son las persecuciones de todo tipo, a través de la justicia y al margen de ella, de que son objeto quienes desean develar las acciones inmorales o delictuales en que incurre la secta o sus miembros, y los numerosos juicios y condenas que ha recibido en numerosos países.
Una breve bibliografía para quienes deseen profundizar o desentrañar puntos específicos de las excéntricas y aun inverosímiles teorías de la secta comprende los siguientes textos:
• Miller, Russell. Bare-Faced Messiah, 1987(el libro entero está disponible en internet)
• Atack, Jon. A Piece of Blue Sky. Scientology, Dianetics and L. Ron Hubbard Exposed, 1990.
• Melton, J. Gordon. The Church of Scientology (Studies in Contemporary Religions, I).
• Atack, Jon. General Reporto on Scientology, útil texto disponible en internet, del cual hemos extraído parte de nuestra información.