En esta nueva reflexión de Nello Gargiulo, se abren preguntas ante la realidad vulnerable que estamos viviendo y las oportunidades de revisión y cambios de perspectivas a que nos vemos desafiados.


“Y por allí salimos para volver a ver las estrellas"
(Dante Alighieri – Divina Comedia – canto XXXIV purgatorio)

La pandemia del Covid-19 se expande, circula por el mundo con diferentes cepas que se denominan variantes y su origen se desprende del dinamismo propio de reproducción de los virus de infinitesimales dimensiones, con diversos códigos de agresividad una vez al interior de los seres humanos. Las expectativas de solución por ahora están en las manos de las nuevas generaciones de vacunas, que con diferentes criterios se producen para enfrentar las consecuencias de la letal multiplicación. La biotecnología avanza y no tardará el día en que en nuestros propios teléfonos tendremos información del estado de salud personal para aprender a enfrentar con más seguridad las futuras pandemias que pudiesen aparecer. Por ahora, nuestra humanidad debe contar solo con lo que tenemos disponible.

Es probable que, por un tiempo largo, las incertidumbres y los miedos se cruzarán con las necesidades sanitarias de todos los países que reclaman mayores ingresos para amplios sectores de la población a partir de los más vulnerables. Así también, los sistemas educativos están sometidos a duras pruebas para reducir los efectos prolongados de falta de clases presenciales. Ha aumentado el número de personas mayores a quienes les falta alimentos y medicinas. La vulnerabilidad es una enfermedad social y también su curación, requiere la aplicación de remedios apropiados.

Sobre este punto vale la pena detenerse con algunas reflexiones.

El sentido de la economía bíblica

Muy significativa y profética en el libro del Deuteronomio (24;19) es aquella frase que dice: “Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas en él olvidada una gavilla, no volverás a buscarla. Será para el forastero, el huérfano y la viuda, a fin de que Yahveh tu Dios te bendiga en todas tus obras”. El sentido de esta expresión invita a repensar los equilibrios del planeta, abordando significativamente la reconocida y abultada cuenta pendiente que hoy es uno de los puntos prioritarios de varias agendas gubernamentales.

Llama la atención que la referencia es específica a los vulnerables de aquella época (hablamos de 700-800 A.C.). La palabra pobres no aparece como tal y, sin embargo, la referencia nos pone frente a personas socialmente débiles. No por eso ellas no pueden trabajar. El dueño deja las gavillas que se quedaron sin cosechar sobre la planta, no por un cálculo de costo marginal que mide la conveniencia de recogerlas o dejarlas. Se indican específicamente tres categorías de personas que requieren preocupación: viudas, huérfanos y forasteros. No se habla de pobreza en general o de pobres en esta oportunidad. Cuando la necesidad tiene un nombre y un apellido la solución tiene el camino trazado. Aquí aparece de manera concreta: la necesidad y la solución. Lo que evidencia que ya en el Deuteronomio (el quinto libro de los setenta y dos que conforman la Biblia) existía la preocupación de que la ley y las normas, cualesquiera que fuesen, tenían que asegurar la unidad de las relaciones y del tejido social. En esta visión está la clave para superar la cultura de descarte.

A lo largo de todo el antiguo y nuevo testamento los pobres son mencionados recurrentemente, y el mismo Jesús está consciente de esto y se adelanta a lo que será tema también en la historia humana a futuro. De hecho, en el evangelio de San Mateo (cap. 26) hay una referencia específica. El reproche que sufre una mujer por parte de los discípulos por haber comprado perfumes y esencias caras en lugar de destinar a los pobres el dinero equivalente. Además, acercándose al Maestro en la casa de un leproso, pocos días antes del camino al Calvario, se los esparce en la cabeza. Jesús aprecia este gesto porque lo siente como el anticipo de su sepultura muy próxima y de hecho lo dice.

Por otro lado, Cristo da muestras de conocer bien lo que en la época se producía para vender y su valor. El perfume lo aprecia justamente porque aún tiene vida y los sentidos para hacerlo. Este mismo cariño que la mujer ha manifestado hacia él, lo toma como ejemplo para tratar a los pobres. Los pobres siempre están con ustedes. La huella de este mensaje se plasma en una palabra muy querida por san Juan Bosco: “la amorevolezza”, que traducida al castellano se acerca a la amabilidad cuando a esta le unimos la convicción que su práctica efectiva tiene un efecto contagioso y produce cambios de vida.

Los insignificantes

Por lo general hay escasa preocupación por los que cuentan poco en la sociedad. La cultura del éxito y de la eficiencia no aportan mucho a la elevación social de estos sectores. Una de las lecciones de este periodo va justamente en la dirección de tener que responder a las nuevas exigencias de mayores recursos en las áreas prioritarias. La reducción del gasto en armamentos podría destinarse a proveer de insumos urgentes a tantos hospitales adonde falta lo básico, pero predominan los egoísmos y las ansias de poder que se miden con las demostraciones de fuerzas de las armas.

Hoy el nuevo amanecer hay que buscarlo a partir de los grupos de voluntariado y asociaciones que en las afueras de los supermercados reúnen canastas y bolsas de víveres, y con sistemas cada vez más organizados logran llegar allí donde falta lo necesarios. En nuestras casas también hay cosas que no se usan y están en buenas condiciones; bien arregladas y presentadas con cuidado pueden ser una solución allí adonde faltan no solo instrumentos o artefactos de cocina, sino también libros y artefactos electrónicos. Hay un dicho italiano acerca de los buenos risottos que dice: el arroz nace en el agua y muere en el vino que se le agrega antes de la “mantecatura”, y lo sigue acompañando luego mientras se degusta una vez terminado con mucha paciencia y precisión. Así la pobreza, por lo menos la que nace de la impotencia, podría morir cuando la riqueza la tome a su cargo. En este caso, la primera terminaría perdiendo los rasgos de sabor amargo y de maldición que a menudo se le ha atribuido, y la segunda se revestiría de los rasgos de verdadera bendición.

La cultura de los bienes comunes

En una oportunidad reciente me referí a la vacuna en Chile como un ejemplo de bien común, que se logró comprometer y adquirir con anticipación y ahora se sigue suministrado con agilidad. La vacuna en este caso no puede separar su alcance de otros “bienes comunes” que no son tangibles, porque pertenecen a la esfera de la dimensión afectiva y de las relaciones humanas.

La responsabilidad y la confianza, por ser expresiones nobles de nuestra identidad de personas, se transforman en indicadores de medición para establecer la efectividad y consistencia de las libertades personales y colectivas. En estos escenarios complejos de la pandemia, con las incertidumbres y riesgos que preocupan, la búsqueda de seguridades y certezas obligan de alguna manera a volver a pensar nuevos recorridos en todas las áreas, para que tengan presentes principios, valores y virtudes sociales que en tiempo de mucho bienestar se olvidan fácilmente, o sencillamente pasan a segundo lugar.

Es así como frecuentemente amplios sectores de nuestra sociedad se rehúsan a incorporar esos conceptos en el plan operativo de las relaciones sociales y también económicas, como son los espacios de la política, al punto que incluso en tiempos de crisis no resulta fácil reunir voluntades para empujar el carro hacia el mismo lado. Son las culturas de los individualismos que han generado bajos grados de responsabilidad y de cohesión social que influyen en definitiva sobre los niveles de confianzas reales, o simplemente de percepción, aun cuando las aplicaciones de determinadas políticas públicas parecen ser técnicamente efectivas para reducir los excesivos desequilibrios.

Hay un punto más que en esta realidad merece ser considerado: cuando los ámbitos de la relación hombre-mujer ponen de manifiesto una tendencia también de desequilibrio, especialmente en el empleo donde los índices indican claramente una mayor dificultad de reinserción laboral para la mujer, puesto que está dedicando mayor tiempo a la casa, los hijos, el trabajo y también el compromiso social. Otro aspecto que se suma a la deuda pendiente.

Responsabilidad y confianza en la expresión femenina

La valoración de la responsabilidad y confianza en el quehacer de la mujer, obligan hoy a la sociedad entera a resignificar su verdadera esencia, que en definitiva es: responder. El re, justamente reitera el sentido de dar respuestas: desde lo personal, al rol en la vida familiar, al contexto social en que nos movemos hasta llegar a las esferas de la política; desde la economía, desde los organismos internacionales según los niveles que se alcanzan, y la responsabilidad que hay que asumir. En todos los ámbitos estamos llamados a confluir en la generación de confianzas, que son como los ligamentos y los tendones gracias a los cuales los músculos pueden cumplir sus funciones cuando están bien unidos con los huesos.

La categoría de estos bienes en la expresión femenina ya está volando en la órbita del planeta Marte para mirar al renacimiento del planeta Tierra que busca otras latitudes más allá de los océanos y de las altas montañas. Sin duda que el espacio de responsabilidad en lo social, lo económico, la política y al interior de la misma iglesia deben dejarse sorprender por la actuación de las mujeres. Al menos por un acto de justicia, y no como recompensa ética por derechos alcanzados por las reivindicaciones femeninas. Los equilibrios del mundo de la postpandemia deben, entre otras cosas, asumir esta realidad en el plan de nuevas corresponsabilidades y confianzas que vayan a reducir todos aquellos desequilibrios que ponen en riesgo la paz. Las mujeres llevarán la delantera en este sentido, sin duda.

Un viaje

Estamos celebrando los 700 años de la muerte del poeta Dante Alighieri (1265-1321) un patrimonio no solo italiano de la Edad Media, Humanismo y pre-Renacimiento. Bajo su mirada contenida en Obras juveniles y en la Divina Comedia hay buenos indicios para emprender un viaje al interior de nosotros mismos y llegar a comprender y enfrentar con más energías un mundo que cambia. Anclado en los valores, no solo del espíritu sino también del intelecto, en la mitad de su vida a los 35 años –el 1300, primer año jubilar de la historia de la Iglesia– Dante encontrándose “perdido”, según sus propias palabras, emprende este viaje. A lo largo del camino por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso aprende a valorar las dimensiones tanto de las cosas humanas como de las divinas y sobrenaturales.

El viaje tiene guías. Infierno y Purgatorio será la razón humana representada por el poeta griego Virgilio que lo acompaña hasta las puertas del Paraíso en donde lo toma y lo acompaña primero Beatriz, su amor ideal de juventud; y luego al final del viaje San Bernardo, que pide por la intercesión de la Virgen María que lo conduce a la visión del Universo en que contempla la imagen y el impulso al bien del comienzo de la Creación que Dios quiso imprimir a su Obra. Una visión unitaria del mundo y del bien como vocación del hombre, corre como un rio de aguas limpias y abundantes, desde la pluma del poeta a lo largo del último canto, el número XXXIII de esta Obra involucrando al lector en viaje imaginario propio.

Este viaje de la Pandemia aún en curso nos tiene ansiosos por ver la luz a la salida del túnel y, sin embargo, cuando parece que el sol brilla, el cielo se vuelve a nublar. Una ambivalencia: la misma que vivió el Poeta, y su viaje de purificación hasta lograr volver a ver las estrellas. Un buen indicio para no sentirnos solos.


Foto de portada ©Catholic link español

 

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