El presente es el primero de una serie de artículos que tratarán el creciente y preocupante fenómeno de las prácticas relacionadas con el culto de las sectas satánicas, bajo diversos aspectos: fenomenológico, antropológico, psicológico, jurídico, doctrinal y pastoral. Los artículos han sido preparados con la colaboración del “Grupo de Investigación e Información sobre las Sectas” de Bolonia (Italia), mientras que la reflexión doctrinal es de monseñor Angelo Scola, por encargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
En la sociedad actual está asumiendo una inesperada dimensión la adhesión a sectas satánicas, la participación en los ritos introducidos por éstas, la invocación de seres demoníacos, el culto personal y solitario del demonio, y la afirmación de ideas provenientes del ambiente satanista.
Antes de ilustrar en grandes líneas el complejo fenómeno del satanismo contemporáneo, es oportuno intentar una definición del mismo. Esto se puede hacer de modo, por decirlo así, general, como también en particular, es decir, con específica y exclusiva referencia a aspectos singulares: teológicos, antropológicos, psicológicos, jurídicos y sociológicos. Si centramos la atención en una definición de tipo general, podemos afirmar que hablamos de satanismo cuando nos referimos a personas, grupos o movimientos que, de forma aislada o más o menos estructurada y organizada, practican algún tipo de culto (por ejemplo: adoración, veneración, evocación) del ser que en la Biblia se indica con los nombres de demonio, diablo o Satanás. En general, tal entidad es considerada por los satanistas como ser o fuerza metafísica; o como misterioso elemento innato en el ser humano; o energía natural desconocida, que se evoca bajo diversos nombres propios (por ejemplo: Lucifer) a través de particulares prácticas rituales.
Las sectas satánicas
Los grupos y los movimientos satánicos son, sin duda, muy diversos. Algunos están relacionados entre sí, otros no; ciertos grupos son desconocidos hasta para las mismas personas que frecuentan el ambiente satanista. Hay sectas cuya existencias es efímera o casi virtual; otras con el tiempo dejan de actuar o en algún caso continúan en forma oculta; algunas actúan públicamente, otras de modo secreto. Por otra parte, casi todas sufren cismas con mucha frecuencia, es decir, que un grupo se divide en uno o más troncos, los cuales a su vez se separan en otras ramas y así sucesivamente.
En Estados Unidos se encuentra, sin duda, la mayor concentración de grupos satánicos que podríamos definir como conocidos, es decir, que actúan más o menos abiertamente; y es también en ese país donde podemos encontrar las mayores referencias bibliográficas sobre el satanismo contemporáneo. Entre los grupos conocidos que han surgido en Estados Unidos y están todavía en actividad encontramos: Chrch of Satan, Temple of Set, Order of the Black Ram, Werewolf Order, Worldwide Chruch of Satanic Liberation, Church of War. Entre aquellos que después de algunos años parece que han dejado de actuar encontramos: Church of Satanic Brotherhood, Brotherhood of the Ram, Our Lady of Endor Coven, The Satanic Orthodox Church of Nethilum Rite, The Satanic Church; existen además, organizaciones sobre las cuales es difícil establecer si ha cesado o no su actividad, como, por ejemplo, la denominada Ordo Templi Santanis, cuyos escritos tienen cierta difusión a través de Internet.
Otro grupo satanista que ha tenido cierta notoriedad, también después de la observación que como participante ha hecho el sociólogo americano William Sims Baindridge, es The Process Church of the Final Judgement, surgido en 1965 en Inglaterra y difundido en algunos países, sobre todo en Estados Unidos antes de su escisión en dos grupo diversos; actualmente The Process se ha extinguido. En Inglaterra se ha detectado también la presencia de otras dos organizaciones satánicas conocidas: Order of the Nine Angles y Dark Lily; mientras en Nueva Zelanda actúa el grupo Ordo Sinistra Vivendi, anteriormente denominado Order of the Left Hand Path. En Italia, entre las sectas satánicas de las que se sabe algo, porque de un modo u otro han llegado a la notoriedad de la crónica, podemos citar: Bambini di Satana, Chiesa di Satana di Filippo Scerba, Chiesa Luciferiana di Efrem Del Gatto, Impero Satanico della Luce degli Inferi o Seguaci del Maestro Loitan.
Existen también grupos que no se presentan como satánicos y que, por ejemplo, afirman que practican ritos paganos para entrar en armonía con las fuerzas ocultas de la naturaleza, pero en realidad ponen de manifiesto aspectos que permiten su ubicación dentro del multiforme mundo del satanismo.
Los ritos, los símbolos y las prácticas satánicas
Los ritos introducidos por cada secta se basan, muchas veces, en modificaciones aportadas a ritos preexistentes. De todos modos, en líneas generales se puede decir que los ritos satánicos sirven a los fines del celebrante y son un conjunto de gestos y de palabras orientados a provocar un cambio de las situaciones o acontecimientos que se considera que no se pueden obtener a través de medios o instrumentos comunes. Cuando por medio de tales ritos se pretende mandar una maldición o realizar algún hechizo, por ejemplo, con respecto a una persona concreta, se piensa que el mejor momento será por la noche, en un particular período de tiempo en el cual la persona está dormida (por ejemplo, dos horas antes de despertar); éste es uno de los motivos por los cuales los ritos satánicos comienzan, en general, en las horas nocturnas; mientras que la elección de lugares precisos para realizarlos, dentro o fuera de la ciudad, probablemente dependen de la posibilidad de organizar todo con cierta reserva y, en algunos casos, de la presencia en dicho lugar de cementerios o de iglesias desconsagradas. No se puede excluir que durante los ritos satánicos algunos grupos lleguen a perpetrar actos de escarnio o profanación de cadáveres, violencias físicas incluso sobre menores y hasta homicidios rituales.
La agrupación en la cual se inspiran algunas sectas satánicas más recientes es la Church of Satan, fundada en Estados Unidos en 1966 por Anton Szandor Le Vey. El símbolo de esta secta es el llamado sello de Baphomet, o sea, la cabeza de un chivo dentro de un pentáculo invertido (estrella de cinco puntas boca abajo), inscrito en un círculo, con cinco letras hebreas en el extremo de cada punta y todo esto, a su vez, encerrado en otro círculo. La Vey es autor de tres libros, que constituyen un punto de referencia para el mundo satánico contemporáneo: The Satanic Bible, Complete Witch, The Satanic Rituals. En este último se encuentran diversos ritos oficiados en latín, inglés, francés y alemán.
El rito principal de todo grupo satanista, es decir, la misa negra, ha sido descrito por la Vey tanto e The Satanic Bible como en The Satanic Rituals. Los diversos grupos satánicos introducen modificaciones respecto al rito aplicado por La Vey, quien lo ha establecido siguiendo el modelo de las más antiguas misas negras europeas, y que se inspira, entre otros, en los escritos del poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867) y del escritor Charles Georges Huysmans (1848-1907).
El rito es oficiado por un celebrante, un diácono y un subdiácono; como instrumentos se usan algunos cirios, un pentáculo invertido, un cáliz lleno de vino o de licor, una campanilla, una espada, un aspersorio o falo, y un crucifijo invertido; también se usa una Hostia auténticamente consagrada. El altar de la misa negra es una mujer desnuda y los participantes llevan vestidos negros con capucha. El rito imita, más o menos, el de la misa católica con las oraciones recitadas en latín, inglés y francés. Naturalmente, en lugar de invocar el nombre de Dios se invoca el de Satanás; se invocan nombres de diversos demonios; se recita el “Padre Nuestro” en sentido contrario y negativo (padre nuestro que está en el infierno); se lanzan invectivas contra Jesucristo, y la Hostia es profanada de varias maneras (utilizándola en prácticas sexuales, pisoteándola repetidamente con odio).
Las creencias satánicas
Las creencias satánicas pueden variar de uno a otro grupo. Por ejemplo, hay quien ve en Satanás un ser más o menos simbólico, expresión, al mismo tiempo, de la transgresión y del racionalismo; y en los ritos, una especie de psicodrama brutal que tiene por finalidad liberar al fiel de los condicionamientos religiosos, morales y culturales que provienen de su ambiente. Algunos satanistas que se reconocen en esta descripción afirman que el Satanismo es una religión de la carne. Para el satanista la felicidad se debe encontrar aquí y ahora. No existe el cielo para ir después de la muerte y tampoco el infierno de fuego como castigo para el pecador. En cambio, hay quien ve en Satanás un ser real, príncipe de las tinieblas, al cual es posible dirigirse mediante rituales mágicos para obtener favores de diverso género. Y también quien ve en Satanás, particularmente en Lucifer, una figura positiva que se opone a la acción de Dios de la tradición judeo-cristiana, considerada negativa.
En general, es difícil dar una definición unívoca de las creencias a las que se refiere una determinada secta satánica. Por ejemplo, el satanismo introducido por La Vey, en algunos aspectos ve el mal como fuerza vital e impersonal, objeto de un culto -a través de rituales precisos- por medio del cual se pueden dominar las facultades destructivas propias de tal fuerza; por otro lado, resulta claro que La Vey, en algunos ritos -aunque en clave metafórica- se dirige al demonio como un ser personal, creando, por lo tanto, la ambigüedad de fondo, que es típica del ambiente satanista. Se puede notar una ulterior contradicción en quien practica los absurdos rituales de la Church of Satan, en los cuales hay una precisa y virulenta contraposición al Evangelio, a la Iglesia y a su liturgia: si una persona no cree ni en Satanás, ni en Dios, ni en la Iglesia, ni en el Sacrificio eucarístico, no se ve por qué se deba empeñar tan fanáticamente en las misas negras.
La aproximación al ambiente del satanismo
Algunos de los caminos por los cuales es más fácil entrar en contacto con un grupo satanista son: la frecuentación de ambientes esotéricos, mágicos y ocultistas hasta llegar a habituarse a las ideas y prácticas de los mismos, y al deseo de ir más allá para experimentar nuevas vías de conocimiento; la participación en reuniones espiritistas para la evocación de seres particulares, en las cuales no es difícil que se llegue a la invocación de espíritus demoníacos y donde se puede encontrar a quien participa también en ritos satánicos; el recurso a los magos para afrontar problemas de diverso género que, como muchas veces se prolongan en el tiempo, se trata de solucionar hasta con el recurso a la llamada magia negra, la cual casi inevitablemente introduce en el mundo de los ritos satánicos llevados a cabo por individuos o grupos más o menos organizados; la atracción idolátrica que se manifiesta con respecto a ciertos cantantes y grupos de música rock, a los cuales se permite -mediante el mensaje de sus canciones- blasfemar e invitar al suicidio, al homicidio, a la violencia, a la perversión sexual, al uso de droga, a la necrofilia y a la implicación en el satanismo.
Los motivos que llevan a la práctica de ritos satánicos son muy diversos y entre éstos podemos encontrar: la convicción de obtener ventajas materiales de diverso tipo, incluso con perjuicio para otras personas; la voluntad de “contestar” a la sociedad de modo excéntrico y transgresivo; una morbosa atracción hacia lo que es pavoroso y horrendo, tal vez dictada por el deseo inconsciente de exorcizar los propios miedos; la respuesta violenta a traumas, a veces sufridos en la infancia; la adquisición de poderes particulares que se cree que pueden obtenerse por medio de conocimientos ocultos y por la participación en determinados ritos; la satisfacción de desviaciones sexuales a través de experiencias inusuales, que tienen como base algo de oscuro y ritual.
Diversos problemas de la sociedad contemporánea contribuyen ciertamente, a hacer que el terreno para la siembra satánica sea más fértil, y entre éstos encontramos: la soledad del individuo dentro de la masa impersonal y amorfa; el impacto con ambientes que denigran al cristianismo o que en su propia visión tratan de diluirlo; la disgregación de la familia a causa del debilitamiento o de la pérdida de la fe en Dios, único que puede darle amor, armonía y unidad.
Hay actitudes que, por así decirlo, “hacen el juego” al satanismo, porque más o menos conscientemente dan impulso a la difusión del mismo en la sociedad actual. La primera actitud es la de subestimar este fenómeno, considerándolo un hecho marginal, sin ninguna importancia o relevancia; una especie de juego de sociedad o de rol, cuya posible perversidad puede, de todos modos, ser socialmente tolerada.
Otra actitud, que podemos considerar como opuesta a la primera, es la sobrevaloración del fenómeno, que se considera excesivamente difundido, viendo en los grupos satánicos organizaciones que siempre y en todas partes se dedican a actividades criminales (aunque no se tenga fundados elementos para hablar de crímenes cometidos por tales grupos) capaces de incidir en la sociedad de modo fuertemente peligroso y desestabilizador, con las posibles consecuencias de crear reacciones de fobia satanista o de caza al satanista.
Una tercera actitud es la que se puede definir como fobia antisatanista, derivada de la difusión -casi como posición tomada- de una crítica excesiva y sistemática, algunas veces también infundada, a las organizaciones que se oponen al satanismo; se las ve como instituciones particularmente influyentes y en condiciones de inducir a conductas socialmente dañinas, aunque -o cuando- las mismas se colocan correctamente desde el punto de vista científico, cultural o religioso frente a ese fenómeno.
Consideraciones finales
Entre las diversas preguntas que muchos se hacen en relación con el problema del satanismo, está la que tiene por objeto la posibilidad de ver en él una acción explícita del maligno, por ejemplo, mediante la posesión diabólica de quien participa en ritos satánicos. Considero que tal acción explícita del maligno no consiste tanto en la manifestación de fenómenos preternaturales, cuanto en una exasperada aversión hacia Dios, Jesucristo, la Virgen María, la Iglesia y todas las cosas santas. Los posibles casos de posesión diabólica que se pueden encontrar entre quienes participan deliberadamente en actividades satánicas, se pueden considerar casos de tipo -por así decir- activo y no pasivo, que derivan del hecho de que son las mismas personas las que voluntariamente se ofrecen al demonio. De todos modos, el principal problema social, ético y cultural de la aceptación de las ideas y prácticas satanistas consiste en que con ello se llega a aproar una completa inversión de los valores: lo que objetivamente es equivocado, malo y moralmente desordenado, se asume como modelo justo y liberador para proponerlo a los demás; además, la asunción, típica del ambiente satánico, del lema crowleyano: Hacer lo que quieras será toda la ley, lleva inevitablemente al hombre a considerar que en realidad la propias libertad no termina donde comienza la de los demás. Para concluir, después, con la constatación de que el hombre que diviniza la materia, que se considera dios y así se sitúa en el lugar del Creador, inevitablemente va al encuentro de la amarga e inevitable realidad de la propia finitud y de la impotencia humana, sufriendo contragolpes que pueden arrastrarlo a serias consecuencias psicofísicas con caídas de tipo depresivo.
El satanismo muestra, sin duda, una fuerte carga emocional y de evasión hacia lo irracional, que en algunos aspectos es encubierta por una paradójica apariencia pseudorracional que se busca como justificación. El mal profundo que proviene de todo esto asume aspectos y motivaciones personales y oscuras; se concreta en los pecados personales y tiene como común denominador de los diversos ritos, símbolos, prácticas y creencias, la negación de la recta razón y una herida profunda a la integridad de la persona humana, cosa que se manifiesta en las aberraciones sexuales, en la sed de poder, en la búsqueda desmedida de dinero o de éxito, en un narcisismo exasperado; todos esos elementos alejan del amor a Dios y al prójimo, y de la búsqueda del verdadero bien personal y común.
En este mundo, en donde se tiene la impresión de que el mal -como quiera que se entienda- vence al bien, creo que es cada vez más urgente dirigir a todos la exhortación del Santo Padre: No tengáis miedo. Esta tranquilidad sólo puede surgir de la convicción de que la liberación del mal y la salvación pasan a través de la obra redentora de Jesucristo, único Salvador del hombre.