Cuando Su Santidad el Papa Francisco peregrinó a Cracovia en julio de 2016 con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, dialogó en la Catedral de esa histórica ciudad con los obispos polacos sobre los temas que ellos mismos le fueron planteando. Al terminar su diálogo, por propia iniciativa, el Papa se refirió a la ideología de género como una verdadera colonización ideológica. Sorprende que haya querido agregar este tema, y sorprende su juicio severo, continuando la visión de Benedicto XVI sobre esta corriente de pensamiento, que impulsa dicha política en numerosos países.
“El problema es mundial: La explotación de la creación y la explotación de las personas. Estamos viviendo un momento de aniquilación del hombre como imagen de Dios. Quisiera concluir aquí con este aspecto, porque detrás de esto hay ideologías. En Europa, América, América Latina, África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas. Y una de éstas —lo digo claramente con «nombre y apellido»— es el gender. Hoy a los niños —a los niños— en la escuela se enseña esto: que cada uno puede elegir el sexo. ¿Por qué enseñan esto? Porque los libros son los de las personas y de las instituciones que dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Y esto es terrible. Hablando con Papa Benedicto, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: «Santidad, ésta es la época del pecado contra Dios creador». Es inteligente. Dios ha creado al hombre y a la mujer; Dios ha creado al mundo así, así, y nosotros estamos haciendo lo contrario. (…) Lo que ha dicho el Papa Benedicto tenemos que pensarlo: «Es la época del pecado contra Dios creador». Esto nos ayudará.” (Papa Francisco, 27 de julio 2016).
Con inusitada rapidez la palabra “género” ha cobrado una nueva acepción en pocos años, y ha pasado a ser la bandera de lucha de fuertes corrientes culturales, pedagógicas y políticas. Conviene recordar este proceso antes de leer los diferentes artículos de esta publicación de Humanitas, que quieren apoyar la reflexión, el discernimiento y la acción responsable de muchos en esta hora crucial de la vida de nuestra patria y de otros países. Recorramos pasos fundamentales de este veloz cambio.
Hasta hace unos pocos años, se usaba el término “género” no en primer lugar en relación a las personas, sino en relación a los vocablos, para señalar si eran de género masculino o femenino. Casi no se hablaba del género neutro.
Después la palabra género fue utilizada para referirse a las personas, indicando a los hombres y a las mujeres. La lucha social perseguía la “igualdad de género”, es decir, la igualdad de digni-dad, de trabajo, de remuneración y, en general, de oportunidades en el orden familiar, social, académico y político, que debe existir entre varones y mujeres. Era necesario acabar con cualquier discriminación y subordinación de la mujer.
Sin lugar a dudas, existen desigualdades entre lo que se considera masculino y femenino, por ejemplo en lo que se refiere al trabajo y al deporte, que son productos socioculturales. Es una de las aportaciones de la visión de género. Pueden ser superadas y, si expresan una verdadera discriminación, deben ser superadas. Esta mirada crítica amplió el horizonte de la reflexión y le exigió mayor profundidad. Sin embargo, surgen dos preguntas: ¿Todas las diferencias deben ser superadas? ¿No existen acaso diferencias distintivas que son esenciales, que deben ser respetadas y aportadas como expresión de la riqueza de lo humano?
Poco más adelante se proclamó la “identidad de género”, y la palabra género comenzó a incluir las diversas inclinaciones y autodefiniciones sexuales de los individuos. La palabra abarcó las inclinaciones lesbianas, gay, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI), además de las heterosexuales. Entre ellas, no se diferenciarían por ser ciertas tendencias las normales o naturales, mientras que otras las excepcionales. No. Todas ellas serían de igual valor. Así la palabra género se separó de la naturaleza del hombre y de la mujer, y de la diferencia biológica y procreativa entre ambos. Se afirmó que el contenido de cada identidad de género era un producto sociocultural e histórico y, por eso mismo, variable.
Es más, en nombre de la libertad absoluta de cada individuo, se proclamó el derecho de toda persona a optar por su género. Un número reducido de personas, al hacer uso del “derecho” a optar por una tendencia diferente a su sexo biológico, recurrió a la cirugía para tener un cuerpo lo más semejante posible a la opción hecha.
De manera coherente con estos enunciados, la ley aprobada para la Comunidad de Madrid y publicada el 26 de abril de 2016, determina que “a los efectos previstos en esta Ley, se entenderá por Identidad sexual y/o de género: la vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la siente y autodetermina, sin que deba ser definida por terceros, pudiendo corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, y pudiendo involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido.
A pesar de la extraña separación entre lo biológico y lo opcional, el Evangelio nos manda respetar a todas las personas, sea cual sea su tendencia de género. Por otra parte, la creciente aceptación social de las diversas identidades, impone el respeto a quienes han optado por una de ellas, o por más de una sucesivamente.
Como es evidente, la prescindencia del dato biológico, el que es claro en la gestación del ser humano ya en el seno de su madre (salvo en muy pocos recién nacidos, cuyos órganos sexuales no aparecen claramente definidos), es equivalente a la prescindencia y a la negación de la voluntad del Creador. Leemos en el primer capítulo del Génesis: “Dijo Dios: Hagamos el hombre a imagen nues-tra, según nuestra semejanza (…) y creó Dios el hombre a imagen suya: a imagen de Dios le creó; macho y hembra los creó” (v. 26s).
Esta aparente contradicción entre el dato biológico-creacional, y la existencia de personas en quienes la percepción de su propia identidad de género no coincide con su realidad biológica, planteó un tema que debía ser estudiado. No han faltado quienes han pensado que esta oposición es fruto de una enfermedad, y quienes lo niegan.
Cabe observar lo que ocurre en algunos países. Son muy significativas, por ejemplo, las leyes dictadas en algunas autonomías españolas, que acogen los postulados de los colectivos LGBTI, y los imponen drásticamente en los colegios públicos, privados y concertados. Promueven entre los niños pequeños la opción por su propia identidad de género, y les enseñan los diferentes tipos de familias y de adopciones, que brotan de las diversas uniones “conyugales” posibles entre los géneros. Consecuentemente, rechazan el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus valores, y hasta pueden llegar a penalizar, la enseñanza de la Biblia y del Catecismo de la Iglesia Católica en las escuelas y en las homilías.
A pesar del respeto a todas las personas, sea cual sea su tendencia de género, el rechazo a las “políticas de género”, sobre todo en el ámbito educacional, ha sido considerado en diferentes países como una expresión de la así llamada LGBTIfobia. Por manifestar públicamente su crítica a la ley promulgada por la respectiva autonomía, algunos obispos españoles han sido demandados, para que se les juzgue y condene, aun con pena de cárcel.
La profundidad del cambio cultural que se promueve aceleradamente, con rechazo de las raíces cristianas de nuestras culturas, hace comprensible la actitud explícitamente crítica de los últimos Papas a este respecto, expresada en diferentes documentos del Magisterio, como se presenta en este Cuaderno Humanitas 35.
Es cierto que en Chile, hasta ahora, este proceso no tiene ni el dinamismo ni la variedad de aplicaciones incisivas que lo caracterizan en otros países. ¿Pero no será una fuerte voz de alerta el hecho de que en algunas guarderías infantiles patrocinadas por el Estado, a niños pequeños se les invite a pasar a la sala contigua, donde encontrarán ropa para niñitos y para niñitas, y se les pregunte, con éstas o semejantes palabras: ‘¿De qué te quieres vestir hoy día?
Como los estudios que se han hecho muestran que no hay base científica ni para esta visión, ni para las aplicaciones que se han sacado de ella en referencia a los niños, a las operaciones quirúrgicas transgénicas, y a otras materias, se habla de “ideología de género”.
Los diversos artículos que nos presenta Humanitas en las páginas siguientes, buscan las raíces de esta ideología, su manera de influir y tratar de imponer su proyecto de cultura y sociedad. El P. Piersandro Vazan SJ introduce la temática con el artículo “Gender” y relación hombre-mujer; el profesor de la Universidad de Princeton, Robert P. George, trata en el suyo de La ideología del género y el “liberalismo gnóstico”; siguen a estos dos textos una serie de 10 pronunciamientos papales sobre la cuestión del “género”, comenzando por los del Papa Francisco y continuando por los de sus dos antecesores, los Papas Benedicto XVI y San Juan Pablo II; los abogados chilenos Tomás Henríquez y Hernán Corral se hacen cargo luego de lo que sucede sobre esta materia en el ámbito legislativo del país, con un análisis que titula Chile y la “ideología de género”: ¿enemigo imaginario y lejano?; publícase, por fin, para cerrar esta serie que introduce en tan gravitante tema, la ilustrada y orientadora declaración de la Conferencia Episcopal venezolana, que se aboca a la misma cuestión, Orientaciones sobre la familia y la sexualidad.
Existen otros estudios y declaraciones recientes sobre este tema, como por ejemplo, la declaración del Colegio Americano de Pediatras del 21 de marzo de 2016: “La ideología de género hace daño a los niños”. También es de gran valor el riguroso estudio publicado hace algunos meses por el periódico de Technology and Society The New Atlantis con el título “Sexuality and Gender, informe especial sobre Hallazgos de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales”.
Humanitas ha tenido que limitarse a algunos estudios, que son los que aquí se proponen oportunamente y con propiedad. Un ámbito tendrá que ser tratado más adelante: el acercamiento a todos y el acompañamiento pastoral adecuado. La Iglesia quiere seguir la orientación que le entrega el Papa Francisco. No queremos ser una Iglesia excluyente, sino una Iglesia que acoge a todas las personas, que en lo más profundo de su ser buscan la verdad y la felicidad, y que llegaron a este mundo para encontrarse con Dios.
Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa
Presidente del Consejo de Humanitas