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Queridos hermanos y hermanas:
Seguimos nuestra catequesis sobre el libro de los Hechos de los Apóstoles. Hoy contemplamos a Pablo en Éfeso y Mileto, en los momentos finales de su apostolado en Asia menor. En ese tiempo, el testimonio de Pablo hizo presente a Jesús en medio de su pueblo, comunicando la vida nueva que el mismo apóstol había recibido. Los prodigios y la efusión del Espíritu a través de los sacramentos manifestaban la fuerza salvífica del Evangelio.
Con tales portentos, Dios desenmascaró a los que querían usar el nombre de Jesús para el propio provecho, mostrando al pueblo la debilidad de las artes mágicas. Muchos abrazaron la fe y repudiaron tales prácticas. Los fabricantes de ídolos se sintieron amenazados y reaccionaron violentamente contra Pablo, pero sus denuncias no fueron acogidas. El mensaje es claro: la magia es incompatible con la fe; Dios no se da a conocer a través de las prácticas ocultas, sino que se nos revela como amor gratuito. Quien elige a Cristo se abandona confiado en las manos de Dios.
En Mileto, Pablo pronunció un discurso de despedida a los ancianos venidos de Éfeso. En sus palabras, destacaba que el servicio humilde y desinteresado fue una pauta durante todo su ministerio y que se abandonaba al Espíritu Santo que lo conducía a Jerusalén, para ser probado. A los ancianos les confió la grey redimida con la sangre de Cristo, amonestándolos sobre su misión de custodios. Para esta tarea, los encomendó a Dios y a su palabra de gracia, fermento de desarrollo y de santidad en la Iglesia, y, por último los invitaba a trabajar para no ser de peso a nadie.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos al Señor un renovado amor por la Iglesia tomando conciencia de nuestra responsabilidad ante nuestros hermanos, y rezando además por los pastores, para que revelen la firmeza y la ternura del Buen Pastor. Que Dios los bendiga a todos.
Fuente: Vaticano