"Pienso continuamente en todo cuanto sigo con el corazón"
—Homenaje al Papa poeta, San Juan Pablo II, a un año de su canonización, de su compatriota y amigo filósofo—
Pasarán y desaparecerán diversas abundancias,
Los tesoros y las potencias irán al aire,
los grandes complejos a la ruina,
De las cosas de este mundo quedarán solo dos,
solo dos: la poesía y la bondad… y nada más…
Hasta los conocimientos carentes de estas dos
se borrarán en el papel… (NORWID)
Was bleibet aber, stifen die Dichter (HÖLDERLIN)
Los textos poéticos de Karol Wojtyla nacieron en el esfuerzo de abrirse a la alteridad deseada por el hombre y en la experiencia del encarnarse de la Gracia en que culmina la verdad del drama de la existencia humana. Para decirlo filosóficamente, la res poética de Wojtyla refleja la misteriosa unión de los trascendentales verum, bonum y pulchrum, unión que representa la lógica primordial de todo ser y de manera especial del hombre. Esta lógica, vivida contemplativamente, indica al hombre la salida del laberinto de las opiniones y de los prejuicios sobre la factualidad de su ser. Siguiendo ese hilo de Ariadna que es el pulchrum, en el cual la par-ousia del verum y del bonum resplandece y nos llama al trabajo, el hombre existe como palabra poética y al mismo tiempo filosófica.
La dolorosa experiencia de la contingencia del propio ser expone al hombre a la luz de lo Invisible y de lo Inefable. Lanzándose a sí mismo con una gran pregunta en la dirección de la cual proviene esta luz, pregunta a la cual solo ese Otro Invisible e Inefable puede dar la respuesta, el hombre existe filosóficamente. Existir como semejante pregunta-desafío lanzada al Otro y esperar la respuesta significa pensar en el sentido más profundo del término. El pensamiento filosófico es dialógico. Quien plantea las interrogantes a las cuales está en condiciones de responder por sí solo no piensa, sino puramente construye objetos monológicamente.
Envuelto por la misteriosa luz de lo Invisible, el hombre descubre ser una historia que solo pueden narrar los símbolos y los mitos. En la sociedad en que la poesía del ser se ha apagado, el pensamiento desprendido del verum y el amor separado del bonum son sustituidos por el cálculo y por lo “cómodo”, que utilizan lo bello como mera decoración. Lo bello transformado en algo estético puramente formal no nos llama al trabajo para la Gracia, ya que semejante bello a nada nos llama.
Precisamente en este sentido entiendo las palabras de Hölderlin: Voll Verdienst, doch dichterisch wohnet der Mensch auf dieser Erde, y las de San Agustín: Fecisti nos ad te, Domine, et inquietum est cor nostrum donec requiescat in Te. En realidad, haciendo tantas cosas, el hombre está voll Verdienst, lleno de méritos. Sin embargo, doch, en el fondo, él habita poéticamente, dichterisch, en esta tierra, mirando, en la fronética [1] inquietud, lo Invisible e Inefable de donde todo proviene y hacia donde está orientado y proféticamente extendido su ser. El hombre habita poética y filosóficamente entre las cosas visibles en cuanto estas, dichas por lo Inefable e iluminadas por lo Invisible, también deben ser dichas bien y no mal, es decir, ben-ditas y no mal-ditas. Dentro de aquel que vislumbra lo Invisible en su reflejo en lo visible y dice bien todo cuanto es, tiene lugar el acto de la co-creación o —mejor dicho— el poiein.
En otras palabras, la persona humana existe como una intentio visible de lo Invisible. Los griegos la habrían llamado tónos. El hombre es tónos del Otro. Así, aquel que no existe poética y filosóficamente en esta tierra es un ser “desentonado”, a menudo a pesar de las apariencias. Recita la prosa de su propia inmanencia de acuerdo con la lógica que da comienzo a una cultura “desentonada”.
El poeta reside en el asombro provocado en él por lo bello de los seres, carácter bello que, reflejando la lógica del Otro, choca con la amenaza de aniquilación de esos seres; pero su existencia y su pensamiento, gracias al poiein que en ellos ocurre, no se detienen ante la muerte y no perecen en el dolor, sino salen del mismo aún más fuertes. De hecho, la poesía va más allá de lo visible que se desprende, abriendo al hombre al encuentro difícil con el Otro.
Wojtyla vivió a temprana edad la muerte de las personas más queridas. No es para nada extraño, entonces, que desde su juventud mirase a lo lejos, hacia las cosas inefables e invisibles. Ya en 1938, Wojtyla escribió, a los diecinueve años:
En tu blanca tumba
ya cerrada hace años
algo parece levantarse:
inexplicable como la muerte.
(EN TU TUMBA BLANCA) [2]
En su recuerdo poético de la muerte de un compañero de trabajo en la cantera resuena también la rabia en la cual crece el amor al hombre.
(…) El hombre llevó consigo la secreta estructura del mundo donde el amor prorrumpe a mayor altura si lo impregna en mayor medida la rabia.
(LA CANTERA, IV, 7)
En el asombro y en la rabia, el hombre crece como magna quaestio (San Agustín), desafiando a Dios en defensa del hombre. Precisamente en esta defensa se constituye y se desarrolla la filosofía en el sentido primordial del término.
Siempre debo recordar: ¿soy un ser contingente?
Pero si está presente en mí la verdad, debe explotar.
No puedo negarla, me negaría a mí mismo.
(NACIMIENTO DE LOS CONFESORES, II, 2, 3)
La pregunta-desafío debe hacer explotar la verdad; esperar la respuesta a semejante pregunta, esperar la explosión de la verdad, significa trabajar poéticamente para la Gracia. Existo por lo tanto poéticamente al existir valerosamente en lo visible contingente para lo Invisible necesario. La vida y el pensamiento desprendidos de semejante existencia serán sofocados por la nada formalizada, es decir, por lo que son los métodos de construcción de los conceptos y su composición en los sistemas estético-éticos a veces muy sofisticados.
La poesía y la filosofía que surgen de esperar la explosión de la verdad en el hombre nunca serán construcciones de la erudición. Job no es un poeta ni un filósofo formado por libros; su pensamiento, tomado del origen del ser, se distingue por su originalidad. Él poiei ese Mañana más grande que todos los mañanas; él madura por eso.
Madurez, una excavación en la médula secreta, (…)
madurez, superficie que se acerca al fondo,
madurez, un abismo que es penetrado,
reconciliada el alma con el propio cuerpo,
más reacia a la muerte
y ansiosa de la resurrección.
Madurez para difíciles encuentros.
(MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE, I, 1)
Al madurar para difíciles encuentros, el temor del hombre es transfigurado por el amor (Id., 1, 2), porque el amor determina el futuro, como dice Andrea (LA TIENDA DEL ORFEBRE, I, 6).
En el poiein y en la maduración poética del hombre, la pregunta nacida de una experiencia final con sabor de aniquilación
(MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE, IV, 4) y lanzada al Otro
está envuelta por la luz del
misterio del Paso
en el cual
el camino se invierte.
De la vida pasar a la muerte –
es esta experiencia, la evidencia.
A través de la muerte pasar a la vida –
éste el misterio.
Misterio – una inscripción profunda
todavía no totalmente descifrada
que es en nosotros presagio y no contradice la vida.
(MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE, II, 2)
En el misterio del Paso hay un eje que, suspendido sobre el abismo, conduce desde la orilla donde lo contingente deja de proceder hacia el más allá de donde proviene la luz que extrae lo bello de lo verdadero y del bien de las tinieblas de la inmanencia de este contingente.
Pienso en este eje sobre el cual apoyo el pie.
¿Tal vez mi corazón es este eje entre dos orillas,
corazón que en sus fibras tiembla de conmoción?
¿O es el pensamiento?
(pienso continuamente en todo cuanto sigo con el corazón,
no sé si estoy más repleto de sentimientos o de ideas).
Y todo está ahí donde se apoya el eje.
(NACIMIENTO DE LOS CONFESORES, II, 4)
¿Y sobre qué se apoya este eje en el cual se encuentra solo la fuerza? Sin duda no sobre el hombre, porque este, si bien crece, vacila: le hablan la fuerza y la debilidad según las cuales se rige el mundo (Id., II, 4). Gracias a la valerosa poiesis, sintiendo bajo la superficie de las palabras (…) el fondo sobre el cual apoyar el pie (Id., I, 1), escribe Wojtyla,
estoy quieto. Tomo mi reflejo de la cresta de la ola
que vuelve atrás por sí misma – dejándome allí.
Mi movimiento es distinto:
ahí solo mi contorno, en el paréntesis diáfano,
y aquí – la verdad que con mi vida debo afirmar.
(NACIMIENTO DE LOS CONFESORES, II, 5)
La imagen de pasar por el eje hace pensar en Patmos de Hölderlin [3]. En esta isla, San Juan, unido místicamente con la Palabra, dijo palabras más sabias sobre él; bajo su superficie sentimos el fondo sobre el cual apoyar el pie. Karol Wojtyla vislumbra en todo evento una inscripción profunda ya descifrada por Aquel que pasó por aquí, realizándola en sí mismo (ver MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE, II, 2). Gracias al Paso de este Voluntario Divino que es Palabra de Dios, quienes existen poéticamente pueden existir también “pascualmente”. En los eventos contingentes de su vida se transluce el Otro —revelándose y al mismo tiempo ocultándose, como si se defendiese contra la doxa con la cual tantos procuran palparLo vulgarmente— aproximándose a nosotros ese Evento que no pasa. En las tinieblas de las cuales habla Hölderlin en Patmos, se abre lo que Heidegger llamaría Lichtung.
Sin embargo, en la Lichtung del dramatismo de los hechos y de las palabras, dramatismo cantado por Wojtyla en el poema La Redención busca tu forma para entrar en la inquietud de cada hombre, analizado en el estudio Persona y acto, no se revela el Sein, tan primordial para anular la diferencia entre Dios y los hombres. En este dramatismo,
(…) cada instante se abre al tiempo completo,
se derriba a sí mismo
y tú encuentras una semilla de eternidad.
(LA REDENCIÓN BUSCA TU FORMA PARA ENTRAR EN LA INQUIETUD DE CADA HOMBRE, II, 2).
La Palabra de Dios se inserta en nuestras palabras en la medida en que, siguiendo humildemente lo bello de los seres, unimos nuestra mirada a la Mirada Divina [4]. Así, las palabras poéticas ordenan nuestras experiencias comunicándonos la verdad. Las palabras bíblicas la comunican de un modo que trasciende nuestras posibilidades de poiein. Insertándose en nuestro amor, en nuestro conocimiento y en nuestras palabras, se defienden contra la muerte que comienza en el vacío de la existencia y el pensamiento puramente formales.
Son nuestro apoyo las palabras pronunciadas en tiempos antiguos y pronunciadas también hoy con estremecimiento. (…) Ciertamente, también se encuentran manos invisibles y estas nos sostienen mientras con esfuerzo llevamos la embarcación, en la ruta trazada por los eventos, a pesar de tantos bancos de arena.
(IGLESIA, LOS PASTORES Y LAS FUENTES)
El poeta debe al ser el estilo con el cual se expresa, leemos en Hermano de nuestro Dios. Las palabras de Paul Valéry expresan la misma idea, el primer verso de poesía proviene de Dios y todos los demás resultan del trabajo del hombre.
Es natural, entonces, que la poesía, cantando el drama del amor y de la muerte, nunca es errónea. En las palabras poéticas alcanzamos probablemente las cúspides de la palabra —no de aquella que acompaña la “practicidad” ni de la palabra portadora de un pensamiento—, sino de aquella (…) que deja de ser un medio convirtiéndose en una fuerza elemental subsistente [5]. Esa fuerza elemental nos permite esperar que podamos reequilibrar finalmente todo, en un gesto firme y maduro.
(PERFILES DE CIRENEO, II, 1)
y que un día ese gesto que ofusca la interioridad del acto (…) caiga y que de nuestros actos solo quede la verdadera esencia.
(PENSAMIENTO – EXTRAÑO ESPACIO, IV, 2).
Nuestro último gesto, suspendido en el silencio, es la muerte. Nuestra cotidianidad impregnada del Otro es como una melodía cuyos sonidos no están unidos entre sí por vínculos causales, sino por la presencia de la realización que se produce en cada sonido. El sonido surge de la nada como un don y lo que “dice” lo “comprendemos” a la luz invisible proveniente de ese sonido que todavía no está presente, sino puramente ad-viene; el sonido que escuchamos tiene su sentido en el que escucharemos. En realidad, la poesía surge de la nada. Inmersos en el silencio de esa nada que sigue al último sonido, nos envuelve la luz del sentido de lo que ocurría en todos los sonidos. En el silencio de la realización, en el cual se revela el origen de la melodía misma, nos sentimos transfigurados, es decir, sentimos que somos nosotros mismos en mayor grado que al comienzo, en la medida en que somos arrastrados por el Otro como por un Mar que está
expandiendo alrededor tanto silencio, tanta frescura.
¡Anegarse, anegarse! Replegarse y luego lentamente escurrirse
sin sentir en ese reflujo los peldaños
en los cuales se desciende de prisa temblando –
solo el alma, el alma del hombre inmersa en una minúscula gota,
el alma embelesada en esta corriente.
(CANTO DEL DIOS OCULTO, I, 3).
La muerte es un gran silencio. Las palabras en las cuales no suena el silencio del origen y de la realización de nuestro ser cotidiano quedan al margen; no anuncian la verdadera esencia de nuestro ser, esa esencia siempre futura, y no nos llaman al poiein.
El Otro que se transluce en el silencio del canto poético y de la pregunta filosófica
es un desafío permanente.
Dios mismo tal vez nos desafía
para que nosotros mismos desafiemos al destino.
(LA TIENDA DEL ORFEBRE, I, 2)
En la experiencia de esa espiral de pulchrum que entra en el hombre desde el más allá, se produce en nosotros lo que los griegos llamaban catharsis. En ella, el hombre que es puramente símbolo del hombre, como decía Platón, hombre que solo con el canto y con la pregunta apenas logra rozar la verdadera esencia de su ser, lucha “hasta la mañana” contra el Ángel de Dios para obtener la ben-dición (ver Gen 32, 25-31). Luchar así toda la noche significa decidirse generosamente a existir extendido hacia el Otro y por el Otro, antes de realizar cualquier elección moral. Solo gracias a esta decisión poética que no considera la utilidad y a fortiori el placer, el hombre entra en la relación “yo-tú” con cada ser. Hundiendo así las raíces en el Otro, existe como sujeto, realizando sus elecciones morales. No hay por lo tanto que asombrarse por el hecho de que la verdad del hombre comience a revelarse en esas elecciones. La verdad del hombre se revela también en aquellas elecciones en las cuales está ausente la decisión de existir generosamente, porque al hombre que se somete a la lógica propia de los objetos útiles y placenteros le duele el propio ser desviado de su verdadera esencia. Por lo tanto, era natural, si bien sorprendente para muchos, que la reflexión antropológica del Cardenal Wojtyla partiese de la dramática y trascendente experiencia moral de nuestros actos.
De este continuo decidirse a existir extendido hacia el Otro
De esta corriente —sábelo— no hay retorno.
¡Envuelto por la misteriosa belleza de la eternidad!
Durar y durar. No interrumpir la fuga
de las sombras, durar solamente
de manera cada vez más clara y más simple.
(CANTO DEL DIOS OCULTO, I, 1)
El Voluntario Divino, pasando por aquí, dejó su rostro impreso en todo cuanto es nuestro, rostro radiante de poesía y bondad, únicas dos cosas que permanecen y en las cuales los poetas basan, stiften, esa verdad del hombre que permanece, bleibet.
Dios vino hasta acá, se detuvo a un paso de la nada, de nuestros ojos sumamente cerca.
(CANTO DEL DIOS OCULTO, I, 12)
Ahora cada uno de nosotros dice con Verónica:
Ya han pasado todos, tú quedas sola.
En ese paño está la señal del contacto,
ahí te proteges de tu propia forma.
Una forma de vida con la cual no puedes sentirte de acuerdo.
(…)
Cercanía que devuelve la forma. (…)
Nostalgia: hambre de cercanía.
Ya no basta la efigie, es una señal de la separación.
La REDENCIÓN es la cercanía permanente de
AQUEL QUE PARTIÓ.
(LA REDENCIÓN BUSCA TU FORMA PARA ENTRAR EN LA INQUIETUD DE CADA HOMBRE, IV, 1, 2, 3)
El verdadero drama del hombre es la Encarnación. A quienes lo eviten, por temor, jamás les será dado decir con María:
Yo no me conocía así como me descubrí en el canto.
Caminaba entre la gente compartiendo sus ansias,
con mis sencillos gestos, (…)
Y cuando explotó el canto, envolviéndome como un campaneo,
vi que las palabras te trajeron de donde estabas oculto
como una luz inmersa en el fondo del pensamiento –
Y cuando cese el canto
escucharás mejor mis pensamientos.
(LA MADRE, III, 1)
En el Voluntario Divino, salido de donde estaba oculto,
alguien se inclinó largo rato sobre mí (…)
Ese dulce inclinarse, lleno de frescura y a la vez de sequedad,
es silenciosa reciprocidad.
(CANTO DEL DIOS OCULTO, I, 6)
Solo cuando el Otro se inclina tan generosamente sobre el hombre extendido hacia Él, el hombre lo comprende todo, incluso a sí mismo.
El amor me ha explicado todo,
el amor todo lo ha resuelto para mí –
por eso admiro este Amor
dondequiera Él se encuentre
(Id., I, 5)
Anhelando una nueva creación y confiando cada vez más en el Advenimiento del Amor,
no satisfecho por el único día de la creación
anhelo una nada creciente,
para que mi corazón esté dispuesto al soplo
De Tu Amor.
(Id., I, 9)
El confesor dio solo un consejo a Adam Chmielowski: ¡deja que el Amor te forme! (Hermano de nuestro Dios). A fin de cuentas, la única palabra en la cual la existencia poética del hombre se expresa debidamente es esta: ¡Gracias! ¡Gracias!
por este instante – lleno de extraña muerte
que zarpa hacia el eterno infinito,
y por un toque de lejana sequedad
que hace languidecer el profundo jardín.
(CANTO DEL DIOS OCULTO, I, 10)
¡Gracias! Por las palabras reencontradas en la nada, por el estremecimiento y por esta brizna de este asombro, que será todo el contenido de la eternidad (CANTO DEL DIOS OCULTO, I, 2).
El tiempo vivido en el asombro y en el estremecimiento es un tiempo correcto. Aquel que vive en el tiempo correcto en el cual la esperanza se eleva desde todos los lugares sujetos a la muerte (MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE, IV, 1) no se resigna a la corrupción, madurando en cambio para el difícil encuentro con Aquel en el cual la vida encuentra todo su mañana (Id., I, 3) y el mundo que muere de nuevo revela la vida (Id., IV, 1). Y así me inscribe en Ti mi esperanza (Id., IV, 5);
cuando en el asombro y el estremecimiento
se confunden el instante y lo eterno,
la gota ha aspirado nuevamente el mar. (…)
¿Es quizás la vida una ola de asombro, una ola más alta
que la muerte?
(CANTO DEL DIOS OCULTO, I, 10)
En el asombro y en el estremecimiento, confiando su aspecto visible a lo Invisible para que Él lo mida, el hombre ya es juzgado por Él. Es la única justicia que salva. Es ciertamente una cruz impuesta al hombre, pero solo llevándola este no perderá la libertad ni enloquecerá como enloquecen los que se someten a la omnipotencia de la diversión.
Entonces Él vendrá, pondrá su yugo
sobre tu espalda. Sentirás y te reanimarás con un latido.
(PERFILES DE CIRENEO, II, 5)
La libertad siempre será difícil. Es destino de aquel que existe poéticamente dar testimonio del Otro hasta el martirio de la sangre. Lo bello que nos conduce fuera del laberinto de nuestras construcciones es solo la primera nota del Tremendo (RILKE, ELEGÍAS DE DUINO, I).
A través del pensamiento el mundo no se dirige al país de los meros significados,
(LA REDENCIÓN BUSCA TU FORMA…, I, 3)
Pensaba tal vez Estanislao: mi palabra te herirá y te convertirá, en las puertas de la Catedral te verás penitente, (…)
Si la palabra no ha convertido, será la sangre que convierta.
(ESTANISLAO, 6).
¿Qué ocurre entonces en el misterio del Paso, si el poeta os grita a los filósofos:
Oh maestros de la Hélade, os relato un gran asombro:
no es importante velar por el ser que se escabulle entre los dedos,
existe la Belleza más real,
oculta bajo la sangre viva.
el trozo de pan más real del universo, (…)
- el exilio de Dios.
(CANTO DEL DIOS OCULTO, I, 13)
¿Qué ocurre en el misterio del Paso si el mismo hombre, encorvándose hacia el presente que ya es un pasado, expresa a gritos su propio dolor al Otro?
Oh Señor, perdona mi pensamiento que aún no ama lo suficiente, perdona, Señor, mi amor,
que está tan terriblemente encadenado al pensamiento
Que Te dispersa en pensamientos fríos como la corriente
y no se envuelve en ardientes hogueras. (…)
(Id., II, 16)
¿De qué hoguera emana el rayo ardiente que en este misterio traspasa al hombre y lo inflama? ¿A qué Amor tiene acceso esta hoguera? Su calor lo transmiten las palabras poéticas del Misterium Rayos de paternidad, que nos invita a otra reflexión.