Juan Pablo II fue un sacerdote, un pastor, un experto en humanidad y también un escritor. Su gran producción literaria incluye poemas, piezas dramáticas, ensayos, libros, artículos, cartas, crónicas de viaje, homilías y sermones, todo ello forjado desde su infancia y juventud, donde conoció y se vio cautivado por la poesía patriótica, el teatro y por algunos autores como san Juan de la Cruz.

Foto de portada: Karol Wojtyla cuando era arzobispo de Cracovia.

Humanitas 2025, CIX, págs. 146 - 155

Es difícil hablar de este Papa como escritor, pretendiendo separar esa faceta de todo el hombre. En una personalidad tan grande como la suya, todo va unido. Juan Pablo II fue un pastor, un líder espiritual, un experto en humanidad, un maestro, un profeta, un sacerdote y, a veinte años de su partida, quiero recordarlo también como un escritor.

El propio Juan Pablo II pensaba que su vena lírica ya se había cerrado, con la multiplicidad de funciones que lleva consigo el papado. Sin embargo, el año 2003 sorprendió al mundo con la obra poética de su ancianidad: Tríptico Romano. Está dividido en tres partes: “Arroyo”, “Meditaciones en la Sixtina” y “Monte en la región de Moria”. Según su prologuista, el cardenal Rouco Varela, es una obra que llama a cruzar el umbral del misterio de Dios, del Verbo y del hombre mismo. Una palabra clave es asombro, por la belleza que descubre en la creación, cantada en la primera parte de la obra. La metáfora del agua es quizás la preferida de Karol Wojtyla. Los versos en torno a la Capilla Sixtina se refieren a la historia de la humanidad y de la Iglesia, aludiendo a su elección y a la sucesión después de su muerte. En el monte Moria se ref iere bellamente a la historia de Abraham, comparándola con la actuación de Dios Padre que entrega su Hijo a la muerte de Cruz. Termina el Tríptico con estas palabras: “No te olvides de este lugar cuando te vayas de aquí, este lugar esperará su día”.

Por su cargo mismo de pontífice, Juan Pablo II tuvo que ejercer continuamente como escritor. Su biógrafo George Weigel destaca que al cumplir veinte años al frente de la Iglesia, sus escritos papales cubrían tres metros de estantería, entre encíclicas, constituciones apostólicas, exhortaciones y miles de discursos y sermones. Desde entonces la medida habrá aumentado regular y progresivamente hasta su muerte.

Otro biógrafo suyo, Tad Szulc, dice que para escribir su historia “me dediqué a estudiar con gran gozo su inmensa producción literaria: poemas, piezas dramáticas, ensayos, libros sobre moral y ética, artículos, cartas, crónicas de viaje, homilías y sermones”.

También podemos hablar de un Karol Wojtyla literario, antes de su elección como Papa. Dice Navarro Valls, psiquiatra, portavoz del Papa, que Juan Pablo II era una combinación de dos arquetipos humanos: el filósofo abstracto y racional y el poeta emocional. Siguiendo estas huellas, vemos que el filósofo se ha expresado en textos densos, ricos y originales, también con una veta más periodística, y que el poeta se ha volcado en la lírica y el arte dramático.

¿Cuáles fueron sus influencias literarias? Cuando niño su padre le ayudaba a estudiar historia leyéndole poesía patriótica. De adolescente, como él recuerda, estaba “fascinado por la literatura, en particular por la dramática y por el teatro”. Amaba a los grandes poetas del romanticismo polaco, Adam Mickiewicz, Julius Slowacki (el que en el siglo XIX profetizó el advenimiento de un Papa polaco) y sobre todo Cyprian Norwid, quizás el más influyente en su obra.

Pero fue a Mickiewicz a quien citó en su primer saludo como Papa al pueblo polaco: “Madre de Dios, tú que defiendes a la clara Czestochowa y brillas sobre Ostrabama”.

Fascinado por la “palabra interior”.

Su fascinación de joven, como recuerda él mismo, no provenía solamente de los libros, sino principalmente del teatro. Karol Wojtyla fue actor desde los catorce años hasta su ingreso en el Seminario clandestino bajo la ocupación nazi. Sabía de memoria obras clásicas. Todos los que han investigado sobre esta época de su vida aprecian lo excelente que fue su educación escolar en la tranquila Wadowice. Fueron escuelas públicas las que le dieron este sedimento humanista tan fuerte.

Su amigo y mentor en cuestiones de teatro era Mieczyslav Kotlarczyk, diez años mayor que él, que le comunicó su entusiasmo por el teatro de la “palabra interior”, en el cual lo fundamental era la recitación, quedando los otros elementos (actuación, vestuario, decorados) reducidos al mínimo. Lo que importaba era el manejo de la voz. Dice George Weigel que Karol Wojtyla tenía una percepción muy fuerte del aspecto dramático de personas y acontecimientos, y que esto se refleja en sus versos.

Otra influencia le viene de sus estudios de filología polaca, abortados por la Segunda Guerra. Además, durante la ocupación nazi de Polonia, conoció la palabra inspirada de san Juan de la Cruz. Se lo presentó en este ambiente tan desolado un sastre, Jan Tyranowski, que enseñaba a los jóvenes a hacer oración. Más tarde, el Papa eligió a Juan de la Cruz como tema de su tesis doctoral y aprendió español para leerlo en su lengua materna.

A los catorce años, actor; a los diecinueve, poeta, con un volumen de versos, “Salterio del Renacimiento” sin publicar (no tenía un peso para hacerlo). En sus primeros versos hay uno dedicado a la madre y un texto largo, titulado “Magníficat”, pleno de sentido religioso y patriótico y teñido de optimismo (todavía no había sufrido los años negros de la guerra):

Gracias te rinde, Padre, mi juventud bendita
Tus manos la formaron del corazón de un tilo…

Posteriormente, ya en plena ocupación, escribe dos poemas dramáticos, Job y Jeremías, para presentarlos en el teatro rapsódico, entidad clandestina que exaltaba los valores culturales polacos. Varios poemas del Papa surgen de vivencias de esa época y fueron publicados entre 1948 y 1978 en muchos idiomas. En castellano la BAC tiene la colección completa. Pero entonces el joven Karol Wojtyla no tenía ese alcance. Sus poemas y obras de teatro aparecieron en Tygodnik Powszechny y en Znak, prensa católica polaca que sobrevivía como podía bajo el régimen comunista: “Canción del resplandor del agua”, “La cantera”, “Perfiles de un cirineo”, “La Iglesia”, “Irradiación de paternidad”, “Vigilia pascual”, “Meditación sobre la muerte”, El hermano de nuestro Dios, obra de teatro.

Su poesía

¿Cómo es la poesía de Karol Wojtyla? Muy unida a su experiencia vital, a veces oscura (“Mi complicada alma juvenil”), recuerda el Papa. Refleja el mundo que conoció, su visión pascual de la Iglesia y las profundidades de su corazón.

Hay atisbos de san Juan de la Cruz:

Estos pobres ojos míos cuando los creabas,
cogiendo de la profundidad con la mano abierta,
pensaban ya en la eterna mirada,
arrebatados en las aguas enormes
y decías: Me voy a humillar, hermano mío,
me voy a humillar, no dejaré nunca tus ojos solitarios…

 Y una chispa de humor polaco:

¿Qué puedo darte por venir a mí
todos los días?
Señor, te saldrá muy caro
Confiarte a un sujeto como yo…

“La cantera” recoge sus experiencias como obrero y al Papa le gustaba recordarla. “La Iglesia” (varios poemas) recoge sus impresiones del Concilio Vaticano II. La más conocida era la dedicada a un obispo negro:

 

Eres exactamente tú, mi querido hermano,

siento tu presencia en una tierra vasta,

en que los ríos se desvanecen con rapidez

al igual que el sol consume el cuerpo,

cual fundición que consume el hierro.

“Estanislao” fue su último poema publicado en 1978, aunque algunos sostienen que lo terminó después de ser elegido Papa. Está dedicado al santo obispo de Cracovia que murió a manos del impío rey Boleslao. Un santo mal mirado por el régimen comunista por su oposición a un gobierno impío. El último verso del poema dice: “mi palabra no te ha convertido, pero mi sangre te convertirá”.

En los diarios citados anteriormente escribió sobre los sacerdotes obreros y sobre el sastre Jan Tyranowski, más tarde escribió artículos

 

 

 

 

 


* Elena Vial es periodista y colaboradora habitual de Revista Humanitas.

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