¿Puede haber algo más contradictorio que la muerte de un niño? En lo más recóndito del campo chileno nos encontramos con una inveterada tradición que celebra aquel funesto acontecimiento. Sí, lo celebra. Esto se debe a que la sabiduría popular, esculpida durante siglos por la fe cristiana, descubre en aquel pequeño difunto el tránsito de un ángel que con su existir bendice a la comunidad que lo despide. El autor indaga en la expresión literaria más propia de esta tradición, los versos por angelito.
Imagen de portada: “Velorio del angelito” por Antonio Caro, s/f (Óleo sobre tela).
Humanitas 2024, CVII, págs. 12 - 23
¿Puede haber algo más contradictorio que la muerte de un niño? En lo más recóndito del campo chileno nos encontramos con una inveterada tradición que celebra aquel funesto acontecimiento. Sí, lo celebra. Esto se debe a que la sabiduría popular, esculpida durante siglos por la fe cristiana, descubre en aquel pequeño difunto el tránsito de un ángel que con su existir bendice a la comunidad que lo despide. Como teólogo, habituado al trabajo con fuentes escritas, he sido cautivado y maravillado por la expresión literaria más propia de esta tradición, los versos por angelito, debido a la densidad reflexiva que rápidamente se descubre en sus líneas. Por este motivo, en este artículo me propongo presentar a los versos por angelito, de tal manera que se pueda apreciar toda su profundidad significativa y el valor que tiene para el quehacer teológico.
¿Puede haber algo más contradictorio que la muerte de un niño? En lo más recóndito del campo chileno nos encontramos con una inveterada tradición que celebra aquel funesto acontecimiento.
Si podemos valernos de una idea para representar su sentido, los versos por angelito pueden ser entendidos como la manifestación literaria de un pueblo creyente que se apropió culturalmente de la esperanza cristiana. En efecto, estas composiciones no solamente reflejan el genio popular, sino que también constituyen una resistencia frente al misterio insondable que es la muerte; cual palabra que articula el sinsentido[1], los versos por angelito se erigen como testimonio de que la muerte no es capaz de enmudecer a la vida. La consideración tanto de su marco ritual como de su doble naturaleza poético-musical contribuirá a ilustrar mejor este punto.
Cual palabra que articula el sinsentido, los versos por angelito se erigen como testimonio de que la muerte no es capaz de enmudecer a la vida.
El velorio de angelito
Los versos por angelito son creados e interpretados exclusivamente para el ritual fúnebre conocido como ‘velorio de angelito’[2]. Esta ceremonia consiste en una vigilia en torno al cuerpo del menor fallecido[3], que se extiende desde que cae la tarde hasta el despunte del alba, momento en que se traslada al difunto al sitio en que sus restos mortales reposarán definitivamente. Existen dos condiciones que deben cumplirse para que se celebre un velorio de angelito: que el menor no haya cumplido los ocho años de edad, es decir, que se mantenga en un estado considerado de inocencia, y que haya recibido el bautismo, de manera que se encuentra libre del pecado original.
El rito se desarrolla en un espacio doméstico, perteneciente a algún miembro de la comunidad, usualmente en el domicilio de los padres o padrinos, el cual tiene una cuidadosa distribución y ornamentación. En primer lugar, se improvisa un altar junto a una pared de la habitación en que se realizará el velorio, sobre el cual se deposita el cuerpo del angelito y, eventualmente, algunas imágenes religiosas. Este altar se adorna con flores y luces. En segundo lugar, el angelito es ataviado con elementos que VERSOS POR ANGELITO visibilizan su condición de ser celestial, como alas y túnicas. Finalmente, se disponen asientos orientados hacia el altar para quienes acompañarán al menor. Como se puede apreciar, toda esta organización tiene su centro de gravedad en el angelito, el cual es tratado como si fuera una imagen religiosa de culto.
Esta última aseveración se verifica al reparar en las acciones efectuadas durante el ritual. Además de la comida y de la bebida que se dispone para resistir el pervigilio, concurren rezos y cantos que se dirigen al angelito. En particular, el canto por angelito constituye el momento central de la vigilia. No se trata de un simple canto religioso, sino de la inclusión de otra antigua tradición del campo chileno llamada canto a lo poeta. Para su ejecución, los cantores y las cantoras presentes, personas que han asumido un ministerio específico para el servicio de la comunidad, se ubican formando un semicírculo alrededor del altar y cantan sus respectivos versos de acuerdo a un sistema de turnos que recorre tal rueda de cantores de izquierda a derecha. El canto por angelito es fundamental para el velorio, ya que, para la conciencia popular, es por medio de este acto que el angelito puede acceder a la gloria de Dios[4].
El canto por angelito constituye el momento central de la vigilia. No se trata de un simple canto religioso, sino de la inclusión de otra antigua tradición del campo chileno llamada canto a lo poeta. […] El canto por angelito es fundamental para el velorio, ya que, para la conciencia popular, es por medio de este acto que el angelito puede acceder a la gloria de Dios.
El canto a lo poeta
El canto por angelito es un subconjunto temático del canto a lo poeta[5], poesía musicalizada de tradición oral, que utiliza como estructura la décima espinela6. El verso, que en la terminología popular refiere a la obra poética completa, se compone de cuatro décimas más una de despedida, quinta décima que constituye una peculiaridad del canto a lo poeta practicado en Chile[7]. La versatilidad de la décima espinela confiere a esta tradición una enorme capacidad expresiva, característica que permite entender el porqué de su apropiación por el mundo rural como el principal dispositivo de expresión poética[8]. Los versos empleados exclusivamente en los velorios de angelito son de dos tipos[9]: los versos ‘por salutación’, que inauguran el canto por angelito saludando –y nombrando– todos los elementos del ritual, y los versos ‘por despedimento’, que clausuran el velorio con un curioso gesto en que los cantores le prestan su voz al angelito para que este se despida antes de partir al cielo.
“El velatorio del angelito, costumbre popular chilena” por Ernest Charton, 1848 (Óleo sobre tela).
Los versos empleados exclusivamente en los velorios de angelito son de dos tipos: los versos ‘por salutación’, que inauguran el canto por angelito saludando –y nombrando– todos los elementos del ritual, y los versos ‘por despedimento’, que clausuran el velorio con un curioso gesto en que los cantores le prestan su voz al angelito para que este se despida antes de partir al cielo.
En cuanto al componente musical[10], se caracteriza por poseer una estructura melódica modal de canto monótono. Sin embargo, el acompañamiento instrumental sigue una armonía de tipo tonal, lo que parece sugerir una cierta independencia en relación con el verso y que provoca que, en la enunciación de este, se deban repetir algunas frases para equilibrar la desproporción entre la décima y el acompañamiento musical. Los instrumentos empleados son el guitarrón chileno, la guitarra traspuesta y, en menor medida, el rabel. Ciertamente, el componente musical le confiere al canto a lo poeta su fisonomía definitiva, inconfundible una vez que se la conoce, y le confiere la potencia expresiva que la caracteriza.
Lo que ya adelantaba el ritual se ve explicitado en el canto: el niño ya no pertenece más a la esfera terrena, sino que es un ser supramundano. Así, los ‘versos por salutación’ permiten resignif icar los espacios y elementos involucrados en el velorio, teniendo especial importancia que se nombre ‘angelito’ al difunto. Por su parte, los ‘versos por despedimento’ verifican la partida del angelito a la gloria de Dios, autorizando el traslado de su cadáver a la sepultura. El acompañamiento musical y el tipo de canto melismático y monótono contribuyen a conformar un ambiente de recogimiento y de evidente carácter religioso. La independencia que se descubre entre el componente literario y el componente musical ofrece un argumento –que es interno a la naturaleza del canto a lo poeta– para justificar un estudio centrado únicamente en los versos: al igual que ocurre con los elementos del ritual, el componente musical seduce los sentidos de los participantes, invitándolos a centrar su atención en los aspectos que el contenido de los versos quiere significar.
Los versos ‘por despedimento’
La filosofía que subyace a los versos por angelito se afirma en la convicción de que un alma pura tiene abiertas las puertas a la bienaventuranza. La teología que se descubre es la misma que expone Pablo en la carta a los Romanos[11]: por el bautismo no solo participamos de la muerte de Cristo, sino que también tenemos parte de su vida junto al Padre. A partir de este núcleo fundamental, los versos, particularmente los versos ‘por despedimento’, nos llaman la atención sobre las relaciones mutuamente solidarias en las que se inserta una aprehensión de la muerte que está configurada por la esperanza cristiana. Mediante el análisis de los versos[12] podemos observar que estas relaciones se verifican en el desarrollo de tres temáticas: la comunidad cristiana, la consideración del dolor causado por la separación y el rol intercesor del angelito.
“El velorio del angelito” por Arturo Gordon, 1909 (Óleo sobre tela).
Respecto del rol de la comunidad cristiana, los versos destacan todos los aspectos involucrados con la preparación del velorio y los adornos del angelito. Pero hay una función de la comunidad cristiana que es más sutil y podría pasar desapercibida en una lectura rápida de los versos: la iniciación en la fe de la Iglesia. Se trata de un aspecto crucial, ya que, como fue destacado, la liberación del pecado original es entendida como una condición sine qua non para esta sabiduría popular[13]. Este servicio que la comunidad le presta al angelito está preferentemente representado, aunque no exclusivamente, en la figura de los padrinos, que ocupan un lugar predominante en los versos:
El despedirme es forzoso
de mis padrinos que fueron
a la iglesia i me tuvieron
i el Ministro tan honroso
en nombre del Poderoso
fuí cristiano en feliz hora.[14]
Ciertamente, el componente sacramental de la fe de la Iglesia es la infraestructura que sostiene la esperanza en que el angelito pueda participar en la gloria de Dios. Al mismo tiempo, es un vínculo con la jerarquía eclesial y una valoración del sacerdocio ministerial, al que se le reconoce la potestad en la administración de los sacramentos. Así, la incorporación del menor en la Iglesia mediante el bautismo es un acto indispensable para que pueda darse su destino bienaventurado.
Por su parte, los ‘versos por despedimento’ acogen con delicadeza la faceta afectiva involucrada en la muerte. Se entiende que la muerte provoca una fractura en las relaciones, afectando a la comunidad y, más intensamente, a quienes tienen un vínculo afectivo filial con el pequeño difunto. Los versos explotan esta faceta resaltando la figura de la madre y el dolor causado por la muerte de un hijo, como puede apreciarse en el siguiente verso compuesto por Violeta Parra:
No mojes más mis alitas
con tu llorar lisonjero,
detienes la entrada al cielo
de tu blanca palomita.
Compréndeme, pues, mamita,
ya estoy cruzando la puerta,
san Pedro la dejó abierta
para dejarme la entrada;
detiene, maire adorada,
las aguas de tus compuertas.[15]
Sin embargo, la sabiduría popular plasmada en los versos no se conforma con resaltar la aflicción ocasionada por la muerte, sino que intenta aplacar tal sufrimiento. Como se descubre en el verso anterior, se vincula el llanto de la madre, exteriorización de su dolor, con un obstáculo para que el angelito parta hacia su destino. De este modo, el verso asume una función consoladora, que no se reduce a un mero aspecto cognitivo –la certeza de que en adelante el angelito participará de la gloria de Dios–, sino que integra el aspecto emotivo: es el propio angelito, en voz del poeta, que le pide a su madre que deje de llorar; de otro modo no puede darse la separación, por el vínculo afectivo que los une. La madre debe dejar partir a su hijo, para que sea efectiva la vocación que proclama el velorio en su conjunto.
El velorio del angelito es mucho más que un simple rito de despedida para un difunto: es el testimonio inequívoco del aspecto comunitario –eclesial, en sentido pneumatológico– de la fe cristiana.
Finalmente, la red de relaciones solidarias se completa con el rol intercesor que se le asigna al angelito en su condición de ser celestial. Al igual que los santos y la Virgen María, el angelito tiene en adelante, a causa de su vida en comunión con el amor Trinitario, una cercanía especial con los bienes espirituales de la Iglesia. Pero lo que lo vuelve singular es el vínculo histórico que lo une con la comunidad que lo despide:
Cuando dentres a la gloria
por todos has de rogar
no te vayas a olvidar
no te falle la memoria.[16]
Por consiguiente, queda de manifiesto el porqué de calificar la red de relaciones aquí descritas como mutuamente solidarias. Se verifica que el velorio del angelito es mucho más que un simple rito de despedida para un difunto: es el testimonio inequívoco del aspecto comunitario –eclesial, en sentido pneumatológico– de la fe cristiana.
Reflexión final
Los ‘versos por despedimento’ nos recuerdan que la muerte sufrida en el marco de la esperanza cristiana no es un evento puramente individual, sino que involucra a la comunidad de fe de quien fallece. Desde el gesto performático de permitirle al angelito despedirse de los suyos gracias a la voz del poeta hasta los contenidos presentes que objetivan la sabiduría popular, los ‘versos por despedimento’ insisten en manifestar la red de relaciones mutuamente solidarias que regulan la producción de sentido por medio de las categorías culturales que la propia comunidad ha ido consolidando en el tiempo.
Para la teología, el estudio de estos versos significa adentrarse en un terreno prácticamente inexplorado por el quehacer teológico, que ofrece de primera mano la formulación que hace un pueblo del modo como le da sentido a la muerte desde sus convicciones de fe. Este modo insiste en la verdad fundamental de que la salvación obrada por Jesucristo se participa comunitariamente y no de otra manera. Las preguntas sobre el destino final del difunto están resueltas por la fe de la Iglesia, sin hacerse mayores cuestiones sobre el modo como se produce[17]. Pero, con la prudencia que fragua la experiencia del dolor compartido, se ocupa del aspecto afectivo que conlleva la fractura de las relaciones que ocasiona la muerte.
De esta manera, los versos por angelito expresan una voz que tiñe de esperanza la oscuridad inherente al misterio de la muerte. En efecto, su principal foco no está puesto en iluminar el misterio de la muerte propiamente tal, sino que se enfoca, principalmente, en reconfigurar las relaciones comunitarias que la muerte ha dañado. Los versos recuerdan tanto el papel que juega la comunidad como la cualidad eclesial que tiene la fe. Esta base permite darle un lugar y un sentido al duelo que implica la partida del angelito y proyecta el rol que tendrá en favor de la comunidad, inaugurando un nuevo modo de relación, que aguarda expectante a la consumación escatológica.