Queridos hermanos y hermanas:
El pasado fin de semana realicé un viaje apostólico a Marruecos, invitado por Su Majestad el rey Mohammed VI; a él y a las Autoridades marroquíes agradezco nuevamente su acogida y colaboración.
Con el lema “Servidor de la Esperanza”, pude dar otro paso en el camino del diálogo interreligioso con nuestros hermanos y hermanas musulmanes, recordando aquel encuentro entre san Francisco de Asís con el sultán al-Malik al-Kamil hace 800 años, y el viaje del Papa Juan Pablo II hace más de tres décadas.
Servir la esperanza quiere decir crear puentes entre las civilizaciones y, junto con el rey Mohammed VI, reiteramos que las religiones son esenciales para defender la dignidad humana, promover la paz y el cuidado de la creación. De forma conjunta, hicimos un llamamiento por Jerusalén, para que sea preservada como patrimonio de la humanidad y lugar de encuentro pacífico, de modo particular para los fieles de las tres religiones monoteístas.
El sábado visité el mausoleo de Mohammed V y rendí homenaje a su memoria como a la de Hassan II; además estuve en el Instituto de formación de los imanes y predicadores, que promueve un islam respetuoso y rechaza la violencia y el integrismo. De manera especial, presté atención a la cuestión migratoria, ofreciendo un camino a través de cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar.
El domingo estuvo dedicado a la comunidad cristiana. Visité el Centro Rural de Servicios Sociales, gestionado por las Hijas de la Caridad; después en la catedral de Rabat tuve un encuentro con sacerdotes, personas consagradas y el Consejo ecuménico de las Iglesias. La presencia de ellos en ese país es como la sal o la levadura que puede dar sabor y hacer crecer la masa. Concluí mi visita con la celebración de la Eucaristía en la que participaron miles de personas de unas 60 naciones diferentes, siendo esta una epifanía particular del Pueblo de Dios en el corazón de un país islámico.
Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos que Dios, el Clemente y Misericordioso —como lo invocan nuestros hermanos y hermanas musulmanes—, impulse el diálogo interreligioso y fomente los lazos de fraternidad que nos unen como hijos de un mismo Dios.
Que el Señor los bendiga.