Este pasaje del Evangelio de Juan (cfr. 9,1-41) habla por sí mismo. Es un anuncio de Jesucristo y también una catequesis. Solo quería apuntar una cosa. San Agustín tiene una frase que a mí siempre me sorprende: “Temo a Cristo cuando pasa: Timeo Dominum transeuntem. Temo que pase Cristo. ¿Y por qué temes al Señor? Temo no darme cuenta de que es Cristo y dejarlo pasar”. Una cosa es clara: en presencia de Jesús brotan los auténticos sentimientos del corazón, las verdaderas actitudes; salen fuera. Es una gracia, y por eso Agustín temía dejarlo pasar sin advertir que estuviese pasando.
Aquí está claro: pasa, cura a un ciego y se desencadena el escándalo. Y luego sale lo mejor de las personas y lo peor de las personas. El ciego… Asombra la sabiduría del ciego, cómo responde. Estaba acostumbrado a moverse con las manos, olía el peligro, olía las cosas peligrosas que podían hacerle caer. Y se mueve como un ciego. Con una argumentación clara, precisa, y luego usa también la ironía, se permite ese lujo.
Los doctores de la Ley sabían todas las leyes, todos, todas. Pero estaban fijos ahí. No sabían cuando pasaba Dios. Eran rígidos, estaban apegados a sus costumbres. El mismo Jesús lo dice en el Evangelio: apegados a las costumbres. Y si para conservar esas costumbres tenían que hacer una injusticia, pues no hay problema, porque sus costumbres decían que eso (lo que hizo Jesús) no era justo; y esa rigidez les llevaba a cometer injusticias. Sale ante Cristo ese sentimiento de cerrazón.
Solo esto. Os aconsejo a todos que toméis hoy el Evangelio, capítulo 9 de San Juan, y leerlo en casa, tranquilos. Una, dos veces, para entender bien qué sucede cuando pasa Jesús: que salen fuera los sentimientos. Entender bien lo que Agustín nos dice: temo al Señor cuando pasa, que no me dé cuenta y no lo reconozca. Y no me convierta. No os olvidéis: leed hoy una, dos, tres veces, cuanto queráis, el capítulo 9 de Juan.
Fuente: Almudi.org