Aborto por Decapitación
El aborto es la interrupción de una gestación con anterioridad a la posibilidad del feto de sobrevivir en forma independiente de su madre. En la legislación chilena se considera como aborto a todo nacido de peso inferior a 1.000 gramos. El progreso científico en el área perinatal ha determinado que en muchos centros de atención calificados se logre la sobrevida de nacidos con peso menor a 600 gramos.
El feto a partir del séptimo mes tiene un peso promedio superior a los 1.000 gramos, al octavo mes superior a los 2.000 y al noveno mes superior a los 3.000 gramos.
Un procedimiento destinado a matar a un feto o niño en el momento mismo de su nacimiento, cuando aún le falta sólo una parte de su cuerpo por salir del canal del parto, durante el séptimo, octavo, noveno mes de la gestación, es un procedimiento que no puede denominarse aborto, porque este término, como ya se ha explicitado, se refiere al feto que aún no está en condiciones de vida independiente. Quitar la vida a un niño de más de 1.000 gramos de peso, ya sea en el útero materno, en el canal del parto o inmediatamente después de nacido, constituye, sin duda, un asesinato.
En 1973 el Tribunal Supremo de Estados Unidos de Norteamérica legalizó el aborto, sin restricciones. Dentro de las mal llamadas técnicas abortivas se incluye el aborto por nacimiento parcial (o decapitación). Este año, cuando finalmente se pudo informar a los parlamentarios norteamericanos en qué consiste el “aborto” por nacimiento parcial, presentaron el proyecto de ley H.R. 1833 con el fin de prohibirlo. El senador Bob Dole dijo que: “Hay muchos otros aspectos que dividen a personas razonables en el debate sobre el aborto, pero este procedimiento, que se utiliza hacia el final del embarazo e incluso en el noveno mes, es horrible e indefendible”. Bob Smith, senador que al igual que muchos padres asistió al nacimiento de su hijo, declaró: “Una nación que trata de modo más compasivo al ganado que a los niños está en grave riesgo de perder su propia humanidad”.
El 10 de abril de 1996 el Presidente Clinton vetó el proyecto que aseguraba que en el país más poderoso del mundo no se siguiera asesinando niños segundos antes de respirar por primera vez fuera del vientre materno.
El procedimiento, utilizado en los últimos tres meses del embarazo, comienza observando a la criatura en el vientre materno a través de ultrasonografía. Luego el abortista pincha el saco amniótico e introduce un fórceps con el cual toma los pies del niño y los tracciona hacia el canal del parto. Una vez que éstos asoman, tira del resto del cuerpo hasta que sólo queda la cabeza dentro del útero de la madre. En este momento el niño mueve sus brazos y piernas y está listo para comenzar a respirar. Ahora, en lugar de completar el parto, se perfora la región occipital de la cabeza del niño con una tijera curva y puntiaguda que se abre y cierra varias veces para agrandar el orificio. Luego, por el orificio hecho por la tijera se succiona toda la masa encefálica del niño, produciendo su muerte y facilitando el término de su extracción.
La conclusión de la parlamentaria Enid Waldholtz es clara: “No se trata de un aborto, sino de un infanticidio a cargo de un médico”.
No es de extrañar que la autorización de este procedimiento por parte del Presidente de los Estados Unidos haya concitado el repudio y el asombro de la mayor parte de la humanidad. Con fecha 16 de abril de 1996, en un hecho casi sin precedentes, la Conferencia Nacional de Obispos Católicos de Estados Unidos dirigió una carta al Presidente Clinton manifestando su profunda tristeza y consternación, así como su más enérgica condena al veto del H.R. 1833. Su Santidad Juan Pablo II, a un año de la publicación de la Encíclica Evangelium vitae, nos dice que: “Hoy sigue siendo más actual y urgente que nunca la reflexión sobre el presente enfrentamiento, el enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la cultura de la muerte y la cultura de la vida”.
El rechazo de la vida, manifestado tan claramente en el aborto legal, sin duda es parte de la cultura de la muerte que se vive en estos momentos en que en nuestra sociedad existe un eclipse de Dios. Hoy más que nunca debemos comprometernos a favor de la vida, especialmente de la vida de los más débiles e indefensos, y respetar el más fundamental de los derechos humanos, el derecho de nacer.
Así se realiza el aborto por decapitación
- Guiado por ultrasonidos (ecografía), el médico coge un pie con el fórceps.
- A continuación, tira de las piernas del niño a través del canal del parto.
- El médico saca fuera todo el cuerpo del niño, excepto la cabeza.
- A continuación clava unas tijeras en el cráneo a través de la nuca y las utiliza para ampliar el agujero.
- Después retira las tijeras e introduce un tubo de succión. Al extraer la masa cerebral provoca la contracción del cráneo flexible del niño. Por último, se retira el cadáver.