Entrevista a Monseñor Elio Sgreccia, Vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida

Cuando en diciembre de 1998 se celebraron los 50 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Monseñor Elio Sgreccia –Vicepresidente de la Academia Pontificia para la Vida y profesor de la Universidad de Milán- visitó nuestro país invitado por la Pontificia Universidad Católica y su Revista HUMANITAS para intervenir como figura principal en un seminario convocado para la celebración de este aniversario, con el fin de dilucidar si ya a medio siglo de esta trascendente Declaración ha habido efectivamente en el mundo un avance en su salvaguarda. En tiempos en que el mundo entero se convulsiona, invocando estos mismos derechos, hemos tenido la oportunidad de conversar nuevamente con él sobre los objetivos de la Academia Pontificia para la Vida y su relación con los Derechos Humanos. Monseñor Sgreccia señaló que, fundada ya hace seis años, la Academia se ocupa de la defensa de la vida, sobre todo de la vida más débil, y los derechos humanos tienen relación con el derecho a la vida, porque éste es el derecho fundamental de todos los demás. “Sin vida no hay libertad, no hay solidaridad –explicó-; lo que nosotros pedimos es que se considere el derecho a la vida no como un derecho fundado por la realidad política, sino que debe ser reconocido porque es fundado sobre el hecho de que el hombre es hombre, que es persona, que es un ser dotado de libertad, de responsabilidad, de espiritualidad. Éste es el fundamento de los derechos humanos. Nos encontramos en una situación paradójica, porque los derechos humanos se van desarrollando en el mundo, se quiere que sean aplicados en todos los países; pero se desconoce el derecho fundamental a la vida de todos los seres humanos. Ésta es una paradoja.

El primer artículo de la carta fundamental de la Declaración de los Derechos Humanos del 48, de la cual hemos celebrado tiempo atrás los cincuenta años, habla de los derechos fundamentales para la libertad, para la paz, para la igualdad de todos los hombres; pero estos derechos fundamentales se fundan en el derecho a la vida, porque sin vida no hay libertad, para ser libres debemos estar vivos. La Academia para la Vida tiene un servicio que hacer a la humanidad: sensibilizarnos sobre estos puntos del derecho a la vida, el derecho a la vida del no nacido, los derechos a la vida de los enfermos. Los niños que son afectados de enfermedades congénitas, los viejos, los moribundos, los pobres tienen derecho a la vida como todas las personas humanas, y sin discriminación. Éste es el punto de partida para una reflexión sobre la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

-A la luz de su experiencia como obispo y como profesor universitario, ¿Coincide usted con el juicio de Julián Marías, en el sentido que no ha habido en este siglo una más grave violación de los derechos humanos que aquella que dice relación con la vida de los inocentes?

-En la medida de mi experiencia de obispo y de profesor de bioética, es un punto que todos los días enfrentamos: cómo puede ser posible que en una época de progreso, de civilización, de desarrollo, más de cuarenta millones de seres humanos sean muertos al año en el mundo por las leyes de aborto. Cuarenta millones es una cifra igual a las víctimas de la última guerra mundial en cinco años. Nosotros nos acostumbramos, asimismo, a las consecuencias de la guerra mundial última, incluido el impacto de la bomba atómica. Nos acostumbramos asimismo al hecho del aborto legalizado.

No hay una coincidencia de que son seres humanos los que vamos a destruir, que es el capital humano del futuro, que es nuestra historia, que son sobre todo personas. Una humanidad no puede estar tranquila con esta culpa universal sobre la conciencia. Es por eso que todas las instituciones humanitarias, católicas o no, deben levantar la voz para pedir que el derecho a la vida sea confirmado como derecho fundamental al interior de los derechos humanos, al interior de las constituciones y de las leyes nacionales. Sin esta confirmación, no podemos esperar un futuro tranquilo, porque hay una masiva discriminación. Nosotros hemos luchado para abolir la discriminación racial entre blancos y negros, obreros y ricos, etc. pero permanece hasta ahora en la mayoría de los países desarrollados, con la ley sobre el aborto, la discriminación entre los hijos que son aceptables y los no aceptables antes que nazcan. Ahora se quiere también hacer discriminación sobre los moribundos a través de su eliminación con la eutanasia.

De aquí el propósito de la Academia para la Vida de ser conciencia crítica, de ser un organismo que difunde la conciencia del derecho a la vida y sensibiliza a los legisladores, a los médicos, a los juristas para que se defienda la vida y todo su transcurso, desde el momento de la concepción hasta la muerte.

-¿Qué juicio le merece a usted el aborto terapéutico?

-Es mentirosa esta denominación de aborto terapéutico. No hay una terapia cuando se mata un hijo. La manipulación de las palabras acompaña siempre la manipulación de los hechos y de los hombres. Se llama aborto terapéutico cuando hay un peligro para la salud o tal vez para la vida de la madre o hay un defecto o enfermedad en el hijo que va a nacer. El peligro de muerte no existe cuando hay una asistencia debida. Ahora, no existe nunca una justificación para lo que se llama aborto terapéutico, que no es terapéutico. Cuando se trata de enfermedades del hijo que va a nacer, con problemas de origen genético o no, allí no se trata de terapia, se trata de discriminación. y Si hoy discriminamos con los que van a nacer, mañana se podría discriminar con otros, o por el color de la piel o porque no gusta la presencia de un tipo de cultura o de civilización. La defensa de la vida es defensa de la dignidad igual de todos los hombres, es defensa de la dignidad humana y de la no discriminación entre los hombres, es la raíz de la verdadera civilización.

-Conectado con el punto anterior, en ciertos casos recientes se han mostrado en público cuestiones trágicas en este sentido. Por ejemplo, las violaciones masivas en lugares de guerra, como Kosovo o Ruanda, han llevado a algunos a justificar el aborto. ¿Cuál ha sido la posición de la Iglesia Católica al respecto y en qué se funda esa posición?

-La posición de la Iglesia, que es una posición de racionalidad, es de condenar explícitamente como gravísimo el delito de la violación. Ahora si desafortunadamente ha habido una violación y la mujer ha concebido un hijo, el niño no se debe castigar. No es el niño quien tiene la culpa de la violación, él tiene la dignidad como los otros hijos que son fruto del amor, y el castigo debe ser dirigido a quien ha hecho la violación, no a quien es el fruto humano inocente de esta violación. Si por un mal entendido se suprime el hijo, se da una facilitación social a la violación, porque otra vez será más fácil hacer la violación, porque el responsable no tiene la pena y la pena se embarca sobre el hijo. Estas mujeres, por otra parte, deben ser ayudadas a aceptar con amor lo que no ha sido de una maternidad libre, ser ayudadas sicológicamente, espiritualmente. Cuando se encuentra un hecho de este género, la madre tiene una posibilidad de hacer una adopción de alto valor humano, es su hijo su sangre por la vía física, hacerlo hijo también espiritualmente a través de una aceptación de su personalidad.

Hablando de Clonación

-Monseñor, las informaciones sobre experiencias de clonación en animales han provocado un estremecimiento en el mundo por la proyección que estos experimentos pueden tener en el campo humano. ¿Juzga usted esta posibilidad viable desde el punto de vista científico? ¿Y qué apreciación moral o antropológica debe hacerse de esta posibilidad de clonación humana?

-La posibilidad técnica de la clonación, una vez que ha sido actuada en los animales superiores, es también válida en el hombre; pero no todo lo que es técnicamente posible es lícito hacerlo, también la bomba atómica es técnicamente posible. La Pontificia Academia para la Vida ha tomado una posición muy clara a través de un documento oficial, que se llama “Reflexiones sobre la clonación”, en el cual hemos declarado que la clonación humana es siempre un delito, una manipulación extrema delictuosa sobre un ser humano, un modo de concepción, de procreación artificial lo más grave que existe. Y la clonación no se debe hacer por ninguna razón, no solamente como han dicho algunos órganos internacionales, como la UNESCO, que ha declarado prohibida la clonación con fines de procreación. Éste es un fin ciertamente grave, pero no se debe hacer la clonación nunca, ni siquiera con fines experimentales, para construir organismos humanos. Ya que también se clonan seres carentes de cerebro, con la intención de tomar órganos para un trasplante o tejidos. Hay en el mundo hoy una intención culpable, es decir, que mientras se declara “No a la clonación con fines de procreación de otros hombres”, se sostiene secretamente una posibilidad de hacer clonación con fines experimentales, de producir tejidos y órganos.

-¿Ese ser clonado tendría alma?

-Tiene alma porque Dios se somete en Su providencia a las acciones libres del hombre. Cuando hay la presencia de las causas, Dios permite que venga el efecto. Como cuando existe una violación de una mujer y hay fecundación de un óvulo de allí nace un hijo. Este ser que nace de la violación o de la clonación es un ser que tiene un alma. Dios se compromete a crear el alma todas las veces que hay una fecundación, y este hijo tiene su dignidad, igual a la nuestra. La manera con la cual ha sido producido es delictuosa, pero el hijo es inocente.

-¿Se han desarrollado normativas internacionales a propósito de estos posibles experimntos?

-Los organismos internacionales, como UNESCO, la Organización Mundial de la Salud, el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo, han pronunciado juicios negativos sobre la clonación. No tenemos hasta ahora un pronunciamiento de las Naciones Unidas en su conjunto, pero organismos internacionales han pronunciado un juicio negativo sobre la clonación, pero tal vez un juicio incompleto. Se dice no a la clonación con fines de procreación; no se dice también con fines experimentales o en todas las finalidades que sean concebidas. Solamente en el Parlamento Europeo, la comisión jurídica ha declarado la condena a la clonación con cualquier finalidad.

Fecundación, ¿asistida o artificial?

-Un tema que por mucho tiempo ha estado en debates es la cuestión de la fecundación asistida. ¿Puede la legislación abarcar una temática que avanza con tanta rapidez o es mejor no legislar al respecto en esta materia?

-Aquí ante todo hay que clarificar el término de procreación asistida, porque en la mayoría de las prácticas de hoy no se trata de procreación asistida; se trata de procreación artificial, que es otra cosa. Aquí también hay una manipulación del lenguaje para conseguir una manipulación del hombre, porque asistir la procreación significa despertar el evento natural de la procreación y ayudarlo. Si se trata de ayuda a la procreación natural, esto es lícito siempre, ayudar, antes o después del acto de amor de los padres, ayudar a fin de que sea fecundo, a fin de que consigan se padres. Esto es asistir, asistencia ginecológica, médica, biológica, preventiva, sucesiva, esto es lícito. Pero hoy se llama comúnmente procreación asistida a lo que es un sustitución del acto conyugal a través de diversas prácticas: la inseminación, cuando se usa el semen del marido o de otro hombre; hay técnicas de doble inseminación, como el transporte de gametos al interior de las trompas. Hay la fecundación in vitro; hay finalmente la clonación. En todas estas prácticas, hay la sustitución del acto conyugal, no es un paternidad, una maternidad, porque el acto que efectúa la procreación de un nuevo ser humano no es del padre y de la madre, es del técnico, es de una técnica, es del concurso del conjunto de otras personas: el donador del semen, del óvulo, los técnicos y biólogos. Es una expropiación y también una multiplicación tal vez de la paternidad y de la maternidad. Se pueden verificar casos en los cuales, con la sustitución también del útero, un hijo tiene tres madres y dos padres. Ésta es una monstruosidad espiritual, sicológica y humana. Frente a estas posibilidades técnicas, es necesario legislar, no solamente formar las conciencias de los padres, de los médicos, porque aquí hay intereses económicos y científicos comprometidos. Nosotros estamos a favor de una legislación que sea para tutela de la vida humana y de la familia. De todas maneras se debe con todo proteger el ser humano y para eso existe la sociedad. Cualquier embrión humano debe ser tutelado en su existencia, no se debe hacer congelación o pérdida de embriones. El hijo debe nacer en conexión con un padre y una madre. No se debe permitir que puedan por eso conseguir un hijo artificialmente, la mujer sola, las parejas homosexuales o no casadas. Hay una frontera que es no solamente el minimun eticum de una sociedad. Porque si la sociedad abandona la vida humana a los fabricantes de laboratorio o la familia se disgrega a través de formas alternativas de la fertilidad, la maternidad abandona ella misma la sociedad, no tiene más su identidad. Éste es el punto del que deben estar conscientes los parlamentarios.

-Es evidente que siempre es mejor que el ser humano sea creado a la luz de una relación de amor, como dice usted. Ahora bien, si esa relación de amor no produce un hijo, ¿qué le parece a Ud. una técnica como el gift, en que los dadores sean el padre y la madre?

-Si el gift se puede conseguir hasta que la introducción de los gametos se verifica en las trompas, como éxito final de un acto de amor, y el semen que fecunda es el mismo que es fruto de la unión conyugal; si eso es posible conseguirlo, se podría decir que en este caso se trata de procreación verdaderamente asistida, una ayuda a la procreación, al acto conyugal fecundo, pero se debe prestar mucha atención a que no se pierdan embriones, que no se fecunde más que lo necesario, etc. Éste es un momento muy delicado, porque el conseguir a toda costa una procreación, a costa que sean perdidos otros seres humanos o que se viole el concepto de unión conyugal, es un medio ilícito para conseguir una finalidad buena; pero usted sabe que la moralidad exige que no solamente sea bueno el fin, debe ser bueno también el medio para conseguir el fin. En la procreación artificial se proclama un fin noble, como es tener un hijo, pero se usan cada vez medios ilícitos y perniciosos, la muerte de algunos embriones, para conseguir la vida de uno. Esto no es una acción humana. Y tenemos otras posibilidades: la adopción. Tenemos hijos que van perdidos por el mundo, en la miseria, en el hambre, que claman por una familia. Hay después muchas maneras de prevenir la infecundidad porque hoy hay numerosas causas que se investigan y que ya se conocen que producen la infertilidad: infecciones, contaminaciones del cuerpo humano, abusos de la sexualidad. Ahí podemos investigar y prevenir.

-En relación con el derecho a la vida, a veces directa y a veces indirectamente, el tema se relaciona con la ecología profunda. Según ésta, todas las formas de vida existentes en el planeta tendrían el mismo valor. ¿Qué juicio le merece a Ud. esta posición de la ecología profunda frente al derecho a la vida?

-Hay corrientes de ecologismo en el mundo hoy que no admiten la superioridad del homo sapiens sobre los otros seres vivientes. Ésta es una cuestión, no solamente filosófica, sino también biológica y social. La diferencia del hombre sobre los otros seres vivientes es una cuestión constitucional, no es una cuestión histórica. Hay evolucionistas que han escrito que el hombre que está en pie, es el vértice de toda la evolución. Toda la evolución se explica para construir el hombre. El hombre, por su constitución de ser espiritual, es el único que es consciente de la creación, el único en que se encuentra la posibilidad de tomar responsabilidad de la entera creación. Quien no admite la superioridad del hombre, no admite la ecología porque el único que puede establecer un gobierno del mundo es el hombre. Podemos decir que los animales y las planteas, la vegetación, las formas de vida son entre ellas conectivas, de manera que el hombre tiene necesidad de un orden y una armonía, una salvaguardia de la ecología, esto es verdadero. Pero identificar todos los seres vivientes en el mismo plano ontológico, esto es falso filosóficamente y es absurdo, porque –repito- si se toma al hombre como ser responsable y destacado, que gobierna, que es el único que es consciente, que puede conservar la ecología, debemos aceptar que frente a un animal y a un hijo, el hijo del hombre sea de mayor valor, infinitamente mayor valor que un animal, que se puede sacrificar para procurar alimentos, para procurar otras substancias necesarias. El respeto de los animales, el respeto de las plantas es un deber para el bien mismo del hombre, pero el hombre tiene una configuración, una estructura, un valor trascendente. Frente a un embrión de un día, nosotros estamos confrontados con un ser humano, con el valor de una persona humana, el mismo valor de una persona adulta. Si destruimos al hombre se destruye el único ser que puede construir una verdadera armonía en un ecosistema con la vida y con la saluda.

Loreto Tagle Pereira

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