Es el primer Sumo Pontífice latinoamericano, y quiso llegar a este Chile. Aquí, compartimos con él una cultura básica fundante. Con el discurso en La Moneda, hace sonar el diapasón de su visita. Es decir, da el tono básico. Se arrima a Gabriela Mistral, cuando ella percibe en los chilenos un “vigor tumultuoso”, al que ella nombra “desenfreno”. Apelando a nuestra pluralidad cada vez más consciente en nosotros, él nos insta a plasmar la “riqueza de polifonía cultural”. A continuación, acude a la voz del cardenal Raúl Silva, para señalar el horizonte religioso, transhistórico, porque el devenir del ahora “prefigura y prepara la patria sin fronteras”. El calendario de lo permanente muerde la actualidad, porque sería aberrante “desconocer que todavía muchos hermanos nuestros, sufren situaciones de injusticia, que nos reclaman a todos”. De hecho, la patria es “encuentro”. Francisco recurre a san Alberto Hurtado, como un centinela, que nos sigue hoy diciendo: “Chile es una misión a cumplir”. Focaliza esa alerta, afirmando que los pueblos originarios “han sido olvidados frecuentemente”. Entonces el diapasón da el tono para hablar de algo quemante, desde lo más propio del crístico Francisco. El tono es de tristeza, con desgarro. El filo es autoinmisericorde: “aquí no puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza, vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños, por parte de ministros de la Iglesia… es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas… empeñarnos para que no se vuelva a repetir…” El Papa quiere también urgir en su incesante vigilancia ecológica. Nos previene para que no demos la “espalda a la tierra”... y nos propone “adquirir una actitud sapiencial”, para este futuro. Y el mismo diapasón empuja la palabra hacia lo decisivo de todo actuar, de todo caminar, que solo puede ser vigoroso, si el sujeto cultural es sí mismo. Apela, otra vez, desde el habla mistraliana, siempre incisiva, definiéndonos en lo más particular del alma y el ánimo. Esa identidad más genuina se fragua en una porfía histórica, que nos impulsa a rehacernos, tras los cataclismos de lo telúrico y de lo político: “Chile, voluntad de ser”, escribió la del Elqui. El diapasón papal se detiene, pero nos deja meditando éticamente. Sí, Francisco Papa nos urgió y asombró, en nuestra “alma de chilenía”, según su habla.
P. JOAQUÍN ALLIENDE LUCO