Papa Francisco da discurso

"Creo que la política en general, la gran política, está siendo degradada por la pequeña política", dijo el Papa Francisco en la última Congregación General de la Compañía de Jesús, recordando la declaración de los obispos franceses Réhabiliter la Politique ("Rehabilitar la Política"). Esta última, según el Pontífice, marcó una época y debe catalogarse como muy importante, debido a que dio una "nueva fuerza a la política", como "arte de construir la unidad de un pueblo con toda su diversidad".

Durante el diálogo, el Papa reconoció echar de menos la presencia de grandes políticos en la actualidad, capaces de jugarse por sus ideales sin temer ni al diálogo ni a la lucha. "La política, la gran política –agregó– es una de las formas más altas de la caridad".

 

Párrafos destacados

Las desigualdades sociales se endurecen y provocan estallidos territoriales. De esta forma, el vínculo social y la cohesión social se ven amenazados. Además, los hombres y las mujeres comprometidos en política suelen mostrarse incapaces de llevar a cabo reformas profundas y necesarias, de prever el futuro. Sus decisiones se adoptan a corto plazo, a menudo bajo una perspectiva electoralista.

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Un gran número de personas se queja de la superabundancia de leyes y reglas. Pero en cuanto ocurre un incidente o un imprevisto, reclaman que se legisle e intentan designar culpables. Es posible que esperen demasiado de la acción política y no perciban adecuadamente los límites de ésta.

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¿Podría reducirse la política a una mera gestión de expedientes complejos, a la solución de conflictos de intereses, a la regulación de egoísmos gremiales o locales, a la sumisión de la lógica del aparataje de los partidos? Un debilitamiento tal abriría el camino al renacimiento de ideologías extremistas que explotan los miedos y desarrollan demagogias que conducen a exclusiones y al odio.

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La causa principal de la fragilidad de nuestras democracias reside en esta invasión del individualismo extremo, del “cada uno para sí mismo”, fruto de un liberalismo que rechaza cualquier coacción, y de la permisividad generalizada que permite que cada uno haga lo que le plazca.

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La Iglesia no se aleja de su misión cuando toma la palabra en el terreno político: no puede desentenderse del hombre ni de la humanidad. Cómo dejar de recordar la interrogante planteada en las primeras páginas de la Biblia: “¿Qué has hecho de tu hermano?” (Gén. 4,9).

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Los cristianos saben que la política no lo es todo en la vida de las personas, puesto que el hombre sólo se realiza plenamente en Dios. No obstante, saben también que participan en los designios de Dios sobre la humanidad al obrar a favor de la unidad de la gran familia humana y de la dignidad de cada uno de sus miembros. De esta forma, trabajan en pro de la instauración del Reino de Dios en la tierra, incluso aunque este Reino no llegue a alcanzar nunca su plenitud en este mundo.

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La Iglesia no tiene competencia técnica propia ni poder institucional a efectos políticos, pero posee la vocación para estimular las energías espirituales, para recordar el sentido de trascendencia que se requiere para construir un mundo más digno para los hombres, hijos de Dios. Invita a los cristianos, desde sus respectivos grupos y movimientos, a buscar, discernir y actuar con los demás creyentes y con los hombres de buena voluntad.

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