La filosofía de la historia desarrollada por Jacques Maritain es una de las expresiones más afines al cristianismo de esta disciplina en el siglo XX.

La historicidad como dimensión contemporánea El “sentido de la historia” es ese sentimiento de que la humanidad está en marcha, es uno de los tres denominadores comunes, o condicionamientos de la mentalidad contemporánea, según Marie-Dominique Chenu S.J. Los otros serían “el dominio sobre la naturaleza”, y “el fenómeno de la socialización”.

El tiempo tiene su trama, un sentido, una extensión dirigida, que parece dar al ser humano una esperanza, con el carácter de una promesa, por medio de la cual se encuentra siempre renovado y como más allá de sí mismo, en una invención permanente.

El hombre está en la historia, la historia es su obra. Y es haciendo historia como llega a ser él mismo. Tiempo y lugar serían coordenadas consustanciales del hombre. ¿Qué sería una humanidad que no tuviera geografía ni historia?

La historia, ciertamente, sigue siendo obra de las personas, y su libertad es la vez la fuente de todo valor y el principio de toda perfección.

El cristianismo no es una metafísica sagrada, en una especie de intemporalidad platónica. Dios ha venido en la historia y nuestra religión está constituida por una economía de la Salvación del hombre en la historia; una religión cuya fe se apoya en que la historia la conduce Dios, es la epifanía de Dios.

Mediante la Encarnación Dios se hace un personaje de la historia, de allí que los cristianos podemos tener una visión histórica del destino del mundo.

El doble progreso contrario

El bien no está separado del mal en la historia humana, hasta el final crecerán juntos. Dos movimientos inmanentes se cruzan mutuamente en cada punto de la evolución de la humanidad. Sin embargo, sobrellevando estos dos movimientos es como la historia humana avanza en el tiempo.

Los cristianos sabemos que la historia marcha hacia la resurrección. Mediante la enseñanza de los profetas los elementos de la fe fueron descubiertos poco a poco, hasta la revelación completa llevada a cabo por Jesucristo.

La parábola del trigo y la cizaña tiene un significado universal válido tanto para el mundo como para el Reino de la Gracia. El movimiento de progresión de las sociedades en el tiempo depende de esta ley del doble movimiento, degradación y revitalización.

Estamos hablando de una noción de progreso bastante diferente de aquel progreso necesario, rectilíneo e indefinido con el que soñó el s. XVIII.

Ningún progreso ascendente fue más importante que el advenimiento del pensamiento y de las sociedades humanas al conocimiento racional y a la vida social. Hubo un salto de calidad desde la vida tribal a la vida política.

Jacques Maritain sostiene que el concepto de buen salvaje que prevaleció en el s. XVIII fue una noción tonta de gente demasiado civilizada.

En los mitos del hombre primitivo había una oscura necesidad de verdades esenciales, una intuición imaginativa y una participación vital en la naturaleza.

En la historia moderna, desde las últimas décadas del s. XVIII tenemos una aceleración de la historia, acentuación de los derechos humanos y de la dignidad de la persona, anhelo de libertad y de confraternidad, un reconocimiento del principio del gobierno del pueblo, por y para el pueblo; una creciente preocupación por las libertades civiles y por la justicia social, una afirmación del poder del hombre sobre la naturaleza, en fin, una excepcional marcha ascendente.

Pero al mismo tiempo se produjo la sujeción de las personas a los preparativos bélicos, guerras destructivas, materialismo mercantil, pasiones nacionalistas, el asesinato en masa de millones de judíos, sujeción del proletariado industrial a condiciones esclavizantes de vida.

La obra del cristiano en la historia no pretende colocar al mundo en un estado en el cual todo mal y toda injusticia hayan desaparecido, eso sería un utopismo.

La obra del cristiano es mantener y aumentar en el mundo la tensión interna y el movimiento de lenta liberación, que son debidos a la potencia invisible de la verdad, la justicia y el amor. No debemos hacernos ilusiones sobre la miseria de la naturaleza humana. Pero tampoco debemos considerar el Evangelio como un mito decorativo que se puede o no tomar en serio, frente a la inmensa maquinaria del mundo actual.

La ambivalencia de la historia

Es una consecuencia de lo enunciado antes. La historia está sujeta a dos movimientos antagónicos, lo que da siempre motivo a períodos de pesimismo y de optimismo. Estos últimos identifican siempre el pasado con la oscuridad y el error, y consideran el futuro como pleno de luz y de bondad.

Ningún período de la historia puede ser absolutamente condenado o absolutamente aprobado. Es irracional condenar a la Edad Media desde el punto de vista de la racionalidad, o condenar los tiempos actuales desde un punto de vista llamado equívocamente cristiano.

Durante el s. XX la esperanza de la humanidad referente a la vida temporal ha estado ligada al advenimiento de la filosofía democrática. Y en los tiempos actuales cunde la visión de un relativismo… principalmente moral.

La ambivalencia de la historia puede ser vista en el desarrollo del Imperio Romano, o en el abrazo mutuo post Constantino entre la Iglesia y el Estado; o en el presente reino de las ciencias físico-matemáticas y la tecnología…

Un ejemplo de esta ambivalencia estaría en la energía atómica, con su capacidad de destrucción de la humanidad o de mejoramiento de la vida.

Para los cristianos todo lo que ocurre en la historia sirve de una manera u otra al progreso del Reino de la Gracia, y, a veces, al progreso del mundo. Maritain nos hace ver que Voltaire, resuelto a desprestigiar a la Iglesia y a mofarse de la fe religiosa, la sirvió a pesar de sí mismo; se opuso al error de su época, cuando se pensaba que la fuerza del Estado y la presión social tenían por su propia naturaleza el derecho a controlar las conciencias. Hoy es la misma Iglesia quien defiende que “nadie debe ser forzado a abrazar la fe contra su voluntad”. Declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II.

La reflexión sobre la historia debe interesarnos en los efectos y repercusiones de los acontecimientos espirituales, sea por sus resultados directos negativos (la reforma luterana) o por sus consecuencias positivas, como las divisiones religiosas europeas que llevaron a la emigración a América buscando un mundo sin discriminaciones a causa de la religión.

Por otra parte, se ha dado en la filosofía la tentación hegeliana y marxista de adoración de la historia. Según estas teorías el único mal consistiría en resistirse a la historia; la única condena, el ser rechazado o repudiado por la historia. La primordial obligación moral, según estas tendencias, sería seguir el ritmo de la historia, tener “eficacia histórica”, éxito en la historia.

Para Maritain, no somos cooperadores de la historia, somos cooperadores de Dios. No se trata de ausentarse de la historia. Pero la actividad espiritual está por encima del tiempo, no desconoce el tiempo, mas lo mantiene sostenido desde lo alto. Nuestra obligación sería actuar en la historia dentro del límite de nuestras fuerzas, pero sirviendo primero a Dios. El asunto principal no es tener éxito, el éxito nunca perdura. Lo fundamental sería haber estado allí, haber estado presente.

Relaciones entre la ética y la política

Cuando se analizan el bien y el mal actuando en la historia, la justicia que fructifica o la injusticia que a veces también da indirectamente sus frutos, se debe tener presente que unos son los resultados inmediatos y visibles, y otra su duración histórica.

A veces percibimos las hazañas de los grandes políticos maquiavélicos como duraderas, porque nuestra escala de medición temporal es extremadamente pequeña.

Nuestras ciudades, naciones, civilizaciones, aunque dependen de condiciones materiales, son por esencia morales y materiales al mismo tiempo.

Las virtudes de la justicia y la moral no anulan las leyes naturales del envejecimiento de las sociedades humanas, ni impiden que las catástrofes físicas las destruyan.

Pero la justicia y la rectitud tienden por sí mismas a la preservación de las sociedades humanas y a su éxito; y la injusticia y el mal tienden por sí mismo a su destrucción y a su fracaso.

Danton dijo durante la Revolución francesa: “estos sacerdotes y nobles no son culpables, pero tienen que morir, porque están fuera de lugar, impiden el movimiento de las cosas e inciden en el camino del futuro”. Estas palabras estimaban que la inocencia no tenía valor, que el orden moral debía ser separado del orden político, sin causar a este último grave daño. Lo que a la larga es completamente falso.

Significado de la “unidad de la humanidad”

No obstante la inexistencia de estructuras globales que verdaderamente rijan el mundo, es un hecho que toda comunidad humana, pueblo o nación, en cualquier punto de la tierra, se ve afectada por lo que sucede a los otros grupos humanos. Quizás esto sea más evidente hoy, especialmente en el plano económico, pero Maritain sostiene que ha sido así siempre.

Existiría una comunidad vital, no política ni organizada, sino simplemente real. Y por razón de esa unidad, todo acontecimiento que actualiza potencialidades centenarias y viejas aspiraciones, aunque ocurra en un punto particular del espacio, ocurre para el mundo, y produce efectos muy diversos, opuestos y contradictorios.

Señala como ejemplo la Revolución Francesa, que no solo aconteció en Francia, sino en el mundo. Las regiones de Europa que escaparon a las formas revolucionarias francesas típicas tuvieron que adaptar sus propias estructuras y tradiciones a la nueva fase de la historia, para mejor o para peor.

Al mismo tiempo, la energía histórica creadora que había liberado la Revolución Francesa fue agotándose. Corrompida la Revolución por el jacobinismo, los crímenes del Terror, el odio y la persecución a la Iglesia, los verdaderos principios y el mensaje de Libertad, Igualdad, Fraternidad que transmitió, se hicieron valer (en cuanto a su verdadera esencia) independientemente de las tendencias viciosas que la consumían.

Pero como es natural, la energía creadora que había liberado la Revolución Francesa fue agotándose; la creatividad y la necesidad histórica se desviaron hacia nuevos caminos.

Respecto a la Revolución Soviética, Maritain reconoce que los cambios en el orden social ruso se hacían necesarios, pero sostiene que los elementos de verdad que contenían estaban inseparablemente comprometidos en una concepción falsa y dogmática. La verdadera noción de justicia social no había logrado reconocimiento pleno en la ideología del materialismo dialéctico. De allí que solo cuando el sistema se rompiera en pedazos, los elementos de verdad que contenían podrían ser liberados.

Si se consideran los siglos de historia rusa anteriores a esa revolución, es indudable que los cambios se hacían necesarios en el orden social zarista. Recuerda Maritain la afirmación de Charles Péguy cuando señaló que “la revolución social será moral o no será”. La revolución ocurrió, pero no fue moral.

Se pregunta Maritain por qué el cambio histórico necesario no ocurrió en la forma de una revolución social cristiana. Y sugiere que no hubo en la Europa de aquel tiempo un líder como Gandhi o un pequeño grupo cristiano equipado con una filosofía social y una energía espiritual capaz de agrupar las fuerzas activas de las clases trabajadoras.

El acontecimiento que hizo historia estuvo intrínsecamente corrompido pero sucedió, y tuvo lugar no solamente para Rusia, sino para el mundo. Se expandió a otras partes de la tierra, especialmente en China, y repercutió fuerte pero temporalmente en otros países de Asia, África y América Latina.

De allí que sea tan importante la tarea de la libre voluntad humana de encauzar los acontecimientos en una correcta dirección, en el sentido de la dignidad humana, por su repercusión en lo que hoy se llama —quizás eufemísticamente— la comunidad internacional.

La jerarquía de los medios

Maritain sostiene la superioridad de los medios temporales humildes (“medios pobres”) sobre los medios temporales ricos, respecto a los fines espirituales.

Estos últimos serían los medios peculiares del mundo, que postulan siempre un éxito tangible y visible; no se pueden rechazar o despreciar, ya que son necesarios, pero siempre debe salvaguardarse su jerarquía, en las proporciones adecuadas.

Se refiere también a los medios peculiares del espíritu, que serían los medios temporales “humildes”. Cuanto menos gravados están por la materia, más intangibles, menos visibles, más eficaces son. Son los medios particulares de la sabiduría; “la sabiduría no es muda, grita en la plaza del mercado”.

La esencia pura de lo espiritual deberá ser buscada en la actividad inmanente, en la contemplación, “cuya peculiar eficacia para tocar el corazón de Dios no perturba un solo átomo de la tierra”. Esos medios, no siendo ordenados al éxito tangible, participan en la eficacia del espíritu.

Existiría pues una superioridad de los medios espirituales también en la actividad temporal y del bienestar. Aquí se refiere a la cuestión de los medios a usarse en la actividad social y política, donde también se deben perseguir los más altos intereses del hombre: justicia, libertad, paz y amor fraternal.

En esta materia Maritain se refiere particularmente a Gandhi, cuya originalidad consistió en dar primacía a los medios de la paciencia y del sufrimiento voluntario, organizándolos sistemáticamente como una técnica particular de acción política. Relaciona Maritain dicha técnica con el pensamiento de Sto. Tomás, que sostiene que el principal acto de fortaleza y de virtud no es el acto de atacar, sino el de resistir, soportar y sufrir con constancia. Lo que Gandhi llamó no violencia nosotros podríamos llamar el coraje de resistir.

Hay aquí un llamado a quienes luchan en el campo social y político para que den importancia a los valores espirituales. En la época en que Maritain escribía, recién se conocía el ejemplo del movimiento negro en Montgomery, bajo la dirección espiritual de Martín Luther King. El filósofo intuía que lo que comenzaba muy pequeño, un movimiento casi imperceptible, estaba destinado a tener una inmensa significación tanto en EE.UU. como en el mundo.

Evolución de la cultura y progreso de la conciencia moral

Sin duda hay una gran diferencia entre la manera de pensar del hombre primitivo y la del hombre actual. Se dice que ha habido estados mágicos y etapas racionales en la evolución del pensamiento humano.

La magia y la religión habrían tenido un origen común, desde el cual se desarrollaron en direcciones opuestas: la magia en dirección a la ilusión, a la formación de los mitos y a la desidia; y la religión (la llamada por Bergson “religión dinámica) en dirección al heroísmo y a la verdad.

Según Maritain la religión estuvo al principio en un estado mágico o nocturno y luego pasó a un régimen nuevo, al estado luminoso del pensamiento y la cultura. En la etapa de la humanidad más propiamente civilizada traspasó el estado de luz, ya sea por una transformación mitológica más o menos racional como en Grecia, por un proceso de elaboración metafísica como en la India, o mediante la revelación como en el monoteísmo judeo cristiano.

El progreso de la conciencia moral sería la ley más importante de la filosofía de la historia. El conocimiento de las leyes morales naturales se habría adquirido lentamente y con mayor o menor dificultad. Fue progresivo en la naturaleza y es uno de los ejemplos menos cuestionables del progreso de la humanidad.

Somos ahora conscientes de que la esclavitud es contraria a la dignidad de la persona humana; se ha adquirido esa conciencia, en el transcurso de los siglos, y no sin dificultad.

Señala Maritain otros ejemplos, como ser la idea acerca del tratamiento que debe darse a los prisioneros de guerra, o la idea acerca del trabajo de los niños; como también la noción de la dignidad del trabajo humano mismo.

Reconoce que la religión y una mala interpretación del castigo de Adán en el Génesis habrían contribuido al equivocado concepto del trabajo-servidumbre. La idea de que la autoridad no puede ser ejercida sin inmensa crueldad aparece aquí también como etapa ya superada.

Es verdad que hay aún una gran parte de relatividad y variabilidad en las reglas particulares, costumbres y normas de todos los pueblos de la tierra. Pero hay un sustrato común. Y la filosofía moral es como un conocimiento reflejo. Durante siglos, los filósofos de la moral y del sentido común han ido subrayando las obligaciones del hombre, prescritas por su propia naturaleza. Ha habido una toma de conciencia paulatina, un progreso de la conciencia moral. En el mundo occidental cristiano durante muchos siglos la idea dinámica dominante fue la idea de la fuerza al servicio de la justicia.

En el mundo moderno la idea dominante no es esa, sino más bien la idea de la conquista de la libertad y de condiciones sociales conformes con la dignidad humana. Ha habido una especie de maduración política y social de los pueblos. Se trata de un tránsito progresivo desde un estado de sujeción a un estado de autogobierno en asuntos políticos y sociales, hacia un régimen de civilización caracterizado por la forma de pensar democrática y por la filosofía democrática.

En verdad durante muchos siglos hubo demandas profundamente arraigadas en el orden de la naturaleza, pero que no tuvieron ocasión de manifestarse. Para Maritain fue solo bajo la acción de fermento del Evangelio y en virtud de la inspiración cristiana, que estas ideas se abrieron camino en el orden secular.

El proceso democrático apareció primero en el área de una civilización heredera histórica de la cristiandad primitiva, pero luego se esparció y sigue esparciéndose con inmensas limitaciones y tropiezos en todas las áreas de la civilización.


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