La primera Lectura, un pasaje del profeta Jeremías (18,18-20), es una auténtica profecía sobre la Pasión del Señor. ¿Qué dicen los enemigos? “Venga, vamos a hablar mal de él y no hagamos caso de sus oráculos”. Pongámosle obstáculos. No dice: “Venzámoslo, echémoslo”: no. Hacerle difícil la vida, atormentarlo. Es el sufrimiento del profeta, pero ahí hay una profecía sobre Jesús.
Lo mismo Jesús en el Evangelio (Mt 20,17-28) nos habla de esto: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen”. No es solo una sentencia de muerte: es más. Es la humillación, es el ensañamiento. Y cuando hay ensañamiento en la persecución de un cristiano, de una persona, está el demonio. El demonio tiene dos estilos: la seducción, con las promesas del mundo, como quiso hacer con Jesús en el desierto, seducirlo y con la seducción hacerle cambiar el plan de la redención, y si eso no funciona, el ensañamiento. No tiene término medio, el demonio. Su soberbia es tan grande que intenta destruir, y destruir gozando de la destrucción con la ira.
Pensemos en las persecuciones de tantos santos, de tantos cristianos que no solo los matan, sino que incluso los hacen sufrir e intentan por todas las vías humillarlos, hasta el final. No confundir una simple persecución social, política, religiosa con el ensañamiento del diablo. El diablo se ensaña, para destruir. Pensemos en el Apocalipsis: quiere devorar a aquel hijo de la mujer, que está por nacer.
Los dos ladrones que estaban crucificados con Jesús, fueron condenados, crucificados y les dejaron morir en paz. Nadie les insultaba: no interesaba. El insulto era solo para Jesús, contra Jesús. Jesús dice a los apóstoles que será condenado a muerte, pero será burlado, flagelado, crucificado… Se burlan de Él. Y el camino para salir del ensañamiento del diablo, de esa destrucción, es el espíritu mundano, el que la madre pide para sus hijos, los hijos de Zebedeo. Jesús habla de humillación, que es su destino, y ellos le piden apariencia, poder. La vanidad, el espíritu mundano es la senda que el diablo ofrece para alejarse de la Cruz de Cristo. La propia realización, el carrierismo, el éxito mundano: son todas sendas no cristianas, son todas sendas para tapar la Cruz de Jesús.
Que el Señor nos dé la gracia de saber discernir cuando es el espíritu que quiere destruirnos con el ensañamiento, y cuando el mismo espíritu quiere consolarnos con las apariencias del mundo, con la vanidad. Pero no lo olvidemos: cuando hay ensañamiento, hay odio, la venganza del diablo derrotado. Y así hasta hoy, en la Iglesia. Pensemos en tantos cristianos, que son cruelmente perseguidos. En estos días, los periódicos hablaban de Asia Bibi: nueve años en la cárcel, sufriendo. Es el ensañamiento del diablo.
Que el Señor nos dé la gracia de discernir el camino del Señor, que es Cruz, del camino del mundo, que es vanidad, aparentar, maquillaje.
Fuente: Almudi.org