El Evangelio que Marcos (Mc 2,21-25) nos propone hoy está lleno de consejos de Jesús. Fijémonos en uno: “la medida que uséis la usarán con vosotros”. Todos daremos cuenta de la vida, lo hacemos en el presente y sobre todo lo haremos al final de nuestra existencia, y esta frase de Jesús nos dice precisamente cómo será ese momento, es decir, cómo será el juicio. Porque si el pasaje de las Bienaventuranzas y el análogo capítulo 25 del Evangelio de Mateo nos muestran las cosas que debemos hacer –cómo hacerlas, el estilo con el que debemos vivir–, la medida es lo que el Señor dice aquí. ¿Con qué medida mido a los demás? ¿Con qué medida me mido a mí? ¿Es una medida generosa, llena de amor de Dios, o es una medida de bajo nivel? Y con esa medida seré juzgado, no hay otra: esa, la que yo tengo. ¿A qué nivel he puesto el listón? ¿A un nivel alto? Debemos pensar en esto. Y no solo lo vemos en las cosas buenas o en las cosas malas que hacemos, sino en el estilo continuo de vida.

Porque cada uno tiene un estilo, un modo de medirse a sí mismo, a las cosas y a los demás, y será el mismo que el Señor usará con nosotros. Así pues, quien mide con egoísmo, así será medido; quien no tiene piedad y, con tal de trepar por la vida, es capaz de pisotear la cabeza de todos, será juzgado del mismo modo, o sea, sin piedad. Nosotros debemos tener el estilo cristiano, y como cristiano yo me pregunto: ¿cuál es la piedra de referencia, la piedra de toque para saber si estoy en un nivel cristiano, al nivel que Jesús quiere? Pues es la capacidad de humillarme, la capacidad de sufrir humillaciones. A un cristiano que no es capaz de cargar consigo las humillaciones de la vida, le falta algo. Es un cristiano de barniz o por interés. ¿Y eso por qué? Porque lo hizo Jesús, se anonadó a sí mismo, dice Pablo: “se humilló a sí mismo (…) hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2,8). Él era Dios, pero no se agarró a eso: se anonadó a sí mismo. Ese es el modelo.

Un ejemplo de estilo de vida mundano e incapaz de seguir el modelo de Jesús son las quejas que me cuentan los obispos cuando tienen dificultades para trasladar a los sacerdotes a otras parroquias porque las consideran de categoría inferior y no superior, como ellos ambicionan, y ven el traslado como un castigo. Así puedo reconocer mi estilo, mi modo de juzgar, por el comportamiento que asumo ante las humillaciones. Por tanto, hay un modo de juzgar mundano, un modo de juzgar pecador, un modo de juzgar empresarial, un modo de juzgar cristiano. “La medida que uséis la usarán con vosotros”, la misma medida. Si es una medida cristiana, que sigue a Jesús, por su camino, con esa misma seré juzgado, con mucha, mucha, mucha piedad, con mucha compasión, con mucha misericordia. Pero si mi medida es mundana y solo uso la fe cristiana –sí, hago, voy a misa, pero vivo como mundano–, seré medido con esa medida. Pidamos al Señor la gracia de vivir cristianamente y sobre todo de no tener miedo a la cruz, a las humillaciones, porque ese es el camino que Él eligió para salvarnos y eso es lo que garantiza que mi medida es cristiana: la capacidad de llevar la cruz, la capacidad de padecer cualquier humillación.


Fuente: Almudi.org

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