Ambas lecturas (Gn 37,3ss  y Mt 21,33ss) son una profecía de la Pasión del Señor. José vendido como esclavo por 20 siclos de plata, entregado a paganos. Y la parábola de Jesús, que con claridad habla simbólicamente de la muerte del Hijo. La historia de “un propietario que plantó una viña –el cuidado con que lo hizo–, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre –lo hizo bien–, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje”.

Ese es el pueblo de Dios. El Señor eligió ese pueblo, hay una elección de esa gente. Es el pueblo de la elección. Además hay una promesa: “Adelante. Tú eres mi pueblo”, una promesa hecha a Abraham. Y también hay una alianza hecha con el pueblo en el Sinaí. El pueblo debe conservar siempre en la memoria que es un pueblo elegido, la promesa para mirar adelante con esperanza y la alianza para vivir cada día con fidelidad. Pero en esta parábola sucede que, cuando llegó el tiempo para recoger los frutos, aquella gente había olvidado que no eran los dueños: “Los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo”. Ciertamente Jesús hace ver aquí –está hablando a los doctores de la ley– cómo los doctores de la ley han tratado a los profetas. “Por último les mandó a su hijo”, pensando que tendrían respeto de su propio hijo. “Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”.

Le robaron la herencia, que era otra. Una historia de infidelidad, de infidelidad a la elección, de infidelidad a la promesa, de infidelidad a la alianza, que es un don. La elección, la promesa y la alianza son un don de Dios. ¡Infidelidad al don de Dios! No entender que era un don y tomarlo como propiedad. Esa gente se apropió del don y olvidaron que era un don para transformarlo en propiedad “mía”. Y el don, que es riqueza, es apertura, es bendición, se encerró, enjaulado en una doctrina de leyes, muchas. Fue ideologizado. Y así el don perdió su naturaleza de don, y acabó en una ideología. Sobre todo en una ideología moralista llena de preceptos, incluso ridícula porque cae en la casuística por cualquier cosa. ¡Se apropiaron del don!

Ese es el gran pecado. Es el pecado de olvidar que Dios se hizo don Él mismo por nosotros, que Dios nos lo dio como don y, al olvidarlo, nos convertimos en dueños. Y la promesa ya no es promesa, la elección ya no es elección: “La alianza debe interpretarse según mi parecer, ideologizada”. Aquí, en esta actitud, veo quizá el inicio, en el Evangelio, del clericalismo, que es una perversión, que reniega siempre la elección gratuita de Dios, la alianza gratuita de Dios, la promesa gratuita de Dios. Olvida la gratuidad de la revelación, olvida que Dios se manifestó como don, se hizo don por nosotros y debemos darlo, mostrarlo a los demás como don, no como posesión nuestra.

El clericalismo no es una cosa solo de estos días, la rigidez no es algo de estos días; ya había en el tiempo de Jesús. Y luego Jesús seguirá adelante con la explicación de las parábolas –este es el capítulo 21–, continuará hasta llegar al capítulo 23 con la condena, donde se ve la ira de Dios contra los que toman el don como propiedad y reducen su riqueza a los caprichos ideológicos de su mente. Pidamos hoy al Señor la gracia de recibir el don como dono, y trasmitir el don como don, no como propiedad, no de un modo sectario, de un modo rígido, de un modo clerical.


Fuente: Almudi.org

Últimas Publicaciones

Académicos, estudiantes y agentes pastorales reflexionaron el pasado martes, 19 de noviembre, sobre la Dignidad Humana en el VII Congreso Social de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Con el tema “Dignidad humana siempre y en todo” se realizará el VII Congreso Social en la Casa Central de la UC. Se trata de una instancia abierta a todo aquel que quiera conversar sobre la relevancia de la dignidad humana en nuestro tiempo.
“Me complace recibirlos en esta casa de Pedro y de toda la Iglesia, en la feliz celebración de sus 25 años de servicio a unas personas cuyo sufrimiento es indescriptible”, dijo el Papa Francisco al saludar este 30 de octubre a los representantes del Proyecto Esperanza. Iniciativa que nació en 1999 en Chile –y que ya se extiende por 17 países– con el ánimo de acompañar a las mujeres y hombres que, por una u otra circunstancia, interrumpieron voluntariamente un embarazo y tiempo después, no hallaron el camino para sobrellevar el dolor, la culpa, el vacío.
Revistas
Cuadernos
Reseñas
Suscripción
Palabra del Papa
Diario Financiero