En los últimos años, he visitado más de una decena de universidades chinas, exponiendo sobre «Tomás de Aquino, la creación y la ciencia contemporánea». Uno de mis objetivos ha sido mostrar que la filosofía de la creación de Aquino no se ve desafiada por los recientes desarrollos en la biología evolutiva y la cosmología. En 2018 visité el Museo Nacional de China en Beijing, donde había una exposición especial, «El poder de la verdad», que celebraba el bicentenario del nacimiento de Karl Marx. A la entrada de esta, se presentaba a Marx como «un pensador y revolucionario cuya influencia ha sido la de mayor alcance en la historia de la civilización mundial».
Una sala estaba dedicada a la vida y obra de Marx, especialmente al Manifiesto Comunista; otra sección denominada «El gran viaje de adaptación del marxismo al contexto chino», que enfatizaba el pensamiento del presidente Xi Jinping; y una tercera que contenía enormes pinturas relacionadas con Marx. Me intrigó una imagen que conmemora una historia famosa sobre Karl Marx y Charles Darwin.
Darwin y Marx en Inglaterra
Se trata de un hecho ocurrido en 1873, cuando Marx, quien vivía en Inglaterra en ese entonces, envió a Darwin un ejemplar dedicado de la recién publicada segunda edición en alemán del Das Kapital. A este gesto Darwin respondió:
Le agradezco el honor que me hace al enviarme su gran trabajo Das Kapital. Quisiera de todo corazón ser más digno de recibirlo entendiendo más de un tema tan profundo e importante como es la Economía política. A pesar de que nuestros estudios son tan diferentes, creo que ambos deseamos fervientemente la expansión del conocimiento, el que a largo plazo seguramente contribuirá a la felicidad de la Humanidad.
La columna central del cuadro muestra la dedicatoria de Marx, la portada del libro y la carta en respuesta de Darwin a Marx.
Marx y Darwin son íconos de la modernidad, especialmente de una visión secularista y materialista de la realidad. Ambos han sido utilizados para llegar a la conclusión de que la doctrina de la creación no es más que un artificio de una época menos ilustrada. De ahí que el tema de mis conferencias en China ha consistido en desafiar tal conclusión.
Marx y la negación de la creación
En su compromiso con el materialismo y el rechazo de lo trascendente, Marx afirmó que «Una vez que la verdad del más allá se ha desvanecido, es tarea de la historia establecer la verdad del aquí y ahora». Solo con la abolición de la ilusión de la salvación predicada por la religión se puede alcanzar la felicidad terrenal.
Luego de la publicación de la obra Sobre el Origen de las Especies en 1859, Friedrich Engels hizo notar a Marx este tratado de Darwin. En el funeral de Marx, Engels comentó: «Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana». El propio Marx le había escrito a Engels que El Origen «contiene la base en la historia natural de nuestro postulado». En otra carta dice que la teoría de la selección natural sirve como fundamento «en las ciencias naturales para la lucha de clases». En 1880, Engels publicó un extracto de su Anti-Dühring, bajo el título “Socialismo: utópico y científico”, en el que observaba:
La naturaleza es la prueba de la dialéctica, y se puede decir que la ciencia moderna lo está confirmando con evidencias que aumentan día a día, demostrando que, a fin de cuentas, la naturaleza se mueve dialécticamente y no metafísicamente; no en la unidad eterna de una recurrencia perpetua, sino que sufre una verdadera evolución histórica. En este sentido, Darwin va por delante de todos los demás. Le dio el golpe más duro a la concepción metafísica de la Naturaleza al demostrar que todos los seres orgánicos, plantas, animales y el hombre mismo, son productos de un proceso de evolución que se desarrolla a lo largo de millones de años.
Darwin en China
En 2019, estando nuevamente en China, visité una exposición en la Bi- blioteca de Shanghái con la que celebraban el 160° aniversario de la publicación de El Origen de las Especies. Parte de la exposición trataba del interés de Darwin en la China de finales del siglo XIX, especialmente después de la derrota de China en la guerra chino-japonesa. Esta victoria animó a los académicos chinos a prestar mayor atención a los beneficios de la ciencia y la tecnología occidentales.
Yan Fu (1854-1921) fue uno de los primeros chinos educados en Gran Bretaña. Él presentó las principales ideas de la evolución darwiniana al público chino en 1898 con su traducción del ensayo Evolución y ética de Thomas Huxley como Tianyan lun (La teoría de la evolución), y en 1903 con su traducción del Estudio de la sociología de Herbert Spencer como Qunxue yiyan. En el primero, Yan Fu señaló que el darwinismo había demostrado que no existe «tal creador». Más tarde, en 1919, Ma Junwu (1881-1940) completó la traducción de El Origen de Darwin.
Un letrero a la entrada destacaba: «Durante las décadas siguientes a su publicación, la teoría de la evolución influyó en el Movimiento del 4 de mayo (1919) y el Nuevo Movimiento Cultural (1915-1921), proporcionó armas ideológicas a reformadores, republicanos, anarquistas y revolucionarios y, finalmente, estableció un evolucionismo social que se ajustaba a las condi- ciones nacionales chinas». James Pusey, en su libro China y Charles Darwin (1983), resumió los argumentos darwinianos utilizados contra el gobierno de la emperatriz viuda[1]: «Tú y tu raza no son aptos. Morirán por selección natural. La evolución los dejará a un lado».
Un personaje importante en el Movimiento de Reforma fue Lu Xun (1881- 1936), quien también leyó “Evolución y ética” de Huxley y, más tarde, Los Enigmas del Universo de Ernst Haeckel (1895-1899). Lu se apropió de partes importantes del capítulo titulado “La historia de nuestra especie” de este libro, y las incluyó en su obra La historia de la humanidad (Ren zhi lishi), publicado en 1907.
Lu abrazó las ideas filosóficas y teológicas de Haeckel con todas las implicancias de esta en lo referido al pensamiento darwiniano. En un co- nocido pasaje, Haeckel escribió que «hasta principios del siglo XIX, todo serio intento de resolver el asunto del origen de las especies se había perdido en el laberinto de mitologías e historias sobrenaturales de la creación». Con ello aseguraba que Darwin había demolido la «imperante doctrina del diseño o teleología» y puesto que, si no había diseñador, obviamente tampoco habría creador. Para Haeckel los papas, recios defensores de «la Doctrina del Diseño», habían sido los mayores charlatanes de la historia mundial. De este modo, concluyó que la teoría de la evolución «no hizo más que refutar la teoría de la creación divina» ridiculizando «la noción de un creador personal que actúa con un propósito definido». De ahí que a menudo recalcó lo «natural e inevitable: la vehemente oposición entre ciencia y cristianismo».
Hu Shih (1891-1962), uno de los líderes del movimiento de reforma literaria en la década de 1930, observó en su autobiografía (Ssu-shih tzu-shu):
«Poco después de su traducción, Evolución y ética se hizo muy popular en todo el país y se convirtió en la lectura favorita de los estudiantes de secundaria. Después de los frecuentes reveses militares de China, particularmente tras la humillación de los años de la rebelión de los bóxers[2], el lema de la “Sobrevivencia del más fuerte” se convirtió en una especie de consigna para la ideología marxista.
Con el establecimiento de la República Popular China (1949) y la adopción del marxismo como el fundamento intelectual y cultural, se llegó a considerar que el darwinismo respaldaba la comprensión marxista y materialista de la realidad. Esta postura quedó en evidencia en el «Encuentro en conmemoración de las grandes figuras de la cultura mundial», organizado en Beijing el 27 de mayo de 1959. Se celebraban el centenario de la publicación de El Origen de las Especies de Darwin y el décimo aniversario de la fundación de la República Popular. Dos científicos hablaron sobre Darwin: Bing Zhi, presidente de la Sociedad Zoológica de China, y Zheng Zuoxin, secretario general de la misma sociedad. Bing señaló que el trabajo de Darwin establecía «una nueva perspectiva del universo, que derribó la superstición de que Dios es el creador… y a causa de esto encontró una gran oposición tanto en los círculos religiosos como en los idealistas [que niegan el materialismo]». Zheng consideraba que la comprensión exclusivamente materialista de la realidad según Darwin y su rechazo a cualquier forma de teleología en el orden natural eran especialmente importantes:
Como todo el mundo sabe, en Europa desde el siglo IV, la religión ha dominado el pensamiento de la gente. Creían que todas las plantas y animales habían sido creados por Dios y, por lo tanto, estos permanecían inmutables, puesto que todas las criaturas habían sido creadas especialmente con un propósito específico. Esta perspectiva metafísica explica el bajo nivel científico, y le sirvió muy especialmente a la clase social poderosa y dominante para mantener el statu quo. Al derribar estas afirmaciones metafísicas, el Darwinismo acabó con el reinado de una perspectiva idealista en el pensamiento popular, y proporcionó explicaciones históricas y materialistas en el ámbito de la biología. Solo sobre la base del Darwinismo la biología ha podido desarrollarse como ciencia moderna y alcanzar los logros que tiene hoy.
En este sentido, el Darwinismo ha preparado el camino, al menos en un sentido lógico, para una comprensión marxista más amplia del fundamento materialista de toda la historia. Incluso podríamos decir: después de Darwin, Marx.
Evolución y metafísica de la creación: las intuiciones de Tomás de Aquino
La fascinación por Darwin y la aplicación de su teoría para apoyar una visión marxista de la realidad no debería sorprendernos. La conexión entre la biología Darwiniana y la negación de la doctrina de la creación, la eliminación del propósito en la naturaleza y la aceptación de una concepción materialista de la realidad son evidentes en muchas interpretaciones occidentales del pensamiento de Darwin.
Tomás de Aquino ofrece un poderoso antídoto para la confusión entre los desarrollos en las ciencias naturales y la metafísica, es decir, la ciencia del ser como ser. Para Tomás de Aquino, la metafísica trasciende (pero no contradice) las ciencias naturales y sostiene que incluso sin la ayuda de la Revelación y la teología, la metafísica puede demostrar que existe un Creador. El materialismo marxista es una afirmación filosófica integral y por lo tanto es incompatible con la filosofía tomista. La evolución Darwiniana, por su parte, es una de las ciencias naturales y no debe confundirse con ninguna doctrina metafísica, y mucho menos con el materialismo.
Las ciencias naturales tienen como objeto de estudio el mundo de las cosas cambiantes: desde partículas subatómicas hasta galaxias. Siempre que hay un cambio debe haber algo que cambie. La creación, por el contrario, es la causa absoluta de toda la existencia y de todo lo que existe. Hacer que algo comience a existir no es resultado de producir un cambio en algo; no se trata de trabajar sobre, o con, algún material preexistente. Si al producir algo nuevo, un agente usara algo ya existente, el agente no sería la causa única de lo nuevo. Así se entiende que solo la creación puede ser la causa única de lo que existe. Crear es dar existencia, es decir, causar la existencia misma, lo que explica que todas las cosas dependen totalmente del Creador por el solo hecho de que existen.
Es un error pensar que la agencia causal de Dios difiere solo en grado de las causas que operan en el orden natural. Por tanto, también es erróneo pensar que mientras más poder causal se le atribuye al mundo, menos poder se le atribuye a Dios, o viceversa.
La biología evolutiva y todas las demás ciencias naturales ofrecen explicaciones de lo que podríamos considerar una dimensión horizontal o lineal de la realidad, de todos los cambios, grandes y pequeños, que ocurren a lo largo de la historia, por muy larga que esta sea. La creación se refiere, por así decirlo, a una dimensión vertical que está constantemente presente a lo largo de todo el ciclo del cambio. Sin esa dimensión vertical, de la que proviene la existencia como tal, no podría haber una dimensión horizontal. Sin embargo, incluso esta misma imagen se queda corta para explicar lo que supone que Dios sea la causa trascendente de la existencia.
Lo que a menudo sorprende a mis colegas y estudiantes chinos es que no necesitamos aceptar la fe cristiana que abrazó Tomás de Aquino para ver que, según sus principios filosóficos, no hay necesidad de optar entre ver la creación como la acción constante de la omnipotencia divina y reconocer las causas que las ciencias naturales revelan. El poder creativo de Dios se mantiene en cons- tante ejercicio a lo largo de todo el curso de la historia cósmica, en cualquier forma en que la historia se haya desarrollado. No importa cuán aleatorio pueda uno pensar que es el cambio evolutivo, no importa cuánto pueda uno pensar que la selección natural es el mecanismo maestro de cambio en el mundo de los seres vivos, el papel de Dios como Creador, como causa continua de toda la realidad en cuanto es, no se ve cuestionado.
Necesitamos recordar el argumento fundamental de Aquino que afirma que la creación no consiste en un cambio. Así entendido, se comprende que no hay conflicto posible entre las ciencias naturales –cuyo campo de estudio es el mundo del cambio– y la verdad de la creación. Incluso si uno adoptara una explicación exclusivamente materialista de la realidad, la biología evolutiva en sí misma no requiere tal afirmación.
Notas
* Artículo publicado originalmente en la revista www.thepublicdiscourse.com el 9 de julio del 2020.
1 Emperatriz Viuda de Cixi. Regente del Imperio desde 1861 hasta 1908.
2 La rebelión de los bóxers (1899-1900) fue una revuelta antiimperialista, antiextranjera y anticristiana en China, con el fin de expulsar a las potencias europeas de su país.
* Texto traducido del inglés por Paula Jullian.