La violencia no ha cesado en países como Camerún, Siria, Nigeria, Irak y República Centroafricana, entre otros.

“La furia con la que el virus ataca ilustra la locura de la guerra”, dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, el 23 de marzo de 2020. “Ha llegado la hora de dejar atrás los conflictos armados para centrar nuestros esfuerzos en la verdadera batalla de nuestras vidas”, declaró. 

¿Pero podemos pensar que la pandemia que estamos viviendo ha sido una oportunidad para reencontrar la paz? La Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) se ha contactado con representantes de la Iglesia en países en conflicto para averiguar cuál ha sido la respuesta. La conclusión es que, a pesar del Covid 19, la violencia no ha cesado en países como Camerún, Siria, Nigeria, Irak y República Centroafricana, entre otros. Lamentablemente también continúa la persecución religiosa. Más de 500 millones de cristianos viven en países donde son discriminados o perseguidos. Muy preocupante es lo que está viviendo la Iglesia en África subsahariana, también conocida como la región del Sahel.

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Niños de Burkina Faso (Foto: ACN-Chile)

 

Por ejemplo, Nigeria sigue sufriendo ataques de los terroristas de Boko Haram, especialmente en el noreste del país. Burkina Faso vive una realidad desgarradora al ser víctima de un terrorismo islámico que ha provocado en muy poco tiempo, más de 800 muertos. La Iglesia católica está especialmente en la mira del yihadismo, y son muchas las pérdidas de cristianos que hay que lamentar en el norte y este del país. Pueblos enteros se están vaciando y los cristianos deben huir con lo puesto para salvar sus vidas. Las cifras, que superan el millón de desplazados, se han multiplicado por diez desde enero de 2019, en un solo año. Viven en campos de refugiados, en condiciones infrahumanas.

Lamentablemente la situación de estos dos países no es una excepción en el Sahel africano. Esta región, situada justo debajo del desierto del Sahara, durante los últimos años ha sufrido un aumento considerable del número de grupos yihadistas. Las causas son muchas, pero entre ellas cabe destacar la desestabilización que sufrieron algunos de los países que vivieron la llamada “Primavera Árabe”, como el caso de Libia. El caos que ha seguido a la caída de Muammar Gaddafi (2011), ha permitido la llegada de yihadistas extranjeros de Medio Oriente, que han ido avanzando hacia el sur, al Sahel.

Desaplazados Burkina Faso 03

A esto se suman factores propios de la región, como la pobreza (cerca del 80% de las familias que viven zonas rurales del Sahel necesitan ayuda para sobrevivir), la debilidad de sus gobiernos e instituciones, el analfabetismo, el desempleo juvenil y disputas de tierras. Los grupos yihadistas aprovechan estos vacíos para invitar a las personas a unirse a su ideología, prometiéndoles un “futuro mejor”. Durante una visita que realizamos a Nigeria en 2017 con una delegación de ACN, específicamente a la ciudad de Maiduguri, cuna de Boko Haram, nos explicaron cómo los yihadistas atraen a nuevos seguidores a través de la ayuda asistencial y también, con la promesa de mejorar sus condiciones de vida, lo que lograrán, les aseguran, instaurando un nuevo estado regido por la “sharía” (ley islámica).

En el Sahel, la Iglesia Católica está trabajando para traer calma a las poblaciones asustadas y para construir la paz con los líderes musulmanes, muchas de cuyas poblaciones son igualmente víctimas del fundamentalismo islámico. A esto se suma ahora el temor al Covid 19.

Sacerdotes y religiosas, en medio de un contexto de inseguridad y pandemia, están en la primera línea para responder a los problemas humanitarios: acogen a los desplazados, entregan salud y educación, y asisten a los más vulnerables. Como en Níger, que sufre pobreza, terrorismo y ahora también el Covid 19. En ese país las hermanas de la “Fraternidad de las Servidoras de Cristo” dirigen una escuela y un centro de nutrición. Este último, que suele albergar entre 300 y 400 niños desnutridos, cerró el 19 de marzo. La hermana André, responsable del centro, se encargó de dar a las mujeres harina nutricional y kits, que incluyen mascarillas y jabón, ambos elaborados por las religiosas. Igualmente, distribuyen agua de su pozo a aquellas aldeas que no tienen.

En estos momentos de coronavirus, nuestra máxima prioridad es sostener a las religiosas y sacerdotes que viven en países de persecución, para que puedan continuar con su misión de socorrer a la población, tanto material como espiritualmente.


Si quieres sumarte a esta causa visita www.acn-chile.org


* La autora es la directora nacional de ACN Chile

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