Comienza marzo y Philipp Ozores, secretario general de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre, lleva doce días en gira por Latinoamérica visitando las oficinas de México, Colombia, Brasil y Chile. Su cabeza, sin embargo, está en Europa y en el sufrimiento del pueblo ucraniano en estos días tan difíciles. En conversación con Humanitas nos cuenta acerca del panorama general de la persecución religiosa en el mundo y sobre la labor de la institución.
Imagen de portada: Philipp Ozores en Homs, Siria. Archivo ACN
Humanitas 2022, C, págs. 423 - 429
—El último Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2021 alerta sobre un aumento en las restricciones a la libertad religiosa en algunos países. ¿Nos podría dar un panorama general del momento católico actual en relación con este tema?
—Tenemos varias tendencias que están ocurriendo al mismo tiempo. Por un lado, existen dos crisis que ocurren de manera simultánea: la crisis de la institución Iglesia y una crisis de fe, que se da en los países de Occidente y en los países más desarrollados, donde yo incluiría a Chile. Y por otro lado, tenemos una crisis de aumento de la persecución religiosa extrema en varios países del mundo, lo que muestran nuestros informes, sobre todo en términos de libertad religiosa. Hay un aumento del yihadismo en África que está causando estragos en gran parte de los países subsaharianos y en otros países como Mozambique. Las causas de estos movimientos radicales son complejas, étnicas, económicas, pero también tienen un fuerte elemento religioso. Además existe otra tendencia de discriminación religiosa cada vez mayor, que en algunas zonas se vuelve persecución, y que está dada por los etno-nacionalismos. En este grupo están algunos países como la India, que tiene movimientos nacionalistas cada vez más extremos, como el nacionalismo hindú, que considera el hinduismo como la única identidad religiosa posible en ese país, discriminando a otros, sobre todo musulmanes, pero también a los cristianos, especialmente al norte de la India. Dentro de este grupo está también el totalitarismo chino, ahora una superpotencia económica que utiliza su poder para vigilar y controlar cada vez más a los cristianos y a otros grupos religiosos, utilizando tecnologías complejas. Hay cientos de millones de cámaras a lo largo del país con reconocimiento facial, y esas cámaras están también en las iglesias; cualquiera que vaya a la iglesia sabe que lo están grabando. Existen grandes divergencias entre los distintos estados chinos, pero la directriz general es el aumento del control para asegurar la lealtad al gobierno a cualquier precio.
Por un lado, existen dos crisis que ocurren de manera simultánea: la crisis de la institución Iglesia y una crisis de fe, que se da en los países de Occidente y en los países más desarrollados, donde yo incluiría a Chile. Y por otro lado, tenemos una crisis de aumento de la persecución religiosa extrema en varios países del mundo (…).
Esas son las tendencias negativas. Al mismo tiempo hay desarrollos positivos, como el crecimiento de cristianos en algunas partes del mundo, sobre todo en África, pero también en países asiáticos. El cristianismo es ya la primera religión en China; es difícil decir cuántos hay, pero están en gran aumento, sobre todo por las actividades protestantes y también por un crecimiento de la Iglesia Católica. Ocurre esto también en Corea, donde tenemos un número de cristianos que está creciendo mucho. Por otro lado, se ve una oportunidad en los países más desarrollados, pues la crisis de institucionalidad propicia el momento para nosotros, los católicos, de reflexionar acerca de nuestra relación con la Iglesia. O somos consumidores de una oferta de fe ritualizada por parte de nuestras iglesias, o cuidamos nuestra relación con Dios, de la cual podemos sacar fuerzas para renovar y fortalecer nuestra propia institución.
(…) el cambio que ha ocurrido en la institución Iglesia en Chile ha sido vertiginoso, no conozco ningún otro país en que la posición de la Iglesia haya cambiado tan rápidamente como en Chile en los últimos años.
Informes de Libertad Religiosa en el mundo.
—¿Y cómo ve el panorama futuro en relación con estos aspectos?
—Es imposible predecirlo porque solo en los últimos diez años se han visto importantes cambios que nunca hubiésemos predicho, y muchos para peor. Lo que está ocurriendo en África ha sido un deterioro muy rápido, así como también la radicalización de los nacionalismos en Asia. Pero también en Occidente, el cambio que ha ocurrido en la institución Iglesia en Chile ha sido vertiginoso, no conozco ningún otro país en que la posición de la Iglesia haya cambiado tan rápidamente como en Chile en los últimos años. Pero Dios es mucho más grande que la visión que tenemos de Él y hay muchos cambios que también pueden ir para bien. En ACN creíamos que esta pandemia sería el fin de nuestra institución, pero en cambio hemos tenido los récords mundiales en generosidad en casi todos los países, hemos tenido una fidelidad enorme de parte de nuestros benefactores, a pesar del aprieto económico que han sufrido. Hay una fortaleza de la Iglesia, en muchos sentidos, que no habíamos esperado y eso da muchísima esperanza. No solo Dios, sino también nosotros como Iglesia somos más grandes de lo que esperábamos, más grandes que las crisis por las que estamos pasando. En países como Alemania, la Iglesia ha sido muy criticada, pero la gente sigue mandando a sus hijos a los colegios católicos y muy pocos creen que no necesitamos a la institución católica, sino que se la reconoce como parte absolutamente fundamental de nuestras sociedades. Lo que hemos estado sufriendo es una crisis de fe, nos hemos estado centrando demasiado en los valores y los bienes terrenales. Estas crisis mundiales, la crisis del Covid-19, pero también lo que está pasando en Ucrania, son oportunidades para vivir nuestras vidas ya no buscando la ganancia o el bienestar superficial, sino buscando la fe en Dios, que es una opción muy distinta para guiar nuestras sociedades. Esta es una oportunidad para un renacimiento desde la fe. Nuestra Iglesia, la institución con mayor generosidad a nivel mundial, es indispensable.
Hay una fortaleza de la Iglesia, en muchos sentidos, que no habíamos esperado y eso da muchísima esperanza. No solo Dios, sino también nosotros como Iglesia somos más grandes de lo que esperábamos, más grandes que las crisis por las que estamos pasando.
Archivos fotográficos ACN.
—En relación con Ucrania, ¿cuáles son las principales preocupaciones acerca de la población católica? ¿Cómo les afecta esta guerra? ¿Qué rol está desempeñando ACN para ayudarlos?
—La mayoría de los cristianos en Rusia y también en Ucrania son ortodoxos. En cambio, los católicos en Rusia son una pequeñísima minoría y en Ucrania conforman el 10% de la población, son aproximadamente cuatro millones, de los cuales hay dos grandes ritos; el mayor es el rito bizantino, los greco-católicos, un rito muy parecido al ortodoxo, pero que reconoce al Papa, y el 4% son católicos de rito latino. Hay que recordar que una gran parte de Ucrania antes del fin de la Segunda Guerra Mundial formaba parte de Polonia, como la ciudad de Lviv (o Lemberg) en el oeste de Ucrania, donde quedan muchos habitantes de rito latino.
Muy importante es entender que esto no es una guerra religiosa, hay que sacar completamente la religión de las causas de esta guerra, no tiene sentido verla en el contexto de la libertad religiosa. En esta guerra, la Iglesia Católica ucraniana está muy involucrada en la ayuda al pueblo ucraniano. Ellos nos han dicho que permanecerán ahí pase lo que pase. De ahí nos llegan testimonios de sacerdotes celebrando misa en los bunkers, en los sótanos de las casas, yendo a las trincheras a la primera línea para estar con los soldados, colas para confesarse, jóvenes prometidos que se casan y que hacen una preparación matrimonial en un curso intensivo antes de partir al frente. Son imágenes muy conmovedoras de ver, el pueblo ucraniano ha crecido y hoy vive esta crisis desde la fe, lo que les da confianza y esperanza. ACN ha estado desde siempre con la Iglesia ucraniana ayudando a los sacerdotes perseguidos. Desde los años 90 contribuyó a la reconstrucción de la Iglesia local, todos los seminarios fueron financiados o cofinanciados por nuestra institución, es uno de los tres países más grandes en términos de recepción de ayuda anual y estamos en contacto diario con los obispos de ahí, especialmente con los que están sufriendo los bombardeos rusos en primera línea de fuego en Kharkiv, Mariúpol, Odesa y también en Kiev. Las hermanas religiosas están también haciendo una labor tremenda acogiendo a los millones de refugiados, dos millones están ya en movimiento y en camino hacia el oeste[1]. Tenemos una Iglesia local que permanece fiel en la mayor crisis, y nosotros permanecemos fieles a ellos. Estamos hoy en una campaña mundial pidiendo ayuda para el pueblo ucraniano y hemos tenido una recepción excepcional de parte de nuestros benefactores.
En esta guerra, la Iglesia Católica ucraniana está muy involucrada en la ayuda al pueblo ucraniano. Ellos nos han dicho que permanecerán ahí pase lo que pase. De ahí nos llegan testimonios de sacerdotes celebrando misa en los bunkers, en los sótanos de las casas, yendo a las trincheras a la primera línea para estar con los soldados (…).
Archivos fotográficos ACN.
—¿Cómo se concreta la labor que lleva a cabo ACN en el mundo en general? ¿Se centran especialmente en los católicos o en todas las religiones que sufren persecución y necesidades?
—La gran mayoría de nuestros proyectos se financian a través de la Iglesia Católica en el mundo. Nuestro principal aliado en los lugares donde trabajamos son los obispos, religiosos y órdenes del lugar. Nunca financiaríamos un proyecto sin la aprobación del obispo local. En ese sentido, lo que hacemos es usar la maravillosa estructura universal que tiene la Iglesia Católica para entender los problemas locales, pues la Iglesia local es la que mejor los entiende, y de ahí ayudar a fortalecer su labor con programas pastorales. De los más de 5.000 proyectos que financiamos cada año, la gran mayoría son para la Iglesia Católica, salvo excepciones, como en Oriente Medio, donde apoyamos a todas las iglesias cristianas, no solo a las diferentes iglesias orientales católicas, como los maronitas, los melquitas, los armenios, los caldeos en Irak, sino también a las iglesias ortodoxas, haciendo programas conjuntos, como por ejemplo en las llanuras de Nínive en Irak, en las ciudades de Siria como Alepo, Damasco y Homs, y también ahora en el Líbano. Algo muy bonito de nuestra institución es que por un lado servimos a la jerarquía de la Iglesia a lo largo de todo el mundo, somos Iglesia en el sentido que servimos, pero también la fe es fortalecida gracias al mismo testimonio de los cristianos a los que ayudamos.
Por otra parte, el trabajo de análisis que hacemos es más amplio porque creemos que es difícil entender bien la persecución a la Iglesia Católica sin un conocimiento del contexto de la libertad religiosa como derecho humano, por lo que ampliamos su definición a las demás religiones. En muchos casos la persecución a la Iglesia Católica no es el problema principal de un país, sino un daño colateral, o bien no somos las principales víctimas. Además, para solucionar el problema local de la Iglesia Católica es importante tener claro el panorama general, para así dar el mensaje correcto a nuestros políticos en el momento de, por ejemplo, llegar a acuerdos comerciales, como ahora mismo con Pakistán, o al momento de enviar ayuda a ciertos países. No queremos entrar a un victimismo de una visión muy reducida católica; proponemos una visión más amplia.
Algo muy bonito de nuestra institución es que por un lado servimos a la jerarquía de la Iglesia a lo largo de todo el mundo, somos Iglesia en el sentido que servimos, pero también la fe es fortalecida gracias al mismo testimonio de los cristianos a los que ayudamos.
—¿Qué signos debiésemos atender para salvaguardar la libertad religiosa?
—Para salvaguardar la libertad religiosa debemos estar atentos especialmente a nuestra propia relación con Dios; es lo primero que se debe cuidar, al margen de la situación exterior. Además debemos conocer bien las leyes y el impacto que estas tienen sobre el ejercicio de la religión; si no, no sabremos estar atentos a los posibles riesgos que conllevan los cambios de leyes en el proceso político. Finalmente, es fundamental crear alianzas políticas con miembros de otras confesiones y religiones para tener las mayorías necesarias en los procesos de ley.
“Ayuda a la Iglesia de Sufre” apoya a los cristianos donde son perseguidos, oprimidos o tienen necesidades pastorales. Desde su sede central en Königstein (Alemania), se gestiona la recaudación que realizan las oficinas de los 23 países donantes, para apoyar más de 5 mil proyectos anuales en más de 140 países. Los proyectos son presentados por miles de sacerdotes, misioneros y religiosas que viven y trabajan en los países más necesitados y cuya actividad caritativa y pastoral llega incluso donde los servicios estatales y las ONGs no lo hacen.