"Una puesta en perspectiva que muestra la gran complementariedad de su pontificado con los precedentes".

La conocida editorial católica francesa Pierre Téqui acaba de lanzar un interesante estudio titulado “François le successeur – La complémentarité des papes” (412 págs.) [“Francisco el sucesor – La complementariedad de los papas”] del periodista y especialista en estas materias, Denis Lensel. El autor responde aquí para Humanitas seis preguntas acerca de su elaborado trabajo.


Usted acaba de presentar un libro sobre el Papa Francisco. ¿Está consciente que son muchos los libros ya publicados sobre este pontífice? ¿Cuál es la particularidad del suyo?

Que yo sepa, mi libro es el único que compara el Papa Francisco a sus cinco predecesores, comenzando por Juan XXIII y Pablo VI, los dos artesanos del Concilio Vaticano II, después Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Yo hago de esta manera una puesta en perspectiva que muestra la gran complementariedad de su pontificado con los precedentes: a través de su diversidad natural, todos ellos manifiestan continuidad con los ideales del Evangelio, así la defensa de los débiles y de los pobres y el respeto de la vida.

Usted presenta al Papa Francisco como un sucesor: cuando los medios hablan de un Papa, a menudo lo presentan en términos de ruptura, o bien en términos políticos, como un “conservador” o un “progresista”, o como diciendo, es un hombre “de izquierda“ o “de derecha”... ¿Por qué sucede así, le parece algo justo o adecuado?

Para comenzar, hay que reconocer que los medios tienen una excitada tendencia, muy excesiva, a insistir sobre los factores de contradicción que parecen subrayar elementos de renovación reales o supuestos. Eso responde a menudo a un apetito por lo sensacional que no está siempre justificado… Entonces hablar de ruptura no es siempre adecuado. Enseguida, los comentaristas de los medios y de la intelectualidad tienden a menudo a aplicar las categorías de la vida política actual a la vida de la Iglesia: en mi opinión, es un error de método, que deforma gravemente la percepción y la interpretación de los hechos religiosos. Así, hablar de un “Papa de derecha” o de un “Papa de izquierda”, bien como de “papas conservadores” o de “papas progresistas”, es una manera torpe y caricaturesca de evocar estas personalidades. Es equivalente a describir su identidad espiritual bajo aspectos temporales y profanos inadecuados. Es emplear el instrumento inútil de una medida relativa y aleatoria para evocar el compromiso de estos representantes de Cristo entre los hombres, en tanto este compromiso remite sobre todo al absoluto de Dios.

Además, utilizar de esta manera esos criterios de “izquierda” y de “derecha”, es arriesgar a jugar el juego abominable de la división en los rangos superiores de la Iglesia.

Entre tanto, la simplicidad del Papa Francisco, su actitud más pastoral que doctrinal, su preocupación por el medio ambiente, la atención que otorga a los inmigrantes, ¿no supone eso algo totalmente nuevo?

Sí y no. En la forma, sí, a menudo, por el hecho del temperamento propio y exuberante de este papa argentino, todavía más espontáneo que el del papa polaco Karol Wojtyla… Se puede apreciar también la expresión muy concreta de su empatía y de su caridad: con su experiencia de jesuita y de obispo vinculado a lo social en Buenos Aires, el Papa Jorge Mario Bergoglio –Francisco– ha sido capaz de llamar la atención del mundo respecto de los migrantes náufragos, luego de las muchas víctimas de despidos masivos por reestructuración financiera de empresas con buenos resultados, y así. Más recientemente, ha sabido muy bien evocar la suerte trágica de muchas víctimas del Coronavirus, y el drama del agotamiento de los médicos de hospitales en Italia.

Pero en el fondo, cuando se estudia de cerca, como me he dedicado a hacer, el actuar de los sucesivos papas, sobre todo aquel que duró quince años de Pablo VI y aquel otro de 26 años de Juan Pablo II, uno percibe dos cosas. Primero, los grandes temas del Papa Francisco habían sido ya evocados por los papas precedentes: en 1970, fue Pablo VI quien pronunció la palabra ecología como cuidado de la naturaleza y el entorno, y el tema de la ecología fue retomado por Juan Pablo II, y mucho más aún por Benedicto XVI, notoriamente en 2009 en su encíclica Caritas in veritate.

En cuanto a la atención de los inmigrantes, ya había sido recomendada por Juan XXIII y Pablo VI, luego por Juan Pablo II, que reclamaron el respeto a sus derechos. Por otra parte, ¡ya Pío XII preconizó el derecho a emigrar por razones económicas o políticas!

Desde un ángulo distinto, de un papa al siguiente, desde el paso de Pío XII, observamos una alternancia impresionante de papas “doctores” y de papas “pastores”, de papas maestros de teología, y de papas capellanes “urgentistas” para almas en peligro. Francisco es sobre todo un pastor, pero antes que él, Juan XXIII apóstol de los excluidos, lo fue por excelencia, lo mismo que Juan Pablo II, que fue un capellán para la juventud de todo el mundo, pionero de las JMJ.

Por lo anterior, no puede haber una novedad total en Francisco…

Dicho ello, su gran insistencia en la suerte de los inmigrantes es claramente un hecho nuevo, y en el campo de la ecología integral, el aporte suyo es muy grande, casi profético por lo concerniente a su encíclica Laudato si´, y totalmente excepcional, particularmente hoy día, en el momento de la onda pandémica.

A partir de marzo 2013, apenas asume el actual Papa Francisco, muchos observadores lo contraponen a Benedicto XVI, presentándolos como portadores de dos discursos contradictorios...

Fue una salida muy superficial, un intento de oponer de una manera artificial dos estilos y dos personalidades diferentes, pero complementarias en el plan de Dios: efectivamente, los modos de expresión de los dos hombres son diferentes… del catedrático alemán seráfico escuchando la “Pequeña serenata nocturna” cerca de los lagos de su Baviera natal, al argentino habituado al ritmo de la pampa, que vivió un mundo más sombrío y tenso, que incluso un día conoció las tanguerías, el “tempo” ha cambiado un poco para poner en marcha diversas reformas. Pero las convicciones son las mismas, son las del Credo de la Iglesia de Jesucristo, reafirmado por Pablo VI en junio de 1968. En el fondo es eso lo que cuenta.

¿En qué, especialmente, el itinerario seguido por el Papa Francisco se traduciría en una continuidad con relación a sus predecesores, en particular Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI? Se trata evidentemente de sensibilidades y caracteres bien diferentes...

Que todos esos papas hayan tenido diferentes caracteres y sensibilidades, ¡es seguro y felizmente fue así! Los papas no son “clones”, ni en lo físico ni en lo moral. Sus diferencias son incluso atrayentes de observar: a través de esos hombres de perfiles tan contrastantes, el Espíritu Santo ha inspirado servicios muy distintos y a la vez muy complementarios para la Iglesia. Después del ascetismo de Pío XII, del sentido común campesino y de la bonhomía de Juan XXIII, hasta las construcciones intelectuales del jurista-diplomático Pablo VI y del teólogo Benedicto XVI, de la audacia y espontaneidad de Juan Pablo II, atleta sin igual de la evangelización, al estilo “zanjante” y vibrante de Francisco el pastor “urgentista”, la Providencia divina ha jugado con una gama muy variada para guiar a la Iglesia y servir a los hombres.

No obstante, el itinerario del Papa Francisco se inscribe en la continuidad de una especie de “ecología integral” ya esbozada por sus predecesores, desde Pablo VI, su principal inspirador, quien pronunció la palabra “ecología” ya en 1970, para denunciar los peligros mortales de autodestrucción que pesan sobre la humanidad. Esa corriente de pensamiento auténticamente ecológico implica el respeto de todo ser humano: por una parte, el respeto de la vida desde la concepción a la muerte: por otra parte, la defensa del mundo del trabajo en el espíritu social de León XIII. En su más profunda raíz, la continuidad entre Francisco y sus predecesores, es el espíritu de las Bienaventuranzas del Evangelio.

¿Se atrevería a nombrar a los cinco mencionados pontífices –entre los que si desea puede agregar a Juan Pablo I– como “los Papas del Concilio Vaticano II”?

Efectivamente podemos considerar globalmente a todos esos papas –de Juan XXIII y Pablo VI hasta Francisco– como “los Papas del Concilio Vaticano II”, bajo el signo de una voluntad reformadora y de una creciente apertura apostólica al mundo, de cara a la descristianización de Europa y haciendo frente a perspectivas misioneras mucho mayores con relación al conjunto del planeta.
Y hay que mencionar también a Juan Pablo I, que en 33 días de pontificado tuvo el tiempo y la intuición de enviar al joven cardenal Ratzinger, futuro Benedicto XVI, como legado en América latina, donde luego, hecho Papa, reconocerá a su turno todo el valor del cardenal Bergoglio, futuro Papa Francisco…

En todo caso hay que poner a esa expresión “papas del Concilio Vaticano II” algunos matices, a lo que obliga la meteorología caprichosa de vientos y tempestades que sacudieron la Barca de Pedro en muchos momentos, en medio del pontificado de Pablo VI, luego al final del largo “reinado” de Juan Pablo II y desde el comienzo de Benedicto XVI y aún hoy… Frente a corrientes centrífugas y contestatarias diversas, marcadas por deformaciones ideológicas de “izquierda” y de “derecha” que han traicionado o malinterpretado y calumniado el espíritu del concilio, esos papas han debido sucesivamente reenderezar el timón: se han esforzado, sin entre tanto proceder a una “restauración” del pasado, por mantener el objetivo de la evangelización, evitando a los fieles ser cogidos por las trampas de ideologías narcisísticas.


* Traducción de Jaime Eduardo Antúnez Soza
Foto de portada: En la imagen, Juan Pablo II crea cardenal al Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, en febrero del 2001. © Vatican News

Apartes del Prólogo de Henri Hude

“Este libro de Denis Lencel sobre los seis últimos Papas es de aquellos que tenemos urgencia hoy. En efecto, no habrá renovación de nuestra civilización sin un nuevo humanismo que pueda volver al humanismo cristiano, aquel del Dios que se hizo Hombre. Mas para ello hay que alcanzar la verdadera realidad de ese humanismo cristiano más allá de su apariencia, que es hoy mediática. Y para alcanzarla, hay que reencontrar a sus testigos reales, y no solamente a los de apariencia, incluso ficticia o engañosa. Entre los primeros están los Papas. Es necesario pues fijarse de modo particular en esa realidad, la que constituye el papado. Es lo que logra Denis Lencel (…) Su libro nos evita vivir al instante. Y es ésta la razón por la cual nos da acceso a lo real. A lo real de los testimonios. A lo real de esos seis Papas que fueron y son testigos. A lo real de ese humanismo cristiano. A la esperanza de renovación de la Iglesia y del humanismo.”

“¿Se plantean preguntas a propósito del Papa Francisco? El autor plantea también las mismas a propósito de Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, no sin dar una mirada a Pio XI y Pio XII e incluso a Pio IX y León XIII. Y lo que hay de más aterrorizador (para cierto periodismo), es que llega hasta el recuerdo de Jesucristo. Esto, en definitiva, es lo que hace Denis Lencel. Se plantea cuestiones de larga duración y por consiguiente en autentica continuidad. Y la respuesta surge, la mayor parte de las veces, insistente e inequívoca: estamos ante una poderosa continuidad de vida y de creatividad.”

“A la pregunta: “¿cuál es el más poderoso de los mecanismos del error?”, el filósofo Henri Bergson respondió: “la eliminación de la duración”. Sin duración no hay intuición ni vida profunda, ni recapitulación ni reflexión, solamente impulsividad, emotividad, irracionalidad. (…) Pues un contenido es una cierta unidad durable en el tiempo. No hay contenido en un instante cerrado en sí mismo, pirueta en la nada, que da lugar a un siguiente no-ser, de igual insignificancia. Este libro es de información en larga duración, información auténtica en verdadera continuidad. Es contenido.”

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