¿Qué nos dice Laudate Deum? Para aportar a la reflexión sobre la crisis climática.

Imagen de portada: “Mirada Cenital” por Guadalupe Valdés, 2022. “Patrones que se repiten; una mirada desde lo alto es también una mirada microscópica”. (Óleo sobre tela, 289 x 180 cm)

Humanitas 2023, CV, págs. 456 - 460

Como era de esperarse, la exhortación apostólica Laudate Deum[1] se despliega en la estela conceptual de la encíclica Laudato si[2]. Otro enfoque hubiera implicado opacar la manera en que el texto de 2015 aborda la crisis ecológica desde una perspectiva católica. Esta instaló conceptos clave, como cultura del descarte, la interconexión de todo lo existente –“una sublime comunión”–, el paradigma tecnocrático, el antropocentrismo desviado y el concepto rector de ecología integral. Laudate Deum, por su parte, asume una visión más práctica para estimular una acción climática decidida entre las personas y los países. No obstante, desarrolla algunas ideas fundamentales: a) critica las narrativas que relativizan la evidencia científica sobre el calentamiento global y el cambio climático, b) enfatiza la centralidad de la ética para enfrentar los problemas estableciendo una distancia crítica con el paradigma tecnocrático, c) propone reconfigurar el multilateralismo y consensuar medidas que puedan ser monitoreadas y realmente aplicadas, d) reconoce el aporte necesario de los cambios en los estilos de vida de las personas, pero señala que las transformaciones más eficaces tienen que ser a nivel estructural; e) destaca la contribución que las confesiones religiosas y las motivaciones espirituales pueden hacer en la coyuntura actual.

A pesar de las críticas –a mi parecer equivocadas– de una injerencia indebida de la Iglesia en temas extraeclesiales o de la falta de contenido teológico, asemejándose a un reporte de una ONG para policymakers, es interesante constatar que Laudate Deum introduce un concepto nuevo sobre el cual vale la pena detenerse: antropocentrismo situado. La cita es la siguiente:

la cosmovisión judeocristiana defiende el valor peculiar y central del ser humano en medio del concierto maravilloso de todos los seres, pero hoy nos vemos obligados a reconocer que sólo es posible sostener un ‘antropocentrismo situado’. Es decir, reconocer que la vida humana es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas.[3]

Este concepto se inscribe en la problematización del antropocentrismo como una de las causas relevantes de los desafíos ecológicos que enfrentamos.

De hecho, la “tesis de White” que sindica al cristianismo como la religión más antropocéntrica que el mundo haya conocido,[4] influyó bastante en la reflexión teológica posterior sobre la crisis climática, al orientar la mirada hacia el grado de antropocentrismo de las narrativas cristianas, y la relación entre cosmovisiones y prácticas cotidianas. No es de extrañar, por lo tanto, que haya quienes sugieran que otras cosmovisiones –biocentrismo o cosmocentrismo– o la comprensión de la realidad de otras religiones o tradiciones de pueblos originarios proponen una interacción entre el ser humano y la naturaleza aparentemente más armoniosa. Así, la sospecha hacia el cristianismo de sostener una perspectiva excesivamente antropocéntrica del mundo proviene de diversas corrientes de pensamiento.

‘Laudate Deum’ introduce un concepto nuevo sobre el cual vale la pena detenerse: antropocentrismo situado. […] Este concepto se inscribe en la problematización del antropocentrismo como una de las causas relevantes de los desafíos ecológicos que enfrentamos.

Ante eso, Laudato si´ propuso la noción de antropocentrismo desviado como un modo de acoger la crítica, pero rectificarla en su alcance. Por una parte, reconoce el valor inherente de todo lo existente, pero sin desconocer la singularidad del ser humano. Todas las criaturas son revelación y manifestación de lo divino[5] y en todas hay un reflejo de Dios[6] que las hace depositarias de un valor intrínseco[7]. Esto no significa, sin embargo, divinizar la tierra ni negar el valor peculiar del ser humano,[8] quien posee una dignidad especialísima[9] y, en este sentido, una diferencia ontológica con todo lo demás. Por otra parte, la encíclica señala que las actitudes destructivas hacia la naturaleza provienen no del cristianismo, sino que de una desmesura antropocéntrica,[10] hecho que adjetiva de “despótico”[11], “moderno”[12] y “desviado”[13]. Este antropocentrismo ha instrumentalizado a la naturaleza y a las personas, colocando la razón técnica sobre la realidad desconociendo todo tipo de límites. Una expresión paradigmática de esta actitud es la cultura del descarte de la que habla la encíclica.

La noción de “antropocentrismo situado” introducida por la reciente exhortación apostólica Laudate Deum viene, por lo tanto, a profundizar esta perspectiva. Mantiene el reconocimiento de la singularidad y valor peculiar del ser humano en el concierto de todo lo existente, que es una afirmación transversal a los últimos tres papas al reflexionar sobre la crisis ecológica. No obstante, además de poner el acento en la interconexión de todos los seres, agrega que la vida humana es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas. Esto que parece una obviedad desde el punto de vista biofísico –dependemos por ejemplo del aire y el agua para existir– no lo es desde el punto de vista teológico, dado que la noción bíblica de vida no equivale a la de sobrevivencia. Vivir es más que meramente existir, ya que la vida apunta a la plenitud del ser.

La noción de “antropocentrismo situado” introducida por la reciente exhortación apostólica […] además de poner el acento en la interconexión de todos los seres, agrega que la vida humana es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas.

La acusación de antropocentrismo hacia el cristianismo es errada si se piensa que este ubica al ser humano desconectado del resto de las cosas y seres, como prescindiendo de ellos. Ya lo dijo Laudato si’: todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos “una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde”[14]. Esta conexión no es opcional y es inherente al ser humano, cuya vida –en el sentido de plenitud– es incomprensible e insostenible sin las demás criaturas. Laudate Deum enfatiza que “así terminamos con la idea de un ser humano autónomo, todopoderoso, ilimitado, y nos repensamos a nosotros mismos para entendernos de una manera más humilde y más rica”[15].

Es importante recordar que la noción de jerarquía desde un punto de vista etimológico no solo alude al origen sagrado de todas las cosas, sino que también apunta a la dependencia. El valor peculiar del ser humano no implica dominación ni opresión. Bien entendido, promueve la responsabilidad ética por el más vulnerable y, en este sentido, puede reforzar el compromiso ecológico de las personas.

Obviamente esto no significa igualar el valor de todas las cosas. De ahí que la exhortación hable de “antropocentrismo situado” para decir que, si se piensa que conceder un valor peculiar y central al ser humano es sinónimo de antropocentrismo, entonces la cosmovisión judeocristiana es antropocéntrica. Pero lo es solo en este sentido. No obstante, es importante recordar que la noción de jerarquía desde un punto de vista etimológico no solo alude al origen sagrado de todas las cosas, sino que también apunta a la dependencia. El valor peculiar del ser humano no implica dominación ni opresión. Bien entendido, promueve la responsabilidad ética por el más vulnerable y, en este sentido, puede reforzar el compromiso ecológico de las personas. Además, a fin de cuentas, la preocupación humana por el bienestar de todas las criaturas es una forma de honrar la necesidad que tenemos de ellas para la comprensibilidad y sostenibilidad de nuestra propia vida.


Notas

* Román Guridi es Doctor en Teología por la escuela STM, Boston College, Estados Unidos, y magíster en Teología y Filosofía por el Centre Sèvres, París. Actualmente es director de vinculación con el medio, en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
[1] Francisco; Exhortación Apostólica Laudate Deum, 2023.
[2] Francisco; Carta Encíclica Laudato si’, 2015.
[3] Laudate Deum, n. 67.
[4] White, Lynn; “The historical roots of our ecological crisis”. Science 155, 1967, pp. 1203-7.
[5] Cf. Laudato si’, n. 85.
[6] Cf. Laudato si’, n. 87.
[7] Cf. Laudato si’, nn. 33, 69, 140.
[8] Cf. Laudato si’, n. 90.
[9] Cf. Laudato si’, nn. 43, 65, 81.
[10] Cf. Laudato si’, n. 116.
[11] Cf. Laudato si’, n. 68.
[12] Cf. Laudato si’, n. 115.
[13] Cf. Laudato si’, nn. 69, 118, 119, 122.
[14] Laudato si’, n. 89. También: “comunión universal”, nn. 76, 92, 220; “sublime fraternidad”, n. 221; o “fraternidad universal”, n. 228.
[15] Laudato si’, n. 68.

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