La primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe tuvo lugar en noviembre pasado. En la ocasión se congregaron miles de personas, miembros del Pueblo de Dios, para contemplar y profundizar en los desafíos que se van presentando en la actualidad, a la luz de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida. En esta oportunidad compartimos el Mensaje de apertura del presidente del CELAM, Mons. Miguel Cabrejos.
La Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe tuvo lugar, en su fase presencial, entre los días 21 y 28 de noviembre de 2021 en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en México, y simultáneamente en varios otros lugares de toda la región. Para la ocasión se congregaron unas mil personas, de las cuales 200 eran obispos, 200 sacerdotes y diáconos, 200 religiosas y religiosos, además de 400 laicos y personas en situación de exclusión. La mayoría hizo presencia de forma virtual.
Cada día llevó un lema especial y se desarrollaron una serie de actividades, exposiciones y foros acompañados de momentos de oración y celebración eucarística, todo enmarcado bajo la premisa del encuentro, reconocimiento y diálogo en el Espíritu.
Compartimos una primera selección de las intervenciones realizadas.
Mensaje de apertura del presidente del CELAM
1. Deseo comenzar este mensaje de apertura agradeciendo una vez más al Dios de la vida y a Nuestra Madre María de Guadalupe, así como a tantas personas que han hecho posible este encuentro virtual y presencial. Un agradecimiento al Papa Francisco por su cercanía y apoyo permanente, a los representantes de la Santa Sede que participan en esta Asamblea, a los invitados especiales que nos acompañan, a todas las instancias eclesiales y miembros del Pueblo de Dios que han participado en el proceso de preparación, a los representantes de otras iglesias, y en particular a la Conferencia Episcopal Mexicana por acogernos en su Sede y brindarnos su ayuda.
2. Retomo las palabras que Su Santidad, el Papa Francisco, nos dirigió en enero de este año a todos los que hoy somos parte de esta experiencia sinodal inédita para nuestra Iglesia en América Latina y el Caribe, en comunión con toda la Iglesia universal:
Esta Asamblea debe estar junto al pueblo, no se olviden que todos somos parte del Pueblo de Dios... Ese Pueblo de Dios que es infalible in credendo, como nos dice el Concilio Vaticano II, es el que nos da la pertenencia... La Iglesia se da al partir el pan, la Iglesia se da con todos sin exclusión y una Asamblea Eclesial es signo de esto; de una Iglesia sin exclusión.
3. El sucesor de Pedro nos indica el espíritu que debe animar la Asamblea y el itinerario a seguir. Este “caminar juntos”, significado literal de la sinodalidad, se acompaña de la fuerza renovadora que nos ha dado el Concilio Vaticano II, donde no solo se pide una conversión de la Iglesia, sino que nos da las bases para lograrla. Esta Asamblea, junto con todo el magisterio latinoamericano, es una expresión del modo en que nuestra Iglesia continúa en su compromiso por vivir en plenitud los llamados del Concilio Vaticano II.
4. De hecho, el Decreto Conciliar Unitatis redintegratio (noviembre, 1964) presenta de forma clara la necesidad de reforma permanente de la Iglesia:
“La Iglesia peregrina en este mundo es llamada por Cristo a una permanente reforma, de la que ella, en cuanto institución terrena y humana, necesita permanentemente” (n. 6).
5. Esto se realiza desde la concepción eclesiológica propuesta por el Concilio, que concibe a la Iglesia como sacramento universal de salvación (cf. Lumen gentium, n. 1), Pueblo de Dios (Lumen gentium, n. 2), sujeto histórico de la evangelización; todo el Pueblo de Dios anuncia el Evangelio (Evangelii gaudium, nn. 111-134); por eso, cada bautizado es convocado a ser protagonista en la misión con un énfasis ministerial (Lumen gentium, n. 3).
6. Aparecida, en el 2007, como experiencia eclesial que inspira y acompaña esta Asamblea, nos llama a todos a ser discípulos misioneros, y a pasar de una “pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (Documento de Aparecida, n. 370). Esperamos que esta Asamblea sea un instrumento significativo para este fin.
7. El acontecimiento que hoy iniciamos formalmente se enmarca en el intenso proceso de discernimiento vivido por el Episcopado Latinoamericano, con algunos representantes de otras instancias eclesiales, en la Asamblea del CELAM en Tegucigalpa (2019). Ahí se dieron las orientaciones para realizar una renovación y reestructuración pastoral e institucional del CELAM.
8. Entre muchas directrices, quisiera compartir algunas que nos ayuden a comprender el camino hacia esta Primera Asamblea Eclesial:
Hacer un alto en el camino para realizar un análisis y discernimiento serios sobre la misión pastoral del CELAM;
Animar a que el CELAM sea una escuela de sinodalidad;
Reestructurarnos para responder a la realidad y ser competentes ante ella;
Idear otra estructura pastoral más adecuada.
9. Con este mandato, el CELAM, junto con toda la Iglesia en América Latina y el Caribe, se ha puesto en actitud de escucha, con la convicción de que en este Kairós, que es el tiempo propicio de Dios, estamos llamados a escuchar la voz del Espíritu Santo que emana con fuerza desde el santo pueblo fiel.
10. Esta Primera Asamblea Eclesial está llamada a fortalecer el discernimiento en común de toda la Iglesia (y de la sociedad que quiera dejarse interpelar), para que respondamos de modo más genuino al mandato evangelizador y a los interpelantes signos de los tiempos de nuestra región.
Queremos impulsar con más fuerza nuestra misión salvífica integral, y seguir descubriendo los nuevos caminos para el seguimiento del Señor en América Latina y el Caribe.
11. En medio de la más dura crisis de nuestra generación, causada por la pandemia del Covid-19, la Iglesia se ha puesto en actitud de escucha, discernimiento y respuesta. Esta Asamblea Eclesial, con sus más de 1.000 delegados, mujeres y hombres de toda la diversidad ministerial y regional, quiere ser un medio propicio para una conversión integral, que nos permita colaborar en la tarea de hacer presente el Reino de Jesús, con una especial mirada hacia los que están en las periferias culturales, geográficas, materiales y existenciales.
12. En esta Asamblea tenemos también presente a todos los que participaron en la fase de escucha que se realizó entre abril y agosto de 2021; a las casi 70.000 personas de toda nuestra región: 47.000 en espacios comunitarios diversos; 8.500 en aportes individuales; y 14.000 en los foros temáticos sobre los temas más amplios y diversos.
13. A partir de las voces de esa importante porción del Pueblo de Dios se elaboró el Documento para el Discernimiento Comunitario, con el que nos hemos preparado para llegar a este momento. Y, en esta fase asamblearia, hacemos presente toda la diversidad eclesial a la que queremos volver, como parte de este proceso. Pues toda experiencia sinodal debe comenzar, pero también culminar, con y en el Pueblo de Dios.
14. Deseo culminar estas palabras introductorias trayendo al corazón la oración que se nos propone en la Constitución Apostólica Episcopalis communio (n. 14), como una invitación a una actitud que nos acompañe en toda esta Asamblea:
Pidamos ante todo al Espíritu Santo, para los padres sinodales (aquí se trata de quienes participan de esta Asamblea), el don de la escucha: escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama.
Gracias.