En esta situación de amplia crisis hay una reflexión que resuena desde múltiples y diversos sectores de la población: el mundo nuevo que surgirá de la post-pandemia, deberá, necesariamente, ser un mundo distinto.
Fue en esta línea que la Arquidiócesis quiso detenerse y reflexionar, logrando materializar un necesario espacio de intercambio en la Semana Teológico-Pastoral 2020 celebrada entre el 27 y 31 de julio. Más de mil personas se conectaron a diario a las redes sociales del arzobispado de Santiago para participar en este encuentro virtual. Hablando sobre la caridad como un camino de discernimiento pastoral y con la participación especial, desde Roma, del padre Paolo Asolán, expertos aportaron sus miradas en cuatro jornadas de reflexión sobre justicia social y solidaridad.
La primera jornada contó con la participación de la Dra. María Teresa Valenzuela, vicedecana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Los Andes y miembro del Comité Asesor del Ministerio de Salud, y el padre Paolo Asolán, decano del Pontificio Instituto Pastoral "Redemptor Hominis" de la Pontificia Universidad Lateranense, quienes analizaron la realidad que estamos viviendo a causa de la pandemia y entregaron su visión para construir una sociedad más justa y digna para todos. la Dra. Valenzuela abordó los desafíos que la pandemia nos presenta desde un enfoque clínico, poniendo en contexto las epidemias que han atacado a la humanidad a lo largo de la historia y, en específico, cómo nuestro país ha atendido la emergencia por el Covid-19 y la urgencia de modernizar el sistema público de salud. Además, recordó la misión que tenemos los cristianos de fomentar la espiritualidad para ayudar a sanar el alma de quienes han perdido a un ser significativo como consecuencia de la pandemia, haciendo un llamado a la solidaridad. “Detrás de cada enfermo, de cada fallecido, hay mucho dolor (...) Hoy más que nunca la Iglesia tiene las herramientas para poder contribuir, invitando a que todos seamos solidarios”, dijo.
Por su parte, el P. Asolán fue enfático al decir que este periodo no es un paréntesis, sino que otra etapa en nuestro camino, el cual debe generar un cuestionamiento sobre lo que es importante en la vida y cómo a partir de esto, nos queda la misión de construir relaciones auténticas con los demás. “Lo que hemos vivido nos ha demostrado que no somos hechos para el aislamiento, sino que para participar en la vida de los otros”, reflexionó. “La conversión es girar la espalda respecto a la dirección desde donde estábamos caminando (...) No se trata de hacer cosas diversas, sino de ser de otro modo. Eso es posible porque el señor y nosotros nos hemos encontrado”.
En el segundo día se habló de pobreza, caridad y desarrollo integral, a cargo de Francisco Carreño, Magíster en Intervención Social, trabajador social miembro del Comité Justicia y Paz, de la Conferencia Episcopal de Chile, y nuevamente del P. Paolo Asolán. El profesional se refirió este miércoles al tema de la pobreza multidimensional, bajo la pregunta ¿Cómo construir un país más justo y digno? Recordando al Papa Francisco señala que cuando la sociedad abandona la periferia no hay programas políticos ni recursos sociales que puedan garantizar definitivamente la tranquilidad, cuando no podemos garantizar el respeto a los derechos de las personas hay una paz siempre en tensión. “Ninguna sociedad va a tener paz si no se respetan los derechos humanos”, afirma. Agrega que hay en algunos sectores una especie de cansancio de escuchar acerca de estos respetos, y sostiene que “el no respeto de los derechos humanos y su garantía es la principal vulneración y la cara más triste de las personas que viven en situación de pobreza”. Carreño también indicó que hoy todo está en veremos, y que esta crisis sanitaria se junta con la crisis del estallido social y nos muestra toda la realidad de carencias sociales, políticas y económicas. “Tenemos que dejar de pensar que lo ético está en un plano filosófico, académico o teológico, que lo ético tenemos que alejarlo de un concepto de construcción de país, de economía, de políticas. Muchas de las dificultades que vive la sociedad chilena y latinoamericana tienen que ver con que lo ético se ha escapado de las manos”, enfatizó.
Luego intervino el padre Paolo Asolán, quien bordó esta materia sobre la base del magisterio social de los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Especialmente respecto de este Pontífice señaló diversos aspectos, vinculados con la relación entre los pobres y la fragilidad de la ecología, que aparece en Laudato si’. También se refiere a una actitud crítica frente a los diversos paradigmas económicos, que “no hay que divinizar nada en materia de modelos económicos”, y a la necesidad de buscar otras formas de entender la economía y el progreso. Mencionó también la idolatría del dinero, el apego al consumo, que se convierte en una costumbre y lleva a anteponer nuestros intereses por sobre los de la comunidad social.
Andrea Repetto, economista, presidenta de la Fundación para la Superación de la Pobreza, expuso en la tercera jornada en torno a la pregunta: “¿Por dónde empezar a superar la desigualdad que existe en Chile?”. En su análisis planteó que “la pobreza no es sino la posibilidad de no poder hacer lo que uno quiere y poder desarrollarse (…) En Chile, existe una brecha de trato que guarda relación con la situación social o una especie de ordenamiento social”. Añadió que “la desigualdad tiene muchas caras, las mujeres son más de la mitad de la población y están en plena desventaja. Hay injusticia, impunidad, esfuerzos no recompensados y, sobre todo, una relación con el Estado que no te asegura”. En materia de pandemia, la especialista relevó que “el Estado no está apoyando a las familias, lo apoya con recursos focalizados, por periodos cortos de tiempo, con mucho énfasis en préstamos y en ocupar sus ahorros a través del seguro de cesantía”. También interpeló el rol de la Iglesia chilena: “A mí me gustaría ver más a la Iglesia empujando este nuevo sistema, para que no cometamos los mismos errores, de lo contrario, las secuelas serán largas. Necesitamos salir rápido de esto o si no, todas las otras desigualdades se seguirán multiplicando”. Al final de sus palabras, invitó a visibilizar la superación de la pobreza: “Las personas tienen capacidades, no solo necesidades. En este país hay mucho ingenio, mucha innovación, pero si no están conectados con las oportunidades, no las vamos a activar. Hay que visualizar las capacidades y entrelazar con las oportunidades y eso, es tarea de todos”, concluyó.
Posteriormente, lo central del mensaje de Paolo Asolán giró en torno al rol de los laicos en la acción pastoral: "No se trata de favorecer la participación de los laicos, sino a su corresponsabilidad. Tal corresponsabilidad está enraizada en la consagración bautismal y es requerida por la misión evangelizadora implícita en esta misma consagración”. Al final de su ponencia, manifestó que reconocer a los pobres y vivir en comunión con ellos, significa “relacionarse en términos de una recomprensión de nosotros mismos a la luz de nuestra comunión con ellos, significará ante todo dejarse evangelizar por ellos”.
Y para finalizar, el viernes 31, Rodrigo Mardones, cientista político UC, planteó “Por qué los cristianos estamos llamados a participar en los procesos democráticos”, en su exposición sobre ciudadanía. Expresó que “La oferta participativa en Chile es muy débil. No existen mecanismos efectivos, es necesario avanzar, pero también es necesario exigir. Es importante que la ciudadanía exija espacios de participación. La voluntad política no es solo de los que gobiernan sino de los ciudadanos”.
► Todas las ponencias disponibles en www.iglesiadesantiago.cl.
► Palabras del Arzobispo en cierre de Semana Teológico Pastoral
Párrafos escogidos:
(…) De la crisis a la esperanza: la crisis nos envuelve, la esperanza no es una meta más o menos lejana; la esperanza nos acompaña: usted es parte de mi esperanza. Tengo esperanza para Chile y para la Iglesia porque cuento con usted. Gracias. Muchas gracias.
“La caridad como un camino de discernimiento pastoral”. Todo está revuelto, y no vemos cómo se calmará. Hacemos pastoral hoy y tendremos que hacer pastoral mañana. En medio de la crisis tenemos que discernir, tenemos que aprender o reaprender. Obligados a estar confinados vivimos muchas más horas en casa, y recibimos información abundante, y afirmamos que nos comunicamos más… ¿Nos comunicamos más? ¿Nos comunicamos mejor? Nos inquieta y asusta las consecuencias de una mala comunicación, de una soledad que puede llegar a trágica. Ya la doctora María Teresa Valenzuela nos preguntaba el primer día ¿Habremos aprendido a escucharnos, a ser solidarios?, y el P. Paolo nos indicaba que en una Iglesia de comunión cada uno se identifica como parte de un todo.
La virtud de la caridad es clave esencial de la reflexión cristiana acerca de los temas sociales, es itinerario para ir haciéndonos cargo de lo que el Espíritu Santo ha ido suscitando en el Pueblo de Dios. Las virtudes se ejercitan: pasan por la mente y el corazón y se realizaron por las manos: hacer el bien. La caridad ha de ser independiente de partidos e ideologías. Con tantos problemas y tan grandes ¿por dónde comenzar? Respiramos un clima malsano de descalificación, insultos, cerrazón, condena. Prudente es cuidarse, imprudente es quien paranoicamente ve contagios y trasmisores en todas partes. ¿Cómo nos cuidamos del virus del orgullo, de la cerrazón, de la sospecha, etc. que nos hace ver en la otra o en el otro a un enemigo y no a un compatriota, a un hermano? Vienen meses exigentes, críticos; por tanto, oportunidades hermosas de crecimiento. No sigamos haciendo más de lo mismo, porque cosecharemos los mismos resultados. Debemos mejorar nuestra comunicación, debemos purificar muestras relaciones familiares, sociales, eclesiales. Sabemos que de nosotros depende una parte, y el resto lo pone Jesucristo con su Espíritu Santo. Pongamos nuestra parte. Les propongo que durante los próximos meses al menos hasta fin de año trabajemos nuestra comunicación: en todas las parroquias y capillas al menos cada quince días tengamos un ¡ejercicio! (no tantas teorías) de comunicación.
Desde lo más elemental: recordar que nos movemos a tres niveles: tengo pensamiento, tengo sentimiento, tengo comportamiento o acción. Y una comunicación sana, siempre en respeto y sinceridad, sabe cómo sintonizar con el interlocutor: si me dice que tiene miedo ¿espera que le largue un discurso sobre el miedo? No. Si me dice que tiene rabia contra Dios porque murió un familiar ¿espera que le eche un sermón sobre la Santísima Trinidad? No. Si me confiesa que le han decepcionado los obispos o los sacerdotes o la señora o el hijo ¿espera que le aturda con otras estadísticas? No…
(…) Estamos en crisis de comunicación, tenemos esperanza porque podemos aprender y los demás pueden aprender a comunicarse mejor. Chile puede tener una comunicación, una convivencia diferente. Son especialmente evocativas las palabras del Papa Juan Pablo II en Chile, “Chile tiene vocación de entendimiento y no de enfrentamiento”. Llamo con vehemencia a mis hermanos, hombres y mujeres de buena voluntad, a renovar nuestra determinación de trabajar por la paz, a desterrar toda violencia como forma de expresión y relación, a creer firmemente en el diálogo como único camino para la paz y la justicia.
(…) ¿Y nosotros, como cristianos, no necesitamos también una comunicación mejor y unas relaciones más sanas? Desde ese ambiente más sano podremos encarar problemas y concordar soluciones. ¿Sería diferente Chile si nosotros nos comprometiéramos a una comunicación respetuosa, sin insultos ni descalificaciones, colaboradora y no descalificadora? ¿Y en nuestras parroquias y comunidades cristianas? ¿no ayudará eso al discernimiento? ¿no será eso caridad? Mientras sigamos con una información y una convivencia y una comunicación tan contaminadas todos nuestros planes se enfermarán. Es hermosa la tarea, que el Señor y a Virgen nos ayuden en este empeño. Gracias a todos.
+ Celestino Aós, Santiago 31 julio 2020