Este libro aborda la crisis de abuso sexual en la Iglesia Católica en América Latina, la región del mundo con el mayor porcentaje de católicos. Al reunir investigaciones de todo el continente, demuestra que los abusos dentro de la Iglesia son de hecho un fenómeno global, aunque hayan tomado diferentes formas según cada contexto sociocultural. Agradecemos a las editoras, Veronique Lecaros y Ana Lourdes Suárez, por permitir la publicación en Humanitas de la versión en español de la Introducción al volumen. 

Este libro, el primer compendio que aborda el tema de los abusos eclesiales en América Latina, reúne escritos de 22 especialistas de diversas disciplinas en ciencias sociales, humanidades, psicología/psiquiatría y teología que actualmente están investigando el tema. La mayoría son académicos de diversos países latinoamericanos, con variadas perspectivas sobre la temática.

La revelación del caso Spotlight en Boston, 2002, marcó un punto de inflexión crucial para la Iglesia Católica; puso al descubierto la preocupante realidad de los abusos eclesiásticos a menores. A lo largo de los años, esta revelación develó la alarmante magnitud de estos abusos, exponiendo el lado más oscuro de la Iglesia. Previo al Boston Globe, los medios de comunicación habían pasado por alto los casos de abuso sexual por parte del clero, contribuyendo así a la adopción por parte de la Iglesia Católica de una estrategia de encubrimiento.

Los escándalos de abuso derivaron en una creciente presión sobre la Iglesia para acceder a sus archivos confidenciales. La divulgación de datos, finalmente obtenida en 2019, marcó un antes y un después en la interacción de la Iglesia con las autoridades civiles y alteró la posición excepcional y privilegiada que había mantenido anteriormente. La Iglesia se vio obligada a ceder a la presión impuesta por los sistemas de justicia estatales y tuvo que cambiar definitivamente su paradigma, pasando de percibir a los perpetradores de abusos como pecadores a reconocer la criminalidad; de ocultar hechos a reconocer transgresiones.

Simultáneamente, el itinerario del discurso sobre el abuso sexual ha estado significativamente influenciado por el creciente número de testimonios de víctimas. La visibilidad de estas víctimas y el genuino sufrimiento expuesto en sus relatos jugaron un papel crucial para comprender la naturaleza multifacética del problema del abuso y despertaron la atención y la compasión pública. El abuso sexual infantil sirvió como punto de partida, estableciendo un paradigma para abordar el abuso dentro de contextos eclesiásticos. Este enfoque inicial posteriormente arrojó luz sobre las diversas formas de violencia infligidas por algunos miembros de la Iglesia hacia menores y adultos vulnerables. 

Paralelamente a la publicación de informes nacionales (en Estados Unidos -Informe del John Jay College, 2011[1]-, Australia -Informe de la Comisión Real, 2017[2]-, Irlanda -Informe Ryan, 2018[3]-, Alemania -Informe MHG/Dressing, 2018[4]- y Francia -Informe Sauvé, 2021[5]-, por nombrar algunos de los más emblemáticos), los casos y el número de víctimas siguen aumentando. Esta creciente evidencia del abuso eclesial ha fomentado un reconocimiento cada vez mayor de que las crisis de abuso sexual exponen las deficiencias sistémicas internas de la institución católica. Estas deficiencias incluyen la cultura de secreto, problemas estructurales en el gobierno de la Iglesia, estrategias para priorizar la reputación de la institución y redes de complicidad y corrupción entre algunos líderes eclesiásticos. Durante décadas, la reacción de la jerarquía eclesiástica tendió a seguir patrones similares: se silenciaba a las víctimas y se trasladaba a los sacerdotes perpetradores.

Se suman trabas en torno a la prosecución de justicia y reparación. Por un lado, las preocupaciones abarcan el carácter laborioso, engorroso y prolongado de los procedimientos judiciales eclesiásticos para investigar acusaciones, junto con ciertas lagunas persistentes en el Derecho Canónico, a pesar de la reciente adopción de normas más pertinentes por parte de la Santa Sede. Por otro lado, preocupa la reticencia de varios líderes de la Iglesia a reconocer el abuso como un delito penal que requiere la intervención del sistema de justicia acorde.

Durante décadas, la crisis de abuso fue considerada por muchos como “algo del Norte” o incluso como una “desviación anglosajona”. Cuando salieron a la luz las noticias de los múltiples crímenes cometidos por el sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de la congregación Legionarios de Cristo, se asimiló a un caso de depravación individual. En 2006, a los 85 años, Maciel fue condenado a una vida de oración y penitencia; murió en Florida, en 2008. Sin embargo, desde entonces, los escándalos mediáticos han surgido incesantemente en todos los países de América Latina e involucran situaciones muy diversas, tanto que ningún contexto eclesial parece estar inmune a los abusos: congregaciones de tendencias conservadoras y progresistas, comunidades masculinas y femeninas, parroquias en áreas acomodadas y desfavorecidas, internados religiosos, proyectos sociales altamente respetados, etc.

Los recurrentes desafíos en diversos contextos globales suscitan preguntas sobre sus connotaciones dentro del contexto latinoamericano. Aunque la Iglesia es una institución global que sigue normas uniformes, ¿en qué medida la naturaleza de los abusos difiere entre los hemisferios norte y sur en función de factores culturales, sociales y regionales? ¿Qué implicaciones conlleva el abuso clerical en sociedades donde la Iglesia aún juega un papel prominente? ¿Qué recursos pueden ayudar a las víctimas a hacer frente a este flagelo? ¿Cuál es el impacto del abuso en una región donde los sacerdotes aún gozan de un aura de seres sobrenaturales? ¿Qué consecuencias acarrea para todo el cristianismo una crisis de abuso en una región que alberga la mayor concentración de católicos en todo el mundo? Estas son las principales preguntas que atraviesan el libro.

La compuerta que mantenía ocultos los casos de abuso eclesiástico en América Latina comenzó a abrirse con la revelación de varios casos emblemáticos relacionados con sociedades y congregaciones católicas fundadas en América Latina difundidas a nivel mundial. La revelación de abusos cometidos por el sacerdote chileno Karadima, fundador de la Unión de Sacerdotes Píos, desencadenó un significativo escándalo. La respuesta de la jerarquía a esta revelación fue particularmente desafortunada, lo que redundó en que la visita del Papa Francisco a Chile en 2018 fuera boicoteada por muchos. El descontento se evidenció en la baja concurrencia a las grandes reuniones religiosas organizadas a raíz de su visita. Después de años de negación, en 2019, la congregación Legionarios de Cristo se vio obligada a enfrentar la magnitud de los abusos. Estos iban mucho más allá de los pocos casos atribuidos al principio a Maciel: 33 sacerdotes legionarios resultaron ser responsables del abuso sexual de 175 menores, siendo al menos 60 de estas víctimas abusadas por Marcial Maciel. En 2015, a través de varias publicaciones periodísticas, el Sodalicio de Vida Cristiana en Perú reveló su lado más oscuro mostrando una asociación fundada por una cúpula de laicos que abusaban sistemáticamente de adolescentes y adultos jóvenes. Finalmente, la congregación brasileña Heraldos del Evangelio ha sido recientemente confrontada con denuncias sobre abusos sexuales, espirituales y de poder.

Los cuatro fundadores de estos grupos –Fernando Karadima, Marcial Maciel, Fernando Figari y João Scognamiglio Clá Dias– fueron líderes prominentes, que fundaron instituciones religiosas con una membresía elitista caracterizada por exclusiones de clase y raza. La visibilidad de estos grupos se fortaleció por una serie de iniciativas sociales de alto impacto, para las cuales obtuvieron respaldo financiero de sectores influyentes. Esos líderes y su círculo más interno estaban conectados con grupos fascistas y adoptaron su estilo de gobierno, reproduciendo algunas características de estructuras militares.

A medida que las víctimas al interior de estos grupos se fueron dando cuenta de las múltiples prácticas abusivas incrustadas dentro de las estructuras organizativas ideadas por sus líderes, recurrieron a sus propias redes sociales dentro de los círculos socioeconómicos más altos, accediendo así a recursos que les permitieron presentar sus denuncias. Como resultado, las entrevistas en los medios y la publicación de libros autobiográficos surgieron como canales que difundieron sus desgarradores testimonios. Sus testimonios jugaron un rol fundamental en sensibilizar la conciencia social sobre la huella del abuso dentro de estos grupos conservadores, surgidos en el contexto del impulso transformador del Concilio Vaticano II con el sólido respaldo del Papa Juan Pablo II. En respuesta, la sociedad latinoamericana percibió que el abuso eclesiástico parecía concentrarse dentro de estas organizaciones, caracterizadas por una corriente reaccionaria del catolicismo y marcadas por estructuras rígidas y verticalistas.

A comienzos del 2023, la revelación del caso Pedrajas en Bolivia marca un hito. El escándalo surgió tras la divulgación del contenido del diario personal dejado por el jesuita tras su muerte en 2009. En el diario, Pedrajas confiesa sus acciones criminales de pedofilia, apuntando a alrededor de 85 menores pobres en un internado de Bolivia. Su relato revela un perturbador patrón de explotación de la confianza de las personas más vulnerables, a quienes la Iglesia tenía el encargo de proteger, y devela instancias de encubrimientos sistemáticos por parte de las autoridades, los superiores de la congregación religiosa y los obispos.

Estos abusos podrían haber caído en el olvido si el sobrino de Pedrajas no se hubiera topado casualmente con el contenido del diario y se lo hubiera posteriormente entregado al periódico El País. El escándalo, actualmente en desarrollo, ya ha expuesto que, hasta el momento, al menos tres jesuitas más abusaron de menores en el mismo contexto. Las verdaderas ramificaciones de este escándalo y sus implicaciones para América Latina aún no se han comprendido cabalmente. La situación ilustra que los abusos eclesiásticos en América Latina han alcanzado una magnitud sin precedentes, afectando a todos los niveles de la sociedad e instituciones eclesiásticas. Abordar este importante problema requiere estudios exhaustivos y rigurosos, algo que la Iglesia en los países de la región ha tendido a evitar.

El escándalo de la crisis de abusos tiene implicancias de largo alcance, especialmente en una región donde el catolicismo ocupa una posición predominante y la influyente y estimada institución juega un papel central en la sociedad. Actualmente, en su conjunto, en los países latinoamericanos la Iglesia Católica figura entre las instituciones más respetadas. A través de sus eficaces iniciativas sociales, la Iglesia a menudo cubre los vacíos dejados por las deficiencias estatales en diversas áreas. Además, en algunos países, sigue siendo la única institución capaz de llegar a poblaciones en varias de las regiones más desfavorecidas.

Poco después del Concilio Vaticano II (1962-1966), surgió en la región la Teología de la liberación, impulsada por la inaceptable discrepancia entre los ideales cristianos y la extrema pobreza experimentada por la mayoría de la población. Esta teología trazó un curso de acción central, enfatizando la importancia de abordar el sufrimiento de los seres humanos, y no en los posibles tormentos del alma en la vida después de la muerte. Así, la Teología de la liberación introdujo el concepto de la opción preferencial por los pobres, que posteriormente fue adoptado por la Iglesia universal. El impacto profundo de esta perspectiva es innegable, dando forma al enfoque de la mayoría de los grupos católicos hacia los problemas sociales. Los líderes eclesiásticos inclinados hacia el progresismo, alineados con los principios de la Teología de la liberación, tienden a participar en proyectos educativos y de desarrollo.

Dado este contexto, la naturaleza paradójica y contradictoria de las acciones de la Iglesia no podría ser más perturbadora. Surge un marcado contraste entre la atención a las poblaciones vulnerables y el comportamiento destructivo de ciertas personas, “lobos con piel de oveja”, que explotan a la misma comunidad que se les confió. No sorprende, entonces, que decepcionados por el manejo del caso Karadima por parte de la jerarquía, casi la mitad de la población católica chilena se haya desvinculado de su institución en un lapso de dos años.

Los casos de abuso son numerosos y, aunque no se pretende ofrecer un análisis exhaustivo, este libro abarca una amplia gama de contextos. El enfoque busca ofrecer a los lectores una comprensión panorámica de los complejos temas en juego. En esta etapa, es difícil prever cómo se desarrollará la crisis de abusos. Sin duda, surgirán más escándalos de alto perfil que captarán la atención de los medios de comunicación. Además, es posible que se produzca más desafiliación, causando ondas expansivas dentro de la comunidad eclesiástica más amplia. Dado que América Latina concentra más del 40% de la población católica mundial, estos efectos podrían ser sustanciales. La reacción de la Iglesia jugará un papel crucial en el desarrollo de la crisis de abuso. ¿Aceptará y confrontará la institución las deficiencias sistémicas reveladas por los abusos u optará por un enfoque local y limitado?

El libro está estructurado en cuatro partes. La sección inicial comprende seis capítulos que profundizan en la situación dentro de distintos países de América Latina. Cada capítulo ofrece datos sobre diversas formas de abusos perpetrados en entornos eclesiásticos y el estado actual de las denuncias. Además, ahonda en factores socioculturales que contribuyen a entender el contexto, abarcando aspectos como el silencio de las víctimas y la dinámica de encubrimiento y exposición.

Juan Bautista Duhau y Ana Lourdes Suárez en el capítulo “Abuso sexual en la Iglesia Católica de Argentina”, presentan el perfil de los abusadores eclesiásticos cimentado en una base de datos inédita de 115 consagrados/as célibes argentinos denunciados. Dos conceptos ayudan a iluminar su análisis: el contexto de oportunidad que destaca cómo el espacio simbólico de la Iglesia normalizó el abuso como un pecado que requiere misericordia, reflejando el narcisismo institucional. Segundo: el abuso profético, para abordar el abuso en comunidades fundadas por poderosos líderes religiosos. Concluyen su contribución conjeturando sobre el creciente distanciamiento de la sociedad argentina del catolicismo y su relación con el escándalo de los abusos eclesiásticos.

En el siguiente capítulo, Brenda Carranza, María J. Rosado-Nunes y Júlio César de Paula Ribeiro escriben sobre Brasil, un país donde los abusos eclesiásticos aún casi no se abordan. Se centran particularmente en la comunidad ultraconservadora Heraldos del Evangelio, como un caso paradigmático, que expone ambigüedades, dilemas y desafíos que confrontan a un catolicismo brasileño fragmentado.

En el capítulo tres, “La crisis de abuso sexual en la Iglesia Católica chilena: una herida abierta”, Eduardo Valenzuela se centra en el desarrollo de la crisis chilena. Muestra que, aunque el número de casos de abuso se mantiene dentro del rango global, las denuncias han alcanzado a sacerdotes de alto prestigio e influencia social. La respuesta dada por las autoridades religiosas ha sido particularmente desafortunada, al punto que el Papa Francisco recibió la renuncia de todo el cuerpo episcopal después de su problemática visita al país. Como consecuencia directa, la confianza dentro de la Iglesia Católica y la identificación católica han disminuido drásticamente.

En el capítulo cuatro, tres autores, Dafne Zapata, Jesús García y Veronique Lecaros presentan la situación de tres países, Perú, Ecuador y Bolivia, que habían permanecido hasta poco tiempo atrás, relativamente al margen de la crisis de abuso. Los autores destacan cómo los abusos en entornos eclesiásticos deben entenderse en el contexto del problema generalizado de violencia sexual, psicológica y física en la sociedad en general. Este capítulo profundiza en casos emblemáticos seleccionados y evalúa avances y limitaciones en las medidas preventivas. Lecaros reflexiona sobre cuánto los recientes escándalos en Bolivia podrían impulsar cambios en países donde la mayoría de las víctimas siguen eligiendo el silencio.

María Eugenia Patiño en el capítulo cinco, “Abusos eclesiásticos en México: entre la naturalización y el deber”, enriquece el libro con su contribución sobre este flagelo en México. Examina los abusos dentro de la congregación de los Legionarios de Cristo y arroja luz sobre otros casos menos conocidos. Hace especial énfasis en las instancias de abuso que involucran a mujeres en la vida consagrada. La autora destaca cómo diversos contextos eclesiásticos están permeados por dinámicas eclesiásticas notablemente similares.

En el siguiente capítulo, Miguel Pastorino escribe sobre “Abuso sexual y la Iglesia Católica en Uruguay”; resume información pública relevante sobre abusos clericales, incluyendo informes de periodismo investigativo e información proporcionada por la Iglesia. El capítulo describe los cambios clave en la legislación existente y las transformaciones sociales que rodean este flagelo.

La segunda parte del libro abarca cuatro capítulos dedicados al examen de discusiones críticas que han surgido a raíz de la crisis de abuso clerical. Estas temáticas atraviesan diferentes naciones y organizaciones dentro de la región, arrojando luz sobre temas cruciales para comprender las complejidades de las dinámicas de abuso.

Veronique Lecaros, en el capítulo siete, aborda el clericalismo, centrándose en su versión latinoamericana. Argumenta que varios factores, como el prestigio de la Iglesia, su participación en proyectos sociales muy populares, la debilidad (y a veces corrupción) de las instituciones gubernamentales, el uso discrecional de recursos, el machismo, las tendencias culturales hacia el autoritarismo y la europeización en la formación de seminaristas, transforman a los sacerdotes en seres excepcionales y exacerban su poder de tipo monárquico sobre los fieles laicos pasivos. Además, sostiene que el aura de sacralidad que tiende a conferir el sacramento del orden adquiere nuevas dimensiones en el contexto de la “modernidad encantada” latinoamericana.

En el capítulo ocho, Raúl Zegarra presenta su contribución “Una familiaridad tolerante con lo ilícito: la imaginación sexual católica y su rol en la crisis de abusos”. Argumenta que la crisis de abuso sexual en la Iglesia Católica no es el resultado de los crímenes atroces de abusadores individuales. Más bien, la crisis es un problema sistémico que depende de una manera católica única de imaginar las relaciones entre Dios, el poder y la moral sexual. Examina el caso Pedrajas en Bolivia argumentando que reproduce patrones generalizados de abuso en la Iglesia Católica, patrones que se vuelven más comprensibles a través del análisis de la imaginación sexual.

En el siguiente capítulo, Luis Brahamondes y Nelson Marín analizan diferentes estructuras que sustentan una cultura de secreto y silencio en torno a los abusos eclesiásticos. Argumentan que el “silencio” constituye un mecanismo de defensa tanto para los victimarios como para las víctimas, aunque funciona de manera diferente en cada caso. El silencio permite la impunidad de las acciones abusivas de los agresores, ocultando acusaciones mediante la manipulación de la conciencia de los sujetos y a través de las redes de protección dentro y fuera de la iglesia. El silencio se convierte en parte de los efectos traumáticos relacionados con la vulneración de la intimidad de las víctimas. Es parte de un proceso prolongado en el que los individuos buscan credibilidad testimonial en su entorno inmediato.

Carlos Schickendantz, en el capítulo diez, destaca la relevancia y variedad de informes internacionales producidos por ciencias no teológicas que enfocan su análisis en la Iglesia Católica, su auto comprensión y su praxis organizativa en diferentes niveles. Argumenta que estos informes expresan, en gran medida, las experiencias y voces de las víctimas. Como teólogo, resalta cómo una transformación en la metodología teológica habilitada en el Concilio Vaticano II ayuda a responder al significado de estos informes. Plantean un desafío inevitable no solo a las sociedades políticas, sino también al gobierno de la Iglesia y a los estudios teológicos.

La tercera parte del libro incluye seis capítulos sobre abusos dentro de organizaciones de la Iglesia Católica. El análisis de los autores profundiza en dinámicas institucionales abusivas más amplias, extendiéndose más allá del abuso sexual para abarcar el poder, la conciencia y el abuso espiritual. Su análisis destaca que una comprensión profunda de la crisis de abuso requiere un examen de la dimensión institucional, superando la perspectiva de crímenes individuales. El enfoque enfatiza que cuando los miembros de la institución participan en acciones abusivas, a menudo es facilitado por el sistema organizativo. Ana Lourdes Suárez, en el capítulo once, explora la compleja dinámica que posiciona a las religiosas como víctimas y perpetradoras de abuso. A través de un análisis en profundidad de las narrativas de las víctimas, el capítulo revela los mecanismos intrincados que subyacen tanto en los comportamientos abusivos individuales como en las culturas institucionales abusivas, enfatizando las profundas consecuencias sufridas por las víctimas.

En el capítulo doce, Rocío Figueroa y David Tombs exploran la comunidad del Sodalicio, arrojando luz sobre su funcionamiento interno. Su análisis subraya los roles cruciales de la disciplina, la obediencia y las medidas punitivas en la configuración de la dinámica institucional, proporcionando así un marco que sustenta comportamientos abusivos. Su estudio ilustra claramente cómo el abuso espiritual puede facilitar y perpetuar instancias de abuso sexual. En el siguiente capítulo, el testimonio ofrecido por Gonzalo Cano, exmiembro del SVC, retrata vívidamente las heridas duraderas del abuso espiritual y el largo proceso de lidiar con la dolorosa experiencia vivida.

En el capítulo catorce, Christian Parker y José Miguel Pérez Valdivia presentan su contribución titulada “El caso Karadima de abusos en Chile: contradicciones de una Iglesia bajo escrutinio”. Argumentan que el caso resalta el papel crítico de los flujos de información en la formación de la imagen de la Iglesia. La revelación de abusos encubiertos ha erosionado la confianza en una institución que pretende defender la moral. La influencia de la Iglesia Católica en la socialización y la moralidad afecta las políticas demográficas, pero su biopoder choca paradójicamente con las normas sexuales de la sociedad. Esta paradoja, evidente en el caso Karadima, expone la contradicción entre las estrictas enseñanzas morales y las acciones abusivas de este prominente líder católico, socavando la credibilidad de la Iglesia.

En el capítulo quince, “Dinámicas de abuso y sistemas institucionales propensos al abuso en comunidades carismáticas fundadas en Europa con fuertes raíces en América Latina”, Juan Bautista Duhau ofrece su contribución sobre los abusos en comunidades carismáticas fundadas en el viejo continente. Proporciona descripciones de las dinámicas abusivas denunciadas y ofrece explicaciones de los elementos sistémicos dentro de estas instituciones que contribuyen a un entorno susceptible al abuso de poder, de conciencia o de conducta sexual inapropiada.

En el capítulo dieciséis, titulado “Abusos en parroquias: el caso de una parroquia peruana en una zona suburbana pobre”, Veronique Lecaros presenta un análisis de caso que profundiza en un tema crucial: víctimas que han sufrido abusos a manos de sacerdotes dentro de parroquias urbanas marginadas. Este tema, que concierne a individuos que viven en las afueras de las ciudades, ha sido insuficientemente explorado debido a la vulnerabilidad y a la desconfianza prevalente dentro de estas comunidades. Este estudio analiza la trayectoria espiritual de dos víctimas y de algunos testigos. 

La cuarta parte del volumen examina el impacto de los abusos, las formas de restaurar a las víctimas y la atención a los abusadores. También trata el desarrollo de métodos en la prevención de abusos. En el capítulo diecisiete, Ana Mercedes Cano, con su escrito “De víctimas a sobrevivientes: comprendiendo el sufrimiento de las víctimas”, presenta una revisión de la literatura psicológica relacionada con el impacto del abuso sexual en el desarrollo humano y se centra en los abusos perpetrados contra niños. Se presta especial atención al papel de la espiritualidad y/o religiosidad en el desarrollo humano y el efecto del abuso perpetrado por autoridades religiosas. Integrando descubrimientos recientes sobre las características del abuso institucional, la autora sostiene que este concepto podría contribuir a la comprensión de la reciente crisis de abuso sexual dentro de la Iglesia Católica y debería ayudar a desarrollar servicios de tratamiento y prevención adecuados.

En el capítulo dieciocho, Carolina Montero ofrece su contribución “Reparación, justicia restaurativa y la necesidad subjetiva y social de verdad, reconocimiento y comisiones de justicia en América Latina”. La mayoría de las víctimas tanto de abusos eclesiásticos sexuales como no sexuales en América Latina afirman que lo que aún se les adeuda es verdad, reconocimiento, justicia y reparación por parte de un órgano institucional representativo. Aunque la insistencia en la prevención y garantías de no repetición es casi transversal en el discurso actual de la Iglesia latinoamericana, se han establecido muy pocas instancias institucionales de reparación. La autora ahonda en las definiciones de reparación y justicia restaurativa, y su relación con el compromiso con la verdad, el reconocimiento y la justicia, frente al trauma perpetrado por estas violaciones específicas a la integridad humana.

Finalmente, en el capítulo diecinueve, Hans Zollner, Veronique Lecaros y Ana Lourdes Suárez profundizan en las medidas tomadas por la Iglesia Católica para enfrentar el problema del abuso dentro de sus filas. Destacan que a pesar del impacto transformador de nuevas regulaciones legales, persisten obstáculos considerables. Estos obstáculos, de variada índole, se corresponden con mentalidades profundamente arraigadas, fuentes de escándalos profundamente disruptivos. Los autores argumentan que la crisis de abuso plantea el inevitable tema de un necesario y valiente aggiornamento que pueda enfrentar los diversos cuellos de botella de la Iglesia Católica.

Veronique Lecaros y Ana Lourdes Suárez (editoras)


 Notas

* Lecaros, Veronique y Suárez, Ana Lourdes (Eds.). ABUSE IN THE LATIN AMERICAN CHURCH: AN EVOLVING CRISIS AT THE CORE OF CATHOLICISM. Routledge, 316 págs. Londres y Nueva York, 2024.
[1] John Jay College Research Team, The City University of New York; The Causes and Context of Sexual Abuse of Minors by Catholic Priests in the United States, 1950-2010. Informe presentado a la Conferencia episcopal de los Estados Unidos. Washington, 2011.
[2] Royal Commission into Institutional Responses to Child Sexual Abuse; Final Report. Volume 16. Religious Institutions. Book 2, Commonwealth of Australia, 2017.
[3] Commission to Inquire into Child Abuse; Commission to Inquire into Child Abuse Report (The Ryan Report). 2018.
[4] Dressing, Harald; Salize, Hans Joachim; Dölling, Dieter et al.; Forschungsprojekt. Sexueller Missbrauch an Minderjährigen durch katholische Priester, Diakone und männliche Ordensangehörige im Bereich der Deutschen Bischofskonferenz. Mannheim, Heidelberg, Gießen, 2018.
[5] Rapport de la Commission indépendante sur les abus sexuels dans l’Église; Les violences sexuelles dans l’Église Catholique - France 1950-2020. 2021.

 

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