Quiero agradecer el libro, agradecer los estudios a los que allí se hace referencia. Deseo comenzar con una frase sacada de la Introducción (p. 21), tomada del Papa Francisco: “la inteligencia no culmina su itinerario al alcanzar la verdad del juicio, sino más bien lo hace cuando la persona toda se compromete a entregarse libremente como don a los demás”. Manifiesto un sentimiento desde un inicio: el miedo que me da una teología del pueblo “de papel”. Mi experiencia pastoral ha sido trabajar y servir siempre en sectores muy populares, barriadas, podríamos decir. Es lo similar a las “villas miserias” argentinas. Pero, y perdón por lo que digo, he percibido la teología del pueblo como una reflexión de una élite, que habla sobre el pueblo, pero no siente con, ni está con, ni convive, ni tiene sintonía con el pueblo. Es una crítica general, no particular.

Pero, y perdón por lo que digo, he percibido la teología del pueblo como una reflexión de una élite, que habla sobre el pueblo, pero no siente con, ni está con, ni convive, ni tiene sintonía con el pueblo. Es una crítica general, no particular.

Hoy quiero hacer alusión a la fiesta de monseñor Romero el 24 de marzo: él dice sentir con la Iglesia, como un pueblo “que es de Dios”; esta convicción me parece espectacular. Estoy convencido de que el pueblo le pertenece a Dios, que cada miembro de la Iglesia es de Dios, independiente de lo que tiene. No se trata de un concepto meramente sociológico, tipo años 60 o 70. ‘Pueblo de Dios’ debe ser una de las expresiones más sublimes que se refiere a la Iglesia.

Mi origen familiar es humilde, yo vengo de familia pobre, mi papá comunista y mi mamá de derecha, una conjunción muy simpática. Yo sé lo que es la pobreza; pero siento que muchas veces la teología del pueblo, al ser un intento reflexivo, queda en una elucubración sobre un sujeto, sobre un objeto que tiene vida en sí mismo.

La Comisión Teológica Internacional, en el Documento “La teología hoy: perspectivas, principios y criterio”, dice que “el sensus fidelium es el sentido de la fe que está profundamente enraizado en el pueblo de Dios que recibe, comprende y vive la Palabra de Dios en la Iglesia”[1]; y continúa, diciendo que tal “sentido de la fe del pueblo (…) no es solo un objeto de atención y respeto, es también una base y un locus para su trabajo”[2]. Por lo que, insisto, el pueblo no puede ser solo un objeto de estudio para la teología, sino, fundamentalmente, sujeto que vive, profundiza y desarrolla la teología. Es por ello que puede resultar inadecuado escribir sobre la teología del pueblo sin experimentar lo que este experimenta en la cotidianidad de vida.

La teología vive en el Pueblo de Dios, y vive fundamentalmente en un pueblo, que no está definido solo por la dimensión económica; en la clase ABC1, también se puede vivir la categoría de pueblo de Dios. Yo puedo decir que hay tanta pobreza en la riqueza y tanta riqueza en la pobreza; y también se puede decir: hay tanta riqueza en la riqueza, y tanta pobreza en la pobreza.

Por otro lado, comparto una preocupación que se advierte en lo que dice el Papa en el libro (p. 16): “en cierto sentido, está también la preocupación central de la teología del pueblo: cómo lograr una reflexión teológica pastoral pertinente que nos ayude a colocarnos en movimiento a favor del pueblo”. Hoy en Chile decir “pueblo” es identificarse en un lugar conocido en el espectro de la política. Hoy, no mucha gente, incluso del Pueblo de Dios, se siente Pueblo de Dios. La palabra “pueblo” hoy en día tiene muchos matices; no hay que decir que es errónea, errática, pero sí que tiene muchos matices. No sé a cuántas personas les gustaría en Chile que le llamen pueblo. En cambio, para una persona que comparte en comunidad el amor que Dios le tiene, decirle “tú eres del pueblo”, es una dimensión teológica maravillosa.

Por lo tanto, ser parte de ese pueblo –y me parece que eso es esencial para comprender una teología del pueblo– significa una experiencia de encuentro personal y comunitario con Jesús, en la línea de Benedicto XVI.

Los análisis que se reportan en la primera parte del libro –que yo llamo a leer porque son espectaculares– están muy bien, incluso las referencias a Marx y otros autores. Pero, y he aquí el peligro de no vivir en el pueblo, o no sentirse perteneciente a la categoría existencial y espiritual “Pueblo de Dios”, esas dimensiones, hoy en el siglo XXI acá en Chile, no siempre se dan. Siento que cada país tiene lo suyo. Entonces cuando el Papa se pregunta ¿qué nos puede ayudar a comprender al pueblo?, y en particular al santo Pueblo fiel de Dios, yo me permito poner un matiz. Creo que ser parte de ese pueblo, lo que configura el Pueblo santo de Dios, es su total pertenencia y dependencia, como individuo relacional, a Dios, como respuesta a su amor incondicional. Por lo tanto, ser parte de ese pueblo –y me parece que eso es esencial para comprender una teología del pueblo– significa una experiencia de encuentro personal y comunitario con Jesús, en la línea de Benedicto XVI: “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”[3]. Por lo tanto, la teología del pueblo no se hace en un escritorio, no se hace con una beca de Adveniat; se hace, fundamentalmente, estando con la gente, preguntándole cómo está, haciendo sentir la presencia del amor de Dios en cada persona. De algún modo, la teología del pueblo tiene algo de mayéutica: se trata de que cada persona descubra el amor que Dios le ha derramado.[4]


Imagen de la visita del Santo Padre a Ecuador entre el 5 y 8 de julio del 2015

Imagen de la visita del Santo Padre a Ecuador, entre el 5 y 8 de julio del 2015

El Papa, en la Introducción del libro que estamos presentando, parece también indicar otra pista para responder a la pregunta “¿qué nos puede ayudar a comprender al pueblo?”; efectivamente, en la p. 18, él responde: “en la amistad con los pobres, en el servicio cercano y solidario con ellos, se develan las verdades peculiares que fortalecen la fe y hacen amar más hondamente nuestros pueblos y sus respectivas historias”. El Papa habla de amistad, de fortalecer la fe, de amar, de servicio solidario. Me permito, incluso decir, que hay que tener atención a un mensaje de salvación solo como superación de una condición económica, casi como si la teología del pueblo fuese un área de la economía.

El Papa, siempre en la Introducción, p. 14, afirma que “el pueblo es síntesis de lo más humano que poseen las personas que lo integran”. En realidad, mi experiencia no siempre se ha tocado con esa constatación. Yo mismo soy parte de un pueblo donde hay vanidades, donde está el narcotráfico que está cancelando todas las honestidades. Hoy el pueblo está en una crisis enorme de identidad, incluso de relacionalidad. Me van a entender mejor con un ejemplo: si yo digo “vamos a hacer una procesión a las cinco de la mañana”, la gente del pueblo me dice “no tengo tiempo”; pero si yo digo “viene Farkas[5] a las cinco de la mañana”, tengo a todo el pueblo conglomerado. Entonces, esa noción del pueblo me parece un poco romántica para lo que yo conozco; no sé si acaso responde a una particularidad sociológica, pero no es la que yo he percibido en mis años de ministerio, ni tampoco la que está presente hoy en la sociedad chilena.

Entonces, esa noción del pueblo me parece un poco romántica para lo que yo conozco; no sé si acaso responde a una particularidad sociológica, pero no es la que yo he percibido en mis años de ministerio, ni tampoco la que está presente hoy en la sociedad chilena.

Hay un dato que me habría encantado que el profesor Buttiglione pudiese considerar, y me permito sugerirlo para su próximo libro. Hay una diferencia enorme entre lo que ha escrito el Papa Francisco en la Introducción del libro –“pueblo como síntesis de lo más humano que tienen las personas”– y lo que expresa en Laudato si’ y en Fratelli tutti. En ambos documentos, el Papa se refiere a una dimensión impresionante que desconfigura el pueblo: el individualismo. En Fratelli tutti llega a decir que el “individualismo radical es el virus más difícil de vencer”[6]; y ojo que escribe la Fratelli tutti en el contexto de la pandemia.

Es decir, hay dos modos de acercarse al concepto de pueblo: uno tiene que ver con lo sublime; otro tiene que ver con lo precario y lo que le amenaza. No cabe la menor duda de que una teología del pueblo debe responder a estos extremos y, obviamente, a otros matices de entre medio. El individualismo hoy es atroz. Lo que alguna vez configuró al pueblo con el poder del amor, hoy se destruye con el amor al poder. Esto es lacerante, y me parece que es un elemento súper determinante para poder comprender algunos indicios de lo que podría configurar una teología del pueblo, que entiendo que es un título de insinuación, de provocación porque, como dice el profesor Buttiglione, se va configurando más adelante, y quizás habría que darle algunos elementos adicionales.

Es decir, hay dos modos de acercarse al concepto de pueblo: uno tiene que ver con lo sublime; otro tiene que ver con lo precario y lo que le amenaza. No cabe la menor duda que una teología del pueblo debe responder a estos extremos y, obviamente, a otros matices de entre medio. El individualismo hoy es atroz.

Quiero referirme a algunas frases y comentar de los capítulos 3 y 4. En la p. 290 se dice que “si queremos entender las energías que una civilización moviliza y los propósitos para los que se las moviliza, tenemos que estudiar su religión”. Si bien es cierto en algunos ámbitos, en la vida colectiva no es lo que he percibido. Hoy, lamentablemente y considerando lo que afirma el mismo Buttiglione en otra parte de su texto sobre las religiones, ellas han derivado en algo individualista, consumista, ideológico. Este gran vacío humano y de escasa vida “religiosa” lo llena con las alternativas de siempre: poder, placer (lugar preponderante lo ocupa el internet y las redes sociales) y el dinero. En este sentido, no estoy tan claro de que la religión sea lo que moviliza hoy la civilización. Lamentablemente, y en concordancia con lo dicho anteriormente, es posible que en el mundo occidental sea el individualismo y el consumismo los que motivan y dan sentido a parte del Pueblo de Dios.

Hoy, ciertamente, quienes vivimos las movilizaciones sociales en Chile de distintos modos, entendemos que había muchísimos intereses. Creo que hay algo de una religión del individualismo, que el profesor Buttiglione lo dice muy bien en la p. 292: “podemos decir que el nacionalismo, el fascismo y el comunismo son religiones seculares, pero religiones al fin y al cabo”. En la misma página, el profesor Buttiglione afirma que “la superación del egoísmo implica la subordinación a las autoridades legítimas”. Me encantaría que nos enseñara cómo lo hacen. Una teología del pueblo que no toque el despiadado egoísmo que esclaviza al ser humano actual, poco podrá revelar la generosidad de Dios. Los dones divinos de su misericordia y amor, de su muerte en cruz o de la eucaristía –su cuerpo entregado y su sangre derramada–, poco dirán al Pueblo de Dios si este vive con el virus del individualismo. “Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad”[7].


Francisco visita a la Virgen de la Caridad del Cobre durante su Viaje Apostolico a Cuba el 21 de septiembre del 2015

Francisco visita a la Virgen de la Caridad del Cobre durante su Viaje Apostólico a Cuba, el 21 de septiembre del 2015.

Estoy súper de acuerdo, y me parece muy pertinente traerlo a colación, que “la religión no es formalmente perseguida, pero la presión omnipresente de los medios de comunicación propone una nueva religión de la liberación de los instintos” (p. 293). Eso me parece que está súper presente en el pueblo, y esto la teología del pueblo tiene que asumirlo.

Estoy súper de acuerdo, y me parece muy pertinente traerlo a colación, que “la religión no es formalmente perseguida, pero la presión omnipresente de los medios de comunicación propone una nueva religión de la liberación de los instintos” (p. 293). Eso me parece que está súper presente en el pueblo, y esto la teología del pueblo tiene que asumirlo. Si este aspecto no se considera, al concepto real de pueblo se lo vacía de un aspecto negativo, sin el cual estaríamos idealizando lo que realmente es. Hoy los medios de comunicación son capaces de desarmar y desinformar arteramente. Le voy a pasar un dato tremendo que mis hermanos y hermanas chilenos lo pueden corroborar:

hoy el cantante más escuchado en Chile según Spotify es un señor que se llama Marcianeke, él es un cantante hiphop con letras horribles; no vale la pena escucharlo ni verlo, pero uno dice “eso está en el pueblo”, eso es el cantante más escuchado en Chile. Entonces estas dimensiones son muy importantes para configurar una teología.

Me encantó el capítulo 4, porque me desafió y, a la vez, cambió muchos conceptos que yo tenía, y se lo agradezco. Quiero terminar con esto, con el concepto Iglesia. Me parece que lo dicho de ella, desde la p. 343 en adelante, no responde, creo yo, humildemente, a lo que es Iglesia como pueblo. Lo que se percibe en el texto es una Iglesia institución, una estructura jerárquica. Estimo que hay que reposicionar y volver a pensar la Iglesia como Pueblo de Dios, en la línea de la Lumen gentium; ella es Pueblo de Dios que está presente en creyentes en Cristo, quienes formamos una nación.

Hay un concepto para nosotros que no está tan claro aquí en Chile; los que somos chilenos estamos un poco atentos al debate constituyente, donde hoy día se está separando lo que es pueblo de nación. No es poco lo que se está jugando ahí para nosotros los chilenos y chilenas. Entonces yo creo que es importante lo que dice Lumen gentium: “toda la Iglesia aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, Hijo, el Espíritu Santo”[8]. Y a mí, como parte de la jerarquía, me compromete y exige lo señalado en el sentido de que “para apacentar el Pueblo de Dios y acrecentarlo siempre están las personas ordenadas”[9]. Espero que nunca se me olvide; que siempre anime mi función en el pueblo de Dios: servirle y entregarme por él.

Para nosotros, la teología del pueblo o teología de las naciones no nos queda el “o”. Nosotros estamos viendo una reflexión constituyente que nos va a solicitar en un plebiscito nuestro parecer sobre el concepto de pueblo y/o nación. 

No da lo mismo esta unidad, para nosotros va a significar definir incluso estructuras, procedimientos y legislaciones. No me queda más tiempo. Quiero agradecer su libro. Créanme que yo soy una persona que se siente deudora de las personas que enseñan y escriben bien; me siento, entonces, su deudor, estimado profesor. Gracias por poner en mí esta deuda. Muchas gracias.


 Notas

* Rocco Buttiglione; Caminos para una teología del pueblo y de la cultura. Ediciones Universitarias de Valparaíso, 420 págs, Valparaíso, 2022.
[1] Comisión Teológica Internacional; “La teología hoy: perspectivas, principios y criterio”. 29.11.2011. n. 34. 
[2] Ibid., n. 35
[3] Benedicto XVI; Carta Encíclica Deus caritas est, sobre el amor cristiano, 2005, n. 1. 
[4] Cfr. Rom 5, 5.
[5] Farkas es un gran filántropo chileno. 
[6] Francisco; Carta Encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, 2020, n. 105
[7] Francisco; Carta Encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común, 2015, n. 208.
[8] Concilio Vaticano II; Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, 1964, n. 4. 
[9] Ibid., n. 18.

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