Autores: Andrea Tornielli y Julián Carrón
Traducción: Belén de la Vega
Ediciones Encuentro, Madrid, 2018, 182 págs.
El mal, como ninguna otra cosa en el mundo, desafía al hombre. Desde el inicio de los tiempos, en la experiencia del dolor, el hombre percibe que ha sido abandonado y dejado a su propia suerte, pareciera que Dios se ha olvidado de él. ¿Dónde está Dios? Esta pregunta inquietante atraviesa el lamento de Job, al maldecir el día de su nacimiento (Job 3), y es esta la pregunta que se escogió para titular este libro-entrevista que aborda la fe cristiana en tiempos de la gran incertidumbre.
Julián Carrón, el sacerdote español sucesor de Luigi Giussani, fundador del movimiento apostólico “Comunión y Liberación”, reflexiona, a través de una conversación con el periodista católico italiano Andrea Tornielli, sobre cómo presentar a Dios al hombre de hoy.
En el libro se abordan varios temas relativos al momento actual de la Iglesia, sobre los últimos papas, su pensamiento y sus escritos, sobre la historia y fe del mismo Carrón y sobre el movimiento que encabeza. El hilo que conduce todos estos temas, y que permite pasar de uno a otro, es siempre el mismo: comunicar la fe como un acontecimiento, como algo pertinente a la propia vida y que contribuye a responder a los desafíos que la sociedad tiene.
El problema de la época contemporánea pareciera no estar tanto en la respuesta a la pregunta, sino en la ausencia de ella. Hace falta el interlocutor, ya no hay una pregunta. No somos capaces de despertar la interrogante en nosotros mismos ni en aquellos con quienes nos encontramos.
Carrón, no obstante, presenta una mirada positiva, esperanzadora y, sobre todo, realista del momento actual. Para él, un cristiano ve siempre el futuro con Fe y Esperanza. La respuesta a la interrogante inicial se encuentra en el primer capítulo: Dios está en las personas que dejan que Él transforme su vida, está en el drama de la cotidianidad vivida con intensidad cristiana. ¿Dónde podemos encontrar a Dios en un contexto secularizado e incierto? En el encuentro con alguien para quien el acontecimiento cristiano ha transfor-mado su vida.
Estoy convencido de que la fe puede decir y dar mucho a los hombres de hoy si la encuentran encarnada en la vida […] cuando nos encontramos con personas que gracias a que viven la fe afrontan las circunstancias de todos —dificultades, cansancio, desilusiones, enfermedades— de forma distinta, testimoniando una mayor intensidad humana, una alegría última, todo cambia: nos quedamos asombrados, impactados, implicados.
Para Carrón es un error presentar la fe reducida a un sentido moralista o nocional, la fe es ante todo una vivencia que se concreta en la propia vida y la implica en su totalidad. El cristianismo debe, por tanto, proponerse en su forma original, como acontecimiento de vida, como presencia concreta de humanidad, entonces, pues, “será capaz de suscitar nuevamente interés en la sociedad secularizada”. Para el autor, es precisamente en este contexto de secularización donde, por contraste, “se puede percibir con más claridad, allí donde sucede, esa intensidad humana, esa capacidad mayor de afecto y de libertad, esa posibilidad de afrontar con esperanza incluso circunstancias adversas, de usar la razón de forma no reducida, que nace del acontecimiento cristiano.”
El formato del libro, un diálogo, pareciera bastante atingente al método propuesto: el encuentro, el diálogo, el acontecimiento. Es el relato de dos personas que se sientan a conversar, desde su interioridad y desde sus propias experiencias de vida. La conversación, a la vez que despierta interrogantes sobre cómo vivir la propia fe, es una buena forma de conocer y ahondar en la filosofía del movimiento Comunión y Liberación. Sin ser un libro de historia del movimiento ni una biografía de Julián Carrón, sí logra mostrar cuáles son sus razones y sus propuestas para el hombre de hoy.
Ante el mal, ante el drama, ante la fatiga y la contradicción, la persona no necesita que alguien le explique dónde está Dios. La persona “necesita ante todo ser mirada con la misma mirada con que Jesús miraba, acogía y amaba a la gente”, necesita percibir la fe como vivencia que se hace concreta y que permite vivir con mayor intensidad. Solo con esta condición, solo con la fe vivida como experiencia, las palabras pueden adquirir todo su espesor.