Sandra Arenas y Rodrigo Polanco (eds.)
Ediciones Universidad Alberto Hurtado Santiago, 2021
468 págs.
Presentación Una historia pendiente
La historia nos recuerda que el 31 de octubre de 1517, Martín Lutero envió al obispo de Maguncia aquella famosa carta en la que adjuntó sus “95 tesis”, tituladas “Cuestionamiento del poder y eficacia de las indulgencias”, las que fueron luego compartidas con algunos de sus colegas y muy probablemente puso también en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg. La fecha, que en otro tiempo dio origen a diferencias confesionales y ocasión para formular y acrecentar críticas mutuas entre las iglesias reformadas y la Iglesia católica, en estos últimos tiempos ha impulsado reflexiones y celebraciones que alientan el tránsito del conflicto a la comunión. Por ejemplo, el 31 de octubre de 2016 el Papa Francisco fue a Lund-Suecia, el mismo lugar en donde en 1947 había sido fundada la Federación Luterana Mundial.
Allí participó en una conmemoración ecuménica católico-luterana que se realizó en dos momentos: una liturgia en la Catedral Luterana de Lund, con una declaración conjunta[1], y un acto público en el estadio de Malmö. En este último lugar Francisco comenzó sus palabras, diciendo:
Doy gracias a Dios por esta conmemoración conjunta de los 500 años de la Reforma, que estamos viviendo con espíritu renovado y siendo conscientes de que la unidad entre los cristianos es una prioridad porque reconocemos que entre nosotros es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. El camino emprendido para lograrla es ya un gran don que Dios nos regala, y gracias a su ayuda estamos aquí reunidos, luteranos y católicos, en espíritu de comunión, para dirigir nuestra mirada al único Señor, Jesucristo.[2]
Ciertamente, nada de eso habría sido posible si no estuviéramos viviendo una hora ecuménica. El 21 de noviembre de 1964, el Concilio Vaticano II promulgó el Decreto sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio, con el cual se hacía cargo de uno de los propósitos principales expresados por el Papa Juan XXIII al inaugurar el Concilio: “Promover la reconstrucción de la unidad entre todos los cristianos” (UR 1). Con ello, la Iglesia católica se incorporaba oficialmente al movimiento ecuménico que existía ya hacía más de medio siglo en las iglesias de la Reforma. En efecto, con la Asamblea Misionera de Edimburgo en 1910 se inició el movimiento ecuménico que alcanzó su madurez en 1948 con la creación del Consejo Mundial de Iglesias. En el transcurso de estas décadas, el diálogo ecuménico católicoreformado ha avanzado, y como dice la Declaración Conjunta citada, las dificultades en el diálogo,
nos han ayudado a superar muchas diferencias y han hecho más profunda nuestra mutua comprensión y confianza. Al mismo tiempo, nos hemos acercado más unos a otros, a través del servicio al prójimo, a menudo en circunstancias de sufrimiento y persecución. A través del diálogo y el testimonio compartido, ya no somos extraños. Más bien hemos aprendido que lo que nos une es más que lo que nos divide.[3]
Sin embargo, esto que ocurre a nivel global, y especialmente dentro del contexto europeo, no se ha replicado de igual manera a nivel regional en el contexto latinoamericano y caribeño. No solo porque el ecumenismo institucional ha presentado menos fuerza que en Europa y otros lugares del mundo, sino porque no ha sido una de las prioridades ni pastorales, ni teológicas de las iglesias del continente. No obstante, a pesar de sus limitaciones, ha existido ecumenismo y reflexiones propias que han tenido una significación, la cual es importante rescatar tanto para la memoria histórica como para el compromiso presente y futuro. Esto obliga tanto a las iglesias continentales como a sus teologías a hacer un esfuerzo por recuperar la historia del ecumenismo en Latinoamérica. Ese es precisamente el objetivo de esta publicación.
En una época ecuménica y global, al haber conmemorado en conjunto, hace tres años, los 500 años de la Reforma, se nos invita a mirar con nuevos ojos nuestra historia.[4] Al querer recuperar la historia del ecumenismo de estas últimas seis décadas, queremos desentrañar la particularidad del movimiento en Latinoamérica, avanzar en la sistematización de las experiencias ecuménicas y revisar los desafíos que toda esta realidad presenta para la evangelización de nuestro continente. En Latinoamérica, por razones geográficas e históricas, el ecumenismo no ha mostrado ni el desarrollo ni la fuerza, ni tampoco la visibilidad que ha tenido en otros continentes, especialmente en Europa. Varias son las razones, pero tal vez la más relevante es que la presencia de las iglesias tradicionales de la Reforma o así llamadas iglesias históricas ha sido numéricamente muy baja; en cambio, el protestantismo más numeroso ha sido el pentecostal, especialmente el influenciado por las comunidades eclesiales de EE. UU., más reacias al movimiento ecuménico.
Por ello, el desarrollo de una teología ecuménica propia se ha mostrado frágil, aunque tal deficiencia contrasta con el despliegue de múltiples prácticas ecuménicas que han dado un particular impulso al movimiento ecuménico latinoamericano. Podemos pensar en las experiencias de defensa conjunta de los derechos humanos, de solidaridad compartida y compromiso social, además de las oraciones y diálogos conjuntos vividos desde los problemas eclesiales locales. No tenemos, entonces, una deuda con la praxis, sino con una sistematización teológica de ella para la conservación de la memoria y el rediseño de prácticas ajustadas a los nuevos tiempos. Eso es lo que pretende el presente volumen, que se divide en seis secciones con 19 contribuciones diversas, en contextos y perspectivas, que aportan una mirada global al ecumenismo continental. Esa diversidad de enfoques, espacios geográficos, sustrato teológico y cultural, y pertenencia eclesial, es una muestra fidedigna, aunque parcial, de la realidad ecuménica latinoamericana. Se reflejan las principales aristas de la vida y teología ecuménica continental posconciliar, con trabajos de autores/as de variadas iglesias, aunque predomine la perspectiva católica, por el contexto desde el que surgió la obra, una iniciativa de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Pero también quedan patentes las limitaciones y fragilidades de nuestra reflexión ecuménica: falta todavía un abordaje ecuménico más explícito con enfoque de género y un cuestionamiento más crítico al rol y silenciamiento de las mujeres en contexto ecuménico. Igualmente, es importante todavía una reflexión acerca de las polarizaciones y conflictos al interior del movimiento ecuménico, tanto antiguamente respecto de la toma de posición frente a la defensa de los derechos humanos como actualmente frente a las agendas políticas contemporáneas. Son todos argumentos complejos sobre los cuales hay distintas perspectivas y que han afectado también al desarrollo del movimiento ecuménico y permanecen como tareas para el futuro.
En las dos contribuciones de la primera sección se aportan criterios para narrar una historia con sentido ecuménico, las cuales entregan elementos hermenéuticos para observar la historia eclesial con enfoque ecuménico. La segunda sección, más extensa, presenta la historia del ecumenismo en algunos países de América Latina, como Argentina, Paraguay, Brasil, Perú y Chile. Lamentablemente no es posible encontrar desarrollos históricos sobre ecumenismo en todos los países de Latinoamérica. Se han incluido estos cinco países porque pueden ser representativos de una buena parte del continente. Con la lectura de las otras contribuciones de este libro, que abordan la realidad de otros países, se puede inferir que lo dicho en esta sección representa con más y con menos lo que ha ocurrido a lo largo de este más de medio siglo en todo el continente. La tercera sección aborda la teología y praxis ecuménica en el posconcilio. Lo hace revisando tres hechos significativos: la participación latinoamericana en Fe y Constitución, las primeras experiencias de intercomunión y eucaristía en América Latina, y la recepción del Concilio Vaticano en la Revista Adventista brasileña. Estas tres experiencias pueden ilustrar cómo fue acogido en Latinoamérica el inmediato posconcilio y, comparando esa acogida con la situación actual, indirectamente, se pueden sacar también algunas conclusiones. La cuarta sección trata el ecumenismo y los derechos humanos. Dado que es un tema conocido y del cual se encuentran suficientes publicaciones, aquí se presentan tres artículos ilustrativos en torno a las experiencias ecuménicas de derechos humanos en Chile, Paraguay y el Perú. La quinta sección muestra el ecumenismo en contextos diversos, esto es, una mirada a cuatro experiencias ahora contemporáneas de cómo se está desarrollando el ecumenismo en el continente. Son ejemplos de la presencia de los jóvenes con nueva comprensión e impulso; del insoslayable desafío de la diversidad sexual; de la importancia actual del movimiento carismático; y del pentecostalismo en su relación presente con el ecumenismo. Termina la publicación con una mirada prospectiva, con una colaboración que plantea el tema de la unidad en una cultura que valora la diversidad y otra colaboración que resume los desafíos que nos deja para el futuro la historia que hemos presentado.
Agradecemos a los 19 investigadores e investigadoras de distintas iglesias y países que han colaborado en esta publicación por el esfuerzo realizado en un campo todavía poco explorado. Las investigaciones y sistematización de la historia del ecumenismo en Latinoamérica es hoy aún un trabajo pionero. Este texto se convierte en una invitación para que otros/as se animen a repetir lo mismo en los países, contextos, temas y enfoques que aún faltan por explorar (por ejemplo, un ecumenismo con enfoque de género). Con todo, pensamos que al final de la lectura de este volumen el lector se habrá formado una opinión bastante ajustada y suficientemente global de cómo ha sido, cómo es y qué podemos hacer por el ecumenismo en nuestro continente.
Sandra Arenas y Rodrigo Polanco