José María Lasalle 

El liberalismo herido. Reivindicación de la libertad frente a la nostalgia del autoritarismo 

Editorial Arpa. 

206 págs.

Barcelona, 2021 

Tres detonaciones oscurecen el horizonte del siglo XXI: los atentados del 11 de septiembre de 2001, la crisis financiera mundial de 2008 y la pandemia de la Covid 19. Seguridad, prosperidad y salud se tambalean. Entra en escena el miedo, la desesperanza ante al futuro y la desconfianza hacia el otro. La incertidumbre altera la arquitectura de las sociedades democráticas que habían derrotado al fascismo y al nazismo en 1945 y al comunismo en 1989. Entran en escena populismos de signo variado: igualitarios y transversales, libertarios y autoritarios. Se instala la sospecha de la ciudadanía frente a las instituciones. En plena pandemia se produce el asalto al Capitolio, lugar simbólico donde descansa la soberanía del país más poderoso del mundo. ¿Involución? ¿Crisis civilizatoria? ¿Neofascismo? El profesor español José María Lasalle asegura que nos encontramos ante un “momento refundacional de la humanidad”. En su libro El liberalismo herido, publicado por Arpa, el autor realiza un profundo análisis sobre lo que está en juego, partiendo de una idea fuerza: el liberalismo está siendo eclipsado por el neoliberalismo. El libro es una continuación de otras dos obras: Contra el populismo (2017) y Ciberleviatán (2019).

José María Lasalle considera que el programa político de la Modernidad (de tipo ilustrado) se concretó a través del liberalismo, que derrotó al Antiguo Régimen y construyó “un relato colectivo emancipador que cambió la faz del mundo”, especialmente con el triunfo de tres revoluciones: la whig de 1688, la estadounidense de 1776 y la francesa de 1789. Este relato emancipador acabó en 1989 con la caída del Muro, momento en que “las ideas neoliberales se hicieron hegemónicas” al calor de las figuras de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y arrinconaron a un liberalismo humanitario que había encontrado un equilibro entre libertad individual e igualdad social.

Según Lasalle, tras el triunfo de las tres revoluciones y la institucionalización del liberalismo, la llegada de la Revolución Industrial y el siglo XIX generaron las primeras divisiones internas en las filas liberales. El autor reivindica el papel jugado por los viejos liberales: Locke, Spinoza y Montesquieu, y critica a los llamados librecambistas defensores del egoísmo individual y precursores del neoliberalismo del siglo XX José María Lasalle también defiende el papel de dos grandes pensadores liberales clásicos como Tocqueville y Stuart Mill, figuras que democratizaron definitivamente el liberalismo, movidos por el impacto de la Revolución Industrial, anticipándose a muchas de las tesis posteriormente defendidas por Max Weber y Ortega y Gasset. Esta democratización del liberalismo será esencial, ya que consolidó la libertad de la persona como valor político per se, con independencia de la renta o de la capacidad intelectual de cada individuo. Para el profesor cántabro, la democratización del liberalismo frenó los conflictos sociales desencadenados por las desigualdades del capitalismo industrial, permitiendo poner las bases de lo que más tarde en el siglo XX serían los Estados de Bienestar, articulados especialmente tras 1945, en un momento histórico clave marcado por el consenso entre diversas fuerzas políticas: liberales, conservadores, democratacristianos, socialdemócratas y la izquierda moderada, que permitió la paz y la reconstrucción de Europa.

Sin embargo, en distintos momentos del siglo XX, y sobre todo a partir de los años 70, con la crisis del Estado de Bienestar, motivada por el alza de los precios del petróleo, los neoliberales se rearmaron frente a los liberales iniciando así una guerra cultural o kulturkampf (concepto nacido con el nacionalismo bismarckiano). En esta guerra cultural se trazaron líneas rojas frente a otros pensadores (como Popper, Rawls y Aron), a los que se acusó de no ser verdaderos y auténticos liberales. El neoliberalismo reforzado en esta lucha pasó entonces a plantear la necesidad de subordinar la democracia al mercado, iniciando un proceso ideológico feroz de lucha por la hegemonía sobre las mentalidades, según el famoso concepto utilizado por Gramsci. En esta construcción de la hegemonía neoliberal fueron claves las figuras de Mises, Hayek, Rothbard (precursor del anarcocapitalismo) y Friedman (Premio Nobel de Economía en 1976). “There is no alternative”, decía Thatcher.

Las ideas de los pensadores neoliberales modelaron la globalización de los años 90 seduciendo a gobiernos liberales y socialdemócratas de distinto signo, para convertirlos a lo que Lasalle denomina la fe neoliberal. Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 determinaron el giro autoritario del neoliberalismo iniciado por los neoconservadores de Bush y su guardia pretoriana, fuertemente influida por el pensamiento de Leo Strauss. Se impuso el cesarismo presidencial, las operaciones sin declaración de guerra previa (violando el derecho internacional) y el llamado “iliberalismo”. Así, se desarrolló en Estados Unidos un nacionalismo ideológico marcado por la dialéctica amigo-enemigo, tanto hacia dentro como hacia fuera, que puso las bases de la polarización que hoy sacude al mundo occidental. En el caso de España, el punto de ruptura fue el 11 de marzo de 2004. Los “neocon” secundados por los grandes magnates de la comunicación, como Murdoch, que hicieron de la propaganda un negocio, dieron alas, durante la administración Obama, al populismo antipolítico del Tea Party que acogió en su seno a grupúsculos supremacistas blancos y del extremismo evangelista. Durante estos años se generalizó una “plebeyización del discurso político”, con una clara renuncia a expresar las ideas de una forma culta, y el crecimiento de un dogmatismo que impedía cualquier punto de encuentro con el compatriota. Por ello se incrementó la violencia verbal y se generó una “cultura de la militancia política a golpe de clic que ha supuesto la desaparición de la verdad afirmada en hechos y su sustitución por la percepción de ella a partir de sentimientos”. ¡Los consensos sociales de la posguerra saltaron por los aires frente a la llamada posverdad! Lo que supone una gravísima herida para el mejor legado de la Ilustración hasta nuestros días: la concepción ilustrada de la convivencia basada en la razón y la tolerancia.

La crisis de 2008 terminó por desbordar este marco. La llamada Gran Recesión provocó el crecimiento de la desigualdad y la concentración de la riqueza en manos de unos pocos, acentuando la atomización individualista y la ruptura de los lazos comunitarios que terminaron de desmoralizar a las clases medias occidentales. Las redes sociales sirvieron de gran amplificador para un discurso del miedo que enseguida se canalizó en rabia y que difundió con gran facilidad una propaganda del odio con numerosas teorías de la conspiración, que suponen una verdadera alteración de la realidad y enrarecen la convivencia. Véase a los negacionistas del cambio climático, a los terraplanistas, el grupo QAnon... En este momento clave es cuando irrumpe en escena la Alternative Right, que canalizó un verdadero ejército ciberpopulista en las redes y que llevó al poder a Donald Trump, que supo reagrupar a neoconservadores, libertarios, supremacistas, fundamentalistas religiosos y paleoconservadores y consolidó el movimiento MAGA (Make America Great Again). A su vez, la figura de Steve Bannon ha sido clave en la articulación y proyección de lo que Lasalle denomina una “Internacional Reaccionaria”, que conecta el trumpismo con otros líderes mundiales como Bolsonaro, Marine Le Pen, Salvini y Abascal.

Para el autor, el trumpismo ha logrado hibridar el pensamiento neoliberal con el fascismo. “Trump invoca el neoliberalismo libertario para reclamar una defensa autoritaria del mismo”. Esto es particularmente grave en el momento histórico que vivimos, donde la confianza colectiva se quiebra y aparece un “fascismo posmoderno que, a diferencia del surgido en el período de entreguerras, no reclama el Estado total, sino un Mercado total habitado por consumidores de contenidos y usuarios de aplicaciones, un mercado total sin ciudadanía ni derechos”. La soberanía democrática decae frente a la soberanía digital (algorítmica y que escapa a los Estados) y que refuerza a un insólito poder aristocrático, el de las grandes corporaciones tecnológicas, que secundado por ejércitos posmodernos de ciberpopulistas constituye “una multitud disciplinaria que recuerda a las milicias partidistas del fascismo durante el período de entreguerras”. La violencia digital ha tenido su bautismo de fuego en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, una intentona golpista “que recuerda al famoso Putsch de Múnich de 1923”. Para Lasalle este acontecimiento no tiene nada de anecdótico y supone un mayor debilitamiento del pensamiento liberal como eje que articula la democracia.

En definitiva, el ensayo de José María Lasalle es un recordatorio de que la historia no nos inmuniza plenamente contra el fascismo eterno (Umberto Eco), así como una llamada a la convivencia pacífica y a la regeneración del liberalismo humanitario. Y es que, como aseguró el médico y humanista español Gregorio Marañón, el liberalismo más que una política es una conducta, ya que “ser liberal, es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin”.

Javier Aparicio González


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