Fernando María Cavaller
Ágape Libros
Buenos Aires, 2018 
542 págs.


El autor de este estudio es el teólogo latinoamericano que mayor dedicación haya entregado a la obra de John Henry Newman, canonizado por el Papa Francisco en octubre del año pasado. Profesor de Teología en la Pontificia Universidad Católica Argentina, fue el fundador de la “Asociación Amigos de Newman en Argentina” y es el director de la revista Newmaniana, publicada en Buenos Aires a lo largo de los últimos 25 años.

Cavaller ha desarrollado además un fructífero trabajo en el sentido de vincular al mundo católico hispanoamericano y principalmente argentino con importantes especialistas –así el inglés Ian Ker y el español José Morales, entre otros– haciendo espacio a una verdadera escuela de conocimiento y pensar newmaniano. Sin duda Humanitas, que cuenta al autor entre los miembros de su Consejo, se ha beneficiado de ello.

El propósito acometido en este libro, que adquiere el formato de un tratado, es de gran ambición, pues busca sintetizar en algo más de 500 páginas la vastísima obra de Newman. Su lectura puede llevar tanto al ameno hallazgo de muy variados textos del santo inglés, como al descubrimiento del hilo conductor de su egregia obra, que, en el parecer de algunos papas, así Pío XII y Pablo VI, es la de quien será un día proclamado Doctor de la Iglesia.

Sus páginas nos aportan asimismo un elenco muy completo y valioso de bibliografía newmaniana, que el autor conoce en profundidad.

La primera parte (pp. 25 a 266) trata de la Revelación Divina, la segunda (pp. 267 a 372), de Jesucristo y la Iglesia, en tanto la tercera (pp. 373 a 488), de la Fe como respuesta a la Revelación Divina. Sigue a ello una síntesis conclusiva donde se abordan los métodos epistemológico, personalista e histórico en Newman, y luego los principios teológico, sacramental y dogmático. En este aparte se refiere Cavaller a su “teología del desarrollo”, uno de los más importantes aportes de Newman a la teología moderna, tema varias veces abordado en el libro, donde se cita el Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana. Al respecto señala el autor:

Una de las primeras convicciones de Newman fue que el crecimiento es la única prueba de que hay vida. También la observación científica en el siglo de Newman comenzaba a percibir una observación propia del cosmos. Pero él no utilizó nunca esta palabra (evolution), sino el término desarrollo (development), que no hablaba de una evolución cósmica o biológica, sino de la Revelación divina, de la Historia de la Salvación, una Revelación progresiva desde Adán que llegó a su plenitud con Jesucristo, y que es transmitida por su Iglesia según otro desarrollo que terminará sólo con la Parusía. Newman hizo una teología del desarrollo que implicaba una vez más, y aquí de modo directo, un principio teológico más profundo y general: la Providencia divina. (p. 510)

Este ejemplo de síntesis que trabaja Cavaller en este tratado lo encontramos en muchas de sus páginas, pero de manera particularmente interesante en el comienzo de la Primera parte, donde se trata de la sacramentalidad de la Revelación. Viene aquí a luz, primero, la cuestión de las intuiciones de la niñez.

Sabemos por la memoria de nosotros mismos y nuestra experiencia de niños –dice el mismo Newman–, que existe en la mente infantil, en los primeros años de su estado regenerado, un discernimiento del mundo invisible en las cosas que se ven, un darse cuenta de lo que es Soberano y Adorable, y una incredulidad e ignorancia acerca de lo que es transitorio y cambiante, que la marcan como el emblema adecuado del cristiano maduro cuando es separado de las cosas temporales y vive en la íntima convicción de la Presencia Divina. (p. 25)

Esto, como se puede muchas veces constatar, se conjuga con su propia biografía.

Sigue a esos signos de la inicial intuición que desarrolla con amplitud lo que se califica de “primeras influencias”, las que parten con Butler y Kelbe y continúan, de un modo decisivo y definitivo, con los Padres de la Iglesia, en particular los alejandrinos. Aparece aquí la doctrina patrística de las “semillas del Verbo”, que confluirá en uno de sus célebres Sermones universitarios (Oxford), La influencia respectiva de la religión natural y revelada, pronunciado en 1830: “A ningún pueblo (por hablar en términos generales) se le ha negado una revelación de Dios, si bien solo una porción del mundo ha gozado de una revelación con garantías de autenticidad”.

Cavaller recuerda que cuarenta años después del apuntado Sermón en Saint Mary de Oxford, fruto de un largo período de maduración, entre otras sobre esta materia, aparecerá el monumental ensayo de Newman, Gramática del asentimiento. Este y el citado Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana serán dos escritos de importante referencia en el Concilio Vaticano II.

Esta obra, el tratado de Fernando María Cavaller, cuenta con características que harán interesante y provechosa su lectura a los eruditos, pero asimismo a los conocedores generales, lo cual se ve reforzado por el lenguaje literario decantadamente elegante que usa Newman (hay también que dejar constancia de la experiencia y dedicación por años de Cavaller a la traducción del genio inglés al castellano) y por la riquísima pluralidad del horizonte biográfico y doctrinal del propio John Henry Newman.


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