Joaquín Navarro Valls

Editorial Planeta Barcelona, 2023

643 págs.

Este libro es un perfil humano de Juan Pablo II, escrito por alguien que lo conoció muy bien y le tuvo gran cariño y admiración. Joaquín Navarro Valls, médico psiquiatra y periodista, trabajó durante 23 años junto a Juan Pablo II. Su cargo oficial era director de la Stampa, la oficina de informaciones del Vaticano. Pero este libro no es una historia de esa oficina. Son las notas personales de Navarro Valls, escritas en un castellano salpicado de italianismos.

El resultado son 50 capítulos que dan a conocer el pensamiento del Papa, su vida de piedad, sus inquietudes, su sentido del humor y la pasión que ponía en que el mensaje de Cristo llegara a todo el mundo.

A Navarro Valls le costó mucho seleccionar sus notas, porque temía dar a conocer asuntos que fueran de la privacidad del Papa. El periodista Diego Contreras, de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, le ayudó en esta selección de recuerdos y el libro se publicó después de la muerte de Navarro Valls.

Muchos capítulos coinciden con sus viajes, pero tres de ellos están dedicados a las vacaciones del Papa, que pasaba unos días en la montaña con un pequeño grupo de colaboradores. Navarro Valls tuvo la suerte de acompañarlo siempre. Desde que Wojtyla era un montañista y esquiador lleno de energía hasta sus últimas vacaciones, consumido por la enfermedad, pero amante de la naturaleza. Juan Pablo II agradecía profundamente estas excursiones. “No me lo merezco”, decía.

En el libro aparecen muchos personajes, dentro y fuera del Vaticano, desde los monseñores Sodano y Casaroli hasta Gorbachov o Fidel Castro. Pero Navarro Valls conoció más profundamente a Stanislas Dziwisz, el secretario personal de Juan Pablo II. Le impresionaba lo pendiente que estaba del Papa, su fidelidad, su dolor cuando se percató de que su salud declinaba en forma irreversible. También le divertía el modo que tenían de entenderse en polaco.

El capítulo cuarto relata el viaje a Uruguay, Argentina y Chile. Se titula “más fuerte que el odio”, parte de un grito del Papa en Chile: “el amor es más fuerte”.

Los viajes del Papa, como es lógico, fueron seguidos con atención por el mundo católico, pero aquí el autor los presenta desde otra perspectiva: lo que significaban para él y para los colaboradores. Había que prepararlos con mucha anticipación. Juan Pablo II elaboraba sus discursos con gran estudio, aunque alguna vez, llegado el momento, se salía de lo escrito y hablaba de otro tema.

Después, el viaje mismo era agotador, porque partían en el avión con un grupo de periodistas, todos querían saber algo del país, hablar con el Papa, comer, descansar, bajar los primeros, transmitir algo a su oficina. Navarro Valls resumía este ambiente: “diez días en Polonia, el Papa exultante, yo derrengado”. A la mañana siguiente el Papa los convidaba a almorzar para analizar el resultado del viaje.

Grandes problemas del catolicismo aparecen en estos cincuenta capítulos: el cisma de Lefebvre, una dolorosa reunión de los obispos suizos en Roma, la carta contra el Papa firmada por Hans Küng y más de cien teólogos, los casos de pedofilia entre los sacerdotes de Estados Unidos.

Ciertos asuntos políticos apasionaban al Papa, por ejemplo el Líbano, un país donde habían convivido en paz los católicos con otras religiones. En los años de Juan Pablo II grupos guerrilleros musulmanes violentos ingresaron al país persiguiendo a los católicos hasta la muerte. Para la opinión pública, el Líbano era un país con guerrillas internas como tantos otros; para el Papa era un movimiento decidido a exterminar a la Iglesia. Las reuniones sobre la mujer en el Cairo y Pekín fueron otro tema. El Papa no asistió personalmente, pero envió una delegación de alto nivel y fue muy contrario a lo que allí se aprobó.

Para Navarro Valls, Juan Pablo II fue un gran contemplativo. Además de rezar mucho y en los momentos más inesperados, de pronto se abstraía completamente para conectarse con Dios.

Elena Vial

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