Abdón Cifuentes
Fe de Ratas Libros Santiago, 2023.
394 págs.
Páginas de memoria es una reedición con selección, prólogo y notas de Rafael Gumucio de los recuerdos que Abdón Cifuentes (San Felipe, 1836 - Santiago, 1928) dejó para sus hijos después de una larga y agitada vida como periodista, profesor y político del Partido Conservador. Son páginas enteramente dedicadas a sus luchas políticas, de las que deja fuera su vida familiar y social y sin ningún asomo de su experiencia religiosa en un católico por lo demás fiel y tenaz.
En la durísima confrontación entre liberales y conservadores, sobre todo en el período en que los conservadores habían perdido control sobre el gobierno y el parlamento (desde Montt y la formación del partido montt-varista hasta el presidente Balmaceda), Abdón Cifuentes jugó un papel crucial para mantener viva la enseña del conservadurismo católico, que mezclaba entonces y de una manera paradojal la defensa acérrima del catolicismo como religión de Estado, por una parte, y de la libertad de enseñanza, por otra. Abdón consigue apenas –como ministro de Educación de Federico Errázuriz– suspender por un tiempo la obligación de examinarse a través de profesores del Instituto Nacional, y busca expresamente la destitución de Barros Arana –un hombre malqueriente que hablaba mal de todo el mundo–, liberal furibundo y celoso defensor de los derechos de Estado sobre la enseñanza particular que comenzaba a despuntar entonces con sendos colegios como el San Ignacio de Alonso de Ovalle y los Sagrados Corazones de Alameda. Después jugará un gran papel en la fundación de la Universidad Católica (1888), sobre todo como fundraiser (para disipar las objeciones del arzobispo Casanova acerca de la sustentabilidad de la Universidad, “¿y si después tengo que cerrarla por falta de fondos y hago el ridículo?”), pero también como inspirador de su propósito de formar estudiantes en artes e industrias (arquitectura, ingeniería mecánica, agronomía, química, construcción) para combatir la educación excesivamente literaria de la enseñanza pública.
Desde el comienzo como joven profesor del Instituto Nacional se opuso al generalismo de los profesores y la falta de especialistas que conocieran bien sus materias, la enseñanza excesivamente lógica-gramatical de los idiomas, y la recitación de memoria como indicador de un buen resultado en el aprendizaje. Después del devastador incendio de la iglesia de la Compañía (1862) el día de la Inmaculada que cerraba el mes de María, por ende, con el templo lleno de bote en bote, arreció la crítica liberal hacia la religión de tal manera que se fundó el primer periódico expresamente católico, El Independiente, rival de El Ferrocarril –el gran diario liberal– que Abdón dirigió por muchos años junto con Zorababel Rodríguez. También en el periodismo independiente y de trinchera sobresalió de manera singular.
La tercera causa que consumió su vida política fue el combate al cohecho que daba una ventaja irremontable a los candidatos del gobierno que sencillamente compraba los votos necesarios para crear el cuerpo de electores que finalmente tomaba las decisiones. Fuera del gobierno, el Partido Conservador tenía pocas oportunidades de contrarrestar la máquina gubernamental y solo cabía aprovechar las disensiones del bando liberal y formar alianzas grises –como la que lo llevó a él mismo al gabinete de Federico Errázuriz.
Hombre que tenía un fuerte espíritu libertario, nunca dudó, sin embargo, en defender las prerrogativas de un Estado que se definía oficialmente como católico. Pronosticó las penas del infierno para las leyes civiles de Domingo Santa María (el presidente más detestado), sobre todo para el matrimonio civil que favorecería la bigamia –alguien podría casarse por el civil primero y luego por la Iglesia con mujeres distintas, pero en esto yerra porque la Iglesia no reconocía como válido el matrimonio civil– o para los cementerios laicos que impedían el entierro de los católicos –aunque esto porque la Iglesia no admitía el entierro en un cementerio público, cosa que aceptará rápidamente–. Cifuentes actuó en el período crucial en que comienza a separarse la Iglesia del Estado y la acción de los católicos ya no podía contar con el apoyo y beneplácito de los poderes públicos. Tendrían que hacerse cargo ellos mismos de aquello que daban hasta entonces por descontado. El desafío de actuar por iniciativa propia, de encontrar el apoyo y el financiamiento necesario para las obras sociales, educativas y religiosas de la Iglesia, y de producir una opinión pública favorable, fue asumido de manera ejemplar por Abdón Cifuentes, una figura para revalorizar, según reza el título del postfacio del profesor Hernán Corral.
Eduardo Valenzuela