Hace seis años, publiqué la carta encíclica Laudato si', sobre el cuidado de nuestra casa común, apelando a un nuevo diálogo compartido sobre nuestra casa común, sobre cómo estamos formando negativamente al futuro de nuestro planeta con nuestro comportamiento irresponsable. Me alegra ver que la encíclica ha tenido un impacto positivo en nuestros esfuerzos por cuidar nuestra casa común en la Iglesia, en nuestras comunidades ecuménicas e interreligiosas, en los círculos políticos y económicos, en las esferas educativa y cultural, y más allá. Después de que Laudato si' fue publicada, invité a los católicos a unirse a mi querido hermano, su santidad Bartolomé, el Patriarca Ecuménico, y a nuestros hermanos ortodoxos, para celebrar juntos la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación el 1 de septiembre. Estoy lleno de gratitud porque el mensaje urgente de Laudato si' se ha hecho eco en declaraciones importantes y, lo que es más importante, en acciones de otras tradiciones religiosas sobre nuestra vocación de ser custodios de la creación de Dios. Recuerdo con alegría la Carta Rabínica sobre la Crisis Climática, la Declaración Islámica sobre el Cambio Climático Global, la Declaración Budista sobre el Cambio Climático a los Líderes Mundiales, y Bhumi Devi Ki Jai! Una declaración hindú sobre el cambio climático.
Laudato si' es un llamado global a ser cuidadores de nuestra casa común, por lo que es maravilloso ver que el Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral ha tomado la iniciativa de reunir reflexiones de personas y comunidades de todo el mundo sobre los mensajes de Laudato si'. El Laudato si' Reader, título bajo el que se recogen estas reflexiones, es de hecho una conclusión adecuada para el “Año especial del aniversario de Laudato si” que se celebró del 24 de mayo de 2020 al 24 de mayo de 2021.
El grito de la Tierra y el grito de los pobres que presento en Laudato si' como consecuencia emblemática de nuestro fracaso en el cuidado de nuestra casa común se ha visto amplificado últimamente por la emergencia del Covid-19 que la humanidad sigue luchando por controlar. Así, una crisis ecológica, representada por el “grito de la tierra”, y una crisis social, representada por “el grito de los pobres”, se han hecho mortales por una crisis sanitaria: la pandemia del Covid-19. Tan ciertas son las palabras de mi predecesor, el Papa Benedicto XVI, que “la forma en que la humanidad trata al medio ambiente influye en la forma en que se trata a sí misma, y viceversa”[2].
Sin embargo, no olvidemos que las crisis son también ventanas de oportunidad: son una oportunidad para reconocer y aprender de los errores del pasado. La crisis actual debería hacernos “convertir lo que le está sucediendo al mundo en nuestro propio sufrimiento personal y así descubrir lo que cada uno de nosotros puede hacer al respecto” (LS,19). También son un momento para que cambiemos de marcha, para cambiar los malos hábitos con el fin de poder soñar, co-crear y actuar juntos para lograr futuros justos y equitativos. Es hora de desarrollar una nueva forma de solidaridad universal que se base en la fraternidad, el amor y la comprensión mutua: una que valore a las personas por encima de las ganancias, una que busque nuevas formas de entender el desarrollo y el progreso. ¡Y así, es mi esperanza y oración que no salgamos de esta crisis de la misma manera que entramos en ella!
El pasado reciente nos ha demostrado que son principalmente nuestros hijos los que entienden la escala y la enormidad de los desafíos que enfrenta la sociedad, especialmente la crisis climática. Debemos escucharlos con el corazón abierto. Debemos seguir su ejemplo porque son sabios más allá de sus años.
Este es un momento para soñar en grande, para repensar nuestras prioridades –lo que valoramos, lo que queremos, lo que buscamos– y replanificar nuestro futuro, comprometiéndonos a actuar en nuestra vida diaria sobre lo que hemos soñado. ¡El momento de actuar y actuar juntos es ahora!