Ricardo Ramírez Basualdo
Editorial Nueva Patris
Santiago, 2024
126 págs.
El profesor Ricardo Ramírez Basualdo nos propone un libro que logra sorprender. En primer orden, porque le otorga vitalidad a un tema que pareciese estar perdido en los primeros siglos de la historia de la Iglesia, en medio de disputas teológicas. En segundo orden, porque los conceptos que propone, expresados en un relato dinámico y cercano, logran activar una reflexión de alta relevancia y vigencia, a la luz de los desafíos que experimenta, en el presente, el desarrollo y cultivo de la fe cristiana.
El propósito central del libro busca establecer bases conceptuales, en las que se pueda sostener que la Virgen María es verdaderamente la Madre de Dios, la Theotokos. Para lograr este objetivo, el profesor Ramírez da a conocer las argumentaciones de Cirilo de Alejandría (370/444 d.C.), presentes en las disputas epistolares que tuvo con Nestorio (386/451 d.C.), y mayormente desarrolladas en algunos concilios de importancia, en los que tuvo una participación de especial rutilancia. Todo ello se vertebra orgánicamente a través de tres momentos fundamentales: una presentación acuciosa del contexto histórico en el que se desarrollan las disputas, una aproximación formal a la obra de Cirilo ¿Por qué Cristo es uno?, con acento en su unidad intrínseca, y el lugar de la Theotokos, como una consecuencia evidente de la unidad cristológica.
El tópico más esencial en el que se focalizan estos momentos fundamentales está representado por el concepto de énosis, relativo a las dos naturalezas de Cristo. En palabras del profesor Ramírez, en su interpretación de Cirilo, la énosis muestra “…que dos naturalezas están unidas en una misma persona, sin que una absorba o destruya a la otra necesariamente” (p. 56), lo que implica una perfección de los elementos individuales de cada una de ellas. Cirilo establece que el pensamiento de Nestorio va en una dirección completamente distinta en relación con esta aseveración, al afirmar que lo que se ha hecho carne ha dejado de ser lo que era, porque el Dios perfectamente inmanente e inmutable, no puede perder la condición divina que lo define de manera esencial.
Es precisamente esta disputa la que nos orienta hacia una revitalización de una controversia teológica central, de profundas implicancias para nuestra reflexión presente. El profesor Ramírez destaca algunos planteamientos de San Atanasio, perteneciente a la misma escuela de Cirilo de Alejandría, para relevar este punto, afirmando que, desde su primera obra, San Atanasio “expresa la unidad de Cristo, pues quien nació de la Virgen, comió, bebió, sufrió y murió no es un hombre cualquiera, sino el Verbo de Dios” (p. 36). Lo que genera cuestionamientos, tales como “¿No es acaso lo que da toda su profundidad y alegría al cristianismo? O que el cuerpo nacido de la Virgen y colgado de la cruz sea verdaderamente el cuerpo de Dios ¿no es lo que me prueba que yo soy amado con un amor verdaderamente infinito?” (p. 56). Un conjunto de expresiones de una profunda fuerza vital, dichas hace tantos siglos, que nos impulsan hacia un derrotero de vital importancia para el tiempo de hoy. En efecto, si hablamos de Dios como inmanente, impasible e inmutable, como aquello que, de manera exclusiva, es lo totalmente otro, y si decimos que Cristo sólo es un signo de su amor, un símbolo de su cercanía, pero sin una unidad substancial con nuestra naturaleza, entonces, estamos hablando de un Dios inalcanzable, una entelequia ajena, abstracta y distante. La énosis es expresión de una convicción fundamental, en la que se expresa un misterio que sólo podemos aceptar por fe: que Dios se abaja, que Dios se anonada al encarnarse. Precisamente, la kénosis, es la paradoja de un Dios que sale a nuestro encuentro, a través de su Hijo, que es el pensamiento que tiene de sí mismo. De aquel Dios que supera nuestros códigos, parámetros y sistemas de creencias.
La Virgen María emergerá, en este contexto, como la persona en la que la Énosis encuentra un hogar. No es simplemente una criatura humana que ofrece un vientre indiferenciado, en el que la naturaleza no tiene posibilidad alguna de transferir química, pensamientos y sentimientos, a una vida engendrada.
Recomiendo el libro del profesor Ricardo Ramírez, porque propone un terreno de conversación que requiere de nuevas y más amplias aproximaciones, desde la teología y la filosofía. El autor queda desafiado a llevar una disputa histórica a un escenario actual, en el que las ideas no sean canceladas o descartadas como heréticas, como antaño, sino presentadas en un ámbito plural, en donde diversos interlocutores intentan influir desde sus miradas particulares, en pro de búsquedas comunes. También queda interpelado para sumergirse en una segunda etapa, en la importancia de la Virgen María desde una perspectiva teológico-antropológica.
Gonzalo Durán Jara