Osvaldo Valenzuela Berríos

Mihi Lux Talca, 2022

223 págs.

El presente libro, cuyo título recuerda viejas ensoñaciones chilenas, trae en su contratapa el elogio de un miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Historia, Jaime González Colville, que llama la atención a quien coge esta obra en sus manos. Dice el académico González: “El libro que hoy revisamos es una joya de laboriosidad”. Su autor, un abogado joven y magíster en historia de Occidente, eleva en efecto, en estas páginas, y con justeza, el “microcosmos” talquino –de lo que el lector se da cuenta rápidamente– a una dimensión de historia de la cultura, no solo chilena, que resulta muy apreciable.

El anterior propósito tiene ya un “aviso”, sorprendente, apenas al dar vuelta la portadilla del libro y encontrarse con la dedicatoria: “A Jesucristo, mi Señor y Salvador”. La vívida y a veces graciosa descripción ultraterrena apunta pues, en estas páginas, a un horizonte trascendente, lo que se expresa como intención de fondo en muchos pasajes.

Es un hecho que la crítica social chilena, en su literatura, se ha adentrado ayer y hoy con verdadera genialidad en la descripción de personajes y ambientes, cuyo encorsetamiento se describió con arte a contraluz de realidades humanas nobles, y de hondo calado que emergían dramáticamente y con dificultad.

Es el caso, en el siglo XIX, del Martín Rivas de Alberto Blest Gana y de Casa grande de Luis Orrego Luco. Asimismo, en el siglo XX, de la célebre obra de teatro del dramaturgo Fernando Debesa, la tierna y monumental Mama Rosa, lección de humanidad empapada de ethos cristiano.

El mito de una Talca aristocrática y muy parisina deriva en gran parte de esa realidad que Blest Gana llamó “los trasplantados”, gente de alcurnia y fortuna que hicieron su hogar material y espiritual en el París de la “Belle Époque”. La agudeza de la crítica no puede desconocer, por cierto, los muchos elementos de enriquecimiento cultural aparejados a tal fenómeno, pero, con todo, su realismo es innegable y a la vez correctivo. Se trata, asimismo, ese “trasplante”, de un fenómeno típicamente sudamericano, que arraigó en las aristocracias paulista y carioca, bonaerense y santiaguina, menos así en las capitales y ciudades importantes del Perú, Colombia y México, naciones donde la antigua aristocracia fue fuertemente marcada por la hispanidad.

Osvaldo Valenzuela, el autor, remonta el fenómeno a comienzos del siglo XIX, con las aventuras del talquino Conde del Maule, que escribió 14 volúmenes de su viaje por Europa, con epicentro en París, provocando con sus crónicas rencillas envidiosas entre las élites de Santiago, Talca y quizá Curicó, un fenómeno que podríamos catalogar como un brote ardiente y prototípico de provincianismo en el finisterrae chilensis.

En párrafos de lectura clara y amena, se cruzan en la visión crítica de este “microcosmos”, similitudes con otros contextos sociales de la época, causas de raigambre costumbrista, socioeconómicas y sobre todo espirituales. Ello explica el rico catálogo de autores y obras consultadas, que en un diapasón va de Edwards Bello y Encina a Nietzsche, Unamuno y Ortega, y en otro de Eliot, C.S. Lewis, Frankl, Ricoeur y bastante Luigi Giussani a Oscar Wilde y Neruda.

La arrogancia de los falsos atributos, donde a ratos resuena el mundo de Proust, se conjuga con la referencia a fenómenos rastreados en estudios provenientes de la misma Universidad de Talca (1984): “La europeización de América bajo moldes ingleses y franceses obedece a un fuerte ritmo imitativo de los grupos altos, imitación estimulada por los grupos capitalistas europeos que ven en ellos el mercado para colocar más productos y por esta razón incentivar todo un apetito de consumo que irá en provecho europeo” (p. 93).

La reflexión muy bien investigada que entrega su autor en este libro –aprovechando el famoso título decimonónico con que se engalanó la ciudad del Piduco– se inserta, sin pretensión, pero con real valor, en el marco de la buena literatura chilena de crítica social.

Jaime Antúnez A.

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