Sergio Silva Gatica SS.CC.

Ediciones UC

Santiago, 2023

292 págs.

Agradezco sinceramente la oportunidad de presentar este libro. Su lectura ha sido para mí ocasión de revisitar muchos de los temas que en los comienzos de mis estudios de Teología me despertaron a la reflexión y que, así, se transformaron para mí en la puerta de entrada en el mundo de la teología. Intentando poner nombre a lo que me habita al terminar la lectura llego a las palabras/frases “memoria agradecida”, “familiaridad con lo que me fue ganando por y desde dentro” y “herencia compartida que nos hermana en una hermosa vocación intelectual”.

La lectura del libro me trajo a la memoria una inquietud que fue acuñando Sergio Silva luego de varios años impartiendo el curso de Teología Fundamental. Se preguntaba, si mal no recuerdo, si un curso como este debía estar al comienzo o al final de la formación teológica de un estudiante de pregrado. Se lo preguntaba pensando ante todo en el provecho que se le podría sacar. No sabría responder a esa pregunta, creo que depende. En mi caso estuvo al comienzo y Sergio fue mi profesor (y luego fui su ayudante y él mi profesor guía en el magíster). Mientras leía el libro y revisitaba muchos de los temas que estuvieron presentes en ese primer curso de teología, pensaba en cómo lo que fue sembrado en un comienzo fue dando de sí y cómo ha estado de alguna manera presente hasta ahora (¿causa eficiente?, ¿historia de los efectos? Algo así…). Creo que hay experiencias de aprendizaje que dejan huella y que siguen haciendo camino por dentro. Quiero aprovechar de agradecer a Sergio por lo mucho que he recibido de él como maestro y también como amigo. Y de paso quiero aprovechar de agradecer a todos los buenos profesores de esta Facultad.

El libro. Siempre me ha admirado el modo de Sergio de transmitir una intuición. Plantea preguntas y él mismo se deja interpelar por ellas. Tiene un modo de argumentar que introduce en el planteamiento, de manera que quien lo lee o lo escucha puede ir haciendo con él ese mismo camino de búsqueda. Lo que me admira es que lo hace sin secuestrar el pensamiento del otro, sino dejando espacio para que cada cual saque sus propias conclusiones. Eso, ciertamente, es un arte. Otro aspecto que me llama la atención positivamente en este modo de reflexionar se relaciona con el modo de abordar las distintas temáticas. Al argumentar va como rodeando la cuestión, proponiendo diferentes cortes, ángulos y perspectivas. Me parece que esta es una muy buena manera de entrar en los temas, sobre todo cuando permiten más de una mirada posible, y un modo de abordar un fenómeno complejo en su complejidad. Lo menciono porque es lo mismo que he encontrado en este libro. Son variados los marcos de interpretación para los diferentes temas, sean teorías procedentes de otras disciplinas o que vienen de la propia, sean pensadores, a quienes se recurre para en momentos tomar distancia para ver más claro y en otros momentos acercarse y agudizar la mirada.

Como valor agregado, viendo el conjunto del escrito, este es un texto que no se ha escrito de una vez, sino que en él se encuentra el decantar de un pensamiento que, como el buen vino, ha ido madurando con el tiempo. Eso, ciertamente, se nota.

El libro se compone de seis capítulos. El primero se titula “La teología y el entorno cultural”. Se inaugura con una pregunta a la vez sencilla y profunda: ¿por qué la teología debe tener en cuenta la cultura? Sergio expresa aquí una preocupación que lo ha acompañado largamente. La condición histórica y el arraigo en la cultura son propias de toda comprensión, la teología se desarrolla en el marco de una trama cultural. Dios se autocomunica a la humanidad en el tiempo y en el mundo. La historia es lugar de encuentro de la humanidad con Dios. Con esto se propone el marco general que sirve de entrada para los capítulos siguientes, que tratan sobre cinco importantes funciones de la teología fundamental: la función apologética, sistemática, epistemológica, dialogal y autocrítica.

Me ha llamado la atención el ritmo interno del libro. Coherente con la idea de una teología abierta y dialogante, el libro (al igual que lo fue el curso de teología fundamental) se plantea como una conversación fecunda con importantes fuentes y pensadores. La Sagrada Escritura toma la palabra. Entran en la conversación voces diversas. Se destacan los que han sido los compañeros de viaje del autor. Ciertamente, están los más amigos. Es el caso, por ejemplo, de Maurice Blondel, Jünger Habermas y Romano Guardini. El pensamiento de los autores, aun en medio de su complejidad, es presentado de un modo claro y sencillo. Luego Sergio mismo entra en la conversación. Toma la palabra y se pregunta cómo cada una de estas perspectivas es capaz de iluminar una experiencia de fe que busca comprender lo que cree. Así hay apropiación de la palabra que inicialmente parecía extraña, pero que, al ser leída desde la propia disciplina, bajo un determinado prisma, se muestra capaz de enriquecer el quehacer teológico.

Hay temas que parecen haber generado especial interés en Sergio. Es el caso, por ejemplo, de los desafíos que le plantea a la teología la realidad cultural, todo lo que involucra la tecnociencia, el impacto que ha tenido el pensamiento moderno en la autocomprensión de sí del ser humano, la comprensión humana inserta en una trama de conocimiento e interés, la credibilidad del cristianismo ante la nueva era de la razón, etc.

De entre ellos, sin pretensión de exhaustividad, elijo un par de temáticas que, en este momento, creo que por las preguntas que yo misma traigo, me han resonado de un modo especial. Lo hago con la intención de mostrar algo de la riqueza de este libro y así abrir el apetito a su lectura.

El primer capítulo pone el foco en la cultura como dimensión irrenunciable de la comprensión. La palabra es una acción inculturada. El testimonio de Jesús conservado en la Biblia viene con un ropaje cultural. La teología debe mediar entre el dato de fe y el horizonte cultural de cada época. El teólogo también es deudor de su cultura. Por eso, se vuelve irrenunciable para la teología ofrecer una reflexión sobre la cultura. En más de una ocasión me he preguntado cómo se recepciona la cultura. Cómo podemos prestar real oído a la realidad cultural propia y ajena. Sergio propone una perspectiva muy sugerente. El quehacer teológico debe ser entendido como un ejercicio hermenéutico que es realizado en clave de discernimiento cultural. Esto me hace pensar en la necesidad de, en una facultad como la nuestra, desarrollar especiales habilidades que nos capaciten (a académicos y estudiantes) para una reflexión realmente inculturada. Hay una frase que está en el libro y que creo expresa muy bien esta intuición: “la comunicación del Evangelio exige de los teólogos el máximo desarrollo posible de su capacidad de diálogo con el mundo en que viven, porque ese mundo los configura tanto a ellos como a los destinatarios de su comunicación” (p. 203).

Al tratar sobre la función apologética de la teología, Sergio refiere a los desafíos que debe enfrentar la fe. Hay los implícitos y los explícitos, los que vienen de dentro y los que vienen de fuera. En todos ellos nos vemos ante una fe en apuros que se ve obligada a dar más de sí, ante una fe que, al verse interrogada por la realidad, debe decirse en lo suyo más propio y verdadero con renovada claridad. Los desafíos (o en su defecto las amenazas) no se eligen, solo se reciben; sin embargo, sí podemos elegir lo que hacemos con ellos. Creo que una mirada positiva y constructiva como la que se propone aquí, que es capaz de hacer de la crisis/amenaza una oportunidad, resulta muy oportuna en el presente de la sociedad y de la Iglesia.

En el capítulo tercero (la función sistemática), Sergio propone una reflexión en torno a los conceptos fundamentales de la teología. Hace sentido la idea de un posible cambio de paradigma que obliga a una redefinición de una ciencia, el modo dinámico como entiende los conceptos fundamentales de la teología y su propuesta de entender como tales la autocomunicación de Dios y la fe como respuesta. Junto con las claves de recomprensión que propone, recojo esta mirada dinámica a la propia disciplina y la pregunta en torno a los posibles cambios de paradigma que obligan a repensar los pilares sobre los que se sostiene la propia reflexión. Estamos en un tiempo complejo. Tal vez una reflexión a este nivel podría ser oportuna.

Los capítulos 4 y 5 inauguran una reflexión sobre temáticas más recientes. Del diálogo se ha comenzado a hablar últimamente, como subraya Sergio en el capítulo 4. Me ha resultado grato ver que entre sus referentes está el mundo de las artes.

A lo que agregaría, porque es en lo que estoy ahora, el valor de una teología que se desarrolla en diálogo con el mundo de la literatura (o con la ecología, el deporte y la amistad). La pregunta de fondo es por las mediaciones culturales que favorecen el diálogo con el mundo en que vivimos. En el capítulo 4, Sergio refiere a los lugares teológicos, entre ellos la historia. Me ayuda pensar esos lugares (Escritura, Tradición, Padres, Magisterio…) como una red epistemológica que permite discernir la voz de Dios que resuena en la polifonía del mundo. La pregunta que me hago es cómo nos ponemos a la escucha de esas voces mundanas en las que el Dios encarnado se autocomunica a la humanidad, cómo asegurar una real escucha de esas voces, dejando que ellas efectivamente impacten en nuestro quehacer.

El capítulo 5 es un muy buen corolario. Se entiende la autocrítica como una manera de acoger dialogantemente y con espíritu de discernimiento las críticas internas y externas que recibe la teología y la Iglesia. Si de los motivos que existen para la crítica se trata, a lo primero que se llega es a la crisis de abusos en contexto eclesial. Sergio afirma que aquí lo teológico es menos evidente. Yo agregaría que estamos al debe en ello. Menciona también la crítica a lo ideológico del pensamiento teológico. El nuestro siempre será un conocimiento situado que tiene a la base prejuicios (Guardini). El problema no es ese, sino postular una verdad absoluta y hegemónica que nivela y silencia toda otra voz. Algo que, ciertamente, no debemos olvidar, más pensando que una y otra vez nos toca tomar la palabra y para eso intentamos proponer buenas síntesis de lo que percibimos de la realidad. La pretensión de verdad es inevitable. Que se nos recuerde que no debemos dar a lo relativo el valor de absoluto nos puede ayudar.

Hasta aquí llego yo. Solo, para terminar, quisiera comentar que me sorprendió gratamente ver cómo el proyecto de teología fundamental de Sergio Silva se ha seguido desarrollando. En el libro incluye temáticas que no estaban en el curso que yo hice, otras han encontrado una nueva posición... Agradecer también eso. Es una muy buena señal ver un compromiso con la teología que sigue en pie (y es vinculante) aun cuando no sea llevado adelante en las dependencias de esta Facultad.

Ángela Pérez J.

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