Una versión ligeramente modificada de este texto se expuso el miércoles 16 de agosto de 2023 en el Salón de Honor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con ocasión del lanzamiento del libro.
No resulta fácil el desafío de dirigir unas palabras conclusivas a la presentación del libro que hoy nos convoca. Hemos contado con destacadas figuras que han dado forma y discusión a una reflexión tan necesaria en el tiempo actual y que pone sobre relieve la fuerza, la dignidad y la presencia de la mujer en este tiempo.
Sin embargo, sería injusto concluir este lanzamiento sin relevar la figura y la persona de Juan Pablo II. Papa pionero, valiente y fiel hijo de su tiempo. Que supo auscultar las voces de la cultura y de la sociedad. Y que tal como anunció en Ex corde Ecclesiae, se vio interpelado a establecer un diálogo permanente de la Iglesia con la cultura de su tiempo, en el que a partir de sus propias palabras se juega el destino del mundo y de la Iglesia en este siglo, y nosotros nos atrevemos a decir, también para los siglos venideros.
El joven cardenal Wojtyla, en la Cuaresma del año 1976 predica el retiro anual al entonces Santo Padre Pablo VI. Esos ejercicios espirituales se transformaron posteriormente en un libro que se conoce como “Signo de contradicción”. Es interesante que la expresión “signo de contradicción” trasluce el sentido más profundo de lo que fue el pontificado de Juan Pablo II. Y si bien él hace referencia en este retiro a
las palabras pronunciadas por el anciano Simeón que profetizan la vida y misión de Cristo, es imposible separarlas de la imagen de María. “Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción” (Lc 2, 34).
Han transcurrido más de dos mil años y esas palabras proféticas no han perdido actualidad. Con esta publicación, hemos tratado de subrayar hasta cierto grado el sentido de esta contradicción, intentando penetrar hasta sus raíces, toda vez que es María “el nuevo principio de la dignidad y vocación de la mujer, de todas y cada una de las mujeres”. Ello nos ha servido como el hilo conductor de los distintos capítulos de este libro y que quieren dar luces sobre ese llamado a la grandeza que es la mujer y que, como pueden ver en el índice del libro, hemos organizado en torno a dos grandes ideas; por una parte, la esencia y vocación de lo femenino y, por otra parte, el actuar de la mujer.
Sobre el primer conjunto de capítulos reunidos en torno a la idea de la esencia y vocación de lo femenino, abre la discusión Carolina Barriga para presentar magistralmente a la mujer desde una aproximación psicológica y que, en palabras de la propia autora, “Quizás lo más relevante de esto, y el sentido de poder identificar aquellas cualidades psicológicas y espirituales propias del modo de ser femenino, es poder comprender la importancia de la promoción de un verdadero feminismo, que enriquezca la cultura incorporando a la mujer desde su ser femenino y no desde una destructiva masculinización”.
Esther Gómez nos invita a mirar desde los lentes de Benedicto XVI la idea de “genio femenino”, ampliamente desarrollada por Juan Pablo II. La autora destaca el acuerdo antropológico y teológico entre los pontificados que se asienta en una base bíblica compartida. La “comprensión de varón y mujer como compañeros llamados a ser ‘otro yo’ el uno para el otro de manera complementaria”, lo que Ratzinger traduce en la invitación de cada persona a “aceptar el vuelo de la flecha de su existencia”.
Palma Ventrella dibuja la relación de Jesús con la mujer a través de un espectacular paso por el Nuevo Testamento en clave esponsal, lo que “constituye ‘el estilo’ de Cristo al tratar a la mujer” y ratifica la autora “el amor de Jesús Esposo afirma a la mujer como persona y le da la posibilidad, por tanto, de desarrollarse y enriquecerse plenamente”.
Para el capítulo de Sebastián Buzeta la dimensión esponsal asume la comprensión de dignidad de la mujer, por una parte, en tanto que persona humana, y, por otra, por el lugar que tiene la maternidad como elemento central y unitivo con Dios según la Revelación.
Ana Martínez y Lorena Navo se preguntan por la mujer consagrada y afirman que “esta vocación no es solo fruto de una opción libre, sino también de una gracia especial por parte de Dios, que llama a una persona determinada”. Así la consagración virginal se presenta como un camino en el que, de un modo diverso al matrimonio, la mujer realiza su personalidad a imagen de la Virgen María.
Daniela Lozano y Carmelo Galioto regalan a esta publicación un capítulo fascinante, en el que profundizan en la generatividad tan propia del mundo de la mujer. Para los autores la generación es una realidad más profunda y misteriosa en la mujer que en el hombre, ya que el ser femenino está traspasado por esta apertura a la vida y al cuidado.
El capítulo de Sergio Salas cierra esta primera parte respecto de la esencia y vocación de la mujer. En este capítulo Salas profundiza la complementariedad hombre y mujer. A través de una cita en que trae a Ratzinger, afirma que la reciprocidad del hombre y de la mujer pertenece, en este sentido, al núcleo más íntimo de la forma del ser humano, en cuanto creatura; esta tiene que ver con su semejanza con Dios, en la medida en que es una expresión esencial del carácter racional de la existencia humana.
Patricia Imbarack
Para el segundo apartado de capítulos que giran en torno al actuar de la mujer, María José Lecaros abre la discusión con el desafío de comunicar la dignidad de la mujer. Para la autora, este tema y su foco tienen hoy enorme complejidad y gran relevancia; con ello requiere un lenguaje cuidadoso que tome en cuenta las sensibilidades contemporáneas.
Raquel Soaje y Manuel Salas, ambos historiadores, se acercan a la presencia femenina en la educación en los albores de la historia de Chile, con el propósito de analizar el rol y el aporte de la mujer en este ámbito.
Aún dentro del espacio educativo, Patricia Imbarack y Daniela Albornoz proponen un capítulo que asume la maternidad espiritual como componente esencial de la labor pedagógica. Las autoras indican que la maternidad es al mismo tiempo origen de lo corporal, pero de igual manera causa del espíritu; de ahí la grandeza de la herencia recibida de la Santísima Virgen.
Lo que se une a la propuesta de Paulina Taboada, quien aborda la hermenéutica del don y destaca dos rasgos principales: la apertura a la persona concreta y la relación con el orden del amor.
Los próximos dos capítulos se acercan a Mulieris dignitatem desde la literatura. Primero Alfredo Gorrochotegui explora la narrativa de Gabriela Mistral, quien ve a la mujer como alguien que, después de ser formada o instruida, tendrá un “corazón purificado” y será “como el balcón florido que derrama su aroma sobre el viento y va hacia todos”. El segundo capítulo corresponde a la autoría de Ignacia Manterola, quien devela la vocación cristiana en la narrativa chilena del siglo XX, bajo la premisa de que el texto literario también tiene la capacidad de remitir a una verdad de lo femenino.
José Miguel de Toro, regala a esta publicación una exuberante aproximación al aporte femenino en la Edad Media, mujeres que, lejos de ser silenciadas, jugaron importantes papeles a nivel privado y público. Comenzando por el hecho de que el cristianismo, fuente y pilar de la cultura occidental, siempre ha tenido en muy alta estima a la mujer.
Aún en el contexto de la Edad Media, Paola Corti se acerca al culto mariano en el libro de las horas, imagen que nos muestra cómo María interviene en este drama salvador, en tanto madre, no solo de Cristo, sino que, por adopción, de toda la Iglesia, convirtiéndose, así, en su mediadora e intercesora más fiel.
Hemos realizado un recorrido por los distintos capítulos de la publicación que hoy presentamos y estamos seguro será aliciente para la lectura, pero no quisiéramos terminar sin agradecer a san Juan Pablo II, primer Papa Polaco, que, como hijo de su pueblo, recibe tempranamente un amor lúcido a la Santísima Virgen María, a quien encomienda la protección para su pontificado. Es bien conocida su devoción polaca a la Virgen María, encarnada en la Madonna negra de Czestochowa. De todos modos, esta faceta espiritual de Wojtyła no provenía solo de la asimilación de una forma de la piedad polaca tradicional, sino más bien de una comprensión profunda del rol y figura de María en la obra de redención, que Dios ratifica en su vida a través de la innegable protección de Nuestra Señora de Fátima en el atentado de 1981 y que años más tarde lo lleva a escribir la carta apostólica sobre la dignidad y vocación de la mujer en 1988. En este nos recuerda que Dios creó los dos sexos por razones profundas y nosotros disminuimos a los seres humanos cuando perdemos de vista esas razones. La interdependencia de los dos sexos fortalece tanto al hombre como a la mujer y las características complementarias de la masculinidad y la feminidad son indispensables para el desarrollo humano. (En un sentido profano, para mí como hombre, se me viene a la cabeza la letra del tango de Carlos Gardel “Pa’ mí la vida / Tiene forma de mujer”.)
Agradecemos la presencia de cada uno de ustedes y confiamos que sean embajadores de este libro para que ese llamado a la grandeza que es la mujer llegue a muchos lectores ávidos de adentrarse en dicha riqueza.
Sergio Salas