Entrevista realizada por Jaime Antúnez Aldunate a Josef Seifert.
El “aborto terapéutico” es sin duda, no obstante sus aspectos meramente empírico-médicos, un tema sobre todo para la antropología filosófica y la ética[1]. En este artículo presentaremos el aborto terapéutico, que es una matanza directa de un embrión que se juzga necesaria para la salud o supervivencia de la madre, en el contexto de la pregunta sobre el inicio de la vida humana, porque un argumento principal a favor del aborto es sin ninguna duda la opinión de que el embrión humano, por lo menos durante las primeras semanas de la gravidez, no es una persona humana todavía. Evangelium vitae, enseñando que el embrión humano tiene que ser tratado como persona desde su concepción, no sólo enseña que cualquier matanza directa de un embrión es un crimen gravísimo, sino decididamente implica que el embrión es en verdad una persona ya desde su concepción. Aunque Tomás de Aquino niegue esto, se sigue de sus argumentos a favor de la animación tardía -leídos a la luz del desarrollo actual de la biología, la filosofía y la doctrina de la Iglesia- que en realidad el embrión humano es una persona humana desde su concepción. Hay diversos argumentos que aduciremos en apoyo de que todo aborto es realmente el asesinato de una persona humana inocente, mas primero discutiremos uno de los argumentos en contra del aborto que no requiere la evidencia de que el embrión humano sea una persona, siéndole suficiente nada más que él pueda ser una persona.
I.EL RESPETO MORAL ABSOLUTO DEBIDO AL EMBRIÓN HUMANO INCLUSO SI SOLAMENTE ‘PUDIERA SER’ O ‘PROBABLEMENTE SEA’ UNA PERSONA HUMANA
La prohibición absoluta de cometer un aborto no requiere una evidencia teórica absoluta de que realmente del embrión es una persona[2]. Es suficiente saber que él puede ser una persona: la mera probabilidad o posibilidad racional de que estamos frente a una vida humana inocente basta para que el acto de quitarle la vida sea moralmente criminal.
La encíclica Evangelium vitae parece referirse a ello en algunos pasajes, así por ejemplo donde dice:
Por lo demás, está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano. (N. 60)
Estas afirmaciones valen también en otros casos. Si tenemos buena razón -por ejemplo saliendo de caza- de sospechar que un objeto móvil detrás de un arbusto podría ser una persona humana en vez de ser un oso, sería no sólo probablemente, sino ciertamente inmoral, pegar un tiro a este objeto. Es decir, la inmoralidad evidente del asesinato como tal, y la mera probabilidad de que nosotros pudiésemos causar la muerte de una persona humana inocente, serían motivos suficientes para hacer nuestro acto moralmente malo en absoluto.
II.EL EMBRIÓN COMO PERSONA HUMANA DESDE SU CONCEPCIÓN
No obstante esto nos preguntamos: ¿No hay -forma de una evidencia más positiva del ser persona del embrión desde el inicio de su vida- una fundación más clara y más incontrovertible para esta forma moral reiterada por la encíclica Evangelium vitae que condena cualquier aborto (incluso en el caso de un conflicto entre la vida de la madre y del hijo)? Para responder a esta pregunta, debemos recordar que no son sólo los materialistas y los “actualistas” quienes ponen en duda el estado del ser persona del no nacido, sino también Tomás de Aquino y algunos tomistas contemporáneos. La encíclica misma habla en relación a este punto “de los debates científicos y de las mismas afirmaciones filosóficas en las que el Magisterio no se ha comprometido expresamente” (EV 60). No obstante esto, defenderé la tesis que la misma encíclica enseña, implícitamente, que el embrión humano es persona desde su concepción.
1. Tres argumentos contra la afirmación del ser persona del embrión desde el inicio de su vida. Breves respuestas.
La pregunta de si el embrión humano es una persona desde su concepción es una pregunta debatida, incluso entre aquellos que convengan que el embrión humano debe tener, desde su concepción, la protección completa por la ley moral y estatal. Hay por lo menos tres objeciones ontológico-antropológicas fundamentales contra el ser persona del embrión desde su concepción:
1)La primera deriva de una filosofía materialista según la cual el ser persona de un ente humano consistiría solamente en los acontecimientos cerebrales, o por lo menos sería nada más que una consecuencia de ellos. Si esa posición fuese verdadera, por supuesto el embrión no podría ser persona durante las primeras seis semanas o, si se requiere un cerebro plenamente funcional, no sería persona incluso durante el primer año de su vida extrauterina. Más un tal materialismo es tan flagrantemente falso y opuesto a la visión del hombre de Evangelium vitae que no lo trataremos aquí[3].
2)El mismo rechazo al ser persona del embrión se sigue también de un tipo de actualismo filosófico que exige que, siendo una persona, dependa de una actividad consciente y no constituya un ser substancial y ontológicamente independiente de los actos humanos. De tal actualismo se seguiría que quien no actúa como persona no es persona.
Contra tal posición actualista cabe responder: La persona es una sustancia, es decir, ella es un sujeto último que está en sí mismo en el ser y no es sólo una función de otra cosa. La persona humana individual en la cual se fundan, entre otras, las facultades del intelecto y del libre albedrío, que pertenecen esencialmente a la persona, existe plenamente incluso cuando sus facultades no pueden ser usadas. El alma substancial de la persona y sus energías y facultades fundamentales preceden todas sus actualizaciones y no son en absoluto reducibles a sus actualizaciones. Por lo tanto, no se puede nunca concluir que no hay una persona porque ella no puede actuar como persona humana[4].
3)Otra tesis ontológica que termina por negar el ser persona del embrión recién concebido es la de Tomás de Aquino y otros autores. Su argumento es este: para recibir un alma racional, se requiere un cierto desarrollo del cuerpo. Aunque Tomás y la mayor parte de los tomistas rechazan el aborto bajo cualquier circunstancia, sus enseñanzas introducen en la discusión actual una cierta dosis de confusión e incertidumbre en círculos pro-vida y convencen a algunos que por lo menos “el aborto terapéutico” durante el primer trimestre, especialmente en una sociedad democrática pluralista secular, debería ser admitido.
Dado que la opinión de Tomás posee tan alto peso en los lectores de la encíclica Evangelium vitae, querríamos investigar su teoría con más detalle. Como Santo Tomás de Aquino mismo nunca quiso defender la mera “opinión de una cierta escuela”, sino solamente la verdad de un argumento y su punto de referencia absoluto, debemos preguntar si es esta una teoría verdadera.
2. Entender los argumentos biológicos, filosóficos y teológicos de Tomás de Aquino por la “animación tardía” como Pruebas de que la vida humana es personal desde su concepción
Quisiera demostrar que hoy en día una defensa de la enseñanza tomista sobre la animación gradual contradice a Tomás de Aquino mismo y es además anacrónica y falsa. Utilizaré cinco argumentos para demostrar que el embrión ya es persona desde su concepción. La mayor parte de estos argumentos derivan de los propios principios de Tomás de Aquino, habiendo de considerarse, sin embargo, que los conocimientos científicos y religiosos posteriores representan razones fuertes contra la teoría de la animación tardía.
Hay varias verdades -algunas conocidas por una filosofía aplicada a los hechos científicos, otras recibidas de la fe que él profesó- que indudablemente conducirían hoy a Tomás de Aquino a rechazar clara e inequívocamente cualquier doctrina de la animación tardía.
3. La necesidad de que el cuerpo tenga una forma humana específica para recibir el alma humana espiritual: ¿argumento en contra, o argumento a favor, del ser persona del embrión desde la concepción?
La primera razón por la cual Santo Tomás enseña la animación tardía[5] es en sí misma muy hermosa y verdadera, pero su inclinación por esta tesis se funda sobre una base biológica débil y errónea. Sabemos ahora que la estructura y formación del cuerpo distintivamente humano que Santo Tomás reclamaba, con fundadas razones, para la animación de un alma racional, existe desde el inicio del ser vivo al nivel del código genético. El principio que forzara a Santo Tomás a creer en la infusión del alma después de la concepción, es que él pensaba que el embrión al inicio era pura masa informe, producto de la sangre menstrual mezclada con semen. Razonamiento bien fundado, porque una masa informe sin duda no podría recibir un alma racional. Si esta biología primitiva fuese verdadera, nosotros igualmente estaríamos obligados a afirmar la infusión del alma racional después del momento de la concepción. Pero como la verdad es el contrario, el mismo principio exige el reconocimiento de la personalidad del embrión desde su concepción.
Tomás explica que la recepción de un alma requiere un cierto nivel, precedente a la formación del cuerpo[6]. Siendo esto perfectamente verdad, ahora sabemos con exactitud que el nivel de formación requerido para que el cuerpo pueda recibir un alma racional existe ya a partir del instante mismo de la concepción del embrión humano.
4. La identidad de la vida humana requiere la identidad del ser humano desde la concepción hasta la muerte y la unicidad de la “humana forma corporis”
Dada la identidad del ser humano, no podemos afirmar que en la misma entidad biológica precede a la persona humana un ser vivo no racional y por ende no humano. Gregorio de Nisa formula en modo verdaderamente genial que esto significaría que “yo mismo sería antecedente a mí mismo”:
Puesto que el hombre que consiste en alma y cuerpo es un ser único, afirmamos que allí se debe atribuir a él un principio común único de su existencia, a fin de que no se encuentre siendo antecedentes y anterior a sí mismo[7].
Esta visión es mucho más cercana a la tesis tomista de la unicidad de la forma (alma) del cuerpo humano que la tesis de la animación tardía. Mientras que esta unidad del ser humano permite una cierta no-identidad con el alma racional de la vida biológica de cada célula y órganos aislados del cuerpo[8], no admite que el ser humano fuese primero concebido como una planta, se transformase después en un animal y finalmente en una persona. No cabe concebir que uno mismo hay vivido en el útero de su madre como planta o animal hasta que comenzara a vivir como persona, un mes más tarde de iniciada su vida y su concepción.
5. La dignidad de la persona humana excluye que hayamos sido alguna vez un animal
La dignidad de la persona humana excluye que hayamos sido en principio una planta, después un animal y que nuestra alma e identidad humana entró en un cuerpo vivo que durante algún tiempo era otro ente.Una persona religiosa sentirá una profunda contradicción con la dignidad de la persona si acaso considera las consecuencias de esto: María no sería esencialmente diferente de un animal en el útero de Santa Ana. El tono blasfemo de esta afirmación se entiende en razón de que la dignidad de la persona humana requiere la identidad de un solo sujeto desde la concepción hasta a la muerte.
6. Un entendimiento propio y personalista de la generación de la persona humana exige la plena humanidad del concebido
Sigue inmediatamente un nuevo argumento que tiene un aspecto genético-empírico, pero también un significado personalista profundo.San Máximo el Confesor, que rechazó lo teoría de la animación gradual, expresó este punto con profunda sabiduría:
Si tú afirmas que [el embrión humano] tiene solamente un alma nutritiva que dirige su crecimiento, entonces ciertamente… nuestro cuerpo al inicio será el de una planta, y no el de un hombre. Y cómo un varón podría ser el padre de una planta no puedo comprenderlo, puesto que en este caso evidentemente el embrión no poseería la naturaleza humana. Si… tú asignas solamente un alma sensible al embrión, entonces desde la concepción el embrión humano tendrá claramente el alma de un caballo o de un buey o de algún otro animal de la tierra o del aire, y así… el varón no será el padre de un ser humano en la primera unión [del alma con el cuerpo], pero de una plana o de un animal. ¿Qué podría ser más absurdo o loco que esto[9]?
Este argumento no es un mero argumento bio-filosófico. Señala la indignidad de la paternidad y maternidad, si lo que los padres engendran no fuese un ser humano sino una planta o un animal. La idea de que una madre hubiese concebido un animal que llegó a ser solamente más adelante humano, constituye un ataque contra la dignidad de cada persona humana y de la maternidad y paternidad humana. La grandeza de la persona requiere que lo sea ella desde el principio de su existencia[10].
7. El primer argumento teológico: La validez de la observación del Aquinate de la contradicción lógica entre la enseñanza de la inmaculada concepción y la infusión posterior del alma racional
Santo Tomás mismo enseña que la consecuencia de la teoría de la animación tardía es la negación de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Según Tomás -y en esto él tiene obviamente razón- es imposible afirmar la inmaculada concepción si se infunde el alma racional de la Virgen, como él enseña, con posterioridad a la concepción, porque según esta teoría, en el instante de la concepción María habría tenido un alma puramente vegetativa y ni esa, ni su posterior alma animal (que habría seguido al alma vegetativa) hubiese sido capaz de pecado original ni de gracia. El alma animal ¡claramente no está capax gratiae![11] Tomás mismo afirma en varias ocasiones que su teoría filosófica sobre la animación tardía, no compartida por todos sus contemporáneos, es incompatible con la enseñanza de la Inmaculada Concepción, que en su tiempo no había sido declarada todavía como dogma[12].
Sin embargo, si la consecuencia lógica necesaria de su teoría es la negación de un dogma, no solo como filósofos sino igualmente como católicos debemos rechazar la enseñanza de la animación tardía como falsa. Por lo tanto, se sigue que como Santo Tomás indudablemente habría aceptado en su fe que la doctrina dogmática de la inmaculada concepción es verdad, el mismo Tomás habría rechazado hoy su teoría de la animación tardía. Juzgando imposible que el alma de María fuese creada de una manera enteramente diferente a la del resto de la humanidad, él vería la contradicción lógica y necesaria entre la enseñanza de la animación tardía y la fe en que María fue concebida sin pecado, porque ambas situaciones, la capacidad para el pecado original y también para la gracia requieren metafísica y necesariamente un alma humana racional. Esto es explicado por Tomás en muchos de sus escritos[13] y formula el mismo principio cuando, por ejemplo, habla sobre el profeta Jeremías[14].
8. El absoluto moral que implica el respeto por la vida exigido por Evangelium vitae. Una prueba teológica del ser persona del niño desde su concepción.
Evangelium vitae n° 60 afirma, de una manera solemne, citando Donum vitae (I, C. 79), que “El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida”. Esta formulación indica mucho más que una posibilidad condicional de que el embrión sea persona. Si el embrión no fuese persona desde el inicio, Evangelium vitae sería culpable de un error serio al insistir que la vida humana debe ser, a partir del momento de la concepción y sin cualquier excepción, objeto de un respeto incondicional por la persona, y de afirmar (ibíd., 45): “El valor de la persona desde su concepción es celebrado [énfasis nuestro]…”, o: “…las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana? (ibíd., 60)[15].
III. SER PERSONA DESDE LA CONCEPCIÓN Y EL MAL INTRÍNSECO DE CUALQUIER FORMA DEL ABORTO SEGÚN EVANGELIUM VITAE – RESPUESTA A OBJECIONES
Si el argumento fundado sobre la mera probabilidad de que el embrión pueda ser una persona se halla en Evangelium vitae, su declaración solemne, que condena cada aborto a partir de la concepción como intrinsece malum (ibíd., 62), implica que el embrión humano desde el principio de su existencia ES de hecho esencialmente una persona en el cuerpo, espíritu encarnado:
Por tanto, con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos … declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente.[16]
Juan Pablo II insiste en que incluso en el caso más dramático de un aborto “terapéutico” -de peligro para la vida de la madre- la muerte deliberada del feto es intrínsicamente y siempre un grave mal[17].
Ninguna de las “razones terapéuticas” para justificar el aborto, ni relativas a la vida y salud de la madre, ni los argumentos eugenésicos de la mala salud del embrión, pueden de hecho justificarlo: Evangelium vitae condena clara e inequívocamente, con Gaudium et Spes[18], el “aborto terapéutico” como ataque a la vida humana, como “un acto intrínsecamente malvado”, calificándolo, además, junto con el Concilio Vaticano II, un “crimen nefando”.
Podemos de esta manera leer la encíclica Evangelium vitae del Papa y futuro beato Juan Pablo II, como un grandioso testimonio en favor de la inmensa dignidad y del valor indecible de cada ser humano, que obliga siempre a un respeto incondicionado por la persona humana, en todos los estadios de su vida.